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viernes, 8 de febrero de 2013

DONDE HAY UNA CRUZ NO SE ORINA.QUEVEDO

Sobre Quevedo se han recogido muchas anécdotas, pues era hombre ingenioso y con sentido del humor. Para entender la primera, hay que explicar antes las costumbres higiénicas del Madrid de la época. En aquellos tiempos la gente acostumbraba a orinar en cualquier esquina o rincón propicio ( también era costumbre arrojar por la ventana el contenido de orinales y demás vasijas al grito de ¡Agua va!). Podéis imaginar el hedor que desprendía la ciudad con semejantes prácticas.
La cuestión es que, para evitar que los transeúntes orinaran en las esquinas, decidieron colocar crucifijos con una inscripción en la que se podía leer : ” Donde hay una cruz no se orina “; de esta manera pretendían disuadirlos puesto que era un símbolo sagrado. Quevedo, un día que andaba necesitado de un rincón donde evacuar sus necesidades, acabó en una esquina con su crucifijo y leyenda correspondiente. Nuestro insigne poeta no tuvo por menos que añadir ” … y donde se orina no se ponen crucifijos”. ¡Faltaría más, don Francisco !
En otra ocasión, apostó Quevedo con sus amigos una buena suma de dinero a que era capaz de mentar a la reina doña Isabel, esposa de Felipe IV, su cojera. Al poco tiempo, el poeta fue invitado a palacio, a una importante recepción, y se presentó con dos flores, una rosa y un clavel. Se acercó a la reina al tiempo que le entregaba las flores,diciéndole : ” Entre el clavel y la rosa, su Majestad escoja “.

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