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sábado, 23 de febrero de 2013

LA FASCINANTE CAPADOCIA.TURQUIA.

Cuenta una leyenda que hombres y hadas convivían en el corazón de Anatolia hace miles de años. Un día, una de ellas se enamoró de un ser humano y la reina de las hadas, enfadada, las convirtió a todas en palomas y las confinó en piedras cuneiformes que luego se conocerían como «chimeneas de hadas».
A los hombres los condenó a cuidar de ellas, así que los habitantes de Capadocia crearon poblados cerca de los palomares de roca. Como Göreme, el primer enclave que se visita durante un viaje a esta región turca, donde los más mayores aún recuerdan lo difícil que era antiguamente encontrar esposa si no se poseía un palomar.
La puerta de entrada más habitual a Capadocia, sin embargo, es el aeropuerto de Nevsehir, ciudad enclavada 217 kilómetros al sudeste de Ankara, la capital del país. Tan pronto el bullicio de Nevsheir queda atrás camino de Göreme, el viajero se sentirá cautivado por un paisaje que nació de las entrañas de cinco volcanes.
Hace diez millones de años la lava de los volcanes Erciyas, Gallu, Kecyboyduran, Develi y Melendiz cubría Capadocia. Al enfriarse el suelo, el frío del invierno, las lluvias torrenciales de la primavera y los sofocos del estío crearon un paisaje de chimeneas tocadas con boinas donde el ingenio humano talló iglesias, necrópolis y ciudades subterráneas.
No hay un lugar mejor para apreciar este paisaje onírico que Göreme. El antiguo pueblo de campesinos que necesitaban las palomas-hadas para casarse es ahora el centro turístico de la región. Las casas esculpidas en las chimeneas de hadas se han convertido en hoteles, pero Göreme mantiene su aire tradicional, con las mujeres ofreciendo pekmez (zumo de uva) a la puerta de sus casas cueva y escenas que no han variado en siglos, como cuando al atardecer los hombres vuelven del campo a caballo.
Capadocia significa «la tierra de los caballos bellos» y como tales se les representaba en los frisos de Persépolis (Irán) cuando los persas controlaban la región. Hoy las rutas a caballo son una de las opciones más placenteras para recorrer los valles próximos a Göreme.Pasear a pie es, en cambio, la mejor forma de perderse por las calles del pueblo, contemplar sus azoteas cubiertas de parras, comprar artesanías y sentarse en alguno de sus restaurantes a probar una ración de mezzeres o un çömlek kebab, carne picada que ha sido cocinada en una vasija de barro y dentro de un horno de piedra; y de postre, un vino dulce de la región o un aromático té de manzana.
Tras el paréntesis gastronómico, la visita a las iglesias trogloditas del Museo al Aire Libre de Göreme sumerge al visitante en un ambiente místico. El origen de estos templos se remonta a la expansión del cristianismo en Anatolia, época en la que Capadocia era un lugar propicio para esconderse de la persecución religiosa. Los primeros cristianos llegaron en el siglo II, pero fue tras la escisión del Imperio romano, el año 395, cuando empezaron a aparecer ascetas que buscaban aislarse del mundo y se erigieron monasterios e iglesias decorados con frescos.
A la ciudad de Uçhisar, a cinco kilómetros de Göreme, se llega a través del Valle de las Palomas y las colinas de arenisca. Conocida como «la villa francesa» desde que el Club Med la popularizó entre los europeos a mediados de los años 1960, es más tranquila que Göreme. Destaca su Castillo, en realidad un monte de roca volcánica surcado por túneles y ventanas, desde donde se aprecia una de las mejores puestas de sol de Capadocia, con los 3.916 metros del monte Erciyes y sus nieves perpetuas como telón de fondo.
Las vistas desde la ciudadela de Uçhisar son solo comparables a las que se tienen volando en globo. Al alba, cuando el sol todavía no calienta, el terreno arenoso aun impacta más, mientras a lo lejos, como cortado a cuchillo, se vislumbra el valle de Ilhara. Con su iglesia Fragante, la del Jacinto y la del Granero de Bahattin, Ihlara era uno de los santuarios preferidos de los monjes bizantinos y ahora se ha convertido en una popular zona de senderismo. La ruta a pie por este valle es un bálsamo verde que discurre a lo largo del río Melendiz, enmarcado por las paredes de un cañón donde los cristianos construyeron santuarios. El recorrido dura siete horas y cuenta con pequeños establecimientos que sirven pescado de río acabado de capturar.
La ciudad subterránea de Derinkuyu, otra de las joyas de Capadocia, se localiza a apenas 40 kilómetros de Uçhisar. El nombre en turco significa Pozo Profundo, muy apropiado si se tienen en cuenta sus 20 plantas y las 10.000 personas que llegaron a habitarla, ordenadas según una jerarquía social que descendía a medida que las habitaciones se alejaban de la superficie. Como disponía de cocinas, establos, un templo, una escuela, tomas de agua y hasta necrópolis, la ciudad era un refugio seguro durante las invasiones y los inviernos más duros.Los hititas fueron los primeros que usaron las ciudades subterráneas, hace cuatro mil años. El imperio hitita, uno de los mayores de la Antigüedad junto con Egipto y Babilonia, fijó su capital en Hattusas, cuyas ruinas perviven hoy 220 kilómetros al norte de Nevsehir.Pero fueron sin duda los cristianos quienes sacaron el máximo partido a estos complejos bajo el suelo. Perseguidos por los romanos primero y por los árabes después, los cristianos terminaron de desarrollar un sistema de túneles que conectaban el centenar de ciudades subterráneas de la región. Actualmente se han explorado 37 de ellas, siendo Derinkuyu y Kaymakli las más famosas y también las de mayor complejidad y extensión.
Capadocia conserva los vestigios de todas las civilizaciones que la han habitado: hititas, persas, frigios y lidios, romanos y selyúcidas, armenios y griegos. Estos últimos vivieron en el refinado pueblo de Ürgüp hasta que, en 1923, fueron intercambiados –al igual que los del resto del país– por los turcos de Grecia. Emplazada a siete kilómetros de Göreme, Ürgüp se aferra a las paredes de un valle, con las casas cayendo en cascada. Son hermosas moradas transformadas en hoteles con patios que invitan a degustar la deliciosa uva emir, variedad que germina en los suelos volcánicos del valle de Devrent.
Su nombre significa Valle de la Imaginación quizá porque aquí se yergue la mayor densidad de conos volcánicos de Capadocia. Recorrer la zona y observar los contornos de esos gigantes de piedra o chimeneas de hadas es como jugar a adivinar las formas de las nubes: ahora una foca, ahora un delfín, más adelante el sombrero de Napoleón...
De vuelta a Ürgüp aparece el desvío a Zelve, una ciudad troglodita abandonada. Fue un destacado centro cristiano entre los siglos IX y XII y, aunque no tiene la cantidad de iglesias de Göreme ni tampoco sus pinturas al fresco, está rodeada por un peculiar paisaje marcado por la tonalidad rojiza de la piedra. Resulta interesante subir a las celdas de los monjes, decoradas con cruces griegas, e imaginar cómo era el día a día de aquellos anacoretas que vivían a quince metros sobre el suelo, en la cúspide de la chimenea, para que nada perturbara su meditación.

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