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sábado, 6 de abril de 2013

VA DE ANIMALES: EL CANGURO ROJO

El canguro es sin duda uno de los seres más sorprendentes del planeta; en lugar de correr, salta, y posee una bolsa marsupial que hace las funciones de una eficaz guardería para sus retoños. Está diversificado en numerosas especies, pero mientras algunas cuentan con millones de individuos, otras están al borde mismo de la extinción y algunas incluso ya han desaparecido. Todas ellas se encuentran únicamente en el continente australiano y Nueva Guinea, donde se puede ver a esto animales atravesando los duros desiertos, escondiéndose en las zonas rocosas o subidos a los árboles de la selva. El canguro es uno de los primeros animales que los niños aprenden a conocer y sin embargo , siendo conocido en todo el mundo,, sigue guardando muchos enigmas para la ciencia.
Los marsupiales aparecieron unos 130 millones de años atrás (En el Cretáceo inferior), cuando se separaron del resto mamíferos en América del Norte; a partir entonces, evolucionaron de manera totalmente independiente. Durante el Cretáceo superior conocieron su máximo esplendor en la misma zona y sólo a finales de dicha época (hace unos 70 millones de años) emigraron a América del Sur al tiempo que desaparecieron prácticamente del Norte. Así, en el Paleoceno (hace unos 60 millones de años) ocuparon toda Sudamérica y, atravesando la Antártida, llegaron al continente australiano. Por aquel entonces, América, la Antártida y Australia estaban unidas.
Durante gran parte del Mioceno (entre 25 y 5 millones de años atrás) Australia estaba cubierta casi por completo de selva tropical, que lentamente fue retrocediendo hacia los bordes del continente (hoy sólo quedan pequeñas francas en el noreste y en algunos puntos éstas tienen únicamente 50 km de ancho).
Los marsupiales australianos vivieron, evolucionaron y se diversificaron en la selva durante mucho tiempo. Seguramente eran buenos trepadores, poseían cola prensil y dedos largos en sus pies provistos de uñas afiladas. Hace unos 15 millones de años, los antepasados de los canguros actuales abandonaron los árboles, quizás en busca de alimentos más nutritivos que las hojas. Ello comportó toda una serie de modificaciones para adaptarse a la vida en tierra.
Además, su fisiología tuvo que hacerse compatible con la vida en climas áridos (ambientes que empezaban entonces a predominar en Australia). Finalmente, los parajes desérticos se volvieron dominantes y, en su inmensidad, los canguros se fueron diversificando, originando las más de cincuenta especies actuales.
La rata almizclera marsupial (Hypsiprymnodon moschatus) es el pariente vivo más pequeño y primitivo que existe de los canguros. Juntos con los demás canguros rata (potoroideos) constituye una evidencia del origen de los canguros a partir de los opósums: conserva cinco dedos en cada pata, siendo el primer dedo del pie oponible, la cola prensil y la camada de dos crías. Con apenas medio kilo de peso y 23 cm de longitud corporal, suele deambular por el suelo en busca de frutos e insectos y, aunque salta, no puede hacerlo como los canguros, que corren dando brincos concatenados y alcanzan velocidades considerables.
Los canguros están restringidos a la zona de Australia, Tasmania, Nueva Guinea e islas aledañas. En concreto, el canguro rojo ocupa una gran área de distribución, superada sólo por la del llamado euro o ualaru (wallaroo). Ambos se pueden encontrar en cerca del 70% del territorio de Australia. Asimismo, son los dos únicos que viven en la inmensa zona árida del interior del continente. Las demás especies ocupan franjas litorales de mayor o menor amplitud. El canguro rojo sólo falta en la franja costera septentrional y oriental, así como en el extremo sudoeste. No vive en Nueva Guinea ni en la isla de Tasmania.
Los canguros habitan en bosques secos, malezas, praderas, sabanas, estepas y planicies áridas e incluso desiertos. Aunque la mayoría vive en ambientes parecidos, el que más soporta las zonas secas sin agua es el canguro rojo, igualando sólo por el euro. Siempre que tengan hierba verde, pueden estar sin beber por tiempo indefinido. Ello le permite ocupar terrenos absolutamente áridos –casi desprovistos de vida animal- sin apenas competencia.
Para descubrir las causas de la desaparición de poblaciones y de especies enteras en el Viejo Mundo se deben hacer complejos estudios y analizar múltiples factores. En Australia, las cosas son más simples y claras. La principal razón es la llegada de los europeos, ya que las alteraciones ambientales en este rincón del mundo sólo empezaron a ser preocupantes cuando pasó a llamarse Terra australis (“territorio del sur”). Aunque, lógicamente, los aborígenes la habían descubierto varios milenios atrás, se considera que Australia se descubrió en 1605. En poco más de dos siglos, casi la mitad de las especies de macropódidos (canguros y afines) han sido declaradas vulnerables, en peligro de extinción o extinguidas por completo.
La causa directa más importante no es la sobreexplotación ni la caza abusiva, pues la densidad de población humana sigue siendo bajísima incluso hoy en día. El motivo de este desastre ambiental es que los blancos no llegaron solos, sino que trajeron consigo “especies acompañantes”. Y no unos pocos ejemplares, sino barcos enteros cargos de ganado: ovejas, vacas, cabras… En un país tan inmenso, lo más cómodo y económico es la cría extensiva, de manera que rápidamente. Australia empezó a llenarse de animales no autóctonos que comían y se reproducían sin parar. Prácticamente sin enemigos, convirtieron enormes áreas de tierra en pastos y alteraron el paisaje para siempre. Además, en contraste con las blandas patas de los canguros, las duras pezuñas de ovejas y reses fueron destruyendo la cubierta vegetal y hasta el suelo del territorio. Como consecuencia, en poco tiempo las praderas, convertidas en senderos para el ganado y desprovistas de la protección natural de las plantas, se erosionaron y convirtieron en barrancos y eriales.
También se introdujeron conejos para que los cazadores tuvieran abundantes presas. Y las tuvieron, pero en exceso. Los conejos se reprodujeron sin control (carecían de los depredadores de su país de origen), resultando un azote para los ecosistemas y hasta para la agricultura. En un ingenuo y vano intento de contenerlos, se colocaron miles y miles de kilómetros de vallas. Estas representaron, a su vez, otro problema para los animales migradores, que se desconcertaban ante algo para lo que no estaban preparados. Los canguros con frecuencia chocaban, se enganchaban y hasta morían en estas vallas.
Por si fuera poco, los europeos vinieron con perros, gatos, zorros… y, aunque involuntariamente, también con ratas y ratones. Todos ellos se aficionaron rápidamente a la carne de marsupial. Por ese motivo, al revés de lo que suele ocurrir en el resto del mundo, las especies extinguidas y más amenazadas en Australia son las de menor tamaño, las presas de estos animales foráneos.
Al principio de la llegada del hombre blanco, la población de canguros rojos sufrió una grave recesión a causa de la caza. Un naturalista del siglo XIX observó un número tan bajo de ejemplares, que predijo su desaparición. Sin embargo, ésta no se produjo gracias a la adaptación del canguro rojo a ambientes desérticos, en los que los cazadores apenas se aventuraban. Por su tamaño, era considerado un buen trofeo, pero, superada esta primera época, eso le salvó, pues no era una presa fácil para los animales introducidos. Además, se benefició de la instalación de granjeros en zonas del interior, pues ello comportó la presencia de agua. Este hecho ayudó a aumentar su tasa de reproducción, lo que se ha mantenido a lo largo de los años y ha provocado que hoy haya una superpoblación.
El crecimiento de la población compensa las muertes por atropello, que no son pocas, pues los canguros suelen concentrarse en las carreteras al crecer en ambos márgenes suculentas franjas de hierbas, alimentadas por el agua de lluvia que rechaza al asfalto. También compensa las víctimas de los cazadores: cada año, los equipos de control cuentan el número de ejemplares y determinan la cantidad que podrá cazarse legalmente el año siguiente, que puede ser de varios millones. Fruto de todos estos factores, hay por lo menos diez millones de canguros rojos.
El canguro rojo no sólo es el canguro, sino también el marsupial vivo de mayor tamaño, pues los machos viejos pueden acercarse a los 85 kg. de peso y superar los 2 m. Al erguirse sobre sus enormes patas posteriores, sin contar con una sola que puede superar el metro de longitud.

  • Ojos: Proporcionan una buena visión y están provistos de largas pestañas que ayudan a filtrar la intensa luz solar y a librase de las moscas. 
  • Cabeza: Más bien pequeñas en proporción al cuerpo, es alargada y más o menos triangular. 
  • Hocico: Es alargado y presenta sensibles vibrisas de función táctil. 
  • Manos: Así se llama al extremo del primer par de patas, por analogía con el hombre. Poseen cinco dedos y son mucho más pequeñas que los pies. 
  • Bolsa: También llamada marsupio, es la cámara destinada a criar los retoños, desde el indefenso embrión recién nacido hasta el crecido joven de ocho meses que apenas cabe en ella. 
  • Patas traseras: Enormes y poderosamente musculadas para permitir sus grandes saltos. Gracias a sus poderosos músculos pueden efectuar grandes saltos consecutivos en una carrera de entre 24 y 32 km/h. Macropus significa “pies grandes” y, en efecto, así son; especialmente largos, son capaces de mantener el equilibrio de todo el cuerpo cuando el canguro se pone de pie. El primer dedo ha desaparecido, el segundo y el tercero están fusionados formando una doble garra (sindactilla), y el cuarto sobresale por su enorme tamaño. El calcáneo (hueso del tarso que forma el talón) es larguísimo y actúa como una palanca imprescindible en el mecanismo del salto. 
  • Pelaje: Al ser denso y espeso, aísla tanto del frío de la noche como del calor del día. 
  • Cola: Es muy grande –larga y gruesa- y poco flexible aunque se puede mover verticalmente. En los machos adultos puede superar el metro de longitud. Muy musculosa y potente, sirve de apoyo en reposo, especialmente cuando el animal se yergue para otear el horizonte. Cuando camina lentamente, es un punto de apoyo muy importante para poder desplazar las enormes patas posteriores. En la locomoción rápida sirve de balancín y actúa como contrapeso del resto del cuerpo en los grandes brincos.

Concebido meses atrás, el embrión nace cuando la cría anterior que hasta entonces ocupaba la bolsa se vuelve independiente. Ha permanecido en estado latente esperando el momento oportuno, pues es tan débil e indefenso que cualquier otro inquilino lo aplastaría sin remedio. Cuando nace es una pequeña masa de carne rosada del tamaño de una alubia que, desprovista de vista y oído, debe encontrar el camino desde la vagina hasta el marsupio. Antes del nacimiento, la madre lame y limpia esta zona, y el pequeño sigue el rastro de la saliva. Sus patas traseras aún son pequeños apéndices inservibles, por lo que utiliza las “manos” para arrastrarse, y en poco más de tres minutos recorre los 14 cm. Que separan la vagina del marsupio; si no lo consigue, morirá sin remedio. Una vez ha remontado el trayecto, entra en la bolsa y se agarra a un pezón. Durante meses, su único alimento será la leche materna.
A los dos días de haber nacido el embrión, la hembra ya entra en celo, lo que es detectado por los machos gracias al peculiar olor que emite. En seguida se apareará con el dominante, que peleará por ello si es necesario. El óvulo será fecundado, pero sólo se dividirá unas cuantas veces, permaneciendo en un estado de blastocito latente muy precoz (no es más que un grupo de menos de cien células y de un cuarto de milímetro de longitud) dentro del útero. Transcurrido más de medio año, únicamente reanudará su desarrollo cuando la cría que hay en el marsupio lo abandone. Entonces crecerá durante un mes hasta convertirse en el pequeño embrión que nace y se introduce en la bolsa.
Los canguros son unas eficientes máquinas de procrear que actúan en tres fases perfectamente sincronizadas: mientras la madre presta protección y los últimos cuidados a la cría que ya está fuera de la bolsa, otra va creciendo dentro al tiempo que una tercera espera en el útero su turno para empezar el ciclo.
espués de pasar unos ocho meses en la bolsa, el pequeño canguro ya está suficientemente crecido como para salir. Todavía seguirá mamando durante bastante tiempo, pero paulatinamente irá sustituyendo la leche por bocados de hierba. La madre asea a su cría y la vigila siempre, pues resulta un plato apetecible para los depredadores. Ante el menor peligro, el joven entrará en la bolsa de nuevo y permanecerá allí hasta que desaparezca la alarma. En seguida aprenderá a desplazarse a cuatro patas, pero tardará en poder correr a salto como sus padres. La madre, en cambio, puede brincar a la carrera perfectamente con su cría crecida dentro del marsupio.
Si es un macho, con el crecimiento adquirirá un pelaje más rojizo. Cada día pasará menos tiempo en la bolsa y sus salidas serán más temerarias. Se encuentra en un período delicado de su vida, pues es demasiado grande para que su madre –con otras crías que atender- lo proteja, y demasiado pequeño para escapar con rapidez y eficacia de los depredadores. Por ello se encontrará más seguro junto a los demás jóvenes del grupo.
Todos los canguros se alimentan de vegetales, hojas o preferentemente hierba. Las especies más primitivas tienden a ramonear, mientras que las más modernas suelen pastar. Así, el canguro rojo es herbívoro. Una de las actividades que los canguros suelen realizar en grupo es alimentarse.
De este modo, están más seguros si se acerca un depredador. Al menor peligro, el repentino movimiento de uno de ellos puede desatar la huida de todo el grupo.
El canguro rojo corta la hierba con los tres incisivos superiores, que aplica sobre los inferiores y mastica muy bien las plantas para no tener que regurgitarlas y rumiarlas, como sucede en las especies más evolucionadas. Por ello, los dieciséis molares se desgastan mucho, por lo que tienen un avance continuo hacia delante y se renuevan hasta cuatro veces. El estómago es muy distinto al de los rumiantes: está tapizado de células que segregan un líquido rico en bacterias cuya secreción enzimática facilita el proceso digestivo al degradar la celulosa. Muy voluminoso, cuando está lleno el estómago puede constituir el 15% del peso del animal.
El canguro está adaptado a los parajes desérticos, pero ello no significa que desprecie el agua cuando está disponible: en pocos minutos puede beber hasta el 10% de su propio peso. Si no encuentra agua, evita al máximo la deshidratación: es más atractivo de noche, se refugia a la sombra y se lame la piel en las partes del cuerpo en que la sangre circula cerca de la superficie. También come una mezcla de plantas y raíces que le ayuda a prevenir la deshidratación.
Antiguamente, las tierras australes estaban pobladas de criaturas enormes, como el lagarto monitor gigante, que con sus 7 m de longitud y más de 600 kg de peso sin duda daba buena cuenta de los antepasados de los canguros. Pero en la actualidad ya no quedan depredadores de este tamaño. Hay marsupiales carnívoros, pero la mayoría son diminutos y ninguno puede atacar a los grandes canguros. Para encontrar los que sí lo hacen hay que salir del mundo de los marsupiales: algunas serpientes, águilas, el dingo (un perro salvaje que acosa en grupo a los adultos del canguro rojo) y el hombre.
Los habitantes originarios del continente llegaron a Australia hace miles de años y, aunque cazaban lo que podían, no hay noticia de que causaran extinción ni merma de ninguna especie de canguro. En primer lugar por su número, que siempre fue, y sigue siendo, muy pequeño. Y en segundo lugar por sus procedimientos. Uno de ellos es el de provocar incendios, lo cual no es tan grave como pudiera parecer, ya que en ecosistemas no boscosos los incendios renuevan la vegetación y favorecen el rebrote de plantas que sirven de alimentos a los canguros. Algunas gramíneas incluso necesitan los incendios para crecer mejor. Otra de las técnicas de caza de los aborígenes es tan conocida como ingeniosa: está basada en el empleo del boomerang. Con esta original arma voladora pueden alimentarse, pero nunca alterar los ecosistemas. De hecho, los aborígenes sienten un gran respeto por marloo –así llaman al canguro rojo-; en la preciosa leyenda relacionan el carácter bípedo de los hombres con los canguros.
Sin duda, el rasgo más aparente de los canguros es su marcha a saltos pero, desde el punto de vista biológico, quizá sea más sorprendente el marsupio o bolsa marsupial. Su existencia constituye una ingeniosa solución, única en el reino animal (aunque compartida con otros marsupiales), que no sólo permite la eficiente reproducción en tres fases, sino un cuidado de la cría a un nivel máximo, superior incluso a la tradicional protección de los mamíferos mas evolucionados. Es conocida la importancia de esta protección en la supervivencia de la prole y, pro tanto, en la pervivencia de la especie.
El marsupio es como una guardería completa: proporciona a la cría alimento, calor, descanso, seguridad … La hembra no necesita emitir sonidos de alarma (como hacen los ungulados) para que su cría la siga en caso de peligro; basta con huir presta, sabiendo que su cría está segura en su interior. Esta no sale si no es imprescindible; cuando ya está crecida y alterna la leche con hierba, asoma la cabeza para intentar arrancarla, pero sin llegar a salir de la bolsa. Y cuando ya es tan grande que está más tiempo fuera que dentro, acude a ella para mamar. Tomará una leche de composición distinta a la que toma simultáneamente el embrión que ya ha nacido y que se encuentra dentro del marsupio.
Aún en el exterior, la madre limpia a su retoño, le protege del calor, le instruye…,siendo difícil encontrar una relación madre-hijo más estrecha. El joven intenta volver a la bolsa con cualquier excusa y, por supuesto, siempre que detecta un peligro; entonces se tira de cabeza en ella. Y lo hace hasta cuando no cabe; se le puede ver dentro con la cabeza y las largas patas que sobresalen ampliamente.
No se puede por menos que reconocer que, a pesar de sus rasgos de primitivismo, mientras sus parientes luchan por sobrevivir o sencillamente se extinguen, el canguro rojo ha sabido congeniar soluciones tan ingeniosas como el mecanismo de salto y la bolsa marsupial, se ha adaptado a un ambiente hostil y desértico, y ha superado el choque que supuso la invasión del hombre, convirtiéndose en la especie dominante del desierto de la Terra australis.

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