Un día de Mayo de 1212 un joven pastor de 12 años apareció en la corte del rey Felipe II de Francia, venía de la pequeña ciudad de Cloyes con una carta para el rey, que según él decía se la había dado Cristo en persona exhortando al rey para que organizara una cruzada. El rey no le hizo demasiado caso, pero el joven Esteban se convertiría en un líder capaz de arrastrar miles de niños para conseguir lo que los mayores no habían conseguido recuperar Jerusalén para Cristiandad.
Durante los quince años anteriores los sermones habían recorrido el campo exigiendo una cruzada contra los musulmanes en Oriente, en España o contra los herejes de Languedoc. En este entorno no era difícil que un niño saliera con la idea de liderar su propia cruzada, de este manera nada más abandonar la corte del rey empezó a anunciar que el lideraría un ejército de niños que rescatarían la ciudad santa. Los mares se abrirían a su paso, tal como lo había hecho antes con Moisés, para que llegara a Tierra Santa.
Esteban de Cloyes, como sería conocido el niño estaba dotado de una gran elocuencia que impresionaba a los mayores y atraía a los niños. Recorrió Francia dando sermones en los que hablaba de su carta y de su misión divina de recuperar Jerusalén. Multitud de niños se convirtieron en sus seguidores y estos a su vez convirtieron a otros.
A finales de Junio los niños se concentraron en Vendome tal como estaba planeado. Sus sorprendidos contemporáneos fijan el número en unos 30.000 niños, ninguno mayor de 12 años. Unos eran humildes campesinos que habían acudido con el consentimiento de sus padres para que participaran en la “gran misión” a la que habían sido llamados, pero había otros de noble cuna que se habían escapado de sus casas. No sólo había niños, también había niñas, algunos sacerdotes jóvenes y algún peregrino anciano.
El camino hacia el sur empezó, casi todos a pie, excepto Esteban, que iba subido a un carro ornamentado protegido del sol, a su lado los niños nobles le acompañaban a lomos de su caballo. Estas diferencias no generaban ningún recelo entre su tropa, muy al contrario, el niño era considerado un santo y los mechones de su pelo así como los trozos de su ropaje eran preciadas reliquias. Los adultos los jaleaban en su ruta como si su inocencia fuera la garantía de su éxito.
El camino hacía Marsella se hacía largo y duro en un verano especialmente caluroso. Algunos se dieron la vuelta y otros poco acostumbrados a unas caminatas tan largas murieron, pero un grupo considerable por fin consiguió llegar a su destino. Por fin había llegado el día en que el joven Moisés abriera las aguas del Mediterráneo para dejar pasar a sus seguidores. Cosa que como es obvio no ocurrió, el desanimo y el enfado cundieron entre sus seguidores, muchos abandonaron pero otros decidieron esperar a ver si al día siguiente y después al siguiente... había más suerte.
La espera surtió su efecto, si bien no podrían caminar por el Mediterráneo, si que podrían cruzarlo en barco, según la leyenda dos mercaderes de Marsella pusieron a disposición de los jóvenes cruzados siete barcos. Tendrían que esperar dieciocho años para volver a saber de ellos.
Mientras tanto, la historia de Esteban había llegado a la región del Rhin, los niños de Alemania no podían ser menos. Semanas después que Esteban hubiera empezado su misión, un niño llamado Nicolás, de un pueblo del Rhin, empezó a predicar el mismo mensaje. Aunque si bien el niño francés pretendía conquistar Tierra Santa por la fuerza, los alemanes lo harían mediante la conversión de los infieles. De manera similar a Esteban en cuestión de semanas ya contaba con unos 20.000 seguidores dispuestos a empezar su camino hacia Italia y el mar.
El ejército de Nicolás estaba compuesto por niños igual que el de Esteban, aunque ligeramente mayores a los franceses, también había un proporción mayor de niñas y nobles, así como un buen número de vagabundos y prostitutas. Al igual que sus colegas franceses el camino también resulto muy duro y muchos decidieron abandonar su peregrinación o perecieron por el camino. Tampoco tuvieron suerte a su llegada a Génova, el mar tampoco se abrió y muchos de los peregrinos aceptaron la oferta de convertirse en ciudadanos genoveses. Años después algunas familias importantes de la ciudad se proclamarían descendientes de estos niños.
Nicolás que todavía esperaba el milagro decidió finalmente ir a Roma, donde fueron recibidos por el Papa Inocencio. Admirado por su piedad pero avergonzado por su locura les urgió a que volvieran a casa y cuando crecieran cumplieran sus votos como cruzados.
Poco se sabe de su viaje de vuelta. Muchos niños murieron y otros, especialmente niñas, viéndose incapaces de soportar un tan largo camino de vuelta parece ser que se quedaron en Italia. Otro reducido grupo parece ser que a su paso por Pisa aprovechó para embarcarse hacia Palestina, aunque jamás se supo más de ellos.
Entre los que jamás volvieron a Alemania parece ser que se encontraba el pequeño Nicolás. Muchos padres de la región al ver que sus hijos no volvieron exigieron que arrestaran a su padre, que parece que ser que le podría haber inducido a llevar a cabo su cruzada, y finalmente este fue colgado.
Pese a sus miserias, parecer ser que los alemanes fueron más afortunados que los franceses. En 1230 un sacerdote llegó a Francia desde Oriente con una curiosa historia que contar: afirmaba que él era uno de los sacerdotes jóvenes que se habían embarcado con Esteban. Según este sacerdote dos de los siete barcos se hundieron cerca de la isla de San Pietro, al sudoeste de Cerdeña, los otros cinco serían capturado por piratas sarracenos y llevados a Argelia. De los capturados un grupo fue vendido como esclavos en Argel y pasaron el resto de sus días en cautividad, otro segundo grupo fue vendido en Egipto y Bagdad. Parece ser que los más afortunados fueron los que sabían leer y escribir, entre ellos este sacerdote puesto que el gobernador de Egipto que estaba interesado en los idiomas occidentales los utilizó de intérpretes, traductores, profesores y secretarios y no les obligó jamás a renunciar a su fe y viviendo en una relativamente confortable cautividad.
La existencia real de esta cruzada ha sido y es objeto de polémica entre los historiadores, llegando algunos de ellos incluso a cuestionar que llegase a existir. La versión más ampliamente aceptada sostiene que hay un cierto trasfondo histórico pero fueron los cronistas posteriores magnificaron los acontecimientos reales sucedidos.
Las investigaciones recientes sugieren que los participantes no eran niños, o al menos no tan jóvenes. A principios del siglo XIII, grupos de vagabundos empezaron a vagar por Europa. Eran gente desplazada por los cambios económicos, que forzaron a muchos campesinos pobres del norte de Francia y Alemania a vender sus tierras. Estos grupos eran denominados pueri (del latín “chicos, niños”) de forma condescendiente.
De acuerdo con las investigaciones modernas parece que en efecto hubo dos movimientos en 1212 tanto en Francia como en Alemania. Las similitudes de ambos permitieron a los cronistas agruparlos en una sola leyenda. Se tiene constancia de un hombre joven llamado Nicolás que lideró un movimiento popular que barrió toda la región del Rhin, después de que presuntamente hubiera recibido instrucciones divinas. Este movimiento había sido precedido por otro similar en Francia liderado por Esteban.
Muy probablemente tanto Esteban como Nicolás habrían tenido visiones de Jesús, dando como resultado que estas bandas de pobres se les unieran en una protesta religiosa que transformaría su penosa existencia en una misión religiosa.
Estos grupos de pueri marcharon, siguiendo a la Cruz Cristiana y asociándose con el viaje bíblico de Jesús. Aunque es muy dudoso que este vagar fuera el preludio de una guerra santa y parece que todos los estudios modernos descartan la posibilidad de que ni siquiera algún grupo llegara nunca a iniciar el viaje a Tierra Santa, descartándose también que hubieran sido vendidos como esclavos a su llegada.
Treinta años más tarde, los cronistas leyeron los testimonios de estar procesiones y tradujeron pueri por “niños” sin entender este otro empleo de la palabra. Así nació la Cruzada de los Niños. La historia resultante ilustra lo fuerte que estaba arraigado el concepto de cruzada en aquel tiempo y lo importante que resultaba Jerusalén para la Cristiandad.
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