El Príncipe de Asturias era el mayor trasatlántico jamás abanderado en España y uno de los más grandes de Europa. A los dos años de su botadura, el 5 de marzo de 1916, debido a la niebla y a un fuerte temporal, se hundió en aguas de Brasil. Cerca de quinientos pasajeros y tripulantes que hacia la ruta Barcelona-Buenos Aires perdieron la vida. Entre ellos, el capitán José Lotina natural de Plentzia.
Durante años el misterio del Príncipe de Asturias ha permanecido sin explicación alguna. Se ha convertido en un buque fantasma, porque nadie se ha acordado de él, y su memoria ha desaparecido incluso de las efemérides de la prensa.
El Príncipe de Asturias fue construido por la naviera andaluza Pinillos Izquierdo y Compañía. Era el mayor buque, el más moderno, veloz y lujoso de la marina mercante española. Había sido construido en Glasgow en los astilleros Kingston de Rusell & Co,, con todos los adelantos de la ingeniería náutica de la época, con el fin de ofrecer comodidad y seguridad a los pasajeros. Podía transportar ciento cincuenta pasajeros de primera clase, ciento veinte de segunda y mil quinientos de tercera.
Tenia lujosos salones, contaba con una surtida biblioteca decorada al estilo Luis XVI, poseía un hermoso comedor de primera clase decorado con los mejores materiales…En teoría, según informaciones de la casa propietaria, era insumergible y estaba dotado de los sistemas más modernos de seguridad.
En el animo de todo el mundo estaba muy reciente el naufragio del Titanic, y tras la dramática experiencia de aquel suceso, se había tomado toda clase de preocupaciones con el fin de que fuera casi imposible el hundimiento, de tal modo que la rigurosa sociedad de clasificación Lloyd´s concedió a este buque su más alta valoración.
Su viaje inaugural de Barcelona a Buenos Aires fue el 15 de agosto de 1914. El trasatlántico zarpó ante una gran expectación. El mando había sido confiado al capitán José Lotina Abrisqueta, de treinta y siete años, originario de Plentzia, considerado el más experto de la compañía en la que llevaba trabajando desde hace quince años.
El 5 de marzo el vapor Príncipe de Asturias se hundía frente a la isla de San Sebastián con 600 personas a bordo, la mayoría emigrantes que buscaban una nueva vida en Argentina. Era la noche de carnaval. El brutal choque contra los arrecifes, debido a la niebla y el zarandeo del fuerte temporal, hizo que el enorme buque desapareciera en el océano en menos de cinco minutos. Solo hubo 147 supervivientes.
Se había creado muchas leyendas en torno al trasatlántico que reposa hundido a unos cuarenta y cinco metros de profundidad frente a las costa de Ilhabela como se conoce actualmente a la isla de San Sebastián, en cuyos fondos existen un gran numero de pecios procedentes de otros naufragios. El Príncipe de Asturias ha sido dinamitado varias veces por buscadores de fortunas que trataban de buscar sus tesoros sumergidos. Querían hallar el dinero y joyas guardado en diversas cajas fuertes. Nadie ha dado con ellos hasta la fecha. Es uno de los grandes misterios del buque.
Uno de los embustes es el transporte de un cargamento de oro con el fin de financiar la revolución mexicana de Pancho Villa y de Emiliano Zapata.
Pero el mayor de los enigmas,es la suerte que sufrió el capitán José Lotina.
“ Mucha tinta se escribió en su tiempo sobre las responsabilidades de este marino vasco en el naufragio, y fueron numerosos los investigadores que incluso imaginaron un novelesco y triste final pegándose un tiro en la sien en el interior de sus camarote. Su cadáver nunca apareció en ninguna parte y, según todos los indicios, fue abducido misteriosamente por las aguas de Punta Pirabura. El escenario de la catástrofe”.El capitán José Lotina se había visto con bastantes temporales. En 1910 cuando se encontraba al mando del “Pilar”, un carbonero con alojamiento para algunos pasajeros, frente a las costas cántabras, les sorprendió un espantoso temporal. Lotina hizo alarde de una enorme pericia y sangre fría salvando la nave.
Además del capitán Lotina, en el vapor Príncipe de Asturias en su última singladura, estaban también: Alejandro Gardoqui, primer oficial, Rufino Onzaín, segundo oficial y Ramón Arteaga, segundo maquinista, entre otros marinos vascos. Entre el pasaje se encontraban algunos donostiarras y bilbaínos.
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