El aplauso se ha extendido en todo el mundo como una costumbre y hasta como un lenguaje de aprobación. Pero, ¿Cómo surgió esta costumbre?
El aplauso del latín applaudere que significa palmotear, es primordialmente la expresión de aprobación mediante palmadas, para crear ruido. No se hallan evidencias arqueológicas al respecto que nos ayuden a esclarecer el porque aplaudimos.
Los especialistas en antropología especulan que nuestros antepasados se topaban sus manos para tratar de asustar a los depredadores o para advertir al grupo de su presencia.
Este comportamiento que también se observa entre primates que golpean las manos y los pies e incluso palmean una mano contra la otra en momentos de estrés para tranquilizarse y para alivianar tensiones.
Algunos estudiosos discrepan y otros coinciden que el aplauso pudo haberse originado cuando los hombres primitivos en sus primeras cacerías en grupo de los llamados homo erectus, recurrían al aplauso como señal para comunicarse a grandes distancias.
En la actualidad, suele esperarse que los espectadores aplaudan tras una representación, como por ejemplo un concierto musical, un discurso público o una obra de teatro.
En la mayoría de los países occidentales, los espectadores dan palmadas de forma no sincronizada para generar así un ruido constante; sin embargo se tiende de forma natural a sincronizarse débilmente. Como forma de comunicación no verbal de multitudes, el aplauso es un indicador simple de la opinión referente del grupo completo: cuando más ruidoso y prolongado, hay mayor aprobación.
Casi siempre disfrutamos de la costumbre de aplaudir para expresar apoyo o regocijo ante algo, pero esta tradición es muy vieja. Los griegos manifestaban su beneplácito a las obras de teatro vitoreando y aplaudiendo. Los romanos hacían crujir los dedos, aplaudían y hacían ondear la punta de sus togas, o bien, sacudían tiras especiales que se colocaban entre el público para tal efecto.
En la época romana se contrataban personas para que aplaudieran durante un evento. El emperador Nerón pagaba a casi 5,000 personas para que aplaudieran sus apariciones en público. Practicaban dos tipos de aplauso: imbrex, con las manos ahuecadas, y testa, con las manos planas.
En el siglo XVII, silbar, pisotear y aplaudir era correcto para expresar aprobación a un espectáculo.
Tales prácticas se dieron también en las iglesias durante mucho tiempo, pero cuando la curia romana prohibió estas expresiones, toser, tararear o soplar por la nariz fueron la forma en que se aprobaba un sermón brillante o un coro bien entonado.
Después, se apeló al truco de colocar entre el público a personas contratadas para aplaudir llamadas claque, palabra francesa que quiere decir aplaudir y animar a los espectadores a que siguieran su ejemplo.
Esta costumbre se extendió en teatros de Nueva York, en el Metropolitan Opera House y todavía era común a comienzos del siglo XX en los teatros europeos. Algunas veces, claques rivales aplaudían o silbaban en una misma obra.
No es precisamente actual el hecho de llevar público a algunos actos, en algunos programas de televisión, para que aplaudan cuando se lo pedían. Aunque otros escogen por algo más sencillo y sueltan los conocidos aplausos pre grabados, teniendo en cuenta que son más falsos.
Los expertos opinan que cualquier forma de aplauso compensa la necesidad humana de expresar una opinión, y además da al público la sensación de que está participando.
Palmear una mano contra otra para expresar consentimiento posiblemente se derive de palmear la espalda de alguien cuando lo felicitamos. Como los espectadores no pueden palmear a los actores en la espalda, aplauden. Aplaudir también es una forma de expresión de emoción reprimida o el deleite. Los niños y los chimpancés lo hacen espontáneamente.
Como podrás apreciar un gesto tan sencillo en la actualidad como tocar nuestras manos acción que siempre realizamos cuando vamos al teatro, en la presentación de nuestro hijo en la escuela, en una fiesta, cuando reconocemos a un amigo, en nuestra fiesta de cumpleaños, cuando vemos dar los primeros pasos a nuestros hijos, al ver cuando nuestros padres muestran su amor, cuando alguien logra salir adelante ante una dificultad.
Así que ya lo sabes que cuando aplaudas recuerda que es un acto muy antiguo, y que al mismo tiempo sea siempre para dar aliento, esperanza para quienes lo necesiten, los profesionales ya le han dicho que también es una excelente terapia integradora, así que desde aquí aplaude a la vida, al deseo de siempre ser cada vez mejores.
Esta costumbre es simpática, pero:
“Quien sólo busca el aplauso de los demás, pone su felicidad en manos ajenas” Oliver Goldsmith.
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