En este momento la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que el sector ganadero genera más gases de efecto invernadero que el sector transporte. Esto es debido a que el ganado es un importante productor de metano. El problema es tan alarmante que se estima que en algunos países el 30% de las emisiones totales de gases contaminantes están generadas por los bovinos.
La producción de metano es una parte natural del proceso digestivo de algunos rumiantes – vacas, bisontes, ovejas y cabras-, ya que se ha demostrado que cuando la vaca digiere la comida las bacterias que están presentes en su estómago realizan un proceso de fermentación, por el cual descomponen el material en nutrientes. A partir de este proceso químico se generan dos subproductos: dióxido de carbono y metano.
El metano atrapa 20 veces más el calor que el dióxido de carbono (CO2), considerado el principal gas del efecto invernadero. Su importancia es tal que, por ejemplo, se considera que fue el responsable del calentamiento global que sucedió hace unos 180 millones de años, el cual terminó con la vida de un gran número de especies. En aquella ocasión el metano no procedía de las vacas sino del calentamiento oceánico –a consecuencia de un acercamiento de la órbita terrestre al Sol-, el cual provocó que enormes cantidades de metano atrapadas en el lecho marino fueran expulsadas hacia la atmósfera.
El hecho de que en los años 90 sus niveles se mantuvieran relativamente constantes provocó que el Protocolo de Kyoto estableciera unos límites más flexibles para el metano.
Argentina es uno de los países firmantes del protocolo de Kyoto y prevé la reducción de la emisión de gases contaminantes para el 2013.
Argentina es uno de los mayores exportadores mundiales de carne vacuna, se estima que tiene una ganadería vacuna próxima a los 55 millones, por lo que el aporte del ganado a la contaminación ambiental es muy elevado. Es fácil calcular la magnitud del problema si tenemos en cuenta que una vaca de unos 550 kilos puede producir entre 800 y 1.000 litros diarios de emisiones.
Inicialmente se postuló que la mejor alternativa para reducir la cantidad de emisión de metano de las vacas sería modificar su alimentación, proporcionándoles una dieta más rica en aceites y calorías. En este sentido, científicos del Instituto de Investigaciones Medioambientales de Aberystwyth (Gales, Reino Unido) proponen cultivar trébol blanco y otras leguminosas que contengan una elevada composición de azúcar. El método a pesar de ser realmente eficaz tiene unos costes elevados.
Otro grupo de investigadores ha demostrado que si se administra un suplemento de orégano a las vacas no solo se disminuye hasta en un 40% la emisión de metano, sino que además se incrementa la producción de leche, por lo que el beneficio neto es mayor.
Por su parte, científicos de la Universidad de Hohenheim (Alemania) han diseñado a nivel de laboratorio una píldora que, junto a una dieta especial, podría reducir también las emisiones de metano.
Un investigador canadiense, el doctor Stephen Moore de la Universidad de Alberta, ha identificado los genes vacunos encargados de la producción de metano.
De esta forma, sería posible reducir el efecto invernadero de los eructos de las vacas al cruzar ejemplares eficientes para producir una descendencia que expulse menos metano –hasta un 25% menos-.
Una alternativa es la implantación de las llamadas “mochilas vacunas”.
Se trata de unos dispositivos que se colocan sobre el lomo de las vacas y que están conectados a través de una manguera al estómago, de forma que el metano pase directamente a estas mochilas. Algunos científicos han estimado que de esta forma se podría reducir hasta en un 18% el metano de los eructos de las vacas.
En conclusión, si se reducen los eructos de las vacas, y con ellos la emisión de metano, se podría mitigar el calentamiento global de nuestro planeta.
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