Abul-Abbas era un elefante asiático que el Emperador Carlomagno recibió como regalo de parte del califa de Baghdad, Harun al-Rashid, en el año 798, tras una embajada despachada por Carlomagno hacia el califato el año anterior. A este regalo sumaba el califa otro más: un reloj mecánico del que salía un pájaro que anunciaba las horas.
El nombre del elefante, así como los acontecimientos de su vida, están recogidos en los annales regni francorum. El elefante surcó el mar Mediterráneo en un barco que desembarcó en Italia en octubre del año 801. Venía con un judío llamado Isaac que era su mahout, es decir, la persona que conducía al elefante.
Ambos siguieron la costa de Egipto hasta Ifriqiya (Argelia y Túnez), territorio gobernado por Ibrahim al-Aghlab, que se lo había comprado al califa por 40.000 dinares al año. El elefante se hizo a la mar en la ciudad de Kairouan y desembarcaron en Portovenere. Abul y su mahout pasaron el invierno en Vercelli, y en primavera cruzaron los Alpes hasta la residencia del emperador en Aquisgrán, adonde llegaron el 1 de julio del año 802.
Parece ser que se trataba de un elefante albino. Era en Aquisgrán (Aachen) donde Carlomagno lo mantenía. Lo había alojado en la corte como huésped de honor, lo lavaba personalmente y hablaba con él. Además, fue exhibido en varias ocasiones ante la corte. Finalmente fue conducido a Augsburgo, donde pasó a residir.
Según la leyenda, también fue utilizado como elefante de guerra en el año 804, cuando el rey danés atacó un poblado de comerciantes cerca de Dinamarca y obligó a la gente a trasladarse al suyo recién construido en Hedeby. Carlomagno movilizó a sus tropas contra los daneses, y cuentan que envió a buscar al elefante para que tomara parte en la batalla. Sin embargo, las escasas fuentes de la época no mencionan su uso en la guerra, así como tampoco nos dan los detalles de su muerte.
Se sabe que falleció en el 810, estando Abul en los cuarenta años. Su muerte pudo deberse a una pulmonía tras haber nadado en el río, pero según otra versión, un día el pobre elefante cogió una indigestión que lo llevó a la tumba. Carlomagno lloró mucho su pérdida y decretó un día de luto nacional.
Algunos autores han puesto en duda la existencia del elefante basándose en que no creen que los barcos medievales fueran capaces de transportar un elefante. La mayoría, en cambio, encuentran imposible suponer que el emperador o el califa tendrían dificultad alguna en construir un barco capaz de transportar 5 toneladas meramente.
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