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domingo, 24 de febrero de 2013

EL CID CAMPEADOR

La figura del Cid surge en un contexto de cambio dentro de la España Medieval, tras la desaparición del Califato de Córdoba en el 1008 habían surgido los reinos de Taifas, reinos autónomos creados por los distintos ejércitos del Califato, ejércitos de nobles árabes, ejércitos de mercenarios beréberes y ejércitos de mercenarios eslavos.
Los reinos de Taifas destacaron por su alto grado de desarrollo económico y cultural y por su tolerancia en materia religiosa, floreciendo la filosofía. También se caracterizaban por su constante guerrear entre ellas, poco a poco las Taifas más grandes absorbieron a las más pequeñas. Pero las Tafias eran débiles militarmente y solían pedir ayuda a sus vecinos cristianos en los constantes conflictos que mantenían entre sí. La conquista del reino taifa de Toledo en 1085 por obra de Alfonso VI puso de manifiesto la incapacidad militar de los reinos de Taifas hispano-musulmanes para defenderse de los ejércitos cristianos. Los reinos de Taifas eran conscientes de su debilidad militar y habían estado pagando oro a sus vecinos cristianos a cambio de paz y apoyo militar, estos pagos se conocerán como “parias”. Pero los cristianos ya no se contentaban con el oro, aprovechando la desunión de los diferentes reinos de Taifas y las constantes guerras entre ellos, habían aprovechado para expandirse hacia el sur. La conquista de Toledo era la puerta hacía una expansión aún mayor hacia los ricos reinos de los valles del Guardiana y Guadalquivir, objetivo codiciado sobre todo por el reino cristiano de Castilla.
La situación de amenaza hizo que el rey Al-Mutamid de la Taifa de Sevilla pidiera ayuda a sus vecinos almorávides del Norte de África. Pero la ayuda saldría cara, los almorávides o “al-murabitum” (defensores del ribbat), eran defensores del rigorismo religioso y la guerra santa, eran fundamentalitas que habían logrado crear un imperio en le norte de África dirigidos por Yusuf-Ibn Tasufin y que pretendían conquistar toda la Península y extender la Jihad. El rico periodo de prosperidad económica y cultural y tolerancia religiosa de los reinos de Taifas llegaba a su fin, siendo sustituido por el fanatismo religioso y la ignorancia. Los almorávides dominarán la península del 1090 al 1172, imponiendo la intolerancia y el rechazo común de cristianos, judíos y musulmanes andalusíes hacia estos beréberes fanáticos y enemigos de la cultura. Solo un hombre resistirá el avance de la Jihad: Rodrigo Díaz de Vivar; El Cid Campeador.
Rodrigo Díaz nació en Vivar, Burgos, en el año 1043. Era un “infanzón”, es decir un miembro de la baja nobleza. Desde muy joven destacó por ser muy hábil en el uso de las armas en los duelos singulares, eso le valió gran fama y ser conocido como “Campidoctor” o Campeador. Esta habilidad le hizo ascender en la corte del rey Sancho II de Castilla y llegar a ser “alférez del reino”, es decir ser el portaestandarte del Rey. Como alférez del reino combatió al lado del rey Sancho II en las guerras contra sus hermanos Alfonso y García para incorporar los reinos de León y de Galicia al reino de Castilla. Pero el rey Sancho II fue asesinado mientras asediaba Zamora en el año 1072. Rodrigo ejerciendo como alférez del reino hizo jurar en Santa Gadea, Burgos, a Alfonso, el hermano del rey, que no había participado en el asesinato de Sancho II, como condición para jurarle lealtad como rey. El nuevo rey Alfonso VI se dispondrá a coger las riendas de un reino de Castilla fuerte y unificado por la acción de su difunto hermano.
Pero la situación para Rodrigo con el nuevo rey es difícil, el rey se rodea de la nobleza más alta, una nobleza que desprecia a los infanzones como Rodrigo. El único honor que recibirá por parte del rey es el matrimonio con Jimena Díaz hija del conde de Oviedo y sobrina del rey en el 1074. La alta nobleza se ensañará siempre con Rodrigo que se ve relegado a los cargos más bajos y acusado varias veces de delitos, como quedarse con dinero del rey durante el cobro de “parias” a los reinos de Taifas tributarios de Castilla. Una incursión de saqueo, no autorizada por el rey, en tierras de Toledo en 1081 le acarreará el destierro del reino, a instigación de su enemigo dentro de la corte, García Ordóñez, conde de Nájera.
Tras ser desterrado, Rodrigo como hombre de mundo, se dedicará a ser mercenario y se pondrá junto con sus tropas al servicio del rey musulmán Al-Muqtadir de Zaragoza. Tras la muerte de ése rey sus hijos Al-Mutamín y Al-Hachib se disputarán el poder, Rodrigo, conocido ya como “Cidí” o mió Cid, un titulo musulmán que equivale a señor de mercenarios, se pondrá al lado de Al-Mutamín que controla Zaragoza y se enfrentará a Al-Hachib, que domina la taifa de Lérida, auxiliado por el conde de Barcelona y el rey de Aragón-Navarra, a los cuales derrotará en el 1082. Tomando prisionero al conde de Barcelona, Ramón Berenguer “El fraticida” durante la lucha y obteniendo un gran rescate por su liberación. Posteriormente Zaragoza será invadida por las tropas de Castilla y El Cid se negará a combatir contra su anterior rey. Una decisión que será respetada por su señor Al-Mutamín.
La caída de Toledo en manos de Alfonso VI en el 1085 será un hecho trascendental, pues provocará la intervención almoravide. La gran victoria almoravide en Sagrajas en el 1086 destrozará al ejército castellano y acabará con gran parte de la primordial nobleza castellana. Una de las consecuencias de la victoria almoravide es que el rey Alfonso decida perdonar al Cid y pedir su ayuda para defender la taifa de Valencia, reino vasallo de Castilla. Pero el retraso del Cid en socorrer al castillo de Aledo, Murcia, sitiado por los almorávides en el 1089 hará que nuevamente sea desterrado. El rey se enfado tanto que no quiso escuchar el juramento de El Cid de inocencia.
Tras el nuevo destierro El Cid se dedicó de nuevo a intervenir en las guerras entre las taifas de Zaragoza y Lérida. Venciendo y apresando de nuevo al conde de Barcelona, aliado de Lérida, en la batalla del pinar de Tobar, en el 1090. Sus constantes éxitos como mercenario le llevan a ponerse al servicio de Al-Qadir de Valencia. Tras el asesinato de este monarca por partidarios de los almorávides, el Cid ocupará la ciudad y establecerá su propio protectorado sobre la ciudad, actuando como un rey.
Como “protector” del reino de Valencia gobernará a sus súbditos musulmanes según las leyes musulmanas y su gobierno será muy bien considerado por los cronistas musulmanes de la ciudad. Además establecerá una alianza contra los almorávides con su anterior prisionero el conde de Barcelona y con el rey Alfonso para proteger la ciudad. El Cid derrotará a los almorávides comandados por su gran jefe Yusuf en las batallas de Cuarte en el 1094 y en Bairén en el 1097. Siendo el único capaz de derrotar militarmente a los almorávides y salvando Valencia de la ocupación.
En sus últimos años el Cid se dedicó a casar a sus hijas y establecer alianzas, nombró obispo de Valencia al cluniacense Jerónimo de Perigord en el 1098 y casó a su hija María con el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, hijo de su tantas veces prisionero, Ramón Berenguer II. A su otra hija, Cristina la casó con Ramiro de Navarra y será la madre del futuro rey García de Navarra. En el 1099 moría Rodrigo. Tras su muerte, su viuda Jimena logró defender la ciudad durante casi tres años, pidió ayuda al rey Alfonso, pero éste no pudo mantener la ciudad y la abandonó tras incendiarla en el año 1102 llevándose el cadáver del Cid al monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos.
El contraste entre las siete espantosas derrotas que sufrió Alfonso VI entre 1086 y 1107 con sus importantes ejércitos nobiliarios a manos de los almorávides y las victorias del Cid en 1094 y 1097 con un puñado de caballeros de la baja nobleza y mercenarios causó una gran impresión entre sus contemporáneos cristianos y musulmanes. Especialmente será reivindicado por los nobles castellanos, desplazados del poder por los nobles leoneses tras la llegada de Alfonso VI. El Cid fue el único guerrero que derroto a los fanáticos almorávides en el campo de batalla. El conde Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, fue un mercenario gran parte de su vida, pero un mercenario que actuó siempre con honor, lo que le convierte en un héroe es su valentía y su forma de ser consecuente con su honor y con los tiempos que le tocó vivir. Posteriormente ese magnifico poema épico que es el “Cantar del mió Cid” le convertirá en un personaje inmortal, un héroe que cabalgando sobre su caballo blanco Babieca, y empuñando a sus espadas, Tizona y Colada vencerá siempre a los musulmanes y defenderá a la fe cristiana. Seguro que el Cid de carne y hueso, amigo de cristianos y musulmanes por igual, se habría reído de esa imagen. El Cid fue un hombre de su tiempo, que se ganó el pan de la única forma que sabia, peleando.Pero un hombre fiel a su rey hasta la muerte, fiel a un rey ingrato y rencoroso que le envidiaba sus triunfos.El Cid siempre será por todo ello un modelo de tolerancia, de honor, lealtad y valor.

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