Vistas de página en total

domingo, 25 de enero de 2015

LOS MONASTERIOS DE METEORA.GRECIA.

Clasificados como patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, los Monasterios de Meteora, están localizados al norte de Grecia, cerca de la ciudad de Kalambaka. Construídos en la cima de imponentes rocas como forma de protegerse de ataques y asedios, los monasterios de Meteora parecen literalmente suspendidos en el cielo. Su emplazamiento, ha permitido preservar tradiciones religiosas griegas protegiendo un reducto de la cultura helénica durante siglos.
Allá por el siglo X d.C. se empezaron a dar los primeros brotes de eremitismo, pues el enclave facilita las condiciones idóneas para la vida ascética. Los eremitas vivían en las cuevas de las rocas y en chozas al pie de los peñascos, acudiendo a una iglesia central donde se reunían los días festivos y domingos, iglesia llamada ‘Santa María de la Fuente de la Vida’ (‘Panayiá Zoodojos Piyí’), que aún hoy en día se mantiene en pie. Data del siglo XI y tiene unos hermosos frescos que decoran su interior. Esta forma de vida eremítica declinaría en el siglo XIV, cuando al lugar llega el prelado San Atanasio ‘Meteorito’, quien le dio nombre al lugar fundando la primera orden monástica que se asentaría en Meteora.
En su época dorada el territorio llegó a contar con veinticuatro centros donde se desarrollaba la actividad monástica, si bien hoy solo continúan habitados seis de ellos: el monasterio de la Metamorfosis o Gran Meteoro, el de San Nikolas Anapafsas, el de Roussanou, el de la Santa Trinidad, el de San Esteban y el de Varlaam. Pero no todo fueron tiempos de benevolencia. Tras la llegada de los turcos a Tesalia, en el ano 1390, se sucedieron una serie de hechos bélicos que sacudieron la vida normal de los Monasterios. Durante los dos primeros siglos de ocupación otomana, los Monasterios contribuyeron a la convivencia pacífica pagando los impuestos que habían establecido los invasores.
Pero en el año 1609 tuvo lugar una revuelta en la cercana ciudad de Lárisa encabezada por San Dioniso el Filósofo, a quien los turcos llamaban ‘perrósofo’. Al ser San Dioniso un hombre de la iglesia, los turcos atacaron Monasterios y edificios eclesiásticos, muchos de los cuales eran de gran importancia. De entre estos Monasterios, el denominado ‘Gran Meteoro’, centro neurálgico de Meteora, fue atacado en dos ocasiones, en 1609 y en 1616. En ambas pasaron a cuchillo a numerosos monjes y la segunda vez quemaron la sacristía de la iglesia destruyendo las celdas de los monjes.
Pero la rebelión más importante fue la acontecida a principios del siglo XIX, encabezada por el padre Efthimios Vlajavas, un rebelde local, quien tuvo como base de operaciones el monasterio de San Demetrio en Meteora, hoy en ruinas. El padre Vlajavas fue traicionado y secuestrado por Alí Pashá, sultán de Ioánina, y el monasterio de San Demetrio fue bombardeado hasta quedar reducido a cenizas, mientras que los monjes de los Monasterios de San Demetrio y del Gran Meteoro fueron encarcelados en la ciudad de Ioánina. El padre Vlajava, héroe y mártir nacional, pagaría por la osadía de enfrentarse al poder del sultán y sería cortado en cuatro pedazos para evitar rebeliones futuras. Pero no cejarían en su empeño estos monjes guerreros, que seguirían apoyando la causa griega en otros enfrentamientos, contra los búlgaros en las Guerras Macedonias a principios del siglo XX, o durante la ocupación italiana que tuvo lugar en la Segunda Guerra Mundial.
Grabados, tapices y otras imágenes recogen estos episodios de la historia de Meteora en el museo del Gran Meteoro, centro administrativo de los Monasterios habitados, a 613 metros de altura sobre el nivel del mar y a 415 metros de altura sobre el lecho del río Peneo. El monasterio también es llamado de la Metamorfosis, por estar consagrado, precisamente, a la Transfiguración de Jesús. No en vano, el Gran Meteoro está levantado en el punto más en comparación con el resto de edificios que se erigen en Meteora, en clara metáfora a la Transfiguración de Cristo, que tuvo lugar en lo alto de un monte. Una magnífica construcción constituye la iglesia central denominada Katholikón, considerado como un regio ejemplo del segundo o tercer periodo de la arquitectura bizantina. En su interior podemos admirar el fresco que representa el pasaje evangélico en el que Jesús sufre la Transfiguración, volviéndose sus vestidos blancos y resplandecientes ante los ojos de los apóstoles Santiago, Juan y Pedro, momento en el que también se manifiestan Moisés y Elías.
Al margen de la iglesia, el monasterio cuenta con recintos de gran interés, como el antiguo refectorio, donde los monjes se reunían para comer, la antigua cocina, el osario, dos museos, y las celdas de los monjes. Unas vistas impresionantes se nos ofrecen al asomarnos desde las terrazas del monasterio. Unas alturas sacras cuyos cielos son surcados frecuentemente por numerosas aves, como la grajilla, o la corneja cenicienta, córvido propio del este de Europa.
Descendiendo desde el Gran Meteoro, nos topamos con el monasterio de Varlaam o de Todos los Santos. Se eleva a una altura de 373 metros sobre el suelo. Fue reedificado sobre las ruinas de un monasterio anterior por los hermanos Nektarios y Teofanis, en el año 1518
A continuación, el monasterio de Roussanou o de Santa Bárbara, que desafía con osadía al abismo con una construcción imposible, coronando la cúspide esbelta de una roca en el centro del territorio. Como el de Varlaam, Roussanou fue reedificado sobre las ruinas de un monasterio primigenio, en este caso por los hermanos monjes venerables Josafat y Máximo en el 1288 d. C.
Prosiguiendo nuestro recorrido nos acercamos al monasterio de Agia Triada o de la Santísima Trinidad. Existen diversas hipótesis acerca de la antigüedad de la construcción, sin embargo, la tradición sostiene que se necesitaron 70 años para acarrear los materiales de construcción hasta el tope del peñón e iniciar así las obras. Sea como fuere, lo formidable del enclave donde está levantado Agia Triada nos sobrecoge. Como si de un fenómeno celeste se tratara, parece querer arrancarse de la tierra para alcanzar, majestuoso, el cielo. Es el triunfo de la ilusión óptica que confunde lo real con lo irreal. Y por fin, el último de los Monasterios habitados es el de Agios Stefanos, o San Esteban.
Un puente estable de 8 metros de longitud conduce de forma cómoda y segura a la puerta del monasterio. Sobre el portón de entrada del edificio una leyenda certifica que la construcción de esta vieja fortaleza se remonta al año 1192. En el interior del monasterio, habitado por religiosas desde 1961, hallamos dos iglesias. La primigenia capilla de San Esteban, consagrada al protomártir de la cristiandad, con frescos que datan del ano 1501, si bien algunos de ellos presentan daños como consecuencia del agravio cometido por algunos hombres durante la guerra civil que enfrentó a la sociedad griega entre los años 1944 y 1949.
A escasa distancia se encuentra la más moderna iglesia de Agios Jarálambos, cuya construcción comenzó en el 1978. En su interior, la magnificencia y el colorido de las pinturas ofrecen una imagen viva de la estancia, con efigies de santos guerreros, temas simbólicos inspirados en la naturaleza, e incluso una miniatura de San Jorge y el dragón, así como otros motivos de gran valor. Al salir del monasterio, uno se queda embelesado contemplando la inmensidad de la llanura tesalia, surcada por una serpiente fluvial, el mítico río Peneo, que se enrosca y desenrosca tendido sobre los campos, bajo la mirada imponente de las montañas Koziakas. Era el Peneo un río al que los antiguos griegos adoraban como a un dios, un río inundado por el mito. Cuenta la leyenda que fue en sus orillas donde Cirene, quien se encontraba apacentando los ganados de su padre Hipeo, fue raptada por el dios Apolo. Es también el Peneo padre de la ninfa Dafne, quien se convirtió en laurel para escapar del abrazo, de nuevo, del caprichoso Apolo, motivo por el cual la divinidad llevaría siempre una corona de laurel en recuerdo de su amor perdido. Y así se suceden las citas mitológicas que tienen como protagonista las mágicas aguas del Peneo. ¡Qué tiempos aquellos, en los que los ríos eran dioses!
El paisaje de Meteora fue formado tras años de erosión, en donde un río que desembocaba en el mar de Tesalia, hace miles de años encontró una nueva salida al Mar Egeo, luego de fuertes terremotos que hicieron hundir el macizo. De un total de 24 monasterios en la época de máximo esplendor, en el siglo XV, sólo funcionan seis en la actualidad, luego de que muchos de ellos fueran destruídos por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. A Para realizar visitas turísticas a los monasterios de Meteora, es recomendable permanecer en cualquier lugar de Kastraki, que es una pequeña ciudad con fascinante arquitectura, calles empedradas, y más cerca a pie a las torres de roca y monasterios de la ciudad más grande de Kalambaka..

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...