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jueves, 25 de abril de 2013

LA REINA DE SABA

Makeda o la reina de Saba, comúnmente conocida, fue la gobernante del antiguo reino de Saba y según el Antiguo Testamento acudió a Israel porque le habían llegado rumores de la gran sabiduría del rey Salomón. La reina acudió a Jerusalén con numerosas preguntas sobre la religión y el culto que se le rendía al Dios que había florecido en las lejanas tierras de Israel. Es la historia de dos gobernantes, un hombre y una mujer, ambos fundadores de sus naciones, apreciados por cristianos, judíos y musulmanes. El relato está en la Biblia y el Corán y ha sido narrado desde entonces por los Bardos. Pero ¿realmente existió esta reina? ¿y por qué ha suscitado fascinación desde hace tanto tiempo?
La Biblia nos narra la historia de cómo la reina de Saba viaja a Jerusalén para conocer al sabio rey Salomón. Durante su visita, Makeda preguntó al rey sobre el Dios que adoraba. La reina, asombrada por las respuestas y la sabiduría del rey y de su Dios, decidió adoptar para su reino el monoteísmo basado en la figura de Yahvé.Alrededor del 700 a.C., cuando el Imperio Asirio de Irak gobernaba Oriente Próximo, el comercio prosperó en África y Arabia, y no solo viajaron bienes y artículos de lujo sino que también lo hicieron religiones, ideas e historias. Cuenta la Biblia que a reina llegó a Jerusalén cargada de ofrendas para el rey Salomón: oro, incienso y colmillos de marfil, también conocidos como los grandes tesoros de África.
En la antigüedad existían dos rutas comerciales muy importantes. Ambas pasaban por Egipto y conectaban África con Arabia. Una de ellas es la ruta de caravanas por el desierto y otra que sale desde el Mar Rojo. Si Makeda viajó a Jerusalén tubo que usar una de estas dos rutas.
Según unos jeroglíficos encontrados en el templo de la reina Hatshepsut, el incienso que había en Egipto provenía de la tierra de Punt. Sin duda para los historiadores, estas lejanas tierras corresponderían a la actual Etiopía. En Addis Abeba se conserva el Kebra Nagast o libro sagrado de los reyes, donde se recoge la historia de esta reina, como madre de Etiopía, y de todos los monarcas posteriores. El libro nos cuenta que la reina permaneció seis meses con Salomón y que de esa visita, surgió un romance entre ambos monarcas. De vuelta a Etiopía, la reina dio a luz al hijo de Salomón y le puso el nombre de Menelik, que significaba hijo del sabio. Menelik se convertiría en el rey de Etiopía y en el primero de los leones de la tribu de Judá de la que descenderían todos los futuros reyes del país. Así, gracias a este monarca se construyó otra Jerusalén en África
La leyenda etíope nos cuenta que Menelik, a su mayoría de edad, visitó al rey Salomón y le dijo que era su hijo. El monarca, que dudó del muchacho, le pidió una prueba que demostrase que era hijo suyo. El joven, le entregó un anillo de oro que Salomón le dio a su madre antes de volver a Etiopía como prueba de su amor por ella. Así pues, el monarca invitó a su hijo a quedarse en Jerusalén pero el corazón de Menelik pertenecía a África y por ello debía volver a su tierra. Como regalo de despedida, Salomón le entregó a su hijo el tesoro más importante del templo de Jerusalén: el Arca de la Alianza.
La capital de la antigua Etiopía era la ciudad de Aksum, que floreció a partir del siglo I a.C. Recientemente se ha podido demostrar que formó parte del antiguo reino de Saba. De hecho, en el año 2008, un equipo de arqueólogos de la universidad de Hamburgo encontraron las ruinas del palacio de Makeda, donde alguna vez pudo haber estado el Arca de la Alianza.
El Corán también hace referencia a Makeda, como gran gobernanta de Saba, al sur de Arabia. El reino preislámico de Saba estuvo en territorio de la actual República de Yemen, país de una extensión ligeramente mayor a la de España, que limita al norte con Arabia Saudí y al oeste con Omán, la amplia costa del sur da al océano Índico y la del este al mar Rojo. Saba fue un país rico, con avanzadas técnicas de irrigación (todavía se alzan los restos de la presa de Marib, de más de un milenio antes de Cristo), floridos jardines, agricultura desarrollada (en esa época el clima era más húmedo), abundancia de incienso y especias diversas, así como oro y piedras preciosas que provenían de otros pequeños reinos cercanos. De ahí partió la Ruta del Incienso, a lo largo del mar Rojo, fue intermediaria comercial durante más de mil años entre el Lejano Oriente y el área mediterránea.
La historia y la arqueología han demostrado la existencia de Makeda, una reina que gobernó desde las profundidades del desierto a una civilización rica y floreciente, que se extendía desde el sur de Arabia hasta el “cuerno de África”, con un importante comercio de productos exóticos y que adoraba a los dioses del sol, la luna y las estrellas y que posteriormente adoptó el monoteísmo en la figura de Yahvé después de su viaje a Jerusalén. Sin duda un personaje rodeado de leyendas que ha superado la historia y que se ha convertido en mito.

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