Seguramente nadie ayudó tanto a la creación, construcción y desarrollo del estado actual de California como lo hiciera Juan Bautista de Anza. Militar, explorador, colonizador y pacificador de territorios ocupados por los indios, fundó lugares tan conocidos en la actualidad como San Francisco, San José o Los Ángeles.
Juan Bautista de Anza nació en la ciudad de Frontera, en Sonora (México) fruto de la unión entre el capitán del ejército español Juan Bautista de Anza y Rafaela Becerra Nieto, ambos naturales también de la ciudad de Sonora. Era nieto de los vascos Antonio de Anza y Lucía de Sasoeta, ambos de Hernani, Gipuzkoa.
Ya desde joven sintió la llamada del frente de combate y en 1755 se alistó en la milicia, empezando desde cadete de caballería para ir subiendo escalones poco a poco. Durante más de 20 años defendió las tierras del norte y sur de Sonora de los ataques de los indios apaches. Abrió rutas de comunicación entre los territorios de Sinaloa, Baja California, Sonora, Chihuahua, Arizona, Nuevo México y California, hasta los ríos Arkansas, el Colorado y Gila. No sólo exploró estas zonas después de descubrirlas sino que también trazó sus respectivos mapas.
Sus grandes retos comienzan en 1772 cuando bajo el permiso del virrey comenzó a abrir la ruta hacia la Alta California, cruzando todo el territorio apache en una labor en la que su propio padre había perdido la vida.
Un año más tarde dejó Tubac, zona de la que era Capitán, para comunicar la región con San Francisco, pacificar a los indios y proteger las misiones jesuitas instaladas en la región. En 1774 con los deberes hechos regresó a Tubac y en reconocimiento por su gran labor fue ascendido a Teniente Coronel. Volvería varias veces más a San Francisco, ciudad que fundó oficialmente al igual que San José y Los Ángeles.
Juan Bautista de Anza alcanzaría el puesto de Jefe de Armas para controlar todas las tropas de la región de Sonora en 1777 año en el que también fue nombrado gobernador de Nuevo México, cuyo mapa también elaboró.
Este guerrero no moriría con las botas puestas sino repentinamente un año después de ser reelecto como gobernador de Nuevo México, en 1787.
Nadie le podrá negar a este nieto de vascos su gran labor allanando el camino para la posterior colonización europea de la Alta California.
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