Liboria Casas Regueiro (Madrid, 1911-1999), más conocida como Borita Casas, era hija de una familia acomodada y eso, a veces, la perjudicó un poco porque algunos críticos se acogieron a ese tópico para atacarla sin mucha razón.
La Guerra Civil, como en tantas otras familias españolas, vino a truncar las esperanzas de Borita en cuanto a sus estudios.
Borita Casas empezó a trabajar en radio Madrid, como locutora, para ayudar en la maltrecha economía familiar y esa actividad fue decisiva para ella.
La escritora inventó a Antoñita para la radio y, así, llegó a todos los hogares en la voz de su propia autora.
Salvando las distancias, algo así sucedió con Manolito Gafotas y Elvira Lindo.
En esos años, además, fueron muy famosas las charlas de Antoñita con Don Antonio, también a través de Radio Madrid. Esta ficción hacía creer que Antoñita llegaba a la radio en compañía de Nicerata y se ponía a hablar con Don Antonio Calderón.
La voz y el personaje de Antoñita se hicieron tan famosos que trascendieron el medio radiofónico y llegaron al teatro. Algunos domingos en el Teatro de Monigotes, en las salas del Alcázar y el Albéniz de Madrid, se representaron aventuras de la pequeña Antoñita.
Estas historias se combinaban con argumentos de Marisa Villardefrancos y la actuación de Luis Sánchez Polak y Joaquín Portillo, Tip y Top, que eran los mejores cómicos de entonces.
El papel de la niña estaba representado por otra niña, pero Borita Casas le ponía la voz entre bastidores.
Justo cuando parecía que el éxito de Antoñita comenzaba a diluirse, Borita Casas vio su nombre impreso en letras de molde porque empezó a colaborar asiduamente en la revista Mis Chicas, que se inició el 2 de abril de 1942. Así, desde 1947, Borita Casas empezó a colaborar semanalmente con la revista.
En 1948, Antoñita la fantástica se convirtió en libro, con la suma de sus historias semanales hasta formar una serie que va desde que Antoñita tiene 9 años hasta que se casa.
En concreto aparecieron 12 aventuras de Antoñita, entre las que se pueden citar: Antoñita la fantástica sigue creciendo, Antoñita la fantástica y su tía Cárol, Antoñita la fantástica en el país de la Fantasía, Antñita la fantástica aprendiza de mujer o Antoñita la fantástica y sus amigos.
Borita Casas, a finales de los años 50, empezó a perder popularidad. Se casó y se fue a vivir a México.
A su regreso a España, reanudó la publicación de Antoñita, a requerimientos de doña Consuelo Gil.
En 1987, la editorial Castalia, en su Biblioteca de Escritoras publicó un volumen dedicado a Antoñita.
Antoñita la fantástica, cuando inicia sus andanzas, es, en palabras de su autora, “una niña de la clase media acomodada, es una vivaracha de unos ocho o nueve años”.
Se trata de una niña comunicativa, alegre, jovial, fantasiosa que vive en un mundo de juegos e ilusiones.
Cuando se publicó el primer volumen, en 1948, las críticas fueron muy favorables.
La autora siguió escribiendo y fue añadiendo personajes para complacer a sus lectores.
Así, poco a poco, se van introduciendo los padres, su hermano, su abuela, la chacha Nicerata, sus amigas, sus tíos y primor y su hermano pequeño, Titerris, que nace cuando la colección está muy adelantada.
A veces se ha criticado a Borita Casas la falsedad de contenidos y que plantee la realidad española de la posguerra. Eso no es del todo cierto, porque Antoñita es una niña de clase acomodada, que vive en un barrio elegante de Madrid y que no pase hambre, es cierto.
No obstante, a través de sus ojos limpios de niña ofrece parte de las miserias de la clase media española.
En suma, Antoñita es la portavoz del Madrid de los 40.
Su contenido puede parecer caduco o muy alejado de la realidad actual.
Ahora bien, toda la serie es un admirable fresco de los tipos y costumbres de la capital de España en la posguerra, de sus ambiciones, de sus pequeñas mezquindades.
Lo mejor de Borita Casas está, precisamente, en ser testimonio distendido, pero certero de un momento histórico muy difícil.
El mundo de Antoñita es un mundo real y Borita Casas se vale de sus aventuras imaginativas para denunciar aspectos y defectos de una sociedad de adultos que aún no ha aprendido a comprender a los niños.
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