No todas las mujeres que han pasado a la historia lo han hecho por conseguir hitos excepcionales o por haber sufrido las injusticias de la sociedad. Algunas de ellas han escrito las páginas más crueles y despiadadas. Ese es sin duda el caso de Fredegunda de Neustria, una mujer de origen humilde que consiguió llegar a ser reina de uno de los reinos francos asesinando a todo aquel que se interpuso en su ascenso al trono.
Fredegunda nació en la región francesa de Picardía alrededor del año 545. Poco se sabe de su infancia aunque sí se conoce que sus orígenes eran humildes. Fredegunda entró como servidora del palacio del reino franco de Neustria, al servicio de Audoreva, la primera esposa del rey Chilperico I.
Chilperico I, rey de Neustria, decide repudiar a su esposa Audovera para casarse después con la princesa visigoda Galswinta, quien había aportado grandes riquezas al reino. No obstante, Chilperico tenía a Fredegunda, hermosa aldeana franca y servidora del palacio de Neustria como amante, con quien contrae matrimonio después de la muerte de Galswinta.
La belleza de la joven franca atrajo rápidamente la atención del monarca que la convirtió en su amante. Fredegunda no se conformó con el papel de concubina y consiguió que Chilperico repudiara a Audoreva. Sin embargo su camino hasta la corona tuvo que esperar porque el rey se volvería a casar con Galwitha para entablar lazos dinásticos con Austrasia, otro reino franco.
En el año 567 y por razones esencialmente políticas Chilperico repudió a Audovera y se casó con la princesa visigoda Galswinta, hermana de Brunegilda e hija del rey de los visigodos Atanagildo.
Fredegunda no estaba dispuesta a ser desplazada fácilmente. El matrimonio de Chilperico con Galswinta no fue feliz. Una mañana del año 568, la reina Galswinta fue hallada estrangulada en su lecho. Todas las sospechas en cuanto a quién instigó el crimen apuntaron a Chilperico y Fredegunda, que se casaron poco después.
Los parientes de la reina asesinada se propusieron vengar su muerte, en especial Brunegilda, esposa de Sigiberto I de Austrasia, hermano de Chilperico. Fredegunda se dedicó a eliminar a los hijos que Chilperico había tenido con Audovera para allanar el camino al trono a los suyos propios. En este tiempo Fredegunda se ve afligida por una trágica situación: los hijos que da a luz mueren al corto tiempo, no logra dar a luz un heredero del trono que sobreviva.
Su gran aflicción la lleva primero, a atribuir la desgracia a un castigo divino por la supuesta avaricia que significaba el cobro de impuestos en sus ciudades; entonces, dispone que se quemen los registros fiscales y se den mayores limosnas a las iglesias. Como estos actos no resultaron suficientes pues un nuevo hijo le murió a poco de nacer, Fredegunda volvió sus ojos hacia la magia negra como presunta causante de las muertes, lo que le sirvió de pretexto para hacer asesinar a Clodoveo, el último hijo vivo que quedaba del primer matrimonio de Chilperico I y a la propia Audovera. También la pesadumbre de Fredegunda derivó en que varias mujeres de París perecieran en el tormento o quemadas en la estaca como presuntas causantes mágicas de la muerte de los infantes. Al fin dio a luz al futuro Clotario II.
En el año 584 Chilperico I muere apuñalado a la vuelta de una partida de caza en su villa de Chelles; el asesino en ese momento escapó.
Fredegunda pasó por una situación de extremo peligro. Su única garantía de supervivencia es su hijo que tiene sólo unos meses de edad.
Una vez firme en la regencia, Fredegunda envió en varias oportunidades asesinos para que se cobraran la vida de Brunegilda y de Childeberto II, pero estos intentos fracasaron.Se cuenta la siguiente anécdota: en una oportunidad, Fredegunda envía a un clérigo a la corte de Austrasia con la misión de ganarse la confianza de Brunegilda y asesinarla. El complot es descubierto y el fracasado asesino confiesa bajo tortura la verdadera índole de su misión. Brunegilda ni siquiera se molesta en hacerlo ejecutar, se lo envía de vuelta a Fredegunda que le hace cortar al clérigo las manos y los pies.
También se sabe que Fredegunda, ya consolidada en la regencia, ordenó en 586 el asesinato del obispo Pretextato, quien le disgustaba particularmente. Como el obispo había quedado malherido, Fredegunda, simulando gran preocupación y consternación, lo visita en su lecho de muerte y le envía a sus propios médicos para asegurarse de que no reciba atención. Cuando el obispo poco antes de morir la acusa de su muerte y le profetiza el castigo de Dios, ella simplemente no se da por aludida, como si el moribundo se hubiera dirigido a otra persona.
También es conocido el episodio que protagonizó Fredegunda con su hija Rigonta con quien a menudo reñía. En una oportunidad en que Rigonta le reprocha a su madre por lo que considera tacañería para con ella, Fredegunda invita a su hija a acompañarla a una habitación donde se guarda un pesado cofre, lo abre y comienza a sacar objetos preciosos de él para regalárselos a Rigonta. Luego le dice que está cansada y que Rigonta saque ella misma los objetos preciosos con los que quiera quedarse. Cuando Rigonta se agacha sobre el cofre y comienza a hacer lo que le ha dicho su madre, Fredegunda deja caer la pesada tapa del cofre sobre la nuca de su hija, presionando luego la tapa hacia abajo con todas sus fuerzas. Unos sirvientes que oyeron los gritos de Rigonta la salvaron. Luego de este incidente las peleas entre madre e hija se hicieron aún más frecuentes.
En 596 Childeberto II de Austrasia, a la edad de 26 años, muere envenenado. Fredegunda reanuda sorpresivamente la guerra contra Austrasia y Borgoña y las fuerzas de Neustria obtienen una nueva victoria. Este triunfo dejó a Neustria en posesión transitoria de la ciudad de París.
Poco después de su triunfo en Latofao y a la vuelta de esta expedición, en el año 597, victoriosa y muy temida por todos, Fredegunda contrae disentería y muere de esta enfermedad en su palacio de París, dejando a su hijo Clotario II como Rey de Neustria.
Se trata de una mujer de bellísima apariencia, carismática, manipuladora al extremo, simuladora, de buen trato. La característica principal de su personalidad es que actúa sin sentir culpa, carece de lo que llamamos conciencia. Es, eso sí, muy vengativa. El asesinato es para ella una acción política más a considerar, tanto como lo es bajar o subir los impuestos o nombrar a un conde. Ninguna empresa le parece a ella imposible, sólo es cuestión de dar con el medio eficaz para llevarla a cabo, por eso es infinitamente paciente y persistente en sus designios y generalmente termina logrando todo lo que se propone.
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