El cabello es un rasgo característico de los mamíferos, comúnmente conocidos como "los cuadrúpedos con pelo", un grupo de animales que marcan el climax de la evolución. Los mamíferos son también los animales dominantes en el mundo de hoy, debido en parte a su habilidad para regular la temperatura corporal y para enfrentar las variaciones de la temperatura ambiente.
Esto requiere de una regulación de la producción de calor y pérdida de calor del cuerpo. El cabello juega un papel importante en la regulación del calor del cuerpo. Algunos impulsos del cerebro (hipotálamo) causan que el cabello se levante en los extremos, lo cual provoca que se adjunte una capa aislante que protege a la piel del aire externo. Esta capa reduce la pérdida de calor por radiación.
El hombre marca el climax de la evolución, incluso sobre los mamíferos, y tiene el más desarrollado y complejo de los cerebros, así como el cabello más largo de todos en la cabeza. No puede ser que este rasgo no tenga una razón. No puede ser un asunto de azar o de error por parte de la naturaleza, porque si se han perdido las colas, también se habría perdido el cabello.
Por el contrario, el cabello en la cabeza humana se ha incrementado enormemente en comparación con otros mamíferos.
Ese denso y largo crecimiento del cabello en la cabeza muestra que el cuerpo está tratando de incrementar el área superficial para alguna función en particular. Semejante tendencia a incrementar ciertas áreas se puede ver en cada sistema del cuerpo; por ejemplo los largos intestinos, quienes cuentan con pequeños bellos en sus partes interiores para absorber la comida digerida; o los alveólos en los pulmones para intercambio de O2 y CO2; capilares en forma de montones de tubos enrollados en los riñones en donde se forma la orina. Los sistemas circulatorio y nervioso muestran su extenso crecimiento para alcanzar cada rincón del cuerpo. Incluso la superficie del cerebro humano tiene las hendiduras máximas (pliegues) a las cuales corresponde incrementar sus habilidades. ¡Los resultados que se producirán al disminuir el área de la superficie de estos puntos son fáciles para todos de imaginar!
El cabello tiene varias funciones.
Forma una capa aislante en el cuerpo.
Atrapa una capa de aire fuera de la piel, lo cual evita la pérdida de calor por radiación.
Absorbe radiación dañina del sol.
Mantiene fuera las grandes partículas de polvo, como en las pestañas, bellos en las cámaras nasales y canales del oído.
Las cejas previenen que caiga agua o transpiración a los ojos, esto puede verse por la dirección que siguen.
El pelo de las axilas y púbico disminuye la fricción entre los miembros durante el movimiento.
El pelo axilar provee una gran área para la evaporación del sudor.
Embellece al cuerpo (si no es así, entonces ¿porque la gente no se afeita la cabeza? los hombres calvos están desesperados y pagarían cualquier precio para que el cabello volviera a sus cabezas).
La barba y el bigote sirven para diferenciar los sexos. La mayoría de los machos están decorados con algo similar, por ejemplo, el león, el pavo real y otras aves, el ciervo, etc.
Proteje del sol y la lluvia.Previene que el agua entre a la piel.
Añaden color al cuerpo.
El pelo es sensorial, es el tacto de la naturaleza en madrigueras oscuras.
Defiende al cuerpo en situaciones de peligro al levantarse en los extremos y haciendo ver al cuerpo más grande.
Ayuda a disfrazar o camuflar al mezclarse con los colores del rededor y escapar a la vista de los enemigos naturales.
Erróneamente se ha considerado que el cabello no tiene vida debido a que no tiene conexión visible con el cerebro; pero el cuerpo no solamente está controlado/comunicado por únicamente nervios. Las hormonas, quienes son mediadores químicos, también regulan varias funciones del cuerpo. El sistema inmunológico del cuerpo ataca las infecciones con una ayuda bien coordinada de células, las cuales no tienen conexión visible unas con otras, o con el cerebro. Así que la presencia o ausencia de nervios no determina la conexión de una parte particular del cuerpo con el cerebro. Si el cabello estuviera realmente muerto o no tuviera conexión con el cerebro ¿cómo es que llega a saber que ha sido cortado y responde al crecer nuevamente hasta el largo específico? Una vez que el cabello ha alcanzado un largo específico el crecimiento cesa. Sin duda alguna, el cerebro está bien informado de la condición del cabello. Ese es un signo muy claro de vida. También el cabello, al igual que cualquier otro órgano viviente del cuerpo, responde al envejecimiento, en su longitud, espesor, y poniéndose gris. La condición de salud de una persona se refleja también en el cabello, su lustre, brillo, etc.
La falta de sensación en el cabello no es un indicativo de que el cabello esté muerto, incluso el cerebro no muestra tal sensación. Hay también algunos animales (Porifera) quienes no poseen un sistema nervioso. Un soplo, o toque a cualquier parte de su cuerpo no produce respuesta alguna, y sin embargo, ¿decimos que esos animales están muertos? La mayoría de las plantas tampoco muestran ninguna sensación.
Mas allá, una parte de eso que llamamos "muerto" puede ser que no tenga sensación, pero definitivamente no podemos decir que no tenga función. De hecho, su función es tan importante como la de cualquier parte del cuerpo.
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sábado, 30 de marzo de 2013
POZZO DI SAN PATRIZIO.ORVIETO (ITALIA). LA VICTORIA DEL INGENIO
En la pequeña localidad italiana de Orvieto, se encuentra una obra maestra y singular de la ingeniería del siglo XVI. Al principio cuesta entender su función y el porqué de su extraño diseño, pero al poco el viajero queda rápidamente fascinado por sus dos escaleras helicoidales que se adentran casi 60 metros en las profundidades de la tierra en busca del líquido elemento.
Mientras Carlos V saqueaba Roma en 1527, el Papa Clemente VII aprovechó la obscuridad de la noche para escapar disfrazado de vendedor de fruta. En su huida Clemente se refugió en Orvieto, pero no estaba tranquilo, pues estaba convencido que Carlos V acudiría tras él, por lo que decidió reforzar las defensas de la ciudad.
La ciudad de Orvieto era un emplazamiento fácil de defender, una especie de fortaleza natural situada sobre una roca de toba volcánica que se levanta unos 50 metros sobre el terreno circundante. Aunque esta fortaleza tenía un punto débil: la falta de agua. Clemente encargó a Antonio da Sangallo el Joven la construcción de un nuevo pozo con el que asegurar el suministro de agua en caso que el Papa se viera otra vez bajo asedio.
Sangallo decidió cavar en la posición más baja de la ciudad, próximo al borde del precipicio que rodea la ciudad y cerca de las ruinas de una antigua acrópolis etrusca. El objetivo era llegar al manantial de San Zeno situado a unos 55 metros debajo de la roca. La obra no era una empresa fácil, por un lado estaba la profundidad que se tendría que excavar, pero luego habría resolver el problema de cómo subir el agua a la superficie. La ingeniosa solución propuesta por Sangallo a este último problema es lo que haría especial este pozo.
La obra, de unos 13 metros de diámetro, constaría de dos escaleras helicoidales que descenderían hasta el nivel en que se encontraba el agua. Estas dos escaleras que jamás se encontrarían, estarían iluminadas y ventiladas por ventanas. Al tratarse de dos escaleras independientes, y no sólo una, permitirían a los animales de carga bajar a buscar agua a través de una de las rampas y volver por la otra sin cruzarse con los que bajaran ni hacer ningún giro brusco, haciendo así todo el proceso más rápido y fácil.
Este modelo de circulación dentro del pozo hace que si dos personas se ven cara a cara a través de las ventanas al mismo nivel, aunque parezca que se encuentran muy cerca en el mismo plano, se encuentran muy lejos, teniendo que bajar hasta el fondo del pozo o subir hasta la superficie para encontrarse. Sin embargo, para llegar a aquel que se ve en una ventana más abajo o más arriba, basta con caminar sólo unos pasos. La dos escaleras permiten otros recorridos que dan lugar a situaciones curiosas, por ejemplo si dos deciden ascender desde el fondo del pozo cada uno por una escalera, se verán cara a cara a través de cada ventana pero saldrán dándose la espalda el uno al otro, uno por el norte y otro por el sur.
La construcción del pozo comenzó en 1527 de la mano de Antonio da Sangallo y, aunque 3 años más tarde Carlos V y Clemente VII se habían reconciliado, la excavación del pozo continuó hasta que, casi 10 años después de su comienzo, se llegó al agua, para entonces Clemente ya había muerto, Pablo III ocupaba su lugar y el motivo por el que se construyó el pozo resultaba bastante lejano.
El resultado final fue un edificio sin habitaciones, en él que el espacio sólo sirve para ser recorrido. Este edificio enterrado está formado por dos cilindros. La sencillez del cilindro interior, que es hueco y continuo, contrasta con la complejidad del exterior, que contiene las dos escaleras superpuestas. La profundidad final del pozo fue de casi 60 metros, lo que hizo necesario que cada una de las dos escaleras tuviera 248 escalones y construir 72 ventanas para su ventilación e iluminación. Un puente de madera sobre la cisterna situada en el fondo del pozo permitía que una vez acabada la operación de carga de agua, los animales pudieran tomar la escalera opuesta y emprender el ascenso de vuelta.
A primera vista es fácil suponer que la construcción del pozo fue un proceso uniforme, sin embargo, no fue así. Al principio las tareas de construcción consistían sólo en excavar y la misma roca excavada servía de pared para el pozo, pero a media profundidad, la dura capa de toba dio paso a arcillas y limos, lo que hizo necesario construir un muro alrededor del pozo para contener el terreno
La autoría arquitectónica del pozo se le atribuye a da Sangallo, aunque más tarde se hizo cargo de la dirección de la obra Giovanni Battista da Cortona y sería el escultor y arquitecto florentino, Simone Mosca, el encargado de acabar la parte superior del pozo, es decir, la parte que está por encima del nivel del suelo, donde están las puertas de entrada y salida y donde se colocó una inscripción latina que recuerda: “quod natura munimento inviderat industria adiecit” (lo que la naturaleza privó, lo provea la diligencia).
El nombre por el que es conocido en la actualidad, Pozzo di San Patrizio, le llegaría siglos más tarde, cuando alguien, tal vez impresionado por su profundidad, dijo que le recordaba el abismo al que el santo irlandés, San Patricio, acostumbraba a retirarse para rezar en Lough Derg y desde el cual, según la leyenda medieval, podía contemplarse el mismísimo purgatorio, hecho que aprovechó para realizar numerosas conversiones.
Mientras Carlos V saqueaba Roma en 1527, el Papa Clemente VII aprovechó la obscuridad de la noche para escapar disfrazado de vendedor de fruta. En su huida Clemente se refugió en Orvieto, pero no estaba tranquilo, pues estaba convencido que Carlos V acudiría tras él, por lo que decidió reforzar las defensas de la ciudad.
La ciudad de Orvieto era un emplazamiento fácil de defender, una especie de fortaleza natural situada sobre una roca de toba volcánica que se levanta unos 50 metros sobre el terreno circundante. Aunque esta fortaleza tenía un punto débil: la falta de agua. Clemente encargó a Antonio da Sangallo el Joven la construcción de un nuevo pozo con el que asegurar el suministro de agua en caso que el Papa se viera otra vez bajo asedio.
Sangallo decidió cavar en la posición más baja de la ciudad, próximo al borde del precipicio que rodea la ciudad y cerca de las ruinas de una antigua acrópolis etrusca. El objetivo era llegar al manantial de San Zeno situado a unos 55 metros debajo de la roca. La obra no era una empresa fácil, por un lado estaba la profundidad que se tendría que excavar, pero luego habría resolver el problema de cómo subir el agua a la superficie. La ingeniosa solución propuesta por Sangallo a este último problema es lo que haría especial este pozo.
La obra, de unos 13 metros de diámetro, constaría de dos escaleras helicoidales que descenderían hasta el nivel en que se encontraba el agua. Estas dos escaleras que jamás se encontrarían, estarían iluminadas y ventiladas por ventanas. Al tratarse de dos escaleras independientes, y no sólo una, permitirían a los animales de carga bajar a buscar agua a través de una de las rampas y volver por la otra sin cruzarse con los que bajaran ni hacer ningún giro brusco, haciendo así todo el proceso más rápido y fácil.
Este modelo de circulación dentro del pozo hace que si dos personas se ven cara a cara a través de las ventanas al mismo nivel, aunque parezca que se encuentran muy cerca en el mismo plano, se encuentran muy lejos, teniendo que bajar hasta el fondo del pozo o subir hasta la superficie para encontrarse. Sin embargo, para llegar a aquel que se ve en una ventana más abajo o más arriba, basta con caminar sólo unos pasos. La dos escaleras permiten otros recorridos que dan lugar a situaciones curiosas, por ejemplo si dos deciden ascender desde el fondo del pozo cada uno por una escalera, se verán cara a cara a través de cada ventana pero saldrán dándose la espalda el uno al otro, uno por el norte y otro por el sur.
La construcción del pozo comenzó en 1527 de la mano de Antonio da Sangallo y, aunque 3 años más tarde Carlos V y Clemente VII se habían reconciliado, la excavación del pozo continuó hasta que, casi 10 años después de su comienzo, se llegó al agua, para entonces Clemente ya había muerto, Pablo III ocupaba su lugar y el motivo por el que se construyó el pozo resultaba bastante lejano.
El resultado final fue un edificio sin habitaciones, en él que el espacio sólo sirve para ser recorrido. Este edificio enterrado está formado por dos cilindros. La sencillez del cilindro interior, que es hueco y continuo, contrasta con la complejidad del exterior, que contiene las dos escaleras superpuestas. La profundidad final del pozo fue de casi 60 metros, lo que hizo necesario que cada una de las dos escaleras tuviera 248 escalones y construir 72 ventanas para su ventilación e iluminación. Un puente de madera sobre la cisterna situada en el fondo del pozo permitía que una vez acabada la operación de carga de agua, los animales pudieran tomar la escalera opuesta y emprender el ascenso de vuelta.
A primera vista es fácil suponer que la construcción del pozo fue un proceso uniforme, sin embargo, no fue así. Al principio las tareas de construcción consistían sólo en excavar y la misma roca excavada servía de pared para el pozo, pero a media profundidad, la dura capa de toba dio paso a arcillas y limos, lo que hizo necesario construir un muro alrededor del pozo para contener el terreno
La autoría arquitectónica del pozo se le atribuye a da Sangallo, aunque más tarde se hizo cargo de la dirección de la obra Giovanni Battista da Cortona y sería el escultor y arquitecto florentino, Simone Mosca, el encargado de acabar la parte superior del pozo, es decir, la parte que está por encima del nivel del suelo, donde están las puertas de entrada y salida y donde se colocó una inscripción latina que recuerda: “quod natura munimento inviderat industria adiecit” (lo que la naturaleza privó, lo provea la diligencia).
El nombre por el que es conocido en la actualidad, Pozzo di San Patrizio, le llegaría siglos más tarde, cuando alguien, tal vez impresionado por su profundidad, dijo que le recordaba el abismo al que el santo irlandés, San Patricio, acostumbraba a retirarse para rezar en Lough Derg y desde el cual, según la leyenda medieval, podía contemplarse el mismísimo purgatorio, hecho que aprovechó para realizar numerosas conversiones.
EFEMERIDES: 30 DE MARZO DE 1781. En España muere ejecutado el famoso bandolero Diego Corrientes.
Se trata del bandolero más célebre del siglo XVIII. Nació el 20 de agosto de 1757 en la localidad sevillana de Utrera y murió en la horca en 1781. Fue protagonista de numerosos romances que lo convirtieron en un héroe popular. Se dice que nunca llegó a matar a nadie y que se caracterizó por ser salteador de caminos, cuatrero, amante de doncellas y generoso con los más desfavorecidos. Sus historias cautivaron al pueblo llano.
Era jornalero del campo y, por injusticias sufridas, comenzó sus correrías allá por el año 1778, siendo su zona de actividad las provincias de Sevilla y Badajoz. Se dice que en el camino Real de Sevilla a Madrid asaltó más de mil diligencias.
La clave de su éxito se basó en su habilidad para burlar a sus perseguidores. Primero se ganaba la simpatía de aquellos que vivían en los cortijos situados en las zonas en las que tenía previsto actuar. Así, Diego se aseguraba siempre la ruta de huida con caballos frescos cada vez que era perseguido repartiendo parte de sus ganancias entre los más desfavorecidos y resolviéndoles algunos asuntos personales de injusticia frente a los más poderosos.
Su popularidad entre la población cada vez era mayor y el rey Carlos III nombró como juez especial para la represión del bandolerismo al famoso don Francisco de Bruna y Ahumada, quien a partir de 1780 pone todos los medios disponibles para la captura del bandolero.
Cierto día , en un lugar llamado La Torre, cerca de Utrera, Diego sorprendió a Don Francisco de Bruna paseando en su carruaje junto a otros personajes y mandó que bajasen:
-Señor alcalde del crimen, me he enterado de que usía presume de que será capaz de capturarme.
-Sí, y de ahorcarte cuando te capture.
-Entonces tendré que perdonarle la vida para que pueda cumplir su promesa.
Ordenó que todos subiesen al carro, y sin bajar del caballo colocó su bota izquierda en la ventanilla para que Don Francisco se la abrochase.
Desde entonces se entabló una lucha terrible entre el juez y el bandolero. Don Francisco mandaba todos los días escuadrones de soldados a la sierra para que acabasen con los bandoleros, pero no podían capturar a Diego. La rabia y el odio obligaron a Don Francisco a publicar un pregón en el que prometía cien piezas de oro a quien entregase a Diego vivo o muerto y se distribuyó impreso por todos los pueblos de Andalucía.
Una noche llamaron a la puerta de la casa de Don Francisco, a quien asistía una vieja criada:
-Dígale al juez que traigo noticias del paradero del bandido Diego Corrientes.
-El juez ya está dormido, pero se lo comunicaré.
Rápidamente se levantó el juez y ordenó a la vieja que hiciese pasar al visitante. Entró el hombre que venía envuelto en una capa. Cuando estuvo a solas delante de Don Francisco, se soltó la capa y abriéndola dejó ver un trabuco que apuntaba directamente a la cabeza del juez, quien enseguida reconoció a Diego.
-Volvemos a encontrarnos, señor. Me he enterado en Utrera que usía ha echado un bando prometiendo cien piezas de oro a quien presente a Diego Corrientes, vivo o muerto. Y como me hace falta el dinero para pagar a mi cuadrilla, pues he venido a presentar a Diego Corrientes vivo. Entrégueme las cien monedas del premio prometido.
Y ante el razonamiento del trabuco, el juez le entregó las cien monedas.
-Si usted es capaz de amarrarme, ya me tiene preso. Pero no se acerque mucho no se vaya a disparar el trabuco de matar lobos.
Como Don Francisco no se atrevía a acercarse, Diego concluyó:
-Está visto que usía no quiere detenerme, así que entiendo que me deja libre.
Y riendo la burla escapó Diego a toda velocidad, llevándose las cien monedas y cuando don Francisco pudo salir a la calle pidiendo auxilio, Diego ya estaba muy lejos, habiendo conseguido abrir las puertas de las murallas de la ciudad , pues sus hombres habían dominado a los guardas que las custodiaban.
Con el tiempo toda su partida de bandoleros va siendo apresada y ejecutados en Sevilla. Diego huye a Portugal, y hasta allí le persigue el gobernador de Sevilla al frente de 20 alguaciles y una compañía de infantería portuguesa al mando del capitán Arias. Tras una larga y valiente resistencia y por la falta de munición, es apresado y trasladado a Sevilla, donde es juzgado y condenado a ser arrastrado hasta el patíbulo donde sería ahorcado.
Fue ajusticiado en la Plaza de San Francisco (Sevilla) y su cadáver se descuartizó según costumbre, enviando a cada una de las provincias de Jaén, Córdoba y Huelva, donde había hecho sus principales fechorías. Su cabeza se puso en la Puerta de Osario (Sevilla), de donde a los pocos días fue llevada para que la enterraran en la bóveda de la Iglesia de San Roque.
A finales del siglo XX, cuando se procedió a la limpieza de la bóveda de la iglesia de San Roque, apareció una calavera en buen estado, sin ningún cuerpo, y que tenía clavado un garfio de hierro en lo alto del cráneo, como se solían colgar las cabezas de los ajusticiados en siglos pasados. Pero en la noche siguiente al hallazgo unos muchachos rompieron la valla de madera que tapaba las obras de desescombro y se llevaron la calavera. Según contaban algunos vecinos del barrio, los muchachos la habían utilizado para jugar a la pelota, quedando destruida. También cuenta la leyenda que una dama de noble linaje llegó a la ciudad de Sevilla haciéndose pasar por la Marquesa de Becerril. Decía que era hija del rey Felipe V y que Diego Corrientes era su nieto.
El 17 de junio de 1999 un artículo aparecido en un periódico y firmado por un jurista confirmaba las irregularidades sufridas en la extradición de Diego Corrientes por parte de la Justicia portuguesa. Pero así es la historia: el Poder manda sobre la Justicia y el poder de Francisco de Bruna era tan grande como el odio que sentía hacia Diego Corrientes.
Era jornalero del campo y, por injusticias sufridas, comenzó sus correrías allá por el año 1778, siendo su zona de actividad las provincias de Sevilla y Badajoz. Se dice que en el camino Real de Sevilla a Madrid asaltó más de mil diligencias.
La clave de su éxito se basó en su habilidad para burlar a sus perseguidores. Primero se ganaba la simpatía de aquellos que vivían en los cortijos situados en las zonas en las que tenía previsto actuar. Así, Diego se aseguraba siempre la ruta de huida con caballos frescos cada vez que era perseguido repartiendo parte de sus ganancias entre los más desfavorecidos y resolviéndoles algunos asuntos personales de injusticia frente a los más poderosos.
Su popularidad entre la población cada vez era mayor y el rey Carlos III nombró como juez especial para la represión del bandolerismo al famoso don Francisco de Bruna y Ahumada, quien a partir de 1780 pone todos los medios disponibles para la captura del bandolero.
Cierto día , en un lugar llamado La Torre, cerca de Utrera, Diego sorprendió a Don Francisco de Bruna paseando en su carruaje junto a otros personajes y mandó que bajasen:
-Señor alcalde del crimen, me he enterado de que usía presume de que será capaz de capturarme.
-Sí, y de ahorcarte cuando te capture.
-Entonces tendré que perdonarle la vida para que pueda cumplir su promesa.
Ordenó que todos subiesen al carro, y sin bajar del caballo colocó su bota izquierda en la ventanilla para que Don Francisco se la abrochase.
Desde entonces se entabló una lucha terrible entre el juez y el bandolero. Don Francisco mandaba todos los días escuadrones de soldados a la sierra para que acabasen con los bandoleros, pero no podían capturar a Diego. La rabia y el odio obligaron a Don Francisco a publicar un pregón en el que prometía cien piezas de oro a quien entregase a Diego vivo o muerto y se distribuyó impreso por todos los pueblos de Andalucía.
Una noche llamaron a la puerta de la casa de Don Francisco, a quien asistía una vieja criada:
-Dígale al juez que traigo noticias del paradero del bandido Diego Corrientes.
-El juez ya está dormido, pero se lo comunicaré.
Rápidamente se levantó el juez y ordenó a la vieja que hiciese pasar al visitante. Entró el hombre que venía envuelto en una capa. Cuando estuvo a solas delante de Don Francisco, se soltó la capa y abriéndola dejó ver un trabuco que apuntaba directamente a la cabeza del juez, quien enseguida reconoció a Diego.
-Volvemos a encontrarnos, señor. Me he enterado en Utrera que usía ha echado un bando prometiendo cien piezas de oro a quien presente a Diego Corrientes, vivo o muerto. Y como me hace falta el dinero para pagar a mi cuadrilla, pues he venido a presentar a Diego Corrientes vivo. Entrégueme las cien monedas del premio prometido.
Y ante el razonamiento del trabuco, el juez le entregó las cien monedas.
-Si usted es capaz de amarrarme, ya me tiene preso. Pero no se acerque mucho no se vaya a disparar el trabuco de matar lobos.
Como Don Francisco no se atrevía a acercarse, Diego concluyó:
-Está visto que usía no quiere detenerme, así que entiendo que me deja libre.
Y riendo la burla escapó Diego a toda velocidad, llevándose las cien monedas y cuando don Francisco pudo salir a la calle pidiendo auxilio, Diego ya estaba muy lejos, habiendo conseguido abrir las puertas de las murallas de la ciudad , pues sus hombres habían dominado a los guardas que las custodiaban.
Con el tiempo toda su partida de bandoleros va siendo apresada y ejecutados en Sevilla. Diego huye a Portugal, y hasta allí le persigue el gobernador de Sevilla al frente de 20 alguaciles y una compañía de infantería portuguesa al mando del capitán Arias. Tras una larga y valiente resistencia y por la falta de munición, es apresado y trasladado a Sevilla, donde es juzgado y condenado a ser arrastrado hasta el patíbulo donde sería ahorcado.
Fue ajusticiado en la Plaza de San Francisco (Sevilla) y su cadáver se descuartizó según costumbre, enviando a cada una de las provincias de Jaén, Córdoba y Huelva, donde había hecho sus principales fechorías. Su cabeza se puso en la Puerta de Osario (Sevilla), de donde a los pocos días fue llevada para que la enterraran en la bóveda de la Iglesia de San Roque.
A finales del siglo XX, cuando se procedió a la limpieza de la bóveda de la iglesia de San Roque, apareció una calavera en buen estado, sin ningún cuerpo, y que tenía clavado un garfio de hierro en lo alto del cráneo, como se solían colgar las cabezas de los ajusticiados en siglos pasados. Pero en la noche siguiente al hallazgo unos muchachos rompieron la valla de madera que tapaba las obras de desescombro y se llevaron la calavera. Según contaban algunos vecinos del barrio, los muchachos la habían utilizado para jugar a la pelota, quedando destruida. También cuenta la leyenda que una dama de noble linaje llegó a la ciudad de Sevilla haciéndose pasar por la Marquesa de Becerril. Decía que era hija del rey Felipe V y que Diego Corrientes era su nieto.
El 17 de junio de 1999 un artículo aparecido en un periódico y firmado por un jurista confirmaba las irregularidades sufridas en la extradición de Diego Corrientes por parte de la Justicia portuguesa. Pero así es la historia: el Poder manda sobre la Justicia y el poder de Francisco de Bruna era tan grande como el odio que sentía hacia Diego Corrientes.
viernes, 29 de marzo de 2013
MANFRED VON RICHTHOFEN, EL BARON ROJO
Nació el 2 de mayo de 1892 en la capital de Silesia, Breslau, ciudad perteneciente a Prusia Oriental entonces y que hoy en día se encuentra en Polonia. Perteneciente a la alta aristocracia, su padre había sido un importante oficial de caballería. Él y su hermano Lothar lograrían la gloria cabalgando pájaros de acero en una guerra cruel.
Ambos soñaban con el honor que todavía podía lograrse en la I Guerra Mundial, quizá la última guerra romántica de la historia, donde los valores caballerescos todavía estaban vivos. En 1909 Manfred se alistó al ejército imperial, y en 1912 ya era teniente del primer regimiento de Ulanos (el mismo contingente en el que combatió su padre).
Cuando estalló la I Guerra Mundial, combatió en la caballería e incluso fue condecorado con la Cruz de Hierro de segunda clase. Pero, ¿qué sentido tenía ya la caballería? La mayor guerra de la historia (hasta ese momento) se caracterizó por una gran mortalidad, cuya causa principal era una curiosa dualidad: armas modernas y tácticas militares antiguas. En las trincheras, los grandes cuadros de infantería avanzaban lentamente ante una ametralladora que a base de ráfagas sesgaba rápidamente la vida de los soldados.
Ante esta situación, la adaptación de las tácticas militares al nuevo armamento era clave. La caballería había dicho adiós a su preeminencia, que había durado siglos. Era el momento de las máquinas, el momento en que el hombre multiplicó su capacidad de matar hasta límites nunca conocidos.
El romanticismo de la guerra había finalizado, los últimos caballeros lucharon y murieron entre 1914 y 1918. Como apunte, durante esta guerra murieron menos del 10% de los rehenes. En la Segunda Guerra Mundial millones de prisioneros fueron ejecutados. El honor fue sustuido por el ansia de matar en muy pocos años.
Ante un horizonte incierto para los jinetes de principios del siglo XX, Manfred vio en la aviación la nueva montura moderna. Los héroes estaban volando por encima de los soldados de infantería, saldando sus combates sobre los cielos como si de justas medievales se tratara. En 1915 pidió su ingreso en la aviación, estrenándose meses después en el frente Oriental en labores de espionaje.
La aviación tenía dos usos básicamente: realizar observaciones sobre las posiciones enemigas en el frente y combatir. Como el futuro Barón Rojo no destacó por su pericia en la academia, fue destinado a fotografiar las posiciones rivales. No era una tarea especialmente agradecida, pero siempre era mejor que combatir en las trincheras, entre el barro y el frío, y la constante exposición a las ametralladores del frente rival.
La vida del héroe dio un giro radical en 1916, cuando coincidió casualmente con Oswald Boecke, máxima autoridad alemana en el campo de la aviación. Éste le convenció para que se uniese a los suyos con un caza Albatros. De esta forma el joven von Richthofen pasaría a pilotar un caza y a enfrentarse por fin a los pilotos franceses e ingleses en Europa occidental. Durante todo ese año Manfred acompañó a Boecke en su escuadrón, siendo su protegido pese a un inicio un tanto irregular que meses después, con la experiencia suficiente, fue sustituida por la brillantez más absoluta.
Pero en octubre falleció Boecke, el máximo exponente de la aviación alemana hasta aquel momento. Tenía en su haber 40 victorias (derribos), y Manfred juró que alcanzaría esa cifra (tenía 10 derribos en ese instante). Alemania necesitaba sustituir a su héroe, necesitaba a un nuevo piloto que arropase con su carisma al resto de sus compañeros. Ese héroe sería Manfred von Richthofen, quien pocos días después de la muerte de su amigo logró derribar al indiscutible monstruo de los cielos inglés, el piloto Lanoe Hawker. El futuro Barón Rojo estaba empezando a ser muy conocido, y su fama se acrecentó en apenas dos meses, cuando recibió la Cruz por el Mérito tras su décimosexto derribo.
En ese instante era el número uno. No porque lo hubiese sido realmente durante toda la guerra, sino porque el resto de grandes pilotos alemanes ya habían fallecido en combate. Le asignaron el mando de la escuadrilla Jasta 11, una de las peores en cuanto a historial se refiere, pero todo cambió con su llegada. Este instante, iniciándose 1917, da lugar al mito. Ahora nace el Barón Rojo, cuando, conocedor de la poca valía de su división, decide pintar de rojo su propio avión. Ahora serán respetados, ahora serán temidos; el Barón Rojo está con ellos. Consigue inculcar ánimo y valor a sus hombres, y su escuadrilla se vuelca con el joven líder alemán.
Manfred era un hombre tímido, callado… pero todo cambiaba cuando tomaba los mandos de su avión. El caza Albatros transformaba a un hombre con sed de aventuras, con un objetivo muy claro: vencer. Se dice que su mirada cambiaba, sus ojos se encendían. El Barón Rojo dominó los cielos europeos durante meses, derrotando a todo aquel que osara interponerse en su camino. Nada ni nadie parecía capaz de detenerle, y supo contagiar a sus compañeros de ese heroísmo que parecía rodearle cuando se alzaba del suelo en busca de nuevas victorias.
La revolución en su escuadrilla fue total. La Jasta 11, compuesta por 14 aviones, se mostró cada vez más letal. Sus enemigos la temían, y ante el halo de heroísmo que empezaba a cubrir no sólo a su líder, sino a toda la escuadra, Gran Bretaña ofreció 5000 libras a quien derribara al Barón. Pero eso no iba a ser sencillo, por supuesto. Todos los pilotos de la Jasta 11, temiendo que los pilotos franceses y británicos fueran a la caza del su ‘Kommandeur’, pintaron sus aviones de color púrpura. El desconcierto era absoluto entre sus enemigos, que caían uno tras otro haciendo más grande si cabe la leyenda del alemán, que apenas contaba con 25 años de edad.
Temido y respetado, el Barón Rojo destacó también por el amable trato que recibieron sus prisioneros. Ninguno de ellos fue maltratado ni vejado. Fue admirado incluso por sus enemigos, hecho que engrandece todavía más su figura. Era un caballero del siglo XX, un héroe a la antigua en un mundo el que cada vez había menos sitio para ellos. En las sucesivas guerras, la barbarie se apoderó del ser humano. La figura del caballero, del honor, de la lealtad… murieron en buena parte con él.
Todavía en los primeros meses de ese año, el Barón decidió realizar una nueva táctica: mandó a todos sus hombres que pintaran sus aviones de distintos colores, todos ellos muy vivos. Nació así el ‘Circo volante’, responsable de decenas de derribos. Al frente de ese circo, el ‘petit rouge, como le habían bautizado los franceses. Ante el éxito sin precedentes de esta escuadrilla, Manfred recibió el mando de la primera ala aérea de la historia, la unión de las Jastas 4, 6, 10 y 11. Esta división aniquiló a sus contrincantes, derribando a 644 aparatos enemigos y sufriendo sólo 56 bajas entre sus cazas.
Pero la desgracia golpeó al temerario Barón el 6 de julio de 1917. Fue tocado por una bala en la cabeza, produciendo una terrible herida de la que, según dicen, jamás llegó a recuperarse hasta su muerte. Aunque se pensó en jubilarlo para dar un héroe vivo a Alemania, éste no quiso. Su única voluntad, su gran compromiso, era seguir combatiendo junto a sus compañeros. Ahora que Estados Unidos había entrado en la guerra y un sinfín de nuevos pilotos y aviones engrosaban las filas del enemigo, él era más necesario que nunca. En el momento de ser herido, alcanzó la cifra de 60 derribos, todo un hito en la historia de la aviación.
El Barón Rojo se sobrepuso a su herida, y continuó combatiendo con el mayor arrojo posible. En junio de 1917 recibiría el mítico Fokker triplano, un nuevo modelo de avión que maravilló al Barón, que combatió con él logrando 20 derribos más, hasta la tremenda cifra de 80 en menos de dos años. Su último triunfo se produjo el 20 de abril de 1917. Al día siguiente sería derribado.
Ese día el capitán canadiense Roy Brown logró ametrallarlo con su aparato, mientras la artillería antiaérea australiana hacia lo propio desde el suelo. El brillo de su rojo avión resultó fatal para el Barón, demasiado visible para sus enemigos. De esta forma finalizó su último vuelo, cayendo en suelo enemigo con una bala en el corazón.
En el lugar exacto donde cayó derribado, Manfred von Richthofen fue enterrado con todos los honores de héroe que merecía.
Una hélice fue cortada y pulida para ejercer de cruz en su tumba, la mejor forma de señalar la estrecha relación entre héroe y aparato.
Su epitafio es una clara prueba del enorme respeto que despertó en sus rivales: ”Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz”. Su trágica muerte sólo ayudó a engrandecer más si cabe la historia de un joven, valiente y temerario a partes iguales, que dejó su nombre escrito en fuego en la historia de la aviación. Ese joven siempre será recordado; la leyenda del Barón Rojo es inmortal en el recuerdo de millones de personas. Nunca se olvidará la leyenda de Manfred von Richthofen, amo de las nubes, señor del viento.
Ambos soñaban con el honor que todavía podía lograrse en la I Guerra Mundial, quizá la última guerra romántica de la historia, donde los valores caballerescos todavía estaban vivos. En 1909 Manfred se alistó al ejército imperial, y en 1912 ya era teniente del primer regimiento de Ulanos (el mismo contingente en el que combatió su padre).
Cuando estalló la I Guerra Mundial, combatió en la caballería e incluso fue condecorado con la Cruz de Hierro de segunda clase. Pero, ¿qué sentido tenía ya la caballería? La mayor guerra de la historia (hasta ese momento) se caracterizó por una gran mortalidad, cuya causa principal era una curiosa dualidad: armas modernas y tácticas militares antiguas. En las trincheras, los grandes cuadros de infantería avanzaban lentamente ante una ametralladora que a base de ráfagas sesgaba rápidamente la vida de los soldados.
Ante esta situación, la adaptación de las tácticas militares al nuevo armamento era clave. La caballería había dicho adiós a su preeminencia, que había durado siglos. Era el momento de las máquinas, el momento en que el hombre multiplicó su capacidad de matar hasta límites nunca conocidos.
El romanticismo de la guerra había finalizado, los últimos caballeros lucharon y murieron entre 1914 y 1918. Como apunte, durante esta guerra murieron menos del 10% de los rehenes. En la Segunda Guerra Mundial millones de prisioneros fueron ejecutados. El honor fue sustuido por el ansia de matar en muy pocos años.
Ante un horizonte incierto para los jinetes de principios del siglo XX, Manfred vio en la aviación la nueva montura moderna. Los héroes estaban volando por encima de los soldados de infantería, saldando sus combates sobre los cielos como si de justas medievales se tratara. En 1915 pidió su ingreso en la aviación, estrenándose meses después en el frente Oriental en labores de espionaje.
La aviación tenía dos usos básicamente: realizar observaciones sobre las posiciones enemigas en el frente y combatir. Como el futuro Barón Rojo no destacó por su pericia en la academia, fue destinado a fotografiar las posiciones rivales. No era una tarea especialmente agradecida, pero siempre era mejor que combatir en las trincheras, entre el barro y el frío, y la constante exposición a las ametralladores del frente rival.
La vida del héroe dio un giro radical en 1916, cuando coincidió casualmente con Oswald Boecke, máxima autoridad alemana en el campo de la aviación. Éste le convenció para que se uniese a los suyos con un caza Albatros. De esta forma el joven von Richthofen pasaría a pilotar un caza y a enfrentarse por fin a los pilotos franceses e ingleses en Europa occidental. Durante todo ese año Manfred acompañó a Boecke en su escuadrón, siendo su protegido pese a un inicio un tanto irregular que meses después, con la experiencia suficiente, fue sustituida por la brillantez más absoluta.
Pero en octubre falleció Boecke, el máximo exponente de la aviación alemana hasta aquel momento. Tenía en su haber 40 victorias (derribos), y Manfred juró que alcanzaría esa cifra (tenía 10 derribos en ese instante). Alemania necesitaba sustituir a su héroe, necesitaba a un nuevo piloto que arropase con su carisma al resto de sus compañeros. Ese héroe sería Manfred von Richthofen, quien pocos días después de la muerte de su amigo logró derribar al indiscutible monstruo de los cielos inglés, el piloto Lanoe Hawker. El futuro Barón Rojo estaba empezando a ser muy conocido, y su fama se acrecentó en apenas dos meses, cuando recibió la Cruz por el Mérito tras su décimosexto derribo.
En ese instante era el número uno. No porque lo hubiese sido realmente durante toda la guerra, sino porque el resto de grandes pilotos alemanes ya habían fallecido en combate. Le asignaron el mando de la escuadrilla Jasta 11, una de las peores en cuanto a historial se refiere, pero todo cambió con su llegada. Este instante, iniciándose 1917, da lugar al mito. Ahora nace el Barón Rojo, cuando, conocedor de la poca valía de su división, decide pintar de rojo su propio avión. Ahora serán respetados, ahora serán temidos; el Barón Rojo está con ellos. Consigue inculcar ánimo y valor a sus hombres, y su escuadrilla se vuelca con el joven líder alemán.
Manfred era un hombre tímido, callado… pero todo cambiaba cuando tomaba los mandos de su avión. El caza Albatros transformaba a un hombre con sed de aventuras, con un objetivo muy claro: vencer. Se dice que su mirada cambiaba, sus ojos se encendían. El Barón Rojo dominó los cielos europeos durante meses, derrotando a todo aquel que osara interponerse en su camino. Nada ni nadie parecía capaz de detenerle, y supo contagiar a sus compañeros de ese heroísmo que parecía rodearle cuando se alzaba del suelo en busca de nuevas victorias.
La revolución en su escuadrilla fue total. La Jasta 11, compuesta por 14 aviones, se mostró cada vez más letal. Sus enemigos la temían, y ante el halo de heroísmo que empezaba a cubrir no sólo a su líder, sino a toda la escuadra, Gran Bretaña ofreció 5000 libras a quien derribara al Barón. Pero eso no iba a ser sencillo, por supuesto. Todos los pilotos de la Jasta 11, temiendo que los pilotos franceses y británicos fueran a la caza del su ‘Kommandeur’, pintaron sus aviones de color púrpura. El desconcierto era absoluto entre sus enemigos, que caían uno tras otro haciendo más grande si cabe la leyenda del alemán, que apenas contaba con 25 años de edad.
Temido y respetado, el Barón Rojo destacó también por el amable trato que recibieron sus prisioneros. Ninguno de ellos fue maltratado ni vejado. Fue admirado incluso por sus enemigos, hecho que engrandece todavía más su figura. Era un caballero del siglo XX, un héroe a la antigua en un mundo el que cada vez había menos sitio para ellos. En las sucesivas guerras, la barbarie se apoderó del ser humano. La figura del caballero, del honor, de la lealtad… murieron en buena parte con él.
Todavía en los primeros meses de ese año, el Barón decidió realizar una nueva táctica: mandó a todos sus hombres que pintaran sus aviones de distintos colores, todos ellos muy vivos. Nació así el ‘Circo volante’, responsable de decenas de derribos. Al frente de ese circo, el ‘petit rouge, como le habían bautizado los franceses. Ante el éxito sin precedentes de esta escuadrilla, Manfred recibió el mando de la primera ala aérea de la historia, la unión de las Jastas 4, 6, 10 y 11. Esta división aniquiló a sus contrincantes, derribando a 644 aparatos enemigos y sufriendo sólo 56 bajas entre sus cazas.
Pero la desgracia golpeó al temerario Barón el 6 de julio de 1917. Fue tocado por una bala en la cabeza, produciendo una terrible herida de la que, según dicen, jamás llegó a recuperarse hasta su muerte. Aunque se pensó en jubilarlo para dar un héroe vivo a Alemania, éste no quiso. Su única voluntad, su gran compromiso, era seguir combatiendo junto a sus compañeros. Ahora que Estados Unidos había entrado en la guerra y un sinfín de nuevos pilotos y aviones engrosaban las filas del enemigo, él era más necesario que nunca. En el momento de ser herido, alcanzó la cifra de 60 derribos, todo un hito en la historia de la aviación.
El Barón Rojo se sobrepuso a su herida, y continuó combatiendo con el mayor arrojo posible. En junio de 1917 recibiría el mítico Fokker triplano, un nuevo modelo de avión que maravilló al Barón, que combatió con él logrando 20 derribos más, hasta la tremenda cifra de 80 en menos de dos años. Su último triunfo se produjo el 20 de abril de 1917. Al día siguiente sería derribado.
Ese día el capitán canadiense Roy Brown logró ametrallarlo con su aparato, mientras la artillería antiaérea australiana hacia lo propio desde el suelo. El brillo de su rojo avión resultó fatal para el Barón, demasiado visible para sus enemigos. De esta forma finalizó su último vuelo, cayendo en suelo enemigo con una bala en el corazón.
En el lugar exacto donde cayó derribado, Manfred von Richthofen fue enterrado con todos los honores de héroe que merecía.
Una hélice fue cortada y pulida para ejercer de cruz en su tumba, la mejor forma de señalar la estrecha relación entre héroe y aparato.
Su epitafio es una clara prueba del enorme respeto que despertó en sus rivales: ”Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz”. Su trágica muerte sólo ayudó a engrandecer más si cabe la historia de un joven, valiente y temerario a partes iguales, que dejó su nombre escrito en fuego en la historia de la aviación. Ese joven siempre será recordado; la leyenda del Barón Rojo es inmortal en el recuerdo de millones de personas. Nunca se olvidará la leyenda de Manfred von Richthofen, amo de las nubes, señor del viento.
OBJETOS COTIDIANOS: LA CAMA
Cama, pieza de mobiliario que sirve para descansar o dormir en ella. Por lo general consta de un armazón, o estructura de apoyo, y de un colchón.
Existen bastantes indicios de que las camas eran usuales entre la clase gobernante de Egipto, Babilonia y Persia. Entre 1575 y 1075 a.C., la cama egipcia tenía un rebuscado pie decorado con tallas, dorados e incrustaciones. No tenía cabecera, salvo un simple apoyo. Después del siglo VII a.C. los armazones y canapés griegos se convirtieron en importantes piezas del mobiliario, e iban tallados o chapados con marfil, carey y metales preciosos, y algunas veces llevaban patas de plata u oro macizos.
Además tenían una sencilla estructura de muelles, que consistía en tiras de cuero entrelazadas. Los etruscos hicieron también lujosas camas parecidas a las de los griegos. En sus tumbas se han encontrado dos armazones funerarios chapados en marfil de los siglos IV y III a.C. Hasta la disolución de la República las camas romanas se caracterizaban por su gran sencillez. Después sobrepasaron en esplendor a las persas, griegas y etruscas. A finales del siglo I d.C., se extendieron hacia Renania versiones más sencillas de las camas o canapés romanos. Sin embargo, en aquellos tiempos las camas todavía eran un lujo para la mayoría de la gente.
En la Europa del siglo VIII, durante el periodo de Carlomagno, se realizaron camas de tubos de bronce. Durante los siglos XII y XIII prácticamente todos los castillos y mansiones señoriales tenían camas, pero los dormitorios entendidos como tales no se configuraron hasta el siglo XVIII.
Hasta ese momento, en todos los hogares, las camas simplemente estaban en lo que se denominaba sala y se utilizaban durante el día como divanes. Por la noche se separaban con cortinajes para evitar las corrientes y conseguir una alcoba dentro de otra. De esta forma apareció el dosel que se sujetaba al techo o de las paredes, o colgaba de un armazón que se apoyaba en cuatro postes colocados en las esquinas de la cama. Este tipo de cama era de madera tallada con decoración pintada y se protegía del polvo, los insectos o las miradad indiscretas con unas cortinas laterales. Durante la edad media las colgaduras indicaban la posición económica, y las de la clase acomodada a menudo estaban primorosamente bordadas. Las camas fueron aumentando paulatinamente de tamaño y riqueza hasta que, hacia el siglo XV, adquirieron proporciones enormes, en particular entre la realeza. A finales del siglo XVI los hogares de la clase acomodada de Alemania, Holanda y Suecia tenían magníficas camas talladas que se empotraban en las habitaciones. Los más humildes se conformaban con camas armario, cerradas por puertas costumbre que perduró en el norte y oeste de Europa hasta el siglo XIX.
La cama con dosel, incluido el cortinaje, siguió siendo habitual mucho tiempo después de que se pusieran de moda los dormitorios. En el siglo XVIII se utilizaron distintos tipos de madera —caoba, roble, haya y nogal— y se puso de moda un estilo de tallado más fino. De hecho, fue durante los reinados de los reyes franceses Luis XIV, quien tenía en su haber 413 camas de todo tipo, y Luis XV, cuando la técnica de la construcción de camas refinadas alcanzó su apogeo, combinando diseños elegantes, adornos fantásticos y bello colorido. Los más pobres tenían otros acomodos más elementales para dormir, que iban desde el suelo hasta colchones o jergones de pelo de caballo o paja, que se podían poner sobre un sencillo y estrecho armazón de madera. Los bebés normalmente dormían en un carro pequeño con tres ruedas que se ponía debajo de camas grandes.
La ostentación exagerada, que caracterizaba las camas de épocas anteriores, fue desapareciendo cuando se empezaron a fabricar camas en serie al alcance de todas las clases sociales. El armazón de hierro fue introducido por los franceses a finales del siglo XVIII y se erigió como modelo en muchos hogares europeos. Las camas de latón, que ya resultaban más atractivas, se hicieron en Inglaterra hacia 1830 y perduraron hasta comienzos del siglo XIX.
La cama diván actual, introducida en la década de 1930, acabó con la necesidad del armazón, ya que se prescindía de la cabecera y el pie (las pieceras). La comodidad y la sencillez siguen siendo lo que más se tiene en cuenta en los diseños modernos.
Fuera de Europa las camas han adoptado formas distintas. Su evolución está menos documentada que la de sus homólogas europeas pero parece que han sufrido menos cambios con el paso de los siglos. Los maoríes neozelandeses, por ejemplo, dormían según la tradición en esteras hechas de cortezas de madera, mientras que las camas japonesas constaban de un simple colchón (futón) que se apoyaba bien en el suelo sobre tatamis o bien en una plataforma baja de madera. La cama japonesa, asimismo, podía tener una cabecera de madera que soportaba la base del cráneo de quienes dormían en ellas de manera que no se estropearan los complicados peinados que llevaban. Esto también ocurre en las camas de las islas Fiji.
En Nueva Guinea las camas eran de madera y tenían cabeceras talladas con cabezas humanas. Algunas tenían dos pares de ojos para poder vigilar a los espíritus malvados que, según creían, penetraban en la cabeza del que estaba durmiendo. En algunas zonas de África ocurre lo contrario, y el pie es la parte más importante de la cama. Entre las tribus yombe y las de la República Popular de Congo era costumbre que las mujeres solteras durmieran en una cama en la que el pie representaba a una mujer con su prometido y su tío, que era el encargado de negociar las condiciones de su boda.
En el continente americano, los dibujos de los códices prehispánicos de México y los relatos de los cronistas hispanos de la época de las conquistas, se refieren a dos elementos básicos que existían —y aún subsisten— para dormir: el petate y la hamaca. Pétlatl (y de ahí petate) es una palabra náhuatl que designa una estera hecha de tiras entretejidas de hojas de palma que sirve para sentarse y acostarse sobre ella, así como para tapizar muros y suelos. Sobre el significado de petate en América Latina, se sabe que esta voz se conoce en todo el continente hispanohablante, pero no se usa en países como Uruguay, Paraguay, Argentina o Colombia, excepto en frases o modismos.
Hamaca es una palabra que proviene del taíno, el arahuaco de las Antillas, y que fue difundida por los españoles a su llegada al continente. Describe un lecho colgante, generalmente de red, con una malla abierta y suelta y, algunas veces, hecho con un lienzo de tela. Las hamacas se tejen con hilos de uno o varios colores que pueden ser de seda, algodón, fibras de pita o agave, henequén y, últimamente, con materiales sintéticos. En países como Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Perú, Venezuela y Colombia se conoce a la hamaca como chinchorro, un término que posiblemente deriva del quechua chunchulli, `tripas menudas'.
Muy común en pueblos y ciudades ha sido también el catre de tijera que se compone de dos largueros y cuatro pies cruzados sobre los que se apoya cuando se despliega. El lecho suele ser de tela resistente o de cuerdas entrelazadas. En las grandes estancias ganaderas de Argentina se ha utilizado tradicionalmente el catre de cuero.
Existen bastantes indicios de que las camas eran usuales entre la clase gobernante de Egipto, Babilonia y Persia. Entre 1575 y 1075 a.C., la cama egipcia tenía un rebuscado pie decorado con tallas, dorados e incrustaciones. No tenía cabecera, salvo un simple apoyo. Después del siglo VII a.C. los armazones y canapés griegos se convirtieron en importantes piezas del mobiliario, e iban tallados o chapados con marfil, carey y metales preciosos, y algunas veces llevaban patas de plata u oro macizos.
Además tenían una sencilla estructura de muelles, que consistía en tiras de cuero entrelazadas. Los etruscos hicieron también lujosas camas parecidas a las de los griegos. En sus tumbas se han encontrado dos armazones funerarios chapados en marfil de los siglos IV y III a.C. Hasta la disolución de la República las camas romanas se caracterizaban por su gran sencillez. Después sobrepasaron en esplendor a las persas, griegas y etruscas. A finales del siglo I d.C., se extendieron hacia Renania versiones más sencillas de las camas o canapés romanos. Sin embargo, en aquellos tiempos las camas todavía eran un lujo para la mayoría de la gente.
En la Europa del siglo VIII, durante el periodo de Carlomagno, se realizaron camas de tubos de bronce. Durante los siglos XII y XIII prácticamente todos los castillos y mansiones señoriales tenían camas, pero los dormitorios entendidos como tales no se configuraron hasta el siglo XVIII.
Hasta ese momento, en todos los hogares, las camas simplemente estaban en lo que se denominaba sala y se utilizaban durante el día como divanes. Por la noche se separaban con cortinajes para evitar las corrientes y conseguir una alcoba dentro de otra. De esta forma apareció el dosel que se sujetaba al techo o de las paredes, o colgaba de un armazón que se apoyaba en cuatro postes colocados en las esquinas de la cama. Este tipo de cama era de madera tallada con decoración pintada y se protegía del polvo, los insectos o las miradad indiscretas con unas cortinas laterales. Durante la edad media las colgaduras indicaban la posición económica, y las de la clase acomodada a menudo estaban primorosamente bordadas. Las camas fueron aumentando paulatinamente de tamaño y riqueza hasta que, hacia el siglo XV, adquirieron proporciones enormes, en particular entre la realeza. A finales del siglo XVI los hogares de la clase acomodada de Alemania, Holanda y Suecia tenían magníficas camas talladas que se empotraban en las habitaciones. Los más humildes se conformaban con camas armario, cerradas por puertas costumbre que perduró en el norte y oeste de Europa hasta el siglo XIX.
La cama con dosel, incluido el cortinaje, siguió siendo habitual mucho tiempo después de que se pusieran de moda los dormitorios. En el siglo XVIII se utilizaron distintos tipos de madera —caoba, roble, haya y nogal— y se puso de moda un estilo de tallado más fino. De hecho, fue durante los reinados de los reyes franceses Luis XIV, quien tenía en su haber 413 camas de todo tipo, y Luis XV, cuando la técnica de la construcción de camas refinadas alcanzó su apogeo, combinando diseños elegantes, adornos fantásticos y bello colorido. Los más pobres tenían otros acomodos más elementales para dormir, que iban desde el suelo hasta colchones o jergones de pelo de caballo o paja, que se podían poner sobre un sencillo y estrecho armazón de madera. Los bebés normalmente dormían en un carro pequeño con tres ruedas que se ponía debajo de camas grandes.
La ostentación exagerada, que caracterizaba las camas de épocas anteriores, fue desapareciendo cuando se empezaron a fabricar camas en serie al alcance de todas las clases sociales. El armazón de hierro fue introducido por los franceses a finales del siglo XVIII y se erigió como modelo en muchos hogares europeos. Las camas de latón, que ya resultaban más atractivas, se hicieron en Inglaterra hacia 1830 y perduraron hasta comienzos del siglo XIX.
La cama diván actual, introducida en la década de 1930, acabó con la necesidad del armazón, ya que se prescindía de la cabecera y el pie (las pieceras). La comodidad y la sencillez siguen siendo lo que más se tiene en cuenta en los diseños modernos.
Fuera de Europa las camas han adoptado formas distintas. Su evolución está menos documentada que la de sus homólogas europeas pero parece que han sufrido menos cambios con el paso de los siglos. Los maoríes neozelandeses, por ejemplo, dormían según la tradición en esteras hechas de cortezas de madera, mientras que las camas japonesas constaban de un simple colchón (futón) que se apoyaba bien en el suelo sobre tatamis o bien en una plataforma baja de madera. La cama japonesa, asimismo, podía tener una cabecera de madera que soportaba la base del cráneo de quienes dormían en ellas de manera que no se estropearan los complicados peinados que llevaban. Esto también ocurre en las camas de las islas Fiji.
En Nueva Guinea las camas eran de madera y tenían cabeceras talladas con cabezas humanas. Algunas tenían dos pares de ojos para poder vigilar a los espíritus malvados que, según creían, penetraban en la cabeza del que estaba durmiendo. En algunas zonas de África ocurre lo contrario, y el pie es la parte más importante de la cama. Entre las tribus yombe y las de la República Popular de Congo era costumbre que las mujeres solteras durmieran en una cama en la que el pie representaba a una mujer con su prometido y su tío, que era el encargado de negociar las condiciones de su boda.
En el continente americano, los dibujos de los códices prehispánicos de México y los relatos de los cronistas hispanos de la época de las conquistas, se refieren a dos elementos básicos que existían —y aún subsisten— para dormir: el petate y la hamaca. Pétlatl (y de ahí petate) es una palabra náhuatl que designa una estera hecha de tiras entretejidas de hojas de palma que sirve para sentarse y acostarse sobre ella, así como para tapizar muros y suelos. Sobre el significado de petate en América Latina, se sabe que esta voz se conoce en todo el continente hispanohablante, pero no se usa en países como Uruguay, Paraguay, Argentina o Colombia, excepto en frases o modismos.
Hamaca es una palabra que proviene del taíno, el arahuaco de las Antillas, y que fue difundida por los españoles a su llegada al continente. Describe un lecho colgante, generalmente de red, con una malla abierta y suelta y, algunas veces, hecho con un lienzo de tela. Las hamacas se tejen con hilos de uno o varios colores que pueden ser de seda, algodón, fibras de pita o agave, henequén y, últimamente, con materiales sintéticos. En países como Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Perú, Venezuela y Colombia se conoce a la hamaca como chinchorro, un término que posiblemente deriva del quechua chunchulli, `tripas menudas'.
Muy común en pueblos y ciudades ha sido también el catre de tijera que se compone de dos largueros y cuatro pies cruzados sobre los que se apoya cuando se despliega. El lecho suele ser de tela resistente o de cuerdas entrelazadas. En las grandes estancias ganaderas de Argentina se ha utilizado tradicionalmente el catre de cuero.
MI GRANADA: LA ABADIA DEL SACROMONTE
La fundación de esta Abadía dió lugar desde el s.XVII al establecimiento de los gitanos granadinos en cuevas que abrieron en el camino que a ella conducia, ya que se dedicaban a aprovechar la gran concurrencia de devotos y visitantes a las que proporcionaban distracción, diversión, o un porvenir leido en sus manos. El Sacromonte como barrio es la auténtica Meca de la Zambra de donde han surgido muchos de sus más famosos artistas.
El camino, que tiene unas vistas maravillosas de la fuente del Avellano, quedan cuatro de las cruces monumentales de las que por miles fueron colocadas en este monte Ilipulitano durante el s. XVII por los distintos gremios, familias y personas devotos de estos "santos lugares". Debajo de la Iglesia se encuentran las catacumbas donde sufrío martirio S. Cecilio, primer obispo y hoy Patrón de Granada.
Se ubica este complejo Sacromontano sobre el monte Valparaiso, una de las colinas que conforman Granada, llamada por ello "la ciudad acrópolis". Desde este lugar se divisa un bello panorama: La Alhambra, la ciudad cristiana, el Albayzín, Jesús del Valle... El acceso se puede realizar bien por el Camino del Sacromonte, que se inicia en el Peso de la Harina situado en la mitad de la Cuesta del Chapiz, o bien por el Camino de San Antonio partiendo de Haza Grande. La actual legislación -Ley Patrimonio Histórico Español y Andaluz- le concede el carácter de Bién de Interés Cultural (B.I.C.) lo que conlleva el más alto nivel en su protección.
El Sacromonte representa, tanto religiosa como artísticamente, uno de los testigos más significativos de nuestro pasado cultural, imprescindible para comprender la Granada de la Contrarreforma. Comienza su historia con una serie de hallazgos de reliquias y textos, objeto de gran polémica. El primero de ellos fue en 1588 cuando al destruir la Torre Turpiana -alminar de la mezquita mayor de la medina musulmana- para edificar la Catedral, se encontró una caja que contenía una tabla con la imagen de la Virgen, un lienzo, un hueso y un pergamino con un texto escrito en latín, árabe y castellano. Posteriormente se encontraron en el monte Valparaiso los "libros plúmbeos", láminas de metal escritas en extraños caracteres así como otras reliquias. La finalidad de las reliquias y textos que posteriormente se dan como falsas, era la de conseguir la integración política e ideológica de los moriscos en la monarquía, así como de fijar la antigüedad de la Granada cristiana.
Desde los primeros hallazgos la zona se convirtió en centro de peregrinación. Cada nuevo descubrimiento era motivo de fiesta. Aristocracia y organizaciones corporativas celebraban procesiones y se levantaban cruces conmemorativas de tales hechos. Cruces como la de los maestros hiladores de la seda (1604), la de los ganapanes o palanquines de las plazas Nueva y Bib-rambla (1602) y la realizada en 1595 por los canteros y soldados de la Alhambra. De las 1.200 cruces erigidas solo quedan cuatro. Tras un largo proceso, las reliquias son declaradas auténticas y el Arzobispo de Granada D. Pedro de Castro Cabeza de Vaca y Quiñones, funda en 1607 esta Iglesia Colegial dedicada a San Cecilio para culto a los mártires. Se convierten las Santas Cuevas en un espacio ritual que concentrará las prácticas religiosas de la sociedad contrarreformista. La necesidad de sacralizar no sólo la ciudad sino también su entorno dará lugar a la aparición de los Montes Sacros que surgen, no en el barroco (s. XVII) aunque esa será su época de mayor esplendor, sino a fines del siglo XV y en Italia. La idea de la creación de estos "montes sacros" se debe al franciscano Fray Bernardino Caimi tras un viaje que realizó a Tierra Santa.
El complejo Sacromontano comprende: - Las Santas Cuevas. (lugar del hallazgo). - La Abadía (s. XVII-XVIII). - El Colegio Viejo de San Dionisio Areopagita (s. XVII). - El Colegio Nuevo (s. XIX). El Plan de Ordenación se encargará a Ambrosio de Vico, arquitecto y testigo de los hallazgos. Iniciadas las obras hacia el 1600, no se terminarán hasta el s. XIX. La traza la hizo el jesuita Pedro Sánchez y el cantero fue Ginés Martínez de Salazar, pero de ese primer proyecto, y debido a la marcha a Sevilla en 1610 del arzobispo Castro -su comitente-, sólo se realizó el patio, la iglesia y la nave del sur. Las obras se continuaron en 1711 gracias a las aportaciones del arzobispo D. Martín Azcargorta.
LAS SANTAS CUEVAS
Entre 1595 y 1597 se acometieron las primeras obras con el desenterramiento de las mismas para posteriormente reforzar y valorar aquellas en donde se tenía constancia de que había sido lugar de martirio. El conjunto de las cuevas aparece delimitado por un muro de ladrillo con almenas curvilíneas y decorado con estrellas, círculos, flores, etc. y el escudo del fundador, así como el año de su construcción (1598).
Entrando a las Santas Cuevas encontramos un altar a cuyos lados se veneran dos figuras de cera traídas de Roma en 1843 con las reliquias de los mártires Victor y Leoncio. Una réplica sacada por puntos del Cristo de las Cuevas o del Consuelo obra de Miguel Zúñiga encargada a este escultor en 1987 por el entonces hermano mayor de la Cofradía D. José González Valenzuela. Descendiendo una escalera situada bajo el altar antes mencionado se pasa a las Santas Cuevas donde aparecen varias capillas como: Capilla de la Dolorosa.
Capilla de Piedra. Aquí se halla una gran piedra a la que la fantasía popular atribuye la virtud de conceder marido dentro del año a la mujer que la besa. Capilla de Santiago. Según la tradición aquí celebró el Apostol Santiago la primera Misa en España, pues se dice que aqui se le aparecio por primera vez la Virgen, y no en Zaragoza. Tiene un retablo de fines del siglo XVII. Centrando el altar figura una Inmaculada de Duque Cornejo y a sus lados dos figuras de Santa Lucía y Santa Teresa. Otra especie de capillita (u horno donde sufrieron el martirio), está protegida por una reja y dentro de ella un pequeño busto de San Cecilio y la Cruz que según la tradición llevaba San Juan de Dios cuando pedía limosna por Granada. Fue este recinto el que daría inicio a todo el proceso de excavación ya que en 1594 dos personas llamadas Francisco Hernández y Sebastián López que buscaban tesoros encontraron una cueva y en ella unas láminas de plomo que expresaban que aquí había sufrido martirio el cuerpo de San Tesifón, hallándose posteriormente el horno, cenizas y varias láminas sobre el martirio de San Cecilio y San Hiscio. Junto a las Cuevas se halla el cementerio de los canónigos.
LA ABADÍA
El proyecto encargado a Pedro Sánchez (1614) y que tenía como referente inmediato El Escorial no llegó a verse concluido ya que, la muerte de Castro, supuso un fuerte recorte y la posterior eliminación de los planos de Pedro Sánchez. El patio es el elemento más destacado del conjunto. Los cuatro lados tienen galerías con columnas toscanas sobre las que descansan arcos de medio punto moldurados y con ménsulas en la clave; en las enjutas -espacios que hay entre los arcos- aparecen tondos con el escudo de Castro y estrellas de Salomón. En el piso superior se abren vanos rectangulares acodados, entre pilastras. Si el cuerpo inferior es de cantería, el superior es de ladrillo, ofreciendo una nota de color al conjunto. En el centro del patio cuyo pavimento es de canto rodado se ubica una gran fuente.
LA IGLESIA
Dedicada a la Asunción, presenta varias etapas en su construcción (ss. XVII-XVIII). En un principio se proyectó con una única y estrecha nave que remataba en el crucero. Actualmente, -desde el s. XVIII- es de planta de cruz latina, con tres naves, crucero, Capilla Mayor y Coro en alto, a los pies. La nave central se cubre con bóvedas de cañón y las laterales, de menor altura, y abiertas a la central con arcos de medio punto, tiene bóvedas de arista. Sobre el crucero cúpula, cuyas pechinas acogen el escudo del fundador. Esta sencilla estructura de la iglesia, se ve enriquecida por la gran profusión de elementos decorativos: lienzos, esculturas, retablos y la sillería del Coro. Esta fue realizada entre 1615-1617 por Francisco Díaz del Rivero, suponiendo uno de sus primeros trabajos en Granada. En la Capilla Mayor destaca su retablo que cubre todo su testero, adaptándose a su forma semicircular. Atribuido a Blas Moreno (1743). Es de un solo cuerpo y tres calles, separadas por estípites -elemento sustentante característico de los retablos del s. XVIII-.
En la calle central se ubica el manifestador que acoge el Sagrario y a ambos lados esculturas de los santos mártires bajo las aque se guardan sus cenizas. La cornisa se rompe por un gran medallón con un relieve de la Asunción -titular del templo-. Se remata con relieve de la Trinidad y apóstoles. Los retablos laterales del crucero presentan la misma estructura: un único cuerpo y ático. A los pies de la iglesia, en la nave lateral derecha se abre la capilla en la que se venera a la Virgen del Consuelo o de las Cuevas. Enfrente sobre un altar se encuentra el Cristo del Consuelo o de los Gitanos, tallado por José Risueño en 1695 por encargo del Cabildo. Junto al altar mayor, a la derecha, está la Capilla del fundador, D. Pedro de Castro y Cabeza de Vaca. De pequeñas dimensiones, alberga el mausoleo del fundador, que aparece de rodillas y en actitud orante. A la izquierda del altar mayor entramos en la Sacristía, de planta rectangular. En ella destacan una mesa de cálices con incrustaciones de mármol y sus cajoneras, fundamentalmente el remate de éstas, junto al muro, donde entre estípites se ubican marcos rectangulares con lienzos de temas religiosos que alternan con otros ovalados con espejos.
EL MUSEO
La gran cantidad de obras de arte que posee esta fundación se han reunido en un museo, quedando aún otras obras en distintas dependencias. Se ubica en la antigua zona dedicada a la clausura, en su planta baja y accediendo por una interesante puerta tallada en madera donde figura el escudo del fundador. Tres salas acogen sus obras. Unas pequeñas vitrinas empotradas en la pared a modo de alacena y cubiertas con puerta de madera albergan una colección de objetos de culto, una magnifica muestra de la pintura flamenca de Gerard David (pintor que viene con la Corte de Carlos V) denominada "Virgen de la Rosa"; un calvario tallado en marfil de Alonso Cano, y unos pequeños cuadros con incrustaciones. En las paredes una pintura de "La Inmaculada" atribuida a Pedro de Raxis (pero probablemente sea de la Escuela Sevillana) que sobre una media luna invertida resalta sobre los magníficos fondos arquitectónicos de la obra. Cinco cuadros del siglo XVI rodean la parte alta de la sala con episodios de la Vida del Gobernador del Perú, Casa de Castro, padre del fundador de la Abadía.
Otras importantes pinturas: La Sagrada Familia y Coronación de la Virgen de José Risueño, San José y El Niño de Juan de Sevilla. "Nacimiento", de Bocanegra y de este autor los tres Arcángeles (Miguel, Gabriel y Rafael) y el Ángel de la Guarda. Dentro de la colección pictórica aparecen los retratos de algunos hijos ilustres de la fundación y protectores de ésta y el cuadro del "Papa Gregorio VII" obra de Gómez Moreno. Entre las esculturas cabe destacar, la "Virgen con el Niño" en brazos, regalada al Colegio por el Cabildo de Zaragoza en 1612. Una "Inmaculada" de Pedro de Mena; "Virgen con el Niño" de Duque Cornejo. El "Buen Pastor" (niño de los pucheros) de José Risueño. En vitrinas se exhiben algunos incunables y códices, entre ellos uno de San Juan de la Cruz, libros de Coros con miniaturas, manuscritos árabes con materias de religión, derecho, gramática, historia, matemáticas, con rarezas bibliográficas como -Generalidades sobre la Medicina- de Averroes. En otra vitrina se halla la plancha de la plataforma de Ambrosio de Vico, colección de monedas, planchas de grabado, carta de Pizarro al Emperador y muestras de los libros plúmbeos.
CELEBRACIONES LITÚRGICAS EL CORPUS CHICO
El Corpus Chico se celebra con gran solemnidad en la Abadía del Sacromonte durante la Octava del Corpus (Octava: actos religiosos que se celebran los ocho días siguientes al Corpus). Con tal motivo se celebra Misa solemne, Exposición del Santísimo, Procesión claustral con pasadas por varios altares. Los cultos se remontan a la fundación de la Abadía, hacia 1609.
FIESTA DE SAN CECILIO. 1 de Febrero En el año 1600 azotaba a la Ciudad de Granada y a su Reino una temible epidemia de peste, mientras se celebraba en la ciudad el Concilio Diocesano que decidió la autenticidad de las Sagradas Cenizas de San Cecilio y sus compañeros Mártires (Torcuato, Indalecio, Tesifón, Esequio, Hiscio y Segundo). A Cecilio se le identifica con el ciego que fue sanado milagrosamente por el propio Jesucristo con barro y saliva en la piscina de Siloé y que una vez convertido vino a España a las órdenes de Santiago.
Su festividad en el calendario mozárabe se commemoraba el 1 de mayo. Por decreto del Arzobispo de Granada en 1646 (archivo del Ayuntamiento) se declara el 1 de febrero como día festivo en su honor. Su templo en la ciudad fue el único que permaneció a disposición de los cristianos en la época nazarí. Patrón principal de la Iglesia y Diócesis de Granada, en que la ciudad sube al Sacro Monte en devota, popular y festiva romería, presidida por su Excelentísimo Ayuntamiento en Cabildo y bajo mazas, con su Pertiguero, Porteros, Palafreneros, Fanfarrias y Heraldos. Se celebra una solemne función religiosa en la Abadía, cumpliéndose un muy solemne ceremonial tradicional, previamente concertado en su realización por los ilustrísimos Señores Comisarios del Municipio y Cabildo Sacromontano, durante el cual se efectúa la ritual ofrenda de flores de tela e incienso en lágrimas, llamada estoraque, en cajas de taracea granadina, que se presenta a San Cecilio en nombre de la Ciudad y de su Reino.
SEMANA SANTA
La Semana Santa se celebró en Granada probablemente desde la Reconquista, aunque los datos disponibles son del XVI. En 1573 se prohibieron las cofradías de disciplinantes que volvieron a ser autorizadas en 1611. Muchas cofradías nacen hacia 1830 ya que las existentes en siglos anteriores se habían ido disolviendo principalmente a finales del siglo XVIII. A partir de 1926 con el Cardenal arzobispo Casanova es cuando tiene lugar el verdadero resurgir que llega hasta nuestros días. La procesión, llamada popularmente de los Gitanos, fundada en 1939 por un grupo de devotos del Cristo deciden constituir de forma oficial una cofradía. El 14 de mayo de 1939, el abad D. José Jiménez Casquet, bendice la hermandad con el nombre de Cofradía del Cristo del Consuelo. Durante los años 1969 a 1977 fecha que ejerce de Hermano Mayor a D. José González Valenzuela consigue procesionar junto al Cristo una Virgen de palio con el nombre de María Santísima del Sacromonte.
El camino, que tiene unas vistas maravillosas de la fuente del Avellano, quedan cuatro de las cruces monumentales de las que por miles fueron colocadas en este monte Ilipulitano durante el s. XVII por los distintos gremios, familias y personas devotos de estos "santos lugares". Debajo de la Iglesia se encuentran las catacumbas donde sufrío martirio S. Cecilio, primer obispo y hoy Patrón de Granada.
Se ubica este complejo Sacromontano sobre el monte Valparaiso, una de las colinas que conforman Granada, llamada por ello "la ciudad acrópolis". Desde este lugar se divisa un bello panorama: La Alhambra, la ciudad cristiana, el Albayzín, Jesús del Valle... El acceso se puede realizar bien por el Camino del Sacromonte, que se inicia en el Peso de la Harina situado en la mitad de la Cuesta del Chapiz, o bien por el Camino de San Antonio partiendo de Haza Grande. La actual legislación -Ley Patrimonio Histórico Español y Andaluz- le concede el carácter de Bién de Interés Cultural (B.I.C.) lo que conlleva el más alto nivel en su protección.
El Sacromonte representa, tanto religiosa como artísticamente, uno de los testigos más significativos de nuestro pasado cultural, imprescindible para comprender la Granada de la Contrarreforma. Comienza su historia con una serie de hallazgos de reliquias y textos, objeto de gran polémica. El primero de ellos fue en 1588 cuando al destruir la Torre Turpiana -alminar de la mezquita mayor de la medina musulmana- para edificar la Catedral, se encontró una caja que contenía una tabla con la imagen de la Virgen, un lienzo, un hueso y un pergamino con un texto escrito en latín, árabe y castellano. Posteriormente se encontraron en el monte Valparaiso los "libros plúmbeos", láminas de metal escritas en extraños caracteres así como otras reliquias. La finalidad de las reliquias y textos que posteriormente se dan como falsas, era la de conseguir la integración política e ideológica de los moriscos en la monarquía, así como de fijar la antigüedad de la Granada cristiana.
Desde los primeros hallazgos la zona se convirtió en centro de peregrinación. Cada nuevo descubrimiento era motivo de fiesta. Aristocracia y organizaciones corporativas celebraban procesiones y se levantaban cruces conmemorativas de tales hechos. Cruces como la de los maestros hiladores de la seda (1604), la de los ganapanes o palanquines de las plazas Nueva y Bib-rambla (1602) y la realizada en 1595 por los canteros y soldados de la Alhambra. De las 1.200 cruces erigidas solo quedan cuatro. Tras un largo proceso, las reliquias son declaradas auténticas y el Arzobispo de Granada D. Pedro de Castro Cabeza de Vaca y Quiñones, funda en 1607 esta Iglesia Colegial dedicada a San Cecilio para culto a los mártires. Se convierten las Santas Cuevas en un espacio ritual que concentrará las prácticas religiosas de la sociedad contrarreformista. La necesidad de sacralizar no sólo la ciudad sino también su entorno dará lugar a la aparición de los Montes Sacros que surgen, no en el barroco (s. XVII) aunque esa será su época de mayor esplendor, sino a fines del siglo XV y en Italia. La idea de la creación de estos "montes sacros" se debe al franciscano Fray Bernardino Caimi tras un viaje que realizó a Tierra Santa.
El complejo Sacromontano comprende: - Las Santas Cuevas. (lugar del hallazgo). - La Abadía (s. XVII-XVIII). - El Colegio Viejo de San Dionisio Areopagita (s. XVII). - El Colegio Nuevo (s. XIX). El Plan de Ordenación se encargará a Ambrosio de Vico, arquitecto y testigo de los hallazgos. Iniciadas las obras hacia el 1600, no se terminarán hasta el s. XIX. La traza la hizo el jesuita Pedro Sánchez y el cantero fue Ginés Martínez de Salazar, pero de ese primer proyecto, y debido a la marcha a Sevilla en 1610 del arzobispo Castro -su comitente-, sólo se realizó el patio, la iglesia y la nave del sur. Las obras se continuaron en 1711 gracias a las aportaciones del arzobispo D. Martín Azcargorta.
LAS SANTAS CUEVAS
Entre 1595 y 1597 se acometieron las primeras obras con el desenterramiento de las mismas para posteriormente reforzar y valorar aquellas en donde se tenía constancia de que había sido lugar de martirio. El conjunto de las cuevas aparece delimitado por un muro de ladrillo con almenas curvilíneas y decorado con estrellas, círculos, flores, etc. y el escudo del fundador, así como el año de su construcción (1598).
Entrando a las Santas Cuevas encontramos un altar a cuyos lados se veneran dos figuras de cera traídas de Roma en 1843 con las reliquias de los mártires Victor y Leoncio. Una réplica sacada por puntos del Cristo de las Cuevas o del Consuelo obra de Miguel Zúñiga encargada a este escultor en 1987 por el entonces hermano mayor de la Cofradía D. José González Valenzuela. Descendiendo una escalera situada bajo el altar antes mencionado se pasa a las Santas Cuevas donde aparecen varias capillas como: Capilla de la Dolorosa.
Capilla de Piedra. Aquí se halla una gran piedra a la que la fantasía popular atribuye la virtud de conceder marido dentro del año a la mujer que la besa. Capilla de Santiago. Según la tradición aquí celebró el Apostol Santiago la primera Misa en España, pues se dice que aqui se le aparecio por primera vez la Virgen, y no en Zaragoza. Tiene un retablo de fines del siglo XVII. Centrando el altar figura una Inmaculada de Duque Cornejo y a sus lados dos figuras de Santa Lucía y Santa Teresa. Otra especie de capillita (u horno donde sufrieron el martirio), está protegida por una reja y dentro de ella un pequeño busto de San Cecilio y la Cruz que según la tradición llevaba San Juan de Dios cuando pedía limosna por Granada. Fue este recinto el que daría inicio a todo el proceso de excavación ya que en 1594 dos personas llamadas Francisco Hernández y Sebastián López que buscaban tesoros encontraron una cueva y en ella unas láminas de plomo que expresaban que aquí había sufrido martirio el cuerpo de San Tesifón, hallándose posteriormente el horno, cenizas y varias láminas sobre el martirio de San Cecilio y San Hiscio. Junto a las Cuevas se halla el cementerio de los canónigos.
LA ABADÍA
El proyecto encargado a Pedro Sánchez (1614) y que tenía como referente inmediato El Escorial no llegó a verse concluido ya que, la muerte de Castro, supuso un fuerte recorte y la posterior eliminación de los planos de Pedro Sánchez. El patio es el elemento más destacado del conjunto. Los cuatro lados tienen galerías con columnas toscanas sobre las que descansan arcos de medio punto moldurados y con ménsulas en la clave; en las enjutas -espacios que hay entre los arcos- aparecen tondos con el escudo de Castro y estrellas de Salomón. En el piso superior se abren vanos rectangulares acodados, entre pilastras. Si el cuerpo inferior es de cantería, el superior es de ladrillo, ofreciendo una nota de color al conjunto. En el centro del patio cuyo pavimento es de canto rodado se ubica una gran fuente.
LA IGLESIA
Dedicada a la Asunción, presenta varias etapas en su construcción (ss. XVII-XVIII). En un principio se proyectó con una única y estrecha nave que remataba en el crucero. Actualmente, -desde el s. XVIII- es de planta de cruz latina, con tres naves, crucero, Capilla Mayor y Coro en alto, a los pies. La nave central se cubre con bóvedas de cañón y las laterales, de menor altura, y abiertas a la central con arcos de medio punto, tiene bóvedas de arista. Sobre el crucero cúpula, cuyas pechinas acogen el escudo del fundador. Esta sencilla estructura de la iglesia, se ve enriquecida por la gran profusión de elementos decorativos: lienzos, esculturas, retablos y la sillería del Coro. Esta fue realizada entre 1615-1617 por Francisco Díaz del Rivero, suponiendo uno de sus primeros trabajos en Granada. En la Capilla Mayor destaca su retablo que cubre todo su testero, adaptándose a su forma semicircular. Atribuido a Blas Moreno (1743). Es de un solo cuerpo y tres calles, separadas por estípites -elemento sustentante característico de los retablos del s. XVIII-.
En la calle central se ubica el manifestador que acoge el Sagrario y a ambos lados esculturas de los santos mártires bajo las aque se guardan sus cenizas. La cornisa se rompe por un gran medallón con un relieve de la Asunción -titular del templo-. Se remata con relieve de la Trinidad y apóstoles. Los retablos laterales del crucero presentan la misma estructura: un único cuerpo y ático. A los pies de la iglesia, en la nave lateral derecha se abre la capilla en la que se venera a la Virgen del Consuelo o de las Cuevas. Enfrente sobre un altar se encuentra el Cristo del Consuelo o de los Gitanos, tallado por José Risueño en 1695 por encargo del Cabildo. Junto al altar mayor, a la derecha, está la Capilla del fundador, D. Pedro de Castro y Cabeza de Vaca. De pequeñas dimensiones, alberga el mausoleo del fundador, que aparece de rodillas y en actitud orante. A la izquierda del altar mayor entramos en la Sacristía, de planta rectangular. En ella destacan una mesa de cálices con incrustaciones de mármol y sus cajoneras, fundamentalmente el remate de éstas, junto al muro, donde entre estípites se ubican marcos rectangulares con lienzos de temas religiosos que alternan con otros ovalados con espejos.
EL MUSEO
La gran cantidad de obras de arte que posee esta fundación se han reunido en un museo, quedando aún otras obras en distintas dependencias. Se ubica en la antigua zona dedicada a la clausura, en su planta baja y accediendo por una interesante puerta tallada en madera donde figura el escudo del fundador. Tres salas acogen sus obras. Unas pequeñas vitrinas empotradas en la pared a modo de alacena y cubiertas con puerta de madera albergan una colección de objetos de culto, una magnifica muestra de la pintura flamenca de Gerard David (pintor que viene con la Corte de Carlos V) denominada "Virgen de la Rosa"; un calvario tallado en marfil de Alonso Cano, y unos pequeños cuadros con incrustaciones. En las paredes una pintura de "La Inmaculada" atribuida a Pedro de Raxis (pero probablemente sea de la Escuela Sevillana) que sobre una media luna invertida resalta sobre los magníficos fondos arquitectónicos de la obra. Cinco cuadros del siglo XVI rodean la parte alta de la sala con episodios de la Vida del Gobernador del Perú, Casa de Castro, padre del fundador de la Abadía.
Otras importantes pinturas: La Sagrada Familia y Coronación de la Virgen de José Risueño, San José y El Niño de Juan de Sevilla. "Nacimiento", de Bocanegra y de este autor los tres Arcángeles (Miguel, Gabriel y Rafael) y el Ángel de la Guarda. Dentro de la colección pictórica aparecen los retratos de algunos hijos ilustres de la fundación y protectores de ésta y el cuadro del "Papa Gregorio VII" obra de Gómez Moreno. Entre las esculturas cabe destacar, la "Virgen con el Niño" en brazos, regalada al Colegio por el Cabildo de Zaragoza en 1612. Una "Inmaculada" de Pedro de Mena; "Virgen con el Niño" de Duque Cornejo. El "Buen Pastor" (niño de los pucheros) de José Risueño. En vitrinas se exhiben algunos incunables y códices, entre ellos uno de San Juan de la Cruz, libros de Coros con miniaturas, manuscritos árabes con materias de religión, derecho, gramática, historia, matemáticas, con rarezas bibliográficas como -Generalidades sobre la Medicina- de Averroes. En otra vitrina se halla la plancha de la plataforma de Ambrosio de Vico, colección de monedas, planchas de grabado, carta de Pizarro al Emperador y muestras de los libros plúmbeos.
CELEBRACIONES LITÚRGICAS EL CORPUS CHICO
El Corpus Chico se celebra con gran solemnidad en la Abadía del Sacromonte durante la Octava del Corpus (Octava: actos religiosos que se celebran los ocho días siguientes al Corpus). Con tal motivo se celebra Misa solemne, Exposición del Santísimo, Procesión claustral con pasadas por varios altares. Los cultos se remontan a la fundación de la Abadía, hacia 1609.
FIESTA DE SAN CECILIO. 1 de Febrero En el año 1600 azotaba a la Ciudad de Granada y a su Reino una temible epidemia de peste, mientras se celebraba en la ciudad el Concilio Diocesano que decidió la autenticidad de las Sagradas Cenizas de San Cecilio y sus compañeros Mártires (Torcuato, Indalecio, Tesifón, Esequio, Hiscio y Segundo). A Cecilio se le identifica con el ciego que fue sanado milagrosamente por el propio Jesucristo con barro y saliva en la piscina de Siloé y que una vez convertido vino a España a las órdenes de Santiago.
Su festividad en el calendario mozárabe se commemoraba el 1 de mayo. Por decreto del Arzobispo de Granada en 1646 (archivo del Ayuntamiento) se declara el 1 de febrero como día festivo en su honor. Su templo en la ciudad fue el único que permaneció a disposición de los cristianos en la época nazarí. Patrón principal de la Iglesia y Diócesis de Granada, en que la ciudad sube al Sacro Monte en devota, popular y festiva romería, presidida por su Excelentísimo Ayuntamiento en Cabildo y bajo mazas, con su Pertiguero, Porteros, Palafreneros, Fanfarrias y Heraldos. Se celebra una solemne función religiosa en la Abadía, cumpliéndose un muy solemne ceremonial tradicional, previamente concertado en su realización por los ilustrísimos Señores Comisarios del Municipio y Cabildo Sacromontano, durante el cual se efectúa la ritual ofrenda de flores de tela e incienso en lágrimas, llamada estoraque, en cajas de taracea granadina, que se presenta a San Cecilio en nombre de la Ciudad y de su Reino.
SEMANA SANTA
La Semana Santa se celebró en Granada probablemente desde la Reconquista, aunque los datos disponibles son del XVI. En 1573 se prohibieron las cofradías de disciplinantes que volvieron a ser autorizadas en 1611. Muchas cofradías nacen hacia 1830 ya que las existentes en siglos anteriores se habían ido disolviendo principalmente a finales del siglo XVIII. A partir de 1926 con el Cardenal arzobispo Casanova es cuando tiene lugar el verdadero resurgir que llega hasta nuestros días. La procesión, llamada popularmente de los Gitanos, fundada en 1939 por un grupo de devotos del Cristo deciden constituir de forma oficial una cofradía. El 14 de mayo de 1939, el abad D. José Jiménez Casquet, bendice la hermandad con el nombre de Cofradía del Cristo del Consuelo. Durante los años 1969 a 1977 fecha que ejerce de Hermano Mayor a D. José González Valenzuela consigue procesionar junto al Cristo una Virgen de palio con el nombre de María Santísima del Sacromonte.
ISLAS PHI PHI,UN LUGAR DE ENSUEÑO
Las islas Phi Phi están localizadas al sur de Tailandia entre la isla de Phiket y la costa oseste del país en el mar de Andaman. Tanto la isla Phi Phi Don (la más grande e importante) y Phi Phi Leh forman parte de la provincia de Krabi.
Aunque estas islas resultan menos atractivas con el paso del tiempo, debido a la abundancia de visitantes, todavía puede decirse que es un paraíso natural extraordinario.
La isla de Ko Phi Phi Don es la única isla del conjunto que tiene habitantes permanentes, aunque las playas de la segunda isla en importancia, Ko Phi Phi Leh, son visitadas por muchos turistas. Esta isla no tiene instalaciones para alojarse, pero se encuentra muy cerca de Ko Phi Phi Don. El resto de las islas del grupo incluyen a Bida Nok, Bida Noi y las islas Bamboo, que apenas son rocas de piedra caliza que emergen del mar.
El turismo de Ko Phi Phi, así como en el resto de la provincia de Krabi, ha emergido en los últimos años. A principios de 1990, sólo unos pocos viajeros aventureros visitaban las islas, y se alojaban en lugares bastante básicos. Hoy en día, el lugar se ha convertido en uno de los destinos más importantes dentro de Krabi. Aún así, no se ha llegado a desarrollar tanto como Phuket o Ko Samui.
Phi Phi Don estaba inicialmente habitada por pescadores musulmanes en los años 40, y más tarde se convirtió en una plantación de cocoteros.
La población tailandesa de Phi Phi Don continúa siendo fundamentalmente musulmana, aunque hoy en día se han acercado trabajadores de la parte nordeste del país, y ha aumentado en número de población budista.
Ko Phi Phi Leh es famosa por ser la isla donde se grabó la película del año 2000 “The Beach”, además de sus “Viking Cave” (“Cuevas vikingas”), en donde hay una industria floreciente de la sopa de nido de pájaros. Esta sopa es muy apreciada por los chinos, y su precio es bastante alto. Hubo críticas mientras se filmaba la película “The Beach”, debido al permiso concedido a la compañía cinematográfica para alterar físicamente en medio ambiente de la isla, cuando es ilegal hacer eso en este Parque Nacional.
De cualquier forma, esta controversia se enfrió cuando se supo que los productores hicieron un buen trabajo restaurando el lugar y dejándolo casi mejor de lo que estaba. Después del estreno de esa película, el turismo en la isla de Phi Phi Don aumentó drásticamente, así como su población permanente. Muchos edificios se construyeron sin ningún tipo de planificación.
Las islas Phi Phi quedaron devastadas por el tsunami de diciembre del año 2004, cuando casi todas las infraestructuras de todas las islas fueron literalmente barridas. Aún así, la reestructuración de servicios como la luz, el agua potable o el acceso a Internet se han realizado con rapidez.
Según descubrimientos arqueológicos, se cree que en esta zona vivían una de las comunidades más antiguas de Tailandia, llegando hasta periodos históricos. El nombre Phi Phi tiene origen malayo, y del nombre original de las islas era “Pulao Pi ah Pi”. Este nombre hace referencia a los manglares que se encuentra ahí. Las islas se incorporaron al Parque Nacional en el año 1983.
Las islas Phi Phi son consideradas como las islas más bonitas del mundo, las cuales disfrutan de abundante fondo coralino y una sorprendente vida marina. Tienen montañas y acantilados de piedra caliza, cuevas y largas playas de arena blanca.
La climatología de la región es tropical, y tiene únicamente dos estaciones: la estación calurosa (de enero a abril), y la estación lluviosa (de mayo a diciembre). En ésta última estación, la lluvia cae en cortos periodos de tiempo pero de una manera torrencial. Se recomienda visitar la isla entre los meses de noviembre a abril.
En Ko Phi Phi no hay carreteras, sólo hay pequeños caminos. El aeropuerto más cercano se encuentra en Krabi, Trang o Phuket. Desde estos aeropuertos hay conexiones directas con la ciudad de Krabi, desde donde se puede coger un barco que te lleva hasta la isla. Además hay barcos que llegan hasta Phi Phi desde Phuket y Ko Lanta.
Entre las actividades favoritas por los turistas podemos destacar el buceo, el kayac, las excursiones en barco, la pesca deportiva y disfrutar de sus hermosas playas. Además muchos aprovechan su estancia en la isla para sacarse el título de buceo, o para hacer un curso de escalada.
En la bahía de Ton Sai se puede disfrutar de cierta vida nocturna, donde se puede encontrar cierta variedad de locales con música y terrazas, e incluso locales donde se puede beber algo balanceándose en una hamaca. Además aquellos que disfruten con la música techno y el baile, también lo encontrarán cerca de esta bahía.
Según dice la ley, los locales deben apagar su música a las dos de la mañana, pero hay muchos que no cumplen esta ley. En la provincia de Krabi viven, de manera permanente, alrededor de unos 1.000 jubilados extranjeros, y algunos de ellos se encuentran en Phi Phi.
Con el aumento del turismo, el lugar no resulta un lugar apropiado para este tipo de visitantes.
Aunque estas islas resultan menos atractivas con el paso del tiempo, debido a la abundancia de visitantes, todavía puede decirse que es un paraíso natural extraordinario.
La isla de Ko Phi Phi Don es la única isla del conjunto que tiene habitantes permanentes, aunque las playas de la segunda isla en importancia, Ko Phi Phi Leh, son visitadas por muchos turistas. Esta isla no tiene instalaciones para alojarse, pero se encuentra muy cerca de Ko Phi Phi Don. El resto de las islas del grupo incluyen a Bida Nok, Bida Noi y las islas Bamboo, que apenas son rocas de piedra caliza que emergen del mar.
El turismo de Ko Phi Phi, así como en el resto de la provincia de Krabi, ha emergido en los últimos años. A principios de 1990, sólo unos pocos viajeros aventureros visitaban las islas, y se alojaban en lugares bastante básicos. Hoy en día, el lugar se ha convertido en uno de los destinos más importantes dentro de Krabi. Aún así, no se ha llegado a desarrollar tanto como Phuket o Ko Samui.
Phi Phi Don estaba inicialmente habitada por pescadores musulmanes en los años 40, y más tarde se convirtió en una plantación de cocoteros.
La población tailandesa de Phi Phi Don continúa siendo fundamentalmente musulmana, aunque hoy en día se han acercado trabajadores de la parte nordeste del país, y ha aumentado en número de población budista.
Ko Phi Phi Leh es famosa por ser la isla donde se grabó la película del año 2000 “The Beach”, además de sus “Viking Cave” (“Cuevas vikingas”), en donde hay una industria floreciente de la sopa de nido de pájaros. Esta sopa es muy apreciada por los chinos, y su precio es bastante alto. Hubo críticas mientras se filmaba la película “The Beach”, debido al permiso concedido a la compañía cinematográfica para alterar físicamente en medio ambiente de la isla, cuando es ilegal hacer eso en este Parque Nacional.
De cualquier forma, esta controversia se enfrió cuando se supo que los productores hicieron un buen trabajo restaurando el lugar y dejándolo casi mejor de lo que estaba. Después del estreno de esa película, el turismo en la isla de Phi Phi Don aumentó drásticamente, así como su población permanente. Muchos edificios se construyeron sin ningún tipo de planificación.
Las islas Phi Phi quedaron devastadas por el tsunami de diciembre del año 2004, cuando casi todas las infraestructuras de todas las islas fueron literalmente barridas. Aún así, la reestructuración de servicios como la luz, el agua potable o el acceso a Internet se han realizado con rapidez.
Según descubrimientos arqueológicos, se cree que en esta zona vivían una de las comunidades más antiguas de Tailandia, llegando hasta periodos históricos. El nombre Phi Phi tiene origen malayo, y del nombre original de las islas era “Pulao Pi ah Pi”. Este nombre hace referencia a los manglares que se encuentra ahí. Las islas se incorporaron al Parque Nacional en el año 1983.
Las islas Phi Phi son consideradas como las islas más bonitas del mundo, las cuales disfrutan de abundante fondo coralino y una sorprendente vida marina. Tienen montañas y acantilados de piedra caliza, cuevas y largas playas de arena blanca.
La climatología de la región es tropical, y tiene únicamente dos estaciones: la estación calurosa (de enero a abril), y la estación lluviosa (de mayo a diciembre). En ésta última estación, la lluvia cae en cortos periodos de tiempo pero de una manera torrencial. Se recomienda visitar la isla entre los meses de noviembre a abril.
En Ko Phi Phi no hay carreteras, sólo hay pequeños caminos. El aeropuerto más cercano se encuentra en Krabi, Trang o Phuket. Desde estos aeropuertos hay conexiones directas con la ciudad de Krabi, desde donde se puede coger un barco que te lleva hasta la isla. Además hay barcos que llegan hasta Phi Phi desde Phuket y Ko Lanta.
Entre las actividades favoritas por los turistas podemos destacar el buceo, el kayac, las excursiones en barco, la pesca deportiva y disfrutar de sus hermosas playas. Además muchos aprovechan su estancia en la isla para sacarse el título de buceo, o para hacer un curso de escalada.
En la bahía de Ton Sai se puede disfrutar de cierta vida nocturna, donde se puede encontrar cierta variedad de locales con música y terrazas, e incluso locales donde se puede beber algo balanceándose en una hamaca. Además aquellos que disfruten con la música techno y el baile, también lo encontrarán cerca de esta bahía.
Según dice la ley, los locales deben apagar su música a las dos de la mañana, pero hay muchos que no cumplen esta ley. En la provincia de Krabi viven, de manera permanente, alrededor de unos 1.000 jubilados extranjeros, y algunos de ellos se encuentran en Phi Phi.
Con el aumento del turismo, el lugar no resulta un lugar apropiado para este tipo de visitantes.
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