El 21 de septiembre de 1927 se estrelló en Arizona un avión fletado por la Metro Goldwyn Mayer. El aparato, un Brougham modificado, debía llevar de Los Ángeles a Nueva York a una de las estrellas de la compañía, reclamada para cumplir ciertos compromisos publicitarios.
En el accidente no hubo víctimas, pero al llegar los bomberos al lugar se llevaron una buena sorpresa. La estrella que viajaba en el avión no era otra que Leo, el león emblema de la Metro, un felino al que durante toda su vida le persiguió la mala suerte, o la buena según se mire. Porque Leo no solo salió ileso de este accidente de avión sino que también sobrevivió a dos accidentes ferroviarios, un terremoto, un incendio y una inundación. De hecho, ya el barco que lo trajo a EEUU estuvo a punto de naufragar en el Atlántico. Aunque lo cierto es que, si nos ceñimos a los hechos, todos estos accidentes no le ocurrieron a Leo, o mejor dicho le ocurrieron a cinco Leos diferentes. Porque sí, no hubo un único león de la metro, hubo nada menos que cinco.
Aunque a todos los leones de la Metro se les conoció popularmente como Leo el león, el primero, protagonista del accidente, se llamaba Slats y había nacido en el zoo de Dublín en 1919. Trabajó para la Metro entre 1924 y 1928 y nunca llegó a rugir en pantalla, era la época del cine mudo. No obstante al público le encantaba. Durante dos años recorrió los Estados Unidos promocionando los famosos estudios cinematográficos. Solía acudir a los estrenos de las películas en su propio vehículo desde el que sus cuidadores repartían autógrafos.
Slats dejó su puesto en 1928 al ser sustituido por Jackie. Jackie era físicamente muy parecido a Slats y tuvo el honor de ser el primero cuyos rugidos pudieron ser oidos por los espectadores de las películas, vía gramófono claro. Después vendrían otros como Tanner el primer león de la Metro en tecnicolor. En total, como ya hemos dicho, fueron cinco los leones que pusieron rostro al emblema de la Metro. Y solamente el quinto, imagen de MGM desde 1957, se llamó Leo.
Y ¿que pasó con Slats, el primer león de la Metro?. Volney Phifer, su adiestrador, compró una granja en Gillette, Nueva Jersey, a donde llevó muchos animales utilizados en los espectáculos de Broadway cuando ya no interesaban a sus dueños. Allí llevó también a Slats donde viviría ocho años más hasta su muerte en 1936. Y allí reposan sus restos, bajo un pequeño bloque de granito y un pino, que el propio Phifer plantó tras la muerte de la bestia. Según Phifer mientras el árbol se mantenga en pie sus raíces dominarán el espíritu de Slats.
Cuando la granja rebosaba de vida animal era odiada por los habitantes de Gillette que se quejaban del ruido, los olores y del peligro que suponía que alguno de ellos escapase. Hoy la situación ha cambiado radicalmente. En 1994 los vecinos de Gillette iniciaron una campaña para preservar la tumba de Slats ya que una empresa de transporte pretendía construir un aparcamiento para camiones sobre ella. Consiguieron su propósito, así que por suerte para todos, el espíritu de Slats continúa descansando. Veremos cuanto tarda en volver a rugir.
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