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domingo, 14 de abril de 2013

SHIRO ISHII: EL DOCTOR MUERTE JAPONES.

La historia oficial a menudo evita entrar a analizar en profundidad personajes como el que nos ocupa este artículo. La figura de este personaje y las de los que le apoyaron, apenas es conocida y mucho menos estudiada en el ámbito de la escuela o la universidad dentro del marco de las atrocidades cometidas durante Segunda Guerra Mundial.
Shiro Ishii es un ejemplo extremo de los vástagos que crecieron al calor de la radicalización ideológica de la facción política dominante de las Fuerzas Armadas Japonesas, la conocida como Kōdōha (Partido Bélico) que durante la década de los años 30 y a diferencia de décadas anteriores, se inclinaron mayoritariamente hacia una nueva etapa de un imperialismo extremadamente agresivo basado en un ultranacionalismo de corte racial supremacista.
Previamente a su entrada en el ejército, Ishii estudió medicina y tras terminar la carrera, obtuvo el doctorado en el campo de la microbiología. Ishii sobresalió en la Universidad Imperial de Medicina de Kyoto. Asignado al 1º hospital del Ejército y a la Escuela Médica del Ejército en Tokio en 1922, su trabajo en medicina impresionó lo suficiente a sus superiores en 1922 como para que obtuviera reconocimiento y un titulo medico en la universidad imperial de Kyoto en 1924.
En 1928 inicia un viaje de dos años por el oeste en el que llevaría a cabo pruebas intensivas de los efectos de la guerra química y biológica tras la Primera Guerra Mundial. La misión de Ishii da resultados y este comienza a ser patrocinado por el ministro de la guerra Sadao Araki. En 1932 comienza sus experimentos preliminares.
Ansioso por escalar puestos en la jerarquía y concretamente con una marcada obsesión por alcanzar el generalato, fué nombrado director del programa de guerra química y biológica y destinado a la base de pruebas de Pingfang en la ciudad de Harbin (en la China ocupada), Manchuria para los chinos, Manchukuo para los japoneses.
En la base ya operaba la Unidad Manchu 731, creada tras un edicto imperial en 1935. Los miembros más destacados de la Unidad fueron el Teniente general Shiro Ishii, el Teniente coronel Ryoichi Naito, el Doctor Masaji Kitano y Yoshio Shinozuka. La base era un complejo enorme con más de 150 edificios dentro de un perímetro de 6 kilómetros cuadrados.
La Unidad Manchu 731 realizó un amplio y variado número de ensayos de guerra bacteriológica y química sobre humanos que se cobraron miles de victimas principalmente por peste y cólera pero también por otras muchas causas.
El objetivo de las autoridades militares japonesas y de la propia Unidad 731 era desarrollar y hacer militarmente viables, agentes biológicos modificados del tifus, el cólera o la peste bubónica. Se buscaba dar con cepas de estos organismos que fueran más resistentes y dañinas que sus homólogos naturales, de forma que el daño que provocaran fuera tan devastador que estos se convirtiesen en el “arma definitiva” del Japón contra sus enemigos.
Hacia 1942 y bajo la dirección y supervisión de Ishii, comienzan los experimentos de guerra química y biológica sobre soldados y civiles chinos. Se llevaban a cabo de forma muy rutinaria y protocolaria diferentes tipos de experimentos sobre seres humanos. Entre los que han tenido conocimiento público se encuentran algunos de los más atroces jamas relatados.
Se realizaban vivisecciones en humanos sin anestesia previamente infectados con plagas y enfermedades para conocer como afectaban estas a los órganos. Fragmentos de cerebros y pulmones fueron extraídos sobre prisioneros vivos. Se llevaban a cabo amputaciones de miembros para investigar la tolerancia del cuerpo a la perdida de sangre, congelación de miembros para investigar el proceso degenerativo físico y de los tejidos, técnicas de deshidratación severa, inoculación de sangre animal, etc. Se llegó a practicar una vivisección sobre una mujer embarazada y su propio feto. Se estima entre 400 y 600 las personas que se destinaban cada año a estos fines.
Otras pruebas sobre seres humanos, consistían en utilizar a estos como “blancos humanos”, atados a estacas, para la artillería y armas como lanzallamas, granadas, etc. En el caso de la artillería y de otras armas, los heridos por esta se utilizaban para que los “médicos” japoneses aprendiesen a curar a los soldados en el frente.
Las armas químicas fueron también probadas ampliamente sobre prisioneros en cámaras de gas. La privación de alimento y agua para el estudio de los efectos de la inanición o encerrar a prisioneros en compartimentos altamente presurizados eran también tan comunes como aquellos en los que se investigaba el tiempo máximo de exposición del cuerpo humano a temperaturas extremas. Llegaron a introducir a prisioneros en centrifugadoras haciéndolos girar hasta matarlos mientras que otros presos recibían dosis mortales de radiación. Se inyectaron burbujas de aire en los torrentes sanguíneos buscando simular ataques al corazón así como también concentraciones salinas letales.
Se bombardearon poblados y ciudades chinas liberándose pulgas infectadas con agentes bacteriológicos. Se dieron a niños chinos golosinas también infectadas para después someterlos a vivisecciones y comprobar la eficacia que habían tenido las plagas.
Se probó prácticamente todo tratando de averiguar la resistencia humana a cada patología. Hongos, fiebre amarilla, fiebre hemorrágica, tularemia, hepatitis, gangrena gaseosa, tétanos, cólera, disentería, fiebre escarlata, ántrax, muermo, encefalitis de las garrapatas, fiebre hemorrágica, difteria, neumonía, meningitis cerebroespinal, enfermedades venéreas, peste bubónica, tifus, tuberculosis, botulismo, brucelosis, resistencia a los rayos X, pruebas con cianuro, arsénico, heroína, veneno de serpientes y de pez erizo, etc.
El programa militar de la Unidad 731, llegó a almacenar suficientes agentes bilógicos cómo para acabar con toda la población mundial. Según algunos cálculos, los agentes químicos y biológicos desarrollados por la Unidad 731 causaron en toda China no menos de 200000 muertes. . Durante la guerra, en diversas regiones de China, se liberaron ratas infestadas y se diseminaron agentes biológicos mediante aviones, contaminación de pozos de agua, lanzamiento de ropas y comida contaminada, etc. Se estima que sólo las epidemias de cólera, ántrax y peste bubónica, derivadas de esta guerra bacteriológica contra la población causaron la muerte de 400.000 chinos.
Con todo, la Unidad 731 era uno de los diferentes destacamentos de que disponían las Fuerzas Armadas Japonesas para la investigación de la guerra química y bacteriológica. Otras unidades tácticas y administrativas vinculadas a estos campos fueron el Escuadrón 516 (Qiqihar), el Escuadrón 543 (Hailar), el Escuadrón 773 (Songo), el Escuadrón 100 (Changchun), el Escuadrón 1644 (Nankín), el Escuadrón 1855 (Pekín), el Escuadrón 8604 (Cantón), el Escuadrón 200 (Manchuria) y el Escuadrón 9420 (Singapur).
Las atrocidades que cometió esta unidad científico – militar no tienen parangón por la escala, la brutalidad y el sadismo de sus métodos, ya fuera contra soldados chinos hechos prisioneros, civiles de todas las condiciones e incluso prisioneros de guerra norteamericanos, mongoles, rusos, coreanos y filipinos.
En 1945, con la guerra ya perdida, tropas japonesas destruyen el cuarte general de la Unidad 731 e Ishii ordena la ejecución de 150 prisioneros que servían a sus experimentos. Se estima que 12.000 prisioneros, a los que los guardianes se referían como “Maruta” (troncos) e Ishii como “logs”, murieron a manos de la Unidad 731.
Cientos de personas murieron en las condiciones más miserables en Pingfang y otras instalaciones de experimentación que formaban parte del programa dirigido por Ishii. Miles más morirían en los años y décadas siguientes al final de la guerra como consecuencia de las políticas de diseminación de agentes biológicos liberados por toda la zona oriental del país y también como consecuencia de la destrucción del complejo militar que liberó millones de ratas infestadas con pulgas portadoras de una agresiva variante de la peste bubónica. Aún hoy en día, existe un problema sanitario serio ya que se siguen dando casos de peste bubónica modificada, cólera, ántrax y otros agentes bacteriológicos.
Los norteamericanos conocedores de las actividades de Ishii y la Unidad 731 comenzaron a buscarle con el objetivo de hacerse con los archivos de los experimentos de Pingfang. Una vez detenido, este llega a un trato con los norteamericanos que lo ocultan de los soviéticos declarando su falsa muerte en publicaciones de diversos periódicos mientras se simulaba su entierro en su pueblo natal. En el trato, cerrado en 1946 con cúpula militar estadounidense, Ishii y todo su equipo quedan libres y limpios de todo proceso futuro por crímenes de guerra, a cambio de entregar toda la documentación relativa a los experimentos sobre guerra biológica y quimica. . El trato quedó formalizado dos años después.
Los soviéticos procesaron a doce líderes y científicos del Escuadrón 731 y a otras unidades filiales de esta como el Escuadrón 1644 (Nankín) y el Escuadrón 100 (Changchun) en los juicios de Jabaróvsk. El general Otozō Yamada, comandante en jefe de un millón de soldados japoneses que ocupaban Manchuria, se encontraba entre los criminales de guerra procesados en Jabarovsk.
Poco tiempo después formalizar el trato, Ishii visitó incluso Estados Unidos y tras volver al Japón fue recibido con los máximos honores. En 1959 muere de un cáncer de garganta no sin antes haber sido nombrado gobernador de Tokio, presidente de la Asociación Médica y presidente del Comité Olímpico del Japón.
En octubre de 1997, Yukata Mio, antiguo miembro del Kempei-Tai, admitió en una corte judicial haber torturado a prisioneros chinos atándoles de pies y manos para aplicarles trapos mojados en la nariz y cera derretida en los pies. Mio admitió haber sido miembro de la Unidad 731 cuya existencia había sido negada hasta entonces por el gobierno japones y las autoridades estadounidenses.
Parientes de victimas y afectados por las actividades del infame Ishii y los que le apoyaron, interpusieron recientemente demandas contra el gobierno japones que están actualmente en proceso. A diferencia de los crímenes nazis, el silencio sobre las atrocidades cometidas por la Unidad 731 en medios de comunicación, instituciones educativas e historiadores, es atronador aún hoy en día.
Las victimas no han tenido y por desgracia seguramente nunca tendrán, un merecido reconocimiento como victimas de otro holocausto apenas conocido y silenciado, el Holocausto Asiático perpetrado de forma deliberada por uno de los principales aliados de Occidente durante la Guerra Fría, el Imperio del Sol Naciente.

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