A una distancia media de casi seis mil millones de kilómetros, el mundo helado de Plutón ha sido considerado durante décadas, desde su descubrimiento, el noveno planeta del Sistema Solar. Recientemente, ha perdido tal condición.
Catalogado ahora como planeta enano, tras la revisión del concepto de planeta por parte de la IAU (Asamblea General, Praga 2006), ha recibido la denominación formal de 134340 Plutón. Es el miembro más destacado del Cinturón de Kuiper, y a pesar de ello es superado en tamaño, no sólo por todos los planetas actualmente oficiales, sino también por siete de los satélites de nuestro sistema planetario: La Luna, Io, Europa, Ganímedes, Calisto, Titán y Tritón.
Aunque siempre fue discutida su condición de planeta, por diversas razones que veremos, fue el descubrimiento de Eris (a la izquierda, con su satélite Dysnomia) en 2005, también en el Cinturón de Kuiper, el que provocó la resolución final de la Asamblea de Praga por la que fue excluido de esa categoría. Eris, que había recibido el nombre provisional de 2003 UB313, parecía tener un diámetro mayor que Plutón (luego se ha comprobado que es incluso algo menor), y es un 27% más masivo.
Tras el descubrimiento de Neptuno, en 1846, los astrónomos seguían sin encontrar una explicación totalmente satisfactoria para las alteraciones que sufría la órbita de Urano. Aunque en realidad la razón estaba en un error en la medición de la masa de éste último, como demostraron posteriormente las sondas Voyager, los científicos buscaron la respuesta en la hipotética existencia más allá de un nuevo planeta, muy masivo, que sería responsable de esas anomalías, por su fuerte tirón gravitatorio, astro bautizado por Percival Lowell como Planeta X. Este astrónomo estadounidense fundó un observatorio desde el que se dedicó a la búsqueda del Planeta X, que resultó infructuosa. Tras su muerte, en 1916, otros astrónomos continuaron su labor desde el mismo Observatorio Lowell, hasta que en 1930 Clyde W. Tombaugh halló un débil punto que variaba su posición con respecto al fondo de estrellas, muy cercano a Wasat (δ Gem), en la Constelación de Géminis.
Una jovencita de Oxford, en Inglaterra, aficionada a la Astronomía y que también estaba interesada en la mitología, llamada Venetia Burney, de sólo 11 años, sugirió a su abuelo que el nuevo astro podría llamarse Plutón, pues este dios del inframundo parecía adecuado para un nuevo planeta distante, que debía ser frío y oscuro. El abuelo hizo llegar la sugerencia de la niña al Observatorio Lowell, y la propuesta fue incluida en una terna, junto con los nombres de Minerva y Cronos, el primero de los cuales ya servía para designar a un asteroide, y el segundo había sido propuesto por un astrónomo que no despertaba demasiadas simpatías, así es que el nombre de Plutón recibió todos los votos, porque además sus dos primeras letras coincidían con las iniciales del fundador del observatorio, Percival Lowell. La joven Venetia recibió una recompensa de cinco libras esterlinas (regalo de su abuelo) y su propuesta fue aceptada.
La dificultad del hallazgo puede comprenderse si se considera que, en la actualidad, Plutón es invisible para telescopios con menos abertura de 10 pulgadas, pues ofrece una magnitud visual de decimocuarto orden. En el momento de su descubrimiento brillaba aún menos (estaba más lejos), entre un mar de estrellas fijas que convertían la búsqueda cual aguja en un pajar. Tanto es así, que el propio Percival Lowell ya había avistado al astro, casi con total probabilidad, en dos ocasiones, sin haberse apercibido de la presencia del enano errante (no se olvide que la palabra planete no significa otra cosa en su griego antiguo original que errante).
Si usted dispone de un telescopio adecuado y cielos verdaderamente oscuros y transparentes, quizás pueda intentar avistarlo en estos días, poco antes del amanecer, en la Constelación de Sagitario, por donde transcurre. Se confunde con una estrella muy tenue, con una ligera tonalidad amarillenta, que se pondrá de manifiesto cuando aplique bastantes aumentos. Tiene en la actualidad una magnitud aparente de +14.16.
Su pequeño tamaño tampoco ayuda a un brillo mayor. Tiene un tercio del volumen de nuestra Luna (y una quinta parte de su masa), y esto fue determinante para la decisión de la IAU de excluirlo de la categoría de planetas, aunque en el texto de la resolución no se aluda a ella, y sólo se aduzca que Plutón no ha limpiado su órbita de otros astros, pues pertenece al Cinturón de Kuiper.
Así, se ha convertido en el miembro más destacado de un nuevo tipo de astros, los planetas enanos, grupo que integra junto a otros cuatro mundos: Los también astros transneptunianos Eris, Makemake y Haumea, además de Ceres, en el cinturón de asteroides, y que hasta ahora era considerado el mayor de éstos. El diámetro de Plutón, en el ecuador, es de 2.306 kilómetros y los otros son menores, aunque el tamaño de Eris está actualmente en discusión.
La nueva definición de planeta, para la Unión Astronómica Internacional, incluye tres requisitos: a) Debe orbitar al Sol, y no a ningún otro cuerpo; b) Debe tener tamaño y masa suficientes para que su gravedad sea superior a las fuerzas de cohesión de la materia y pueda así alcanzar el llamado equilibrio hidrostático, es decir, forma aproximadamente esférica; y c) Debe haber limpiado su órbita de otros astros.
Así pues, según el texto oficial aprobado por la reunión de Praga, el tamaño de Plutón no tiene nada que ver con su exclusión de la categoría, y el único requisito que no cumple es el de tener limpia su órbita de otros objetos. Pero, digo yo que tampoco Júpiter tiene toda su órbita expedita, si tenemos en cuenta los asteroides que la ocupan 60º delante y detrás del planeta, en los llamados Puntos de Lagrange, esto es, los asteroides troyanos. De acuerdo que en una posición estable, pero al fin y al cabo en la misma órbita. ¿Es por eso el gigante joviano un planeta enano?. Según la definición de la IAU, sí lo es. ¿No resulta un disparate, tratándose de un astro dos veces y media más masivo que todos los demás planetas juntos?.
Todos los planetas se mueven en un plano único, que es el que hemos convenido llamar plano de la eclíptica, porque es donde se producen los eclipses. Plutón, en cambio, se desplaza con una inclinación superior a 17º con respecto a ese plano, haciendo sospechar que tiene un origen distinto al de los otros ocho astros.
Por otro lado, y aunque ninguna de las órbitas de los planetas es perfectamente circular, y todas sufren alguna excentricidad (Mercurio bastante acusada), ninguno llega a invadir la órbita del planeta que le precede en cuanto a su proximidad al Sol. Plutón sí lo hace, y durante un cierto tiempo Neptuno está más lejos que él de la estrella. Es ésta una importante excepción, pues rompe una regla general que sólo transgreden objetos no planetarios como asteroides y cometas.
En efecto, entre los años 1979 y 1999, Plutón se introdujo en el interior de la órbita de Neptuno, convirtiéndose en el octavo planeta más cercano al Sol, y relegando a Neptuno a la novena posición. Esto ocurre cada 248 años, que es el tiempo que tarda Plutón en completar una vuelta alrededor del Sol, así que la invasión no volverá a ocurrir hasta septiembre de 2226. Anotar que no hay peligro de colisión, porque ambos planetas están en lo que se llama resonancia orbital, en relación 3:2; quiere esto decir que mientras Plutón completa dos vueltas alrededor del Sol, Neptuno ha dado tres, y se vuelve a producir siempre la misma posición.
En cuanto al resto de sus movimientos, Plutón también muestra un comportamiento atípico, aunque ya no insólito. Por ejemplo, su eje de rotación sufre una brutal inclinación de unos 120º con respecto al plano de su órbita, lo que suele expresarse diciendo que el planeta rota acostado, e incluso patas arriba, fenómeno ya observado en Urano, aunque en el caso del planeta esmeralda de sólo 90º. Esta inclinación también la muestra la Tierra, aunque aquí sólo es de 23.5º, y es la responsable de las estaciones del año.
Es asimismo anómalo el sentido de rotación, retrógrado, como en el propio Urano y también en Venus, es decir, gira de este a oeste, y no al revés, como lo hacen el resto de planetas del Sistema Solar. Consecuencia de esto es que amanece por el oeste. Por cierto, la luminosidad del día es parecida a la que gozamos en la Tierra en una noche de Luna llena, ya que el Sol se encuentra casi 40 veces más lejos por término medio. Es igual que comparar el brillo de la farola de la esquina con la que se encuentra 40 esquinas más allá.
La enorme distancia que nos separa del enano helado hace que nuestro conocimiento de él sea bastante limitado, pues aún ninguna sonda ha llegado hasta allí. Sí hay una en camino, la nave New Horizonts, de la NASA, que llegará a Plutón en el año 2015 si todo va según lo previsto. Cuando esto ocurra, tras un viaje de nueve años y medio, los instrumentos que transporta la nave nos enviarán información e imágenes que tardarán un mínimo de 4 horas en llegarnos desde tan larga distancia.
En superficie, Plutón sufre unas temperaturas que oscilan entre -235 y -210º C. Las zonas que aparecen más oscuras son las más calientes. La baja densidad del astro (2 g/cm3) ha permitido deducir que está formado en su interior por un 70% de roca y el resto por hielo de agua aunque también aparecen pequeñas cantidades de nitrógeno helado, etano y monóxido de carbono, asimismo congelados. Debe existir una tenue atmósfera, también helada sobre todo en el afelio (mayor alejamiento del Sol), compuesta principalmente por nitrógeno y con presencia de monóxido de carbono y metano.
Hasta el momento, conocemos la existencia de cuatro satélites naturales de Plutón: Caronte, descubierto en 1978, Nix e Hydra en 2005, y una última luna avistada recientemente, en 2011, a la que se ha impuesto el nombre provisional de P4, cuya órbita se interpone entre las dos anteriores.
La mayor de estas lunas, Caronte, supera a la mitad de Plutón con sus 1.207 kilómetros de radio. Tiene una característica muy peculiar llamada anclaje orbital, y que consiste en que siempre está sobre el mismo punto del planeta enano. Es como si la Luna siempre estuviera sobre el cielo de Europa y nunca sobre América, pongamos por caso. Además, y como nuestro satélite, siempre muestra la misma cara a Plutón, esto es, tiene una rotación sincrónica. Pero su rasgo más notable es que tiene un tamaño y masa suficiente para no orbitar exactamente a Plutón, pues el centro de gravedad entre ambos astros se localiza en un punto entre los dos, de manera que también Plutón orbita alrededor de ese punto. Por esta razón se discute si en realidad Plutón y Caronte forman un planeta doble.
Mitología
Hijo de Saturno y Rea (Cibeles), Plutón es el señor de las tinieblas que, junto a sus hermanos Júpiter y Neptuno, participó en la Titanomaquia con la que depusieron a su padre del gobierno del mundo. En el reparto, a Júpiter le correspondió la tierra y el cielo, a Neptuno los mares y a Plutón el mundo subterráneo. Aunque considerado un dios benévolo y generoso, era asociado al reino de los muertos y por eso le era imposible encontrar esposa, era detestado por el resto de los dioses y los hombres evitaban pronunciar su nombre, así es que tuvo que raptar a Proserpina, de quien se había enamorado, para desposarla. La madre de ésta, Ceres, se entristeció tanto que provocó el invierno. El equivalente griego de Plutón es Hades.
Las rocas de origen volcánico se llaman también rocas plutónicas en su honor, el elemento químico Plutonio toma su nombre de este astro, y también presta su nombre a Pluto, el simpático personaje de Walt Disney.
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