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sábado, 16 de marzo de 2013

EL AJO

Se dice que es originario de las estepas de Asia central, pues el ajo era ya considerado por los primeros egipcios como un elemento fundamental en su alimentación. Desde entonces, la medicina moderna ha demostrado científicamente sus virtudes como vermífugo, antiséptico e hipotensor.
Otras creencias dicen que el ajo es originario del desierto siberiano llevado a Egipto por las tribus nómadas, de donde pasa a la India y posteriormente a Europa.
Conocido desde la antigüedad por sus propiedades curativas. El nombre de ajo, proviene del celta al, cáustico. Muy apreciada por griegos y romanos, pero recién con las Cruzadas se hizo conocido por toda Europa, considerándolo como una panacea contra plagas y otros males. En Italia, es uno de los ingredientes clásicos.
En nuestros días, el ajo es un condimento universal que goza de gran popularidad en los países Mediterráneos y de la América del Sur. En las cocinas como la de Francia y China cumple un papel muy importante, ya sea crudo, en aderezo de salsas y aliño de ensaladas; cocido, en salsas y verduras, acompañando algunas carnes o bien en embutidos y ciertos pescados.
El ajo se ha venido cultivando en Oriente durante siglos, y en fecha tan temprana como el 2000 A.C. fue considerado uno de los ingredientes principales en la cocina e indispensable en medicina. En la India, se emplea en mayores cantidades.
Los antiguos egipcios, cuando hacían juramentos, invocaban al ajo como una deidad, e incluso le dedicaban culto; era tan sagrado que a sus sacerdotes no les estaba permitido comerlo. A los esclavos que construyeron la Pirámide de Keops les dieron de comer dientes de ajos todos los días para mantenerlos fuertes, además de puerros y cebollas. Los egipcios acostumbraban a dejar pequeñas figuras de ajos hechas de arcilla en las tumbas ordinarias y en la tumba de Tutankamon, se encontraron seis cabezas de ajo verdaderas, probablemente puestas allí para mantener alejados a los espíritus malignos.
Para la cultura egipcia el ajo representaba el cosmos, las pieles exteriores son los varios estados del cielo y el infierno, el arreglo de los dientes, el sistema solar; comerlos simboliza la unión del hombre con el universo, alimentando no solo el cuerpo, sino también el alma. Así pues, el ajo, también conocido como "rosa apestosa", planta de la familia de los lirios, es un alimento que tiene una concepción religiosa, histórica y cultural.
Los soldados griegos y romanos masticaban grandes cantidades de él para aumentar su fortaleza, y solían aplicarle el sobrenombre de "rosa maloliente". Tradicionalmente, los atletas griegos masticaban también un diente de ajo antes de competir en los juegos olímpicos. Los griegos consideraban al ajo alimento apropiado para una diosa y los colocaban ceremoniosamente sobre montones de piedras en los cruces de las carreteras como ofrenda a Hécate. Los recolectores de raíces de la antigua Grecia rendían homenaje al poder mágico del ajo consumiendo grandes cantidades de él antes de proceder a cortar determinadas hierbas.
En la Odisea de Homero, el dios Hermes recomienda ajo a Ulises para que lo utilice como conjuro contra Circe, y éste fue el que hizo que la bruja se enamorase apasionadamente de él, permitiéndole así escapar al destino de sus compañeros, que fueron todos transformados en cerdos.
El ajo era una de las cuatrocientas especies recogidas por el "padre de la medicina". Hipócrates, quien en el siglo V A.C. descubrió sus verdaderas propiedades medicinales y curativas. También describió Hipócrates su toxicidad: "El ajo causa flatulencia, una sensación de calor en el pecho y una pesada sensación en la cabeza; excita la ansiedad y aumenta cualquier dolor que pueda haber presente. Sin embargo, posee la buena cualidad de aumentar la secreción de orina". Galeno, el gran seguidor de Hipócrates, lo llamaba "curalotodo".
Virgilio, poeta romano, describe los poderes medicinales del ajo cuando cuenta cómo Thestylis exprimía el jugo de tomillo y ajo silvestre y lo administraba a sus recolectores como medida profiláctica contra las picaduras de serpientes; y Plinio, decía que "el ajo tomado en vino, es un remedio para la mordedura de las musarañas". El ajo troceado y mezclado con aceite curará las úlceras purulentas de la cabeza".
El ajo fue introducido en Gran Bretaña por los romanos. Durante la edad oscura probablemente sólo se cultivó en los huertos de los monasterios. En la Edad Media debido al interés anglosajón por las hierbas y especies vegetales, el ajo adquirió popularidad, conociéndolo con el nombre de molu, en emulación de la fabulosa y mágica planta de Homero.
El nombre de "moly" fue aplicado subsiguientemente a una diversidad de plantas que se suponía eran idénticas a la moly de Homero, especialmente el ajo silvestre, Allium moly, planta nativa del Sur de Europa e introducida en Inglaterra en 1597.
En Inglaterra se comienza a cultivar en 1540. En tiempos isabelinos, era considerado alimento de campesinos. Se le conocía corrientemente como "la medicina del pobre, de especial valor para los hombres del mar, debido a su poder de calmar la disposición a vomitar". Bullein, en su Book of Simples (Libro de plantas) de 1562, lo consideraba una tosca forma de medicina y de lo más desagradable "para las bellas damas" que "prefieren dulces alientos seguidos de suaves palabras".
Alfonso, rey de Castilla en el siglo XIV, no podía soportar su olor y cuando instituyó una orden de caballería, hizo escribir en los estatutos ¡qué ningún caballero que hubiese comido ajo podría acercarse a él al menos durante de un mes! John Evelyn, el articulista del siglo XVII, aborrecía el ajo: "Tenemos terminantemente prohibida su inclusión en nuestras ensaladas por causa de su hedor, que desde tiempos antiguos lo ha hecho tan detestable que el comerlo era parte del castigo impuesto a los que habían cometido los más horribles crímenes".
En los Estados Unidos, se celebra el Festival del Ajo anualmente en Gilroy, California. Se organiza el "baile de cuadra de exprimir el ajo", el torneo de tenis "me encanta ese ajo", la "gran galopada del ajo" y el "asombroso concurso de bicicletas". Coronan a una Reina del Ajo y hay un concurso de "Miss Ajo" para deleite de los espectadores. Más de cien puestos de comidas compiten en el "Gran Concurso de Recetas de Cocina con Ajo", que desprende el olor de cientos de kilos de ajos; y hay también concursos de enristrar ajos, de descabezar ajos y de comer palomitas de maíz al ajo. Letreros publicitarios en coches proclaman que "La vida sin ajo no tiene sabor". El periódico The Garlic Times (Los tiempos del ajo), publicado en California, está dedicado por completo a noticias relativas al ajo. En la actualidad, el bulbo del ajo es usado extensamente para condimentar y forma parte de la dieta habitual del mundo occidental.
En la herbolaria tradicional el ajo generalmente se ingería (entre uno y cuatro dientes al día) para aprovechar sus propiedades medicinales. En China el ajo se utilizaba para tratar la hipertensión, alergias, tos, parásitos intestinales y problemas respiratorios, incluyendo el asma. La investigación científica apoya la utilidad de muchas de estas costumbres. Aparte de su efecto antibiótico, varios estudios señalan dos propiedades del ajo en particular: baja los niveles de azúcar y adelgaza la sangre, por eso puede tener interacciones no deseadas con algunos medicamentos y es recomendable evitar consumirlo varios días antes de cualquier cirugía.
La eficacia del ajo como remedio para las infecciones vaginales fue un secreto bien guardado por las curanderas tradicionales. Durante siglos, las mujeres de diferentes partes del mundo utilizaban un diente de ajo pelado introducido en la vagina durante varias noches para equilibrar los niveles naturales de bacterias en la vagina; cada mañana sacaban el ajo para dejar descansar el cuerpo, utilizando un diente nuevo cada noche. Algunas mujeres envolvían el ajo en una gasa hervida o esterilizada para facilitar su extracción. Este tratamiento podía continuar de 3 a 40 días y a menudo lo aplicaban en combinación con un enjuage diario de tres partes de agua purificada con una parte de vinagre para limpiar las partes ocultas y controlar las levaduras.
La infusión (té) de ajo se utilizaba para hacer gárgaras como remedio para infecciones de la garganta, también se usaba para lavar heridas o tratar problemas de hongos e infecciones de la piel. En algunos casos un diente de ajo entero o molido se aplicaba directamente al área afectado, por ejemplo a las encías inflamadas por infección o sobre las picaduras de insectos.
En la jardinería el ajo se siembra entre las otras hortalizas o alrededor de los árboles frutales para repeler insectos y roedores, también se puede sembrar en las orillas del jardín para evitar las invasiones de hormigas. Una infusión de ajo (a menudo preparado con chile cayenne) se puede aplicar con atomizador directamente a los tallos y hojas de otras plantas como plaguicida.
En los tiempos antiguos masticaban varias hierbas como la menta, tomillo, perejil y albahaca para eliminar el aliento a ajo, hoy en día un chicle tendría el mismo efecto. Un estudio de 2010 sugiere que tomar el ajo junto con leche entera reduce el olor a ajo producido tanto en el aliento como en el cuerpo.

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