Sucesos como la famosa catástrofe minera de Courriéres, en el norte de Francia, son hoy imposibles. Allí, en marzo de 1906, perecieron no menos de 1.200 mineros, en una serie de explosiones e incendios subterráneos.
Fue la catástrofe más grande que ha sufrido jamás la minería y debemos aceptar hoy con seguridad que esta triste marca nunca será superada. En nuestra generación el recuerdo de esta desgracia se ha borrado casi, pero merece la pena arrancar al olvido algunas circunstancias que allí se dieron, especialmente el hecho de que fueran mineros alemanes los que, como equipo de salvamento, corrieran a ayudar a los mineros de Courriéres. Mineros de la mina Hibernia, cerca de Herne, que tenían el mejor equipo de salvamento, acudieron inmediatamente a Francia, y aunque sólo pudieron salvar a muy pocos de sus compañeros de oficio franceses, esta acción de ayuda fue, sin embargo, un hermoso ejemplo de la camaradería de los mineros por encima de las fronteras.
«No teníamos salvadores y hubo que buscarlos en Alemania...» Así se leyó entonces en «Le Matin», y este periódico, ya entonces no amigo de Alemania, prodigó a los hombres de Herne los mejores cumplidos y todas las relaciones germanofrancesas estuvieron, durante algún tiempo, bajo el signo de Courriéres ; pues, sobre las tumbas de los 1.200 camaradas, los mineros alemanes habían sembrado una buena semilla que, poco a poco, se ha vuelto a marchitar y que no pudo renacer sobre las tumbas de la gran guerra europea. A pesar de todo, queremos tener el recuerdo constante de Courriéres como una estación, como una etapa de las relaciones germanofrancesas y como una brava acción de los mineros alemanes.
Un nuevo Courriéres, una catástrofe minera tan formidable y de parecidas dimensiones sería hoy, como hemos dicho, imposible, porque la técnica de la ventilación ha hecho entretanto gigantescos progresos.
Se ha llegado tan adelante que se piensa instalar grandes «fábricas de clima» como las hay ya en algunas ramas de la Industria, por ejemplo en la fabricación de cigarrillos o en la fabricación de películas, en una palabra, en todas las ramas en las que no se puede prescindir, durante la fabricación, de tener siempre una temperatura uniforme y la misma humedad del aire y la misma limpieza de polvo para garantizar la bondad del producto y su regularidad. Estas instalaciones de clima artificial, que desempeñan en los Estados Unidos de América un importante papel, y que allí se construyen también en edificios de oficinas y hasta en viviendas, se componen de un sistema más o menos complicado de máquinas de limpieza, humectación, calefacción y refrigeración que procuran automáticamente un clima siempre regular y uniforme, aunque fuera haya 35° de calor y zumbe una tormenta de arena, o domine la gran sequedad de un frío de 25° bajo cero.
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