Rey de la casa destronada de Navarra (Enrique III, 1562-1610) y luego de Francia (1589-1610). N. en el castillo de Pau (Bearne) el 14 dic. 1553 y m. en París el 14 mayo 1610. Primero de la dinastía de los Borbones, era hijo de Antonio de Borbón, duque de Vendóme y de Juana de Albret, reina pretendiente de Navarra.
>Desde pequeño fue educado en la religión calvinista y ya joven participó en la tercera guerra religiosa que por entonces asolaba a Francia, actuando al lado de los hugonotes (v.) en la Rochela. A la muerte de su madre en 1572, le sucedió en la teórica corona de Navarra con el nombre de Enrique III y el 18 de agosto de ese mismo año se celebraba su matrimonio con Margarita de Valois, hermana de Carlos IX. Días después tuvo lugar la matanza de San Bartolomé (v. NOCHE DE SAN BARTOLOMÉ), de la que se libró al abjurar de su religión. No obstante, permaneció vigilado en la corte hasta que después de escapar se colocó al frente del ejército en defensa de la causa protestante. La muerte en 1584 del duque de Anjou, hermano del rey francés Enrique III, le convirtió en heredero legítimo de la corona, pero el partido católico, capitaneado por el duque de Guisa (v.), se dispuso a oponerse inmediatamente a tal designación, para lo cual en 1585 se restableció de acuerdo con Roma la Santa Liga, con objeto de extirpar la herejía al tiempo que impedir la subida al trono francés de Enrique de Navarra, quien por su parte se alió con Isabel 1 de Inglaterra.
Por este motivo se encendió una nueva lucha dinástico-religiosa llamada de los Tres Enriques (Enrique III, Enrique de Navarra y Enrique de Guisa), que terminaría con la victoria de los protestantes. Asesinado Enrique de Guisa y otros jefes de la Liga por orden del rey, éste se dispuso a reconciliarse con el de Navarra con el propósito de reconquistar París, centro de la Liga capitaneada ahora por el duque de Mayena. En tal situación, Enrique III cayó asesinado por el puñal de Jacques Clement. En su lecho de muerte dejó como sucesor a Enrique de Navarra, que se encontró entonces con graves dificultades para ceñir la corona francesa: Felipe II (v.) quería afianzar los derechos al trono de Francia de su hija Isabel Clara Eugenia, nieta de Enrique II; el papa Sixto V le había excomulgado; los católicos recomendaban la elección de un monarca de su misma religión en el caso de que E. no se convirtiera, tal como el joven card. Carlos de Borbón, príncipe de Condé. Así las cosas, el rey de Navarra decidió dirimir la cuestión por las armas.Se refugió en Normandía desde donde recabó la ayuda de los príncipes protestantes alemanes y de Isabel de Inglaterra. La batalla de Arques (septiembre 1589) y la victoria sobre Mayena en Ivry (marzo 1590), le permitió llegar a los muros de París, pero la intervención española desbarató sus planes. E., que no lograba un triunfo definitivo, decidió convertirse al catolicismo y después de instruirse abrazó públicamente la fe católica el 25 jul. 1593. La Liga ya no tenía razón de ser, las principales plazas del reino se le rindieron y al fin París le abrió sus puertas el 22 mar. 1594. Todo vestigio de oposición desapareció al serle concedida la absolución por Clemente VIII.
La guerra contra España continuó hasta la paz de Vervins y el mismo año de 1598 Enrique IV firmó el edicto de Nantes que aseguraba a los protestantes la libertad de conciencia y les prometía una justicia imparcial, finalizando con ello las guerras de religión en Francia, al tiempo que comenzaba un régimen de tolerancia religiosa. Con todo, su catolicismo parece haber sido sincero, y su protección a las órdenes religiosas, así como su amistad con S. Francisco de Sales y S. VIcente de Paúl parecen confirmarlo. Asegurado en el trono, pudo dedicarse a la reorganización interior del país, ayudado en esta difícil tarea por los consejos y orientaciones del duque de Sully. Restauró la autoridad real, muy mermada a causa de la política de sus antecesores, quienes habían dejado a las provincias a merced de los gobernadores y grandes propietarios, libres para cometer toda clase de atropellos. Enrique IV corrigió tales abusos imponiéndoles lugartenientes y sometiéndoles a la inspección de unos comisarios.
Al comenzar este reinado, el país se hallaba en la más lamentable situación económica, a consecuencia de las pasadas guerras; una de las principales reformas llevadas a cabo por Sully fue la mejora de las finanzas, logrando rebajar ostensiblemente en 10 años la deuda m,cional Se construyeron canales, puentes y caminos, se restauraron las ruinas, se mejoró el comercio y se puso fin al bandidaje. Ciertas compañías de comercio entablaron relaciones con los países de ultramar y numerosos franceses emigraron al Canadá donde Champlain fundó Quebec y PortRoyal. En cuanto a la agricultura, a pesar de algunas revueltas de la clase agraria, fue modernizada con nuevas técnicas y los campesinos tratados con solicitud. Mucho le debe la industria a Enrique IV: impulsó las manufacturas de los artículos de lujo con el fin de aumentar la exportación. Así llegaron a ser famosos en toda Europa los tapices de Gobelinos, los paños de Reims, las armas de París, los encajes, las cristalerías y otros objetos de oro y plata. En consecuencia, Enrique IV y Sully dieron 10 años de tregua y prosperidad a Francia, que conservó de ellos el recuerdo de una edad de oro. En cuanto a la política exterior, siguió manteniendo la oposición a la casa de Austria (v.), tradicional enemiga de Francia, aunque durante 12 años se evitó la guerra.
Una vez que el país estuvo fortalecido interiormente, Enrique IV vio la oportunidad para romper las hostilidades en el asunto de la sucesión de los ducados de Juliers y Cléveris; el rey, que había entrado en una alianza con la Unión Protestante de Alemania, iba a ponerse al frente de sus tropas cuando fue detenido por el puñal de F. Ravaillac, aunque antes había nombrado como regente a su segunda esposa María de Médicis. El 14 mayo 1610, cuando la carroza de Enrique IV pasaba por la calle parisiense de la Ferronnerie, un joven fanático saltó al estribo y atravesó de una cuchillada la aorta del rey, que murió en el acto. Enrique IV, el primero de los Borbones, fue también uno de los reyes más populares de Francia. Caballeroso, valiente, apasionado, supo ganarse la voluntad del pueblo. En su vida privada, los continuos amores con mujeres hermosas le valieron el apodo de «vert galant». Casado dos veces, tuvo de su segunda mujer María de Médicis varios hijos, de entre los cuales el futuro Luis XIII (v.). De sus relaciones ilícitas citaremos la de Gabrielle d'Estrés, Henriette de Balsac d'Entragnes, y la joven Charlotte des Essarts, de las que tuvo varios hijos bastardos. Su reinado, aunque no muy largo, preparó la hegemonía francesa en Europa y fue la base de la brillante época durante la cual Luis XIV ejerció su poder. V. t.: BORBÓN, CASA DE (Francia).
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