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viernes, 27 de marzo de 2015

EL CASTILLO DE BUTRON EN VIZCAYA. Un castillo con leyenda.

El castillo de Butrón se alza sobre un monte de poca altura que se encuentra en medio de un compacto bosque de robles en el término municipal de Gatika, a 20 kilómetros de Bilbao. Los orígenes del edificio se remontan a la Edad Media, si bien su aspecto actual responde a una remodelación muy profunda, efectuada en el siglo XIX por el marqués de Cubas. En el siglo XIV la torre primitiva fue transformada en un castillo inexpugnable. Sobre sus muros flotó siempre el temido pendón de los Butrones,cabezas del bando Oñacino, los caudillos más famosos de la comarca y los más fuertes y pendencieros banderizos del país.
Su evolución viene seguida de toda una serie de leyendas que, unidas a la realidad, tienen como protagonistas las luchas entre dos familias de nobles, los Gamboinos, que eran los dueños del castillo, y los Oñacinos. La pelea se saldó con varios muertos.
Sería Gonzalo Gómez de Butrón (1412) su señor más poderoso y quien le dio mayor importancia a la fortaleza durante aquellas luchas fratricidas entre gamboinos y oñacinos que no pudieron reprimir los condes y monarcas de Castilla. De este personaje se cuentan no pocas historias...
Según dicen, un día entró en las tierras de su enemigo, Juan Alfonso de Mújica, y cazó allí un jabalí. Sin embargo, don Gonzalo fue sorprendido por el dueño, que le reprendió con aspereza su acción. En aquel instante, se armó el de Butrón con su lanza y le atravesó el pecho a su reprensor. Tras esto, remordiéndole la conciencia se encerró el asesino en su castillo.
Según dicen, un día entró en las tierras de su enemigo, Juan Alfonso de Mújica, y cazó allí un jabalí. Sin embargo, don Gonzalo fue sorprendido por el dueño, que le reprendió con aspereza su acción. En aquel instante, se armó el de Butrón con su lanza y le atravesó el pecho a su reprensor. Tras esto, remordiéndole la conciencia se encerró el asesino en su castillo.
Y hasta sus muros llegaron seis parientes del muerto que exigían reparar el agravio en un combate contra otros seis familiares de don Gonzalo. Aceptado el reto, la lucha se desarrolló ante la atenta mirada del señor del castillo desde la torre del Homenaje. Los de Mújica llevan la mejor parte y cuando caen dos primos de Butrón, uno con la cabeza cercenada y el otro atravesado de parte a parte, es cuando pretende salir don Gonzalo en ayuda de los suyos. Pero en la escalera del torreón, le sale al paso el fantasma del asesinado Mújica.
Butrón mandoblea, hiere e intenta dar muerte a la muerte pero el fantasma no hace otra cosa sino reír a carcajadas impidiéndole el paso. Y para cuando desaparece, ya es demasiado tarde y no ve más que los cadáveres de sus seis allegados...
Otra leyenda aconteció dos años después. Don Gonzalo decidió fortificar la torre y, su adversario, Alonso de Villela, elevó la suya a muy poca distancia. Exasperado Butrón por lo que cree un reto, decide darle muerte y la ocasión no se hace esperar.
Sucedió que Villela y su pariente Juan Avendaño decidieron ir a Bermeo y Guernica con la única intención de divertirse. Conocida la fama de enamoradizos por don Gonzalo de ambos mozos, les hizo saber por un mensajero de la hermosura de dos mujeres (parientes de Butrón) muy capaces de dejarse enamorar y que les estarían esperando. Hasta allí fueron los dos incautos y no tardaron mucho en ser emborrachados y envenenados por las dos mujeres. Cuando llegó don Gonzalo no tuvo más que acabar con los moribundos usando su espadón.
Con los Reyes Católicos, estas construcciones se convirtieron en las residencias habituales de los nobles. En el siglo XIX su primitiva forma medieval fue alterada. El Marqués de Torrecilla, don Narciso de Salabert y Pinedo, último propietario de las ruinas de Butrón, con las rentas que le producían los caseríos que poseía en Bizkaia, mandó reconstruir el castillo con un estilo exótico, similar a los que en Baviera levantó el romántico rey Luis de Baviera. El castillo fue planeado por el Marqués de Cubas, inspirado en formas góticas, nórdicas y fantásticas, inventándose almenas, cubos y ventanas.
El maestro de obras fue don Nicomedes de Eguiluz y de la decoración escultórica se encargó Adolfo de Areizaga. La lenta reconstrucción, limitada a los requeridos ingresos de las rentas, comenzó en el siglo XIX y terminó a principios del siglo XX, en tiempos de don Andrés Avelino de Salabert y Arteaga, Marqués de Torrecilla. Después de éste, el castillo pasó a los Duques de Medinaceli y luego a la Duquesa de Cardona.
El castillo de Butrón constituye uno de los edificios-fortalezas más destacados de Vizcaya. La impresionante visión de este edificio elevándose hacia el cielo le otorga un aspecto impactante. Toda la obra es de grandísima solidez como así lo demuestran sus muros de 13 pies de espesor.
Destacan dos cubos circulares de gran grosor y con multitud de vanos. La torre del Homenaje, los chapiteles y los garitones aportan al edificio un matiz decorativo. La torre del homenaje data del siglo XIX, y se eleva por encima de todo el edificio.
Con la reconstrucción realizada en el siglo XIX, el castillo se convirtió en un apiñado conglomerado de cubos y torrecillas que se alza en medio de un frondoso parque. De las antiguas ruinas sólo se conservó la planta baja de uno de los torreones. El castillo es una preciosa construcción realizada en piedra labrada y trabajada. Gracias al color de su piedra, se aprecia de forma clara la parte más antigua. El esfuerzo artístico se manifiesta en sus detalles decorativos que dotan al conjunto de una enorme belleza

jueves, 26 de marzo de 2015

FRASES HECHAS: " TENER LA MOSCA DETRAS DE LA OREJA "

Tener la mosca detrás de la oreja viene a significar hoy en día que una persona está alerta y pendiente de algo que de algún modo le tiene inquieto. Aunque uno podría pensar que tener este insecto en la oreja es algo muy incómodo y desagradable, he de señalar que este animal no tiene nada que ver con el origen de la expresión. Y una vez más hemos de retroceder en la historia para hallar el origen.
Las armas de fuego antiguas, tales como el arcabuz y el mosquete, requerían a la hora de disparar el encendido de una mecha. Esta mecha en la época era conocida como mosca y era un objeto extraíble que una vez utilizado solía guardarse para su posterior uso. Debido al lento proceso de carga y a toda la parafernalia que se requería para disparar, muchos soldados se ponían la mecha en la oreja, al igual que algunas personas se ponen un lápiz o un cigarro.
El tenerla en esa posición facilitaba que rápidamente pudiese ser colocada y que se pudiesen realizar los disparos algo más rápido. Por lo tanto a nivel coloquial el tener la mecha o mosca detrás de la oreja venía a significar que los soldados estaban en alerta y prevenidos ante un posible ataque.

LOS TANA TORAJA Y SU CURIOSO RITO FUNERARIO.

El Sudeste Asiático es una región que cada vez recibe más viajeros y, a medida que vamos descubriendo sus lugares, es más fácil entender por qué. Al sudeste de Sulawesi, en Indonesia, estas curiosas casas de la etnia Tana Toraja son otro motivo para deslumbrarse con esta cultura tan distinta a la nuestra e interesante como pocas.
Afamada como la “Tierra de los Reyes celestiales” es necesario recorrer 328 km en sentido norte desde Makassar, la capital sur de la provincia, adentrándose en las tierras centrales altas. Al llegar a ellas, te encontrarás con villas típicas que se llaman tondok y allí es donde la sorpresa comenzará.
Las casas son algo muy fuera de lo común: alineadas a los costados de la calle principal verás las edificaciones en forma de barcos “subidas” a pilotes circulares de madera. Frente a ellas hay graneros donde se almacena el arroz a los que se llama lambang padi. Te llamará la atención que son más numerosos los graneros que las casas pero que han sido hechos con la misma dedicación a los detalles ornamentales.
Los techos en Tana Toraja tienen esas formas tan particulares que han hecho despertar toda clase de explicaciones para justificarlas. Las dos teorías que más circulan son dos, la científica y la mitológica. La primera cuenta que el estilo estuvo inspirado en los primeros barcos de colonizadores que llegaron a Sulawesi y la segunda encuentra el fundamento en el Dios creador que, dicen, bajó del cielo en una embarcación que lucía como estas casas curiosas.
Pero como suele ocurrir en estos casos, hay tantos rumores de los orígenes como personas habitan Sulawesi así que no falta quien atribuye la singular fisonomía a un hecho más terreno –por llamarlo así- y es que se simbolizan los cuernos de los búfalos, animal sagrado en la tribu.
Si puedes llegarte a esta parte de Indonesia a ver estos conjuntos de edificios llamativos, no pases por alto ningún adorno o detalle que veas porque cada pequeña cosa, hace referencia a algún dato de la cultura local. Por ejemplo, en base al número de peldaños en la entrada o la cantidad de cuernos de búfalo colgados, puedes deducir la clase social de la familia que habita allí.
Las casas parecen flotar en el aire gracias a las 4 columnas cilíndrica (y con un acabado muy liso) que las elevan por el nivel del suelo. Esta particularidad de los pilotes es para evitar que las ratas (que suelen ser tan grandes como gatos) se trepen hasta las viviendas.
El lugar más cercano es Rantepao y allí puedes comer algo, aunque quienes conocieron el lugar, recomiendan sólo un restaurante como decente, el Marts Café. Otra peculiaridad es que abundan los guías turísticos y que, con tal que los contrates, son capaces de perseguirte hasta el hartazgo. Inclusive, se toman la molestia de dar poca información sobre cómo llegar a los lugares y demás datos de importancia para el viajero, todo con tal que te veas forzado a contratar sus servicios.
Sea con guía o sin él, además de este poblado tan curioso, puedes visitar las terrazas de arroz.(Ver entrada ) En el poblado de Tana Toraja el paisaje circundante también merece que se detengan a contemplarlo. La globalización y el turismo ya se hacen sentir en algunos aspectos de la cotidianeidad de Sulawesi pero la esencia es tan ancestral que te sorprenderás mucho al encontrar un modo de vida que no ha cambiado casi nada en un siglo.
Si bien las edificaciones son altamente cautivantes, suele mencionarse a la etnia más a menudo ligada con sus rituales funerarios (guardan los cuerpos de sus muertos sin enterrar durante años y hacen fastuosos celebraciones con sacrificios animales) algo excéntricos que con su valor arquitectónico.
Los Toraja son una tribu indígena de la región montañosa de la isla Célebes Meridional, una provincia de la República de Indonesia. Aunque hay una buena parte de la población musulmana viviendo en este país, la mayoría de la población indonesia es cristiana debido a la colonización de los holandeses de principios de siglo XX. Sin embargo, en la recóndita región de Tana Toraja aún se encuentran retazos del animismo propio de las creencias locales de esta parte de Asia.
El gobierno indonesio ha reconocido esta creencia animista como “Aluk To Dolo”, que quiere decir, el camino de los ancestros. Para ellos, la vida y la muerte con procesos complementarios. Como en muchas otras etnias del mundo entero, la muerte es la continuación de la vida terrenal, pero a diferencia de todos tienen singulares creencias como que los muertos caminan cabeza abajo, hablan al revés, etc. Asimismo, no se lamentan al perder cosechas porque creen que irán a parar a sus muertos.
Es parte de su cultura, de las creencias propias que han sobrevivido al tiempo. De hecho, los Toraja son conocidos especialmente por su ritual funerario, el evento más importante y, por tanto, el más elaborado y el más caro. Según los Toraja impresionar a los dioses y mantener al difunto contento son motivos que aseguran un lugar en el cielo para la familia. Cuanto más rico y poderoso es el fallecido, más cara es la ceremonia. Para costearlo, muchas familias se ven obligadas a vender campos de arroz, ganado o pedir prestado dinero a los familiares más acaudalados. Tal es la devoción, que incluso muchas familias pobres llegan a arruinarse y endeudarse por generaciones para poder celebrar el funeral. Hasta que llegue el momento, la familia debe construir una casa donde guardar todas las ofrendas, sacrificar más de una decena de búfalos y atender y agasajar a casi 2.000 invitados que perfectamente pueden reunirse para eventos de esta naturaleza. Por eso, la ceremonia suele celebrarse semanas, meses o incluso años después de la muerte del difunto, de manera que la familia pueda reunir todos los recursos necesarios para una celebración apropiada.
Durante la espera, el cuerpo del fallecido se envuelve se envuelve con varias capas de ropa y se guarda en el Tongkonan, la casa típica toraja que imita la quilla de un barco.
Mientras se organizan los funerales, también se elabora el Tau Tau del fallecido. Los Tau Tau son un símbolo de la cultura toraja. Son figuras talladas en piedra, de tamaño natural y aunque tradicionalmente sólo mostraban el género de la persona, actualmente procuran conseguir una cierta semejanza con el difunto, llegando incluso a fabricar pelucas con su auténtico cabello. El coste de los Tau Tau es un compromiso del que se encarga la misma comunidad toraja, como honra al fallecido, aunque suele ser un privilegio reservado a las clases superiores. Los Toraja creen que la muerte es un proceso gradual hacia la tierra de las almas, el Puya o la otra vida. Por eso, mientras el cuerpo del fallecido permanece en el Tongkonan, se dice que su alma vaga por el pueblo hasta que la ceremonia se completa y puede empezar su viaje hacia el Puya.
Una vez se procede a la celebración del funeral, primero, se recibe a los invitados. Después del banquete, los hombres levantan el ataúd con todos los pesados ornamentos y marchan en procesión. Sin embargo el ambiente no es de solemnidad y tristeza, sino que los porteadores bailan, cantan y ríen. Incluso la familia, de negro, se une al ambiente festivo.
A continuación se lleva a cabo una de las tradiciones más importantes: el sacrificio de búfalos. El búfalo es un símbolo de prestigio, por eso cuanto más poderoso y rico es el fallecido, más búfalos se sacrifican. Los cuernos de los búfalos se colocan en la puerta de la casa del difunto. Durante la matanza, los niños recogen la sangre que brota de los animales con tubos de bambú al ritmo de música y danza tradicional.
En principio, esta tradición evoca un hecho simbólico y sagrado, ya que el alma del difunto viajará al Puya a lomos del búfalo. Una vez sacrificados, los cuerpos de los búfalos se exponen en el campo como símbolo de la bestia que espera a que el alma de su dueño despierte. Cuantos más búfalos haya, más rápido viajará el alma del difunto y antes llegará al Puya. El gobierno indonesio acabó regulando esta práctica y actualmente se permite el sacrificio de hasta un máximo de 40 búfalos. Las peleas de gallos son otra tradición sagrada en la ceremonia toraja. Como mínimo, deben sacrificarse tres gallos, aunque normalmente suelen ser 25 pares de gallos los que se utilizan en esta parte de la ceremonia.
Existen diferentes métodos de entierro, según el estatus social del fallecido. Actualmente, los cuerpos se meten en un ataúd que se deposita en una cueva o en una tumba tallada en algún acantilado rocoso. Junto con el ataúd se depositan las pertenencias del difunto y delante, se coloca el Tau Tau. De esta manera, los cementerios del pueblo toraja consisten en una serie de balcones presididos por una serie de figuras de madera ofreciendo al extranjero que pase una imagen muy particular. Algunas de estas cuevas son tan grandes que pueden llegar a albergar a una familia entera. Actualmente, rara vez se sigue la práctica tradicional más antigua, una de las razones por las que el ritual ha generado tanta expectación: antes de llevar los restos a la tumba, los toraja dejaban el cuerpo de pie a la intemperie durante varios días, durante los cuales se realiza un ritual de magia negra. El ritual tiene como fin despertar al cuerpo para que este se dirija solo a la tumba.
Para los Toraja, los niños forman parte del ciclo de la naturaleza. Por esta razón, cuando un niño toraja fallece antes de que le salgan los dientes se considera oportuno devolverlo a la naturaleza. Para tal fin, se los introduce en el interior de un árbol, en postura vertical, rellenando el hueco con huevos a modo de ofrenda. El numero de tumbas es el justo para que el árbol no muera, de esta manera, crean una especie de ciclo regenerativo natural.
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