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domingo, 31 de marzo de 2013

LA SOBRINA DE HITLER,GELI RAUBAL

La historia es vulgar, se repite mucho, un hombre maduro que se encapricha con una jovencita. Suele terminar mal, o lo paga él, o lo paga ella, o los dos. Aquí lo único extraordinario es el destino que aguarda a ese hombre, ese don nadie recién salido de la cárcel por una aventura política grotesca, que le pide a su hermana que vaya a cuidarlo a su retiro campestre.
Porque Adolf Hitler, mero comparsa en un golpe de ultraderecha cuya estrella es el general Ludendorff, va a convertirse en el dueño de Alemania, luego de Europa, quizá del mundo...
Tras el putsch de Munich (1923) Hitler pasa unos meses en prisión. La tolerante República de Weimar lo pone pronto en libertad, no le considera un peligro serio para el Estado, pero le prohíbe hablar en público. El conspirador se retira a rumiar sus ideas al Obersalzberg, el más soberbio paisaje de los Alpes bávaros, y su hermana Angela le sigue.
Angela, que es viuda, se lleva a su hija Angelika, Geli, una muchacha de 19 años muy lozana de cuerpo, graciosa sin ser una belleza, con la alegría de su radiante juventud. Y se produce el efecto Lolita. El tío Adolf la dobla en edad y no es precisamente un Adonis, pero tiene personalidad, eso nadie puede negarlo, y a los ojos de su provinciana familia es todo un personaje por sus aventuras políticas. Geli se deja encandilar por el tío, y él se enamora locamente, cae en una pasión posesiva por ella.
Cuando Hitler regresa a su base política, Munich, la familia va a vivir con él. A él le encanta exhibirse con esa amante que podría ser su hija, la pasea, la lleva al teatro, a sus tertulias en el café Heck, a las veladas de los lunes en el Neumayr, va de tiendas con ella para comprarle caprichos, como cualquier amante otoñal hace con una querida joven. Adolf Hitler disfruta claramente con la relación.
Geli, no tanto. Como era de esperar, el tío Adolf es muy celoso. La controla obsesivamente, no le permite relaciones con gente de su edad, no quiere que salga si no es con él... Una historia vulgar, ya lo hemos dicho.
La relación es enfermiza y Geli empieza a buscar la liberación. Dado su enclaustramiento, la única persona con la que puede intentarlo es con un íntimo de su tío, Emile Maurice, nazi de primerísima hora y su jefe de pistoleros. Cuando Hitler lo descubre, monta en cólera, Maurice teme que lo mate, pero se controla y, simplemente, lo aparta de su lado.
Frustrado ese desahogo, Geli no piensa ya más que en irse del piso de Prinzregentenplatz, alejarse de su tío y amo. Se empeña en ir a Viena a estudiar canto, quiere ser artista de opereta. El 17 de septiembre los vecinos presencian la última conversación, a voces, entre los dos. Hitler está en la calle, a punto de subir a un automóvil, su sobrina se asoma a la ventana y le grita, muy excitada: “Entonces, ¿no me dejas ir a Viena?”, a lo que él contesta irritado: “¡No!”.
Está a punto de producirse la tragedia.
Se ha especulado mucho sobre el tipo de relaciones sexuales entre tío y sobrina, sobre toda la vida erótica de Hitler. Como políticamente resultó ser un monstruo, se ha querido ver que su sexualidad era también anormal, desviada, enfermiza –o lo que hasta antes de la corrección política merecía esos calificativos-. La verdad es que no hay evidencias serias sobre ese aspecto de su personalidad, salvo que tuvo varias amantes , que experimentó una auténtica pasión por Geli y que mantuvo una relación matrimonial de hecho con Eva Braun.
Otto Strasser, uno de los fundadores del nazismo, fuente cercana a Hitler en los primeros tiempos, dice que éste era masoquista y obligaba a Geli a ejercer de ama dominante y someterle a humillaciones. Pero Strasser no es fuente fiable, todo su afán es desacreditar a Hitler. Jefe del ala izquierda del nazismo, Hitler lo expulsó del partido y tuvo que exilarse para salvar la vida. Todos los de su tendencia fueron asesinados en 1934, en la Noche de los cuchillos largos.
Lo que no es producto de ninguna especulación, sino hecho puro y duro, es que tras la negativa rotunda de su tío a dejarla ir a Viena, Geli aparece muerta de un tiro en el pecho. Todo apunta a que, desesperada, se ha suicidado. Su propia madre explicará después de la guerra, en un interrogatorio de las autoridades estadounidenses, que quería casarse con un violinista, y que tanto Hitler como ella se lo habían prohibido.
Sin embargo, el patético suceso tiene lugar en vísperas electorales, y los adversarios de los nazis, que han pasado de ser una partida de la porra a una fuerza política temible, no van a desaprovechar la ocasión de escándalo. El tiro mortal ha salido de la pistola Walther 6.35 del propio Hitler; éste se encuentra de viaje, tiene coartada irrefutable, pero ciertamente dispone de mucha gente dispuesta a apretar el gatillo por él.Según Strasser, las SS asesinan a Geli porque está embarazada de un judío. Puestos a inventar... Un periódico antinazi de Munich publica que el cadáver de Geli tiene marcas de golpes y la nariz rota. La autopsia oficial no revela ninguna de esas marcas de violencia, pero también hay que tener en cuenta que en 1931 muchos funcionarios de Munich son ya nazis. La instrucción judicial dictamina suicidio, pero la Iglesia católica, que en aquellos tiempos no admitía suicidas en sus cementerios, le da cristiana sepultura a Geli.
En 1933, el editor del periódico anti hitleriano Der Gerade Weg, Fritz Gerlich, anuncia que tiene pruebas de quién ordenó la muerte de Geli y que va a publicarlo. Los SA le hacen una visita, le dan una paliza y destruyen sus archivos. Gerlich será luego asesinado.
Es imposible establecer, en base a los testimonios de la época, si hubo algo más detrás del suicidio de Geli. Lo cierto es que Hitler cae en un estado de desesperación y dolor al enterarse, lo que parece descartarle como inductor de un supuesto asesinato. Del suicidio, sí, él se sabe la causa con su conducta dominante, por lo que además de pena tiene un sentimiento de culpa que explica su conducta desviada.
Cae en una depresión, se recluye junto al lago Tegernesse, habla de dejar la política, se dice que incluso intenta suicidarse y que Rudolf Hess ha de arrebatarle la pistola para impedirlo.
Y cuando supera el estado depresivo, Hitler se entrega a un culto fetichista de su sobrina, convierte su habitación en Prinzregentenplatz en un santuario donde nadie puede entrar, se encierra allí los aniversarios de la muerte de Geli, e incluso las nochebuenas, hasta que el inicio de la guerra le saque de sus rutinas. Ya no vuelve a probar la carne, porque le parece que es “comer de un cadáver”, y en algún momento confesará: “Es la única mujer que he amado”.

3 comentarios:

  1. Esta clase de hechos nunca se podrán comprobar, pero es obvio que la depresión fue todo un teatro para sostener la versión del suicidio, hecho que confirma que fue él o algún matón enviado por él, porque si hubiera sido la oposición habrían iniciado una cacería de brujas.

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  2. La primera foto no es Geli, es Mimi Reiter una admiradora de Hitler quien tuvu un fugaz romance con ella

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    1. Encuentro que hitler se enamoro de su sobrina pero fue un amor sicofico y controlado al cabo que llevo a la desgracia de geli

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