En 1641, la nave insignia de la flota española en el nuevo mundo, que zarpó de Veracruz con rumbo a España, naufragó en una tormenta al ser lanzada contra un arrecife unos 130 kilómetros al norte, de lo que es hoy la República Dominicana. El nombre del galeón era Nuestra Señora de la Limpia y Pura Concepción, llamado también simplemente El Concepción.
Los supervivientes del naufragio habían asegurado que las bodegas de la nave no bastaban para contener todas las riquezas del valioso cargamento. Los españoles llevaron a cabo varios intentos infructuosos de localizar los restos en el arrecife. La peligrosa masa de coral en la que había zozobrado el barco tenía casi 65 kilómetros de longitud, y en algunos lugares más de uno y medio de ancho. Otras naciones y algunos bucaneros hispanos trataron también, en vano, de encontrarlo.
En 1687, 46 años después del naufragio, William Phips, joven agricultor de Nueva Inglaterra, que se hizo carpintero de buque y capitán de la marina mercante, obtuvo información del lugar del hundimiento y decidió probar suerte. Con dos buques bien armados, levó anclas con rumbo a las Antillas. El capitán Phips atravesó el Atlántico a bordo del James and Mary, y fondeó en la bahía de Puerto Plata, en la costa norte de la República Dominicana.
Dijo a las autoridades españolas que estaba allí en misión comercial, y con ese pretexto envió el otro buque, el Henry, junto a su ayudante el capitán Francis Rogers y a un grupo de buzos nativos a buscar los restos del naufragio, mientras él permanecía en puerto para vigilar que nada interfiriera su verdadera misión. Los buzos encontraron fragmentos del Concepción, que Rogers describió con algo de exageración, como el barco más rico que jamás había zarpado de las Indias Occidentales.
En su cuaderno de bitácora, que ningún otro buscador de tesoros leyó hasta 1978, Rogers describía con todo lujo de detalles y datos la posición del Concepción. Los dos barcos pasaron 59 días en el lugar del naufragio y luego zarparon para Inglaterra con casi 30 toneladas de monedas, barras y planchas de plata, más de once kilos de oro en lingotes y varios sacos con piedras preciosas. Aunque Phips y Rogers sabían que aún quedaba parte del tesoro en el Concepción, aquella fue su última expedición.
Pero la leyenda y el atractivo del Concepción perduraron y, durante unos trescientos años, el barco fue señuelo de cientos de buscadores de tesoros, expediciones algunas de ellas encabezadas por Jacques Cousteau. Todas fracasaron, hasta que un joven norteamericano, Burt Webber, se interesó en el asunto.
Webber, que se crió en una pequeña localidad de Pennsylvania, era de salud delicada. A los dos años tuvo un eccema crónico que no respondía a ningún tratamiento, padecía también asma bronquial, que a menudo le dejaba sin aliento. A pesar de esas dolencias, disfrutaba de las actividades físicas y la búsqueda de históricos naufragios. Fracasos como la búsqueda del tesoro del carguero Atocha o el Galeón Nuestra Señora de las Maravillas, naufragado en 1656, dejaron a Burt muy deprimido y angustiado. Por un tiempo pensó que estaba predestinado a no encontrar jamás tesoro alguno. Durante once años había estudiado y aprendido. Se hizo experto en el manejo de instrumentos electrónicos submarinos, y todo ello no le había servido de nada.
Si bien Burt desempeñó diversos trabajos para sostener a su familia, en ningún momento echó su sueño al olvido…
Continuó sus investigaciones en la Biblioteca del Congreso, en la capital estadounidense, y en los archivos españoles. Fue allí donde conoció a Haskins Eduard, que durante años había investigado acerca del Concepción en España, en el Museo Británico y en otros archivos de Inglaterra. Había hallado el cuaderno de bitácora de William Phips. Pero era el cuaderno de bitácora del Henry, barco que acompañaba al de Phips, el que muy probablemente guardaba el secreto del tesoro sumergido. No había pistas del otro cuaderno, pudo haberlo pasado por alto inadvertidamente, o haberse perdido o destruido en los bombardeos de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.
En abril de 1978 un profesor de la facultad de economía de Londres, Peter Earle, quien se proponía escribir un libro sobre el tema, escribió a Haskins una carta que incluía unas frases escritas como al azar,“ Dicho sea de paso, tengo el cuaderno de bitácora de Francis Rogers“, no me interesa la búsqueda del tesoro sino la historia. Tiene usted algo de eso?.
Y allí estaba,… detalles de latitud, puntos
El 30 de noviembre después de meses de exploración con equipos de alta tecnología, Webber y sus buceadores encontraron el Concepción. Los restos se encontraban en una grieta submarina entre los corales.,unos grandes obstáculos para la navegación que salían a la superficie durante la marea baja. El descubrimiento fue noticia en todo el mundo. de referencia del buque fondeado, descripciones de la cresta del arrecife que enmascaraba el tesoro, todo con una minuciosidad que excedía lo esperado.
Un total de 60.000 monedas de plata fueron recuperadas por el equipo de Webber, además de multitud de artefactos y cadenas de oro. Los artefactos y el oro fueron entregados al gobierno de la República Dominicana como parte de su patrimonio cultural, proclamando a Webber héroe nacional.
Según Webber si todo esto desaparece en manos privadas, no es beneficioso para el interés público, no hay oportunidad de estudiarlo y admirarlo. En el caso del Concepción parte de lo que allí se recuperó paso a formar parte del patrimonio del país, conservado por el Museo Nacional. Webber y sus socios se negaron a entrar en detalles acerca de la cuantía del tesoro. El peso de la plata en sus distintas formas pudo ser calculado indudablemente en toneladas.
Cálculos extraoficiales lo estiman en miles de millones de dolares. Si contamos las 30 toneladas de monedas y parte del tesoro que fue rescatado por el capitán William Phips en 1687, indudablemente bien podría ser el mayor tesoro encontrado en todo el siglo pasado…Sin lugar a dudas si era cierto que las bodegas del Concepción no bastaban para contener todas las riquezas,..¡ quizás la avaricia puedo romper el barco!.
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