lunes, 13 de mayo de 2013

TURQUIA: MONTE NEMRUT,EL MONTE DE LOS DIOSES.

El monte Nemrut se encuentra en Turquía, en los kilómetros finales de la península de Anatolia, pues pertenece a la cadena montañosa de Tauro, que la delimita. En este monte, el más elevado de la provincia con 2.134 metros de altitud, se encuentra un conjunto de esculturas arruinadas de dioses griegos que fueron esculpidos con elementos artísticos que mezclaban rasgos persas con rasgos griegos. Desde 1987, el monte Nemrut forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Pero las estatuas de dioses de Nemrut Dağ —como dicen los turcos— o Nemrut Dagi no pertenecen a un templo tradicional helénico, sino que se trata de un ambicioso mausoleo ideado por el rey Antíoco I del pequeño reino de Comagene, que se extendía entre el norte de Siria y el Éufrates, sobre una región montañosa pero fértil de paisajes escarpados en las cumbres y verdes en los valles. Estos reyes, sátrapas y gobernantes de las dinastías helénicas solían tener una ascendencia híbrida greco-persa, un hecho que es representado en las estatuas de los dioses del monte Nemrut a través de la fusión de rasgos de ambas culturas. Estas estatuas constituyen un buen ejemplo de la capacidad sincrética de ese Helenismo que nacería en Asia allá por el cuarto siglo antes de Cristo al calor de las conquistas de Alejandro Magno y de la cultura que traían consigo el ejército greco-macedonio.
Este conjunto de esculturas, hoy decapitadas, se encargaría de proteger el mausoleo de Antíoco I de Comagene, que rigió los destinos del modesto reino de Comagene hasta el 34 a.C. —a lo largo de 35 años—. Antíoco I hizo de la provincia un reino independiente aprovechando la disolución definitiva de los reinos de los diádocos.
El propio Antíoco I de Comagene pensaba, o al menos así lo proclamó entre sus súbditos, que era descendiente de los fundadores de las diversas dinastías alejandrinas, y que en ese sentido tenía un cierto origen divino. Por ello, y para demostrar que estaba un poco más cerca de los dioses que de las gentes, el rey ordenó construirse el mausoleo en la cima del alto monte Nemrut: Antíoco afirmaba que era descendiente de Dario III por parte de su padre Mitrídates y de Alejandro Magno por parte de su madre Laodice…
El santuario de Nemrut no deja de ser como una especie de monte Olimpo que se consideraba perfecto para representar a todos los dioses del panteón griego. Al ser un tipo de construcción conocido como hierotheseion, en él debía ser enterrado Antíoco I bajo un túmulo funerario enorme.
En torno a este túmulo hay excavadas tres terrazas: En la que da al este se encuentra una hilera de 5 estatuas entre las que destacan la de Zeus, la de Ares y la del propio Antíoco. Algunas de las estatuas son de animales, como águilas y leones. Las águilas simbolizaban a los mensajeros de los dioses, mientras que los leones representaban a los guardianes del mausoleo.
Hay varias inscripciones en griego talladas en las estatuas. Una de ellas reza: Yo, Antíoco, he mandado erigir este mausoleo para celebrar mi gloria y la de los dioses.
Y es que Antíoco, a raíz de su convicción de provenir de familias de insuperable alcurnia y de su creencia en tener algún tipo de relación parental con los dioses, promulgaba leyes que decía que emanaban directamente de un poder divino —al igual que en la Edad Media los reyes eran depositarios de poder de Dios en la Tierra—. A esto se le conoce como «ley divina de Antíoco», que, según explican en el blog «cabovolo»:
una ley «proclamada por mí, pero que proviene del poder de los dioses» y que Antíoco pretendía revelar al «pueblo de Comagene, a los extranjeros, a los reyes y gobernantes, a los hombres libres y a los esclavos, a todos los que forman parte de la Humanidad y solo se diferencian por nacimiento o destino». A modo de testamento, pide a «todas las futuras generaciones de hombres que posean esta tierra» que respeten esta «ley sagrada».
Las estatuas de los dioses han llegado hasta nuestros días en muy buen estado de conservación, aunque, probablemente a causa de los terremotos, las cabezas y los cuerpos se encuentran separados, habiendo sido estas últimas colocadas a los pies de los cuerpos sentados. Contemplándolas hoy en día, se puede comprobar el origen dual de los dioses, con un atuendo y peinado persas, pero unas facciones griegas. La terraza se completa con una plataforma de piedra y que sería usada en durante las ceremonias como altar.
La terraza oeste es casi idéntica a la este, los mismos dioses siguiendo la misma distribución (conocida como hierotesion), aunque adaptada ligeramente al terreno. Las caras se encuentran mejor conservadas, pero los cuerpos se encuentran esparcidos por el suelo, aunque se está considerando la posibilidad de volverlos a colocar en su posición original.
Sería Charles Sester en 1881 el que rescataría del olvido a Nemrut. En aquel tiempo la zona debía tener un aspecto muy diferente al que tiene ahora, pues, según el testimonio de otro alemán que visitó la zona hace unos 100 años, era un auténtico vergel con árboles que cubrían sus laderas y valles.
Después del descubrimiento de Sester, las ruinas fueron excavadas por arqueólogos alemanes y más tarde por el experto en arte turco, Hamdi Bey. Sin embargo, y pese a su espectacularidad, no fueron todo los estudiadas como debían al no despertar el suficiente interés entre los arqueólogos. Los clásicos porque las encontraban demasiado orientales y los interesados en arte oriental porque las encontraban demasiado clásicas.
La situación cambiaría con la aparición en escena de Theresa Goell, una mujer de Nueva York que había estudiado arte durante 4 años en la Universidad de Cambridge y unos años más tarde había ampliado sus estudios en arte europeo y prehistórico en la Universidad de Columbia. Fue entonces cuando uno de sus profesores le sugirió que investigara sobre el santuario de Nemrut, aprovechando esa falta de interés que había propiciado que hubiera sido poco estudiado. Theresa conseguiría visitar por primera vez el Monte Nemrut en 1947, al que volvería en 1951. Theresa quedó tan fascinada que no le importó dejar su anterior vida en Nueva York, dejando allí a su marido e hijo y marchar en 1953 a Turquía para comenzar las excavaciones con el apoyo, entre otros, de la National Geographic Society.
Theresa se convertiría junto al arqueólogo alemán Friedrich Karl Dorner en uno de los máximos estudiosos del reino de Comagene. Además de Nemrut, realizarían excavaciones en la vecina ciudad de Arsameia y en otras ciudades del reino, rescataron así del olvido a Antíoco y a su desconocido reino, de manera que los peregrinos, ahora en forma de devotos turistas, volvieron a peregrinar a su santuario.

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