Doña Urraca, una gruñona solterona vestida de negro, de biografía desconocida, fue un personaje bien planificado en la redacción de Bruguera. No fue el primer personaje de Jorge, seudónimo de Miguel Bernet, pues antes le antecedió Melindro Gutiérrez, un tipo con mala suerte y bolsillos vacíos, como el resto de la revista Pulgarcito.
Pero Jorge era un autor joven cuando comenzó a dibujar en este tebeo, de hecho debutó con un estilo similar al de Benejam y en sus primeras historietas imitó –o se vio obligado a imitar– el estilo de Cifré. Tardaría un par de años, aproximadamente, en desarrollar un estilo más propio y personal, ya único, con el cual abordó la tarea de dar vida a un personaje tan singular como Doña Urraca, que fue anticipado por la editorial como todo un acontecimiento, algo que no se hizo con casi ningún otro personaje de aquel tiempo. El personaje fue visto por vez primera en diciembre de 1948, en un anuncio que el editor de Pulgarcito alojó en una página destinada a historietas cortas, promociones y pasatiempos de la revista. Se anunció admirativamente en el número 76 y vivió su primera historieta en el número siguiente, datado el 10 de diciembre de 1948, una historieta titulada “Día 13” que es la que abre este libro de la colección Maestros del Cómic del que estamos tratando.
La alusión a 13 no era casual. Urraca era un personaje que se regodeaba con la mala suerte, disfrutaba con el pesimismo ajeno, obtenía un placer inusitado con la contemplación de la aflicción, el tormento o la muerte. El personaje quedaba ya perfectamente definido así por Jorge (y posiblemente también por el redactor Rafael González, el alma de Pulgarcito, que todo lo vigilaba y retocaba) como otro “daño colateral” de la guerra civil, conflicto que desembocó en una España más dividida que cuando empezó, pues ahora había vencedores y vencidos, poderosos y miserables.
La población civil, durante los primeros años de la posguerra, era una masa callada y mustia, agotada por el hambre, que acumulaba cinismo y odio. Y esto terminó transparentándose en los productos de Bruguera, empresa gestionada por un hombre represaliado por Franco y cuya redacción era dirigida por otro represaliado, un periodista que tuvo que subsistir acarreando carbón durante algún tiempo antes de entrar a coordinar Pulgarcito.
Jorge volcó en Urraca el carácter agrio y furibundo de la típica mujer rechazada por la sociedad: la solterona. Recordemos que el concepto que se tenía de la mujer en los años cuarenta bajo los rancios preceptos del catolicismo, que indicaba que el objetivo de la mujer en la vida era el matrimonio y luego la crianza, y por lo tanto la soltera resultaba inútil, un despojo social. Urraca es una solterona sin suerte en la vida, fea, vieja y sin posibles, que había canalizado su frustración a través del desprecio por los demás. Sus historietas muestran a las claras estas lúgubres predilecciones, puesto que Urraca se muestra gozosa ante el tropezón ajeno, ávida por acudir a los entierros para regocijarse del llanto de las plañideras y feliz de pasar una temporada en el infierno cuando su autor la mata temporalmente en la historieta aparecida en el número 90 de Pulgarcito, en la cual, de tan desagradable e insufrible, fue expulsada del infierno!
La risa que producían aquellas historietas entonces tenía una base de reconocimiento. Hoy es más complejo reír con Urraca, pues no nos vemos reflejados en ella ni tenemos por vecina a una viuda tan huraña, pero desde luego este rescate de la obra de Jorge era imprescindible, pues muestra uno de aquellos pedazos de vida que se fueron creando en las revistas humorísticas de Bruguera y que nos permiten, hoy, abrir una ventana a la cruda sociedad de los años cuarenta y cincuenta en España. Otro factor importante, digno de señalar, de este libro, es que es un libro que recupera obras de Bruguera reconociendo la propiedad y los derechos de los autores, en este caso de los herederos de los autores. Bernet (Jordi Bernet), el hijo de Jorge, es quien informa sobre este particular en el prólogo del libro, un autor de cómics excepcional que habla sobre otro creador de historietas gigantesco que además es su padre. Este libro, por lo tanto, transparenta un doble rescate: el de parte del patrimonio de nuestra historia cultural, y al mismo tiempo el del reconocimiento de una propiedad intelectual que nunca debió ser arrebatada a sus autores.
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