Quizá muchos de nosotros nos imaginamos que los ratones les tienen miedo y huyen por sus afiladas garras o por su conocida agilidad, pero nada de eso… más bien le tienen miedo a su saliva.
¿A su saliva?…, quizá te preguntes, así es. Un nuevo estudio revela que los gatos, las ratas y otros depredadores producen una sustancia química en la saliva con la cual aterrorizan a los ratones.
Los investigadores estadounidenses descubrieron que cuando los ratones detectan este compuesto -que también se encuentra en la orina de las ratas reaccionan con miedo. De hecho, este compuesto se llama proteína urinaria mayor o Mup (en sus siglas en inglés) actúa en las células de un órgano sensorial especial en los ratones, llamado órgano de Jacobson o vomeronasal.
Tal como explican los científicos en la revista Cell, las Mup provocan una reacción de terror en el ratón. El órgano vomeronasal contiene neuronas que detectan las señales químicas y está conectado a zonas del cerebro involucradas con la memoria, las emociones y la liberación de hormonas. Ya se sabe que en muchos mamíferos el órgano puede detectar feromonas, los mensajeros químicos que comunican información entre individuos de la misma especie. Estas feromonas pueden tener un efecto directo en la conducta de los animales.
Pero en el nuevo estudio los científicos descubrieron que en los ratones las neuronas del órgano vomeronasal también se ven estimuladas con las señales químicas que emiten sus depredadores.
En los ratones estas proteínas provocan que el animal exhiba señales de miedo como quedarse “congelado” o mantenerse agachado junto al suelo mientras cuidadosamente olfatea e investiga los alrededores.
sábado, 18 de mayo de 2013
VA DE ANIMALES: ARAÑAS
Las arañas pueden ser criaturas tanto interesantes como temibles. Existen varias tipos de arañas y se diferencian generalmente por el tamaño y la coloración. Lo que puede sorprender, es que las más grandes no son tan peligrosas como algunas más pequeñas.
Existen restos fósiles que demuestran que la araña ha existido por más de 300 millones de años. Sin embargo, aún falta evidencia suficiente para ser capaces de decir lo que ocurrió con ellas a través del tiempo, aunque tenemos suficientes especulaciones acerca de los tipos de evolución por lo que ha transitado.
Existe bastante diversidad entre las poblaciones de arañas. De hecho, clasifican con el séptimo puesto en el mundo. El único lugar en el que no viven es la Antártida. Se encuentran en todos los hábitat, incluyendo alrededor de los humanos.
Las arañas pueden variar en tamaño desde muy pequeñas hasta muy grandes. Algunas de ellos se mezclan tan bien con su entorno que ni siquiera puede notarse que están alrededor. Todas ellas tienen cuatro pares de patas, con un total de ocho. También tienen cuatro pares de ojos que utilizan para ayudarse pues no tienen un buen sentido del equilibrio.
Las arañas en general, se mueven lentamente, pues no tienen que preocuparse demasiado por los depredadores. La mayoría de ellas poseen un veneno muy potente capaz de paralizarlos. Hay varios tipos de arañas con veneno lo suficientemente fuerte como para enfermar , incluso matar, a los seres humanos .
Como resultado, muchas personas le tienen miedo a las arañas. Tendemos a hacer todo lo posible para sacarlos de sus casas y su hábitat. Con los seres humanos invadiendo continuamente el territorio de las arañas, estas últimas están teniendo dificultades para encontrar lugares en los que no se encuentre el hombre.
Sin embargo, las arañas son muy buenas adaptándose a entornos cambiantes. No necesitan muchos alimentos para sobrevivir. Estos depredadores a menudo se encuentran muchos insectos en sus redes para luego ser devorados. La zona abdominal de una araña es donde se hace la seda con la que se fabrican las redes o telas. Es increíble verlas trabajar tan diligentemente para crear sus elaboradas redes .
El proceso de apareamiento de los machos y las hembras también resulta interesante. Las hembras son mucho más grandes que los machos. Los machos entregan los espermatozoides en un lugar y luego la hembra se lo inserta en su cuerpo. En muchos casos, los machos serán consumidos por la hembra después de que haya tenido lugar el apareamiento. No se entiende completamente por qué ocurre esto. Como resultado, las arañas más maduras que observan van a ser hembras. Ponen hasta 30.000 huevos de una vez en algunas especies.
Todavía hay mucho que no sabemos sobre el estilo y el ciclo de vida de las arañas. En el caso de muchas especies, son un gran misterio. Su número puede ser difícil de identificar por el hecho de que tienen un hábitat demaciado diversificado. Sin embargo, los investigadores siguen buscando respuestas. Parte de esa investigación es para encontrar tratamientos que funcionen mejor cuando alguien ha sido mordido por una araña venenosa.
Algunas especies de arañas se encuentran actualmente en peligro de extinción debido a los humanos. La fuerte caza combinada con la pérdida de hábitat puede llegar a ser demasiado para muchos de ellas.
La mayoría de los seres humanos no son aficionados a las arañas, por lo que no hacen nada para salvarlas.La mayoría de las arañas tienen ocho ojos (sí, 8!), aunque la mayoría no puede ver muy bien con ellos. Las arañas tejedoras son casi ciegas, navegan su mundo sobre todo por el tacto y el olfato. Algunas arañas, tales como las de la familia Sicariidae, tienen sólo seis ojos. Las arañas de las cavernas y las que viven toda su vida en el suelo, puede no tener ojos en absoluto. También existen algunas arañas que caen entre estos dos extremos, pero siempre con un número par de ojos(2,4,6). Estas arañas cazan a sus presas “a pie” y pueden tener una vision muy aguda. Entre los cazadores de ojo avizor estan las arañas saltarinas y las arañas lobo, los cuales tienen al menos un par de ojos muy grandes que miran hacia adelante.
La mayoría de las arañas no viven más de unos pocos meses porque los depredadores, parásitos y enfermedades las matan a mucho antes de que envejezcan y mueran. Aquellas que completen su ciclo de vida suelen durar al menos un año de la etapa de huevo a adulto. Sin embargo, las arañas mantenidas en cautiverio han demostrado sorprendente longevidad. Algunas tarántulas hembras, por ejemplo, pueden vivir más de veinte años. Dependiendo de la especie, ni siquiera alcanzan la edad adulta por varios años. Las arañas del género Sicarius, de los desiertos de América del Sur y África, pueden vivir hasta casi 15 años. Las arañas tejedoras probablemente no sobrevivan más de uno a tres años, incluso en condiciones óptimas.
Las arañas ayudan a mantener el hogar, jardín, huerto, granja, escuela y lugar de trabajo libre de insectos y plagas. Las arañas ayudan a todo el planeta de una manera similar, impidiendo que los insectos se conviertan en demasiado dominantes y destructivos. Las arañas son a su vez, alimentos para otros organismos, de otras arañas, aves, reptiles y pequeños mamíferos como las musarañas.
Los venenos de arañas son prometedores en el campo de la medicina. La seda de la araña es uno de los materiales más fuertes y más elásticos que existen en la naturaleza. La seda de araña sintetizada ha demostrado ser útil en la creación de la nueva generación de paracaídas y chalecos antibalas. Los pueblos indígenas de Papúa Nueva Guinea incluso usan las redes que de tejen las arañas nephila como redes de pesca, las arañas son inducidas a girar dentro de un marco ovalado que luego se utiliza como red. Las arañas también son utilizadas como sujetos de investigación en disciplinas tan diversas como la fisiología animal y la psicología.
El mayor enemigo de las arañas, además de los asustados seres humanos, podría ser las otras arañas. Incluso algunas arañas tejedoras, como las arañas de la familia Pholcidae, pueden salir de sus propias redes para acechar a otras arañas en sus telas. Los caballitos del diablo gigantes tropicales revolotean frente a las telas de araña y cogen a la araña fuera. El enorme y colorido “halcón” tarántula sucumbe ante las avispas. Otras avispas llamadas ichneumons ponen sus huevos en el lomo de la araña y la larva de avispa que nace luego poco a poco se come la araña viva.
Otros insectos son parásitos, o depredadores de las arañas en todas sus etapas de vida, los insectos de la familia Mantispidae se desarrollan como larvas dentro del saco de huevos de la araña, y se comen todos sus huevos. Incluso los seres humanos comen arañas intencionalmente, algunos pueblos indígenas de América del Sur caza tarántulas gigantes y se las comen fritas, las arañas son consideradas un manjar crujiente. Otros mamíferos, como musarañas, coatí, suricatas, y ratones saltamontes también comen arañas con regularidad. Lo mismo ocurre con los reptiles, especialmente los lagartos. Las aves no sólo se alimentan de arañas, sino que utilizan la seda de araña en la fabricación de sus nidos.
“Grande” es un término relativo, y existe más de una araña que podría ser considerado elal más grande, dependiendo de si se mide el peso medio, la longitud del cuerpo, o la longitud de las patas.
El consenso general en la actualidad parece indicar que la tarántula goliat come pájaros es la araña más grande. Los machos de esta especie puede tener una longitud de patas de hasta diez pulgadas (25 cm). Sin duda, es la más pesada de las arañas, el ejemplar que ostenta el récord mundial Guinness pesó 6.17 onzas (175 gramos). La mayor araña tejedora, fue descubierta entre los especímenes de un museo de África. Una hembra madura puede tener una longitud corporal de 1,5 pulgadas (3,8 cm) y una longitud de las patas de 4-5 pulgadas (10-12 cm). Los machos son, literalmente, una fracción del tamaño de sus enormes parejas. La extinta araña, Megarachne servinei, que vivió en la parte superior del Período Carbonífero de la historia geológica, tuvo una longitud de 16 pulgadas (34 cm), y una longitud de patas de tal vez 20 pulgadas (50 cm).
La identificación de una araña es difícil, incluso para los expertos. Existen alrededor de 4.000 especies de arañas solamente en Norteamérica, y no hay duda de que muchas “nuevas” especies están en espera de descripciones y nombres científicos.
Las características necesarias para identificar a una araña, como la disposición de sus ojos y vistas microscópicas de sus genitales, a menudo, no son visibles en las imágenes. Es útil, sin embargo, tener en cuenta el tipo de tela en que se encuentra la araña (no todas las arañas tejen telas), si era al aire libre o en interiores, incluya una evaluación precisa de la longitud del cuerpo de araña. Recuerde siempre incluir la ubicación geográfica específica. Por último, asegúrese de que es en realidad una araña lo que tiene, y no otro arácnido, o incluso un insecto.
Como la mayoría de los depredadores, las arañas son oportunistas. Comeran a menudo cuando la presa es abundante, pero también pueden ayunar durante largos períodos de tiempo sin efectos nocivos. Las arañas no reciben agua de su alimento, por lo que deben beber de las gotas de rocío y otras fuentes de humedad. Las arañas que gastan gran cantidad de energía en la caza “a pie” deben comer con más frecuencia que las arañas que simplemente se sientan y esperan una emboscada (o en las redes). En términos generales, una araña puede comer todos los días, o pasarse varios meses sin comida. La araña promedio cae en algún punto entre esos dos extremos.
Existen restos fósiles que demuestran que la araña ha existido por más de 300 millones de años. Sin embargo, aún falta evidencia suficiente para ser capaces de decir lo que ocurrió con ellas a través del tiempo, aunque tenemos suficientes especulaciones acerca de los tipos de evolución por lo que ha transitado.
Existe bastante diversidad entre las poblaciones de arañas. De hecho, clasifican con el séptimo puesto en el mundo. El único lugar en el que no viven es la Antártida. Se encuentran en todos los hábitat, incluyendo alrededor de los humanos.
Las arañas pueden variar en tamaño desde muy pequeñas hasta muy grandes. Algunas de ellos se mezclan tan bien con su entorno que ni siquiera puede notarse que están alrededor. Todas ellas tienen cuatro pares de patas, con un total de ocho. También tienen cuatro pares de ojos que utilizan para ayudarse pues no tienen un buen sentido del equilibrio.
Las arañas en general, se mueven lentamente, pues no tienen que preocuparse demasiado por los depredadores. La mayoría de ellas poseen un veneno muy potente capaz de paralizarlos. Hay varios tipos de arañas con veneno lo suficientemente fuerte como para enfermar , incluso matar, a los seres humanos .
Como resultado, muchas personas le tienen miedo a las arañas. Tendemos a hacer todo lo posible para sacarlos de sus casas y su hábitat. Con los seres humanos invadiendo continuamente el territorio de las arañas, estas últimas están teniendo dificultades para encontrar lugares en los que no se encuentre el hombre.
Sin embargo, las arañas son muy buenas adaptándose a entornos cambiantes. No necesitan muchos alimentos para sobrevivir. Estos depredadores a menudo se encuentran muchos insectos en sus redes para luego ser devorados. La zona abdominal de una araña es donde se hace la seda con la que se fabrican las redes o telas. Es increíble verlas trabajar tan diligentemente para crear sus elaboradas redes .
El proceso de apareamiento de los machos y las hembras también resulta interesante. Las hembras son mucho más grandes que los machos. Los machos entregan los espermatozoides en un lugar y luego la hembra se lo inserta en su cuerpo. En muchos casos, los machos serán consumidos por la hembra después de que haya tenido lugar el apareamiento. No se entiende completamente por qué ocurre esto. Como resultado, las arañas más maduras que observan van a ser hembras. Ponen hasta 30.000 huevos de una vez en algunas especies.
Todavía hay mucho que no sabemos sobre el estilo y el ciclo de vida de las arañas. En el caso de muchas especies, son un gran misterio. Su número puede ser difícil de identificar por el hecho de que tienen un hábitat demaciado diversificado. Sin embargo, los investigadores siguen buscando respuestas. Parte de esa investigación es para encontrar tratamientos que funcionen mejor cuando alguien ha sido mordido por una araña venenosa.
Algunas especies de arañas se encuentran actualmente en peligro de extinción debido a los humanos. La fuerte caza combinada con la pérdida de hábitat puede llegar a ser demasiado para muchos de ellas.
La mayoría de los seres humanos no son aficionados a las arañas, por lo que no hacen nada para salvarlas.La mayoría de las arañas tienen ocho ojos (sí, 8!), aunque la mayoría no puede ver muy bien con ellos. Las arañas tejedoras son casi ciegas, navegan su mundo sobre todo por el tacto y el olfato. Algunas arañas, tales como las de la familia Sicariidae, tienen sólo seis ojos. Las arañas de las cavernas y las que viven toda su vida en el suelo, puede no tener ojos en absoluto. También existen algunas arañas que caen entre estos dos extremos, pero siempre con un número par de ojos(2,4,6). Estas arañas cazan a sus presas “a pie” y pueden tener una vision muy aguda. Entre los cazadores de ojo avizor estan las arañas saltarinas y las arañas lobo, los cuales tienen al menos un par de ojos muy grandes que miran hacia adelante.
La mayoría de las arañas no viven más de unos pocos meses porque los depredadores, parásitos y enfermedades las matan a mucho antes de que envejezcan y mueran. Aquellas que completen su ciclo de vida suelen durar al menos un año de la etapa de huevo a adulto. Sin embargo, las arañas mantenidas en cautiverio han demostrado sorprendente longevidad. Algunas tarántulas hembras, por ejemplo, pueden vivir más de veinte años. Dependiendo de la especie, ni siquiera alcanzan la edad adulta por varios años. Las arañas del género Sicarius, de los desiertos de América del Sur y África, pueden vivir hasta casi 15 años. Las arañas tejedoras probablemente no sobrevivan más de uno a tres años, incluso en condiciones óptimas.
Las arañas ayudan a mantener el hogar, jardín, huerto, granja, escuela y lugar de trabajo libre de insectos y plagas. Las arañas ayudan a todo el planeta de una manera similar, impidiendo que los insectos se conviertan en demasiado dominantes y destructivos. Las arañas son a su vez, alimentos para otros organismos, de otras arañas, aves, reptiles y pequeños mamíferos como las musarañas.
Los venenos de arañas son prometedores en el campo de la medicina. La seda de la araña es uno de los materiales más fuertes y más elásticos que existen en la naturaleza. La seda de araña sintetizada ha demostrado ser útil en la creación de la nueva generación de paracaídas y chalecos antibalas. Los pueblos indígenas de Papúa Nueva Guinea incluso usan las redes que de tejen las arañas nephila como redes de pesca, las arañas son inducidas a girar dentro de un marco ovalado que luego se utiliza como red. Las arañas también son utilizadas como sujetos de investigación en disciplinas tan diversas como la fisiología animal y la psicología.
El mayor enemigo de las arañas, además de los asustados seres humanos, podría ser las otras arañas. Incluso algunas arañas tejedoras, como las arañas de la familia Pholcidae, pueden salir de sus propias redes para acechar a otras arañas en sus telas. Los caballitos del diablo gigantes tropicales revolotean frente a las telas de araña y cogen a la araña fuera. El enorme y colorido “halcón” tarántula sucumbe ante las avispas. Otras avispas llamadas ichneumons ponen sus huevos en el lomo de la araña y la larva de avispa que nace luego poco a poco se come la araña viva.
Otros insectos son parásitos, o depredadores de las arañas en todas sus etapas de vida, los insectos de la familia Mantispidae se desarrollan como larvas dentro del saco de huevos de la araña, y se comen todos sus huevos. Incluso los seres humanos comen arañas intencionalmente, algunos pueblos indígenas de América del Sur caza tarántulas gigantes y se las comen fritas, las arañas son consideradas un manjar crujiente. Otros mamíferos, como musarañas, coatí, suricatas, y ratones saltamontes también comen arañas con regularidad. Lo mismo ocurre con los reptiles, especialmente los lagartos. Las aves no sólo se alimentan de arañas, sino que utilizan la seda de araña en la fabricación de sus nidos.
“Grande” es un término relativo, y existe más de una araña que podría ser considerado elal más grande, dependiendo de si se mide el peso medio, la longitud del cuerpo, o la longitud de las patas.
El consenso general en la actualidad parece indicar que la tarántula goliat come pájaros es la araña más grande. Los machos de esta especie puede tener una longitud de patas de hasta diez pulgadas (25 cm). Sin duda, es la más pesada de las arañas, el ejemplar que ostenta el récord mundial Guinness pesó 6.17 onzas (175 gramos). La mayor araña tejedora, fue descubierta entre los especímenes de un museo de África. Una hembra madura puede tener una longitud corporal de 1,5 pulgadas (3,8 cm) y una longitud de las patas de 4-5 pulgadas (10-12 cm). Los machos son, literalmente, una fracción del tamaño de sus enormes parejas. La extinta araña, Megarachne servinei, que vivió en la parte superior del Período Carbonífero de la historia geológica, tuvo una longitud de 16 pulgadas (34 cm), y una longitud de patas de tal vez 20 pulgadas (50 cm).
La identificación de una araña es difícil, incluso para los expertos. Existen alrededor de 4.000 especies de arañas solamente en Norteamérica, y no hay duda de que muchas “nuevas” especies están en espera de descripciones y nombres científicos.
Las características necesarias para identificar a una araña, como la disposición de sus ojos y vistas microscópicas de sus genitales, a menudo, no son visibles en las imágenes. Es útil, sin embargo, tener en cuenta el tipo de tela en que se encuentra la araña (no todas las arañas tejen telas), si era al aire libre o en interiores, incluya una evaluación precisa de la longitud del cuerpo de araña. Recuerde siempre incluir la ubicación geográfica específica. Por último, asegúrese de que es en realidad una araña lo que tiene, y no otro arácnido, o incluso un insecto.
Como la mayoría de los depredadores, las arañas son oportunistas. Comeran a menudo cuando la presa es abundante, pero también pueden ayunar durante largos períodos de tiempo sin efectos nocivos. Las arañas no reciben agua de su alimento, por lo que deben beber de las gotas de rocío y otras fuentes de humedad. Las arañas que gastan gran cantidad de energía en la caza “a pie” deben comer con más frecuencia que las arañas que simplemente se sientan y esperan una emboscada (o en las redes). En términos generales, una araña puede comer todos los días, o pasarse varios meses sin comida. La araña promedio cae en algún punto entre esos dos extremos.
HENRIETTA LACKS,INMORTAL SIN SABERLO.
Toda historia tiene un comienzo. Ésta tiene dos.
El primero arranca con el llanto de un bebé llamado Henrietta el 1 de agosto de 1920 en Roanoke, Virginia (EEUU). Por uno de esos tortuosos vericuetos que siguen las cosas, la peripecia de esa niña iba a ser la de un exultante triunfo sobre la enfermedad de millones de personas a costa de un amargo sacrificio involuntario.
Un relato de luces y sombras donde las categorías éticas se confunden; una singular paradoja por la que una mujer cuya contribución fue decisiva para el progreso de la medicina jamás recibirá el premio Nobel.
El segundo comienzo se sitúa 31 años más tarde, en el hospital Johns Hopkins de Baltimore, donde un joven residente de ginecología entregaba una muestra de tejido humano a George Gey, un investigador obsesionado con el objetivo de arrancarle a la naturaleza una cura contra el cáncer que él imaginaba agazapada en algún rincón de las células malignas a las que mimaba en su laboratorio.
El protagonista de este segundo capítulo no iba a ser el médico, ni Gey, sino el tercer personaje en escena: el silencioso tejido guardado en el envase. No parece probable que George y Henrietta llegasen a conocerse personalmente. No frecuentaban los mismos círculos. Él era un científico blanco en un hospital de prestigio, donde fundó con la ayuda de su mujer el Laboratorio de Cultivos Celulares. Ella fue una niña negra del viejo sur confederado, criada en los mismos campos de tabaco que sus antepasados habían labrado en régimen de esclavitud.
Tras la abolición, familias como la suya heredaron dos bienes: un retazo de tierra al que arrancarle el fruto de su libertad y un apellido, el de su antiguo amo, que les enganchaba al censo como americanos de pleno derecho.
Henrietta tuvo tantos hermanos que ni en el censo salen las cuentas. Puede ser que su madre muriera de parto y que su padre, casi cincuentón, tomara por nueva esposa a una niña que balbuceaba su primera adolescencia.
Al llegarle la edad, Henrietta se casó con David Lacks, un chico de Clover, Virginia. Vinieron cinco hijos y la necesidad de que los brazos de David exprimieran algo más que el escaso jugo de la tierra. El futuro estaba en la industria de Baltimore, y la familia se trasladó a Turners Station, una comunidad afroamericana, como llaman ahora a los guetos.
Atrás quedaba un pedazo de tierra al que volver en Lackstown, la heredad de Virginia, y delante se abría el futuro próspero de los astilleros de Sparrow's Point, donde los Lacks conquistaron una magra prosperidad con la que reclamar su estrella en la bandera. Todo estaba bien. Hasta que dejó de estarlo. Una mañana, Henrietta despertó del sueño americano con una mancha de sangre en su ropa interior.
El 1 de febrero de 1951, ingresó en el ala para negros del Johns Hopkins y unos días más tarde, le diagnosticaron un cáncer de cuello de útero. El tumor era tan maligno que su progreso les cortaba a los médicos la respiración y a Henrietta, la vida en ocho meses. Con 31 años de edad y cinco hijos, tres de ellos aún con pañales, Henrietta moría en el hospital el 4 de octubre.
Ese mismo día, un triunfal George Gey saludaba a la nación desde una emisora de televisión anunciando que al fin, después de tres décadas de trabajo, había logrado sitiar y encarcelar a su enemigo acérrimo: el cáncer.
Por primera vez en la historia, se había conseguido mantener en cultivo continuo un tejido tumoral humano, la primera línea celular inmortal. Blandiendo un vial de sus células ante la cámara, Gey pronunció el nombre con el que había bautizado a su diminuta bestia: células HeLa. Veinte años después, los nombres HeLa y Henrietta Lacks volvieron a unirse. Fue en un artículo aparecido en 1971, donde se revelaba el origen de las células junto a una fotografía de su fuente humana. Desde entonces, los científicos que cultivaban el legado biológico de Henrietta pudieron poner cara a sus células. Pero los Lacks continuaban ajenos a ello.
La historia de Henrietta ha sido extensamente estudiada por la escritora estadounidense Rebecca Skloot, que publico un libro titulado La vida inmortal de Henrietta Lacks. "Escuché por primera vez hablar de Henrietta y las células HeLa cuando tenía 16 años, en una charla sobre biología. Quedé obsesionada con esta historia y no he parado desde entonces", explica Skloot. La autora relata que el conocimiento de la segunda vida de Henrietta llegó a la familia en una cena casual entre amigos.
Bárbara, esposa del hijo mayor de Henrietta, cenaba con su amiga Jasmine, la hermana de ésta y su marido Jackson, un joven científico. Al escuchar el apellido Lacks, Jackson comentó la curiosa relación de aquel nombre con una de sus herramientas de trabajo. En apenas unos minutos, los cabos quedaron atados y en sólo unas horas, la noticia voló hasta el último de los Lacks vivos.
David, el marido de Henrietta, recordó entonces que a regañadientes había consentido a los médicos que tomaran alguna muestra de su mujer para estudiar si el cáncer podía afectar a otros miembros de su familia. Pero nunca imaginó que una parte de su esposa estuviera creciendo casi en cada laboratorio de biología celular del mundo, ni que aquello hubiera generado una nueva área de negocio en el que la familia fundadora no participaba.
Si la historia terminase aquí, George Gey tal vez interpretaría el papel de supervillano. Pero no fue así. Durante años, había entregado su vida, su trabajo y su dinero al convencimiento de que su enemigo era asequible. Una vez establecida la línea HeLa, se concentró en investigar los mecanismos del cáncer sin atender a su prestigio ni a su ganancia. Rehuía la fama en favor de su único objetivo y por ello no detenía sus experimentos para solicitar patentes ni para publicar sus resultados. Cubrió el mundo de células HeLa, viajando con los bolsillos llenos de viales y distribuyendo gratuitamente muestras a todo aquel que las solicitase.
Acogió en su laboratorio y en su casa a decenas de científicos que llegaban de todos los rincones para copiar sus técnicas. Recaudó millones de dólares de famosos benefactores, como Walt Disney, para donarlos a la lucha contra el cáncer. Fundó asociaciones científicas y bancos de tejidos. Y por fin, en 1970, cuando el enemigo le comió desde dentro, tuvo tiempo de derivar una línea celular de su propio cáncer de páncreas antes de morir.
El trabajo de Gey revolucionó el mundo de la biomedicina. Equipos de todo el planeta desentrañan los procesos cancerosos gracias a las células de Henrietta. Jonas Salk y sus colaboradores lograron por primera vez hacer crecer el virus de la poliomielitis en las prolíficas HeLa, lo que permitió desarrollar un test de diagnóstico y la vacuna que ha salvado de esta lacra a millones de niños.
Las HeLa han estado presentes como sufridas cobayas en ensayos atómicos y en los primeros vuelos al espacio. Hoy, no hay un banco de tejidos donde no se almacenen viales congelados con la inscripción HeLa o un laboratorio de cultivos donde la herencia inmortal de Henrietta no ocupe algún frasco en el incubador. Quien no las emplea para estudiar el cáncer o la fisiología celular, las utiliza como línea de control por su facilidad de cultivo y su docilidad de manejo.La docilidad que esconde una increíble furia proliferativa. Las células crecen con una robustez espectacular, doblando su número cada 24 horas, y tal es su éxito, que sobrecrecen a cualquier competidor en el medio.
Por la misma época en que los Lacks supieron de la extraña reencarnación de Henrietta, un investigador llamado Walter Nelson-Rees hizo público un estudio desolador para la comunidad científica: a lo largo de los años, alguna descuidada contaminación esporádica entre frascos de cultivo había mezclado las HeLa con otras líneas celulares de aparición posterior, pero siempre más débiles.
Con el tiempo, las HeLa habían arrasado y muchos científicos habían publicado sus resultados con células de cáncer de próstata o mama ignorando que durante años habían cultivado, sin saberlo, células HeLa.
Tal es el éxito de las HeLa, que incluso un biólogo evolucionista llamado Leigh Van Valen propuso que fueran aceptadas como una nueva especie: Helacyton gartleri. Para defender su postura, se basaba en que las células presentan un cariotipo estable de 82 cromosomas, frente a los 46 humanos, y un genoma quimérico que fusiona el humano con el del virus del papiloma 18, el causante de la enfermedad de Henrietta.
Aunque rompedora, la propuesta de Van Valen no ha encontrado excesivo predicamento, como refleja la opinión de Annie Machordom, especialista en sistemática de especies del Museo Nacional de Ciencias Naturales (del CSIC): "Como creación de polémica, es interesante, pero de ninguna manera se puede considerar que un tumor sea un proceso evolutivo".
En el tiempo necesario para leer estos párrafos, las HeLa han continuado creciendo por millones en incubadores de todo el mundo, silenciosas, sin que Henrietta Lacks reciba más visibles homenajes que el que anualmente celebra su comunidad local o el que pueda aportar algún recuerdo en la prensa. El final de su historia se cerró en 1951, con sus restos enterrados en una tumba en Lackstown, Virginia. Y aunque una historia con dos comienzos debería tener dos finales, es posible que el segundo no llegue nunca.
El primero arranca con el llanto de un bebé llamado Henrietta el 1 de agosto de 1920 en Roanoke, Virginia (EEUU). Por uno de esos tortuosos vericuetos que siguen las cosas, la peripecia de esa niña iba a ser la de un exultante triunfo sobre la enfermedad de millones de personas a costa de un amargo sacrificio involuntario.
Un relato de luces y sombras donde las categorías éticas se confunden; una singular paradoja por la que una mujer cuya contribución fue decisiva para el progreso de la medicina jamás recibirá el premio Nobel.
El segundo comienzo se sitúa 31 años más tarde, en el hospital Johns Hopkins de Baltimore, donde un joven residente de ginecología entregaba una muestra de tejido humano a George Gey, un investigador obsesionado con el objetivo de arrancarle a la naturaleza una cura contra el cáncer que él imaginaba agazapada en algún rincón de las células malignas a las que mimaba en su laboratorio.
El protagonista de este segundo capítulo no iba a ser el médico, ni Gey, sino el tercer personaje en escena: el silencioso tejido guardado en el envase. No parece probable que George y Henrietta llegasen a conocerse personalmente. No frecuentaban los mismos círculos. Él era un científico blanco en un hospital de prestigio, donde fundó con la ayuda de su mujer el Laboratorio de Cultivos Celulares. Ella fue una niña negra del viejo sur confederado, criada en los mismos campos de tabaco que sus antepasados habían labrado en régimen de esclavitud.
Tras la abolición, familias como la suya heredaron dos bienes: un retazo de tierra al que arrancarle el fruto de su libertad y un apellido, el de su antiguo amo, que les enganchaba al censo como americanos de pleno derecho.
Henrietta tuvo tantos hermanos que ni en el censo salen las cuentas. Puede ser que su madre muriera de parto y que su padre, casi cincuentón, tomara por nueva esposa a una niña que balbuceaba su primera adolescencia.
Al llegarle la edad, Henrietta se casó con David Lacks, un chico de Clover, Virginia. Vinieron cinco hijos y la necesidad de que los brazos de David exprimieran algo más que el escaso jugo de la tierra. El futuro estaba en la industria de Baltimore, y la familia se trasladó a Turners Station, una comunidad afroamericana, como llaman ahora a los guetos.
Atrás quedaba un pedazo de tierra al que volver en Lackstown, la heredad de Virginia, y delante se abría el futuro próspero de los astilleros de Sparrow's Point, donde los Lacks conquistaron una magra prosperidad con la que reclamar su estrella en la bandera. Todo estaba bien. Hasta que dejó de estarlo. Una mañana, Henrietta despertó del sueño americano con una mancha de sangre en su ropa interior.
El 1 de febrero de 1951, ingresó en el ala para negros del Johns Hopkins y unos días más tarde, le diagnosticaron un cáncer de cuello de útero. El tumor era tan maligno que su progreso les cortaba a los médicos la respiración y a Henrietta, la vida en ocho meses. Con 31 años de edad y cinco hijos, tres de ellos aún con pañales, Henrietta moría en el hospital el 4 de octubre.
Ese mismo día, un triunfal George Gey saludaba a la nación desde una emisora de televisión anunciando que al fin, después de tres décadas de trabajo, había logrado sitiar y encarcelar a su enemigo acérrimo: el cáncer.
Por primera vez en la historia, se había conseguido mantener en cultivo continuo un tejido tumoral humano, la primera línea celular inmortal. Blandiendo un vial de sus células ante la cámara, Gey pronunció el nombre con el que había bautizado a su diminuta bestia: células HeLa. Veinte años después, los nombres HeLa y Henrietta Lacks volvieron a unirse. Fue en un artículo aparecido en 1971, donde se revelaba el origen de las células junto a una fotografía de su fuente humana. Desde entonces, los científicos que cultivaban el legado biológico de Henrietta pudieron poner cara a sus células. Pero los Lacks continuaban ajenos a ello.
La historia de Henrietta ha sido extensamente estudiada por la escritora estadounidense Rebecca Skloot, que publico un libro titulado La vida inmortal de Henrietta Lacks. "Escuché por primera vez hablar de Henrietta y las células HeLa cuando tenía 16 años, en una charla sobre biología. Quedé obsesionada con esta historia y no he parado desde entonces", explica Skloot. La autora relata que el conocimiento de la segunda vida de Henrietta llegó a la familia en una cena casual entre amigos.
Bárbara, esposa del hijo mayor de Henrietta, cenaba con su amiga Jasmine, la hermana de ésta y su marido Jackson, un joven científico. Al escuchar el apellido Lacks, Jackson comentó la curiosa relación de aquel nombre con una de sus herramientas de trabajo. En apenas unos minutos, los cabos quedaron atados y en sólo unas horas, la noticia voló hasta el último de los Lacks vivos.
David, el marido de Henrietta, recordó entonces que a regañadientes había consentido a los médicos que tomaran alguna muestra de su mujer para estudiar si el cáncer podía afectar a otros miembros de su familia. Pero nunca imaginó que una parte de su esposa estuviera creciendo casi en cada laboratorio de biología celular del mundo, ni que aquello hubiera generado una nueva área de negocio en el que la familia fundadora no participaba.
Si la historia terminase aquí, George Gey tal vez interpretaría el papel de supervillano. Pero no fue así. Durante años, había entregado su vida, su trabajo y su dinero al convencimiento de que su enemigo era asequible. Una vez establecida la línea HeLa, se concentró en investigar los mecanismos del cáncer sin atender a su prestigio ni a su ganancia. Rehuía la fama en favor de su único objetivo y por ello no detenía sus experimentos para solicitar patentes ni para publicar sus resultados. Cubrió el mundo de células HeLa, viajando con los bolsillos llenos de viales y distribuyendo gratuitamente muestras a todo aquel que las solicitase.
Acogió en su laboratorio y en su casa a decenas de científicos que llegaban de todos los rincones para copiar sus técnicas. Recaudó millones de dólares de famosos benefactores, como Walt Disney, para donarlos a la lucha contra el cáncer. Fundó asociaciones científicas y bancos de tejidos. Y por fin, en 1970, cuando el enemigo le comió desde dentro, tuvo tiempo de derivar una línea celular de su propio cáncer de páncreas antes de morir.
El trabajo de Gey revolucionó el mundo de la biomedicina. Equipos de todo el planeta desentrañan los procesos cancerosos gracias a las células de Henrietta. Jonas Salk y sus colaboradores lograron por primera vez hacer crecer el virus de la poliomielitis en las prolíficas HeLa, lo que permitió desarrollar un test de diagnóstico y la vacuna que ha salvado de esta lacra a millones de niños.
Las HeLa han estado presentes como sufridas cobayas en ensayos atómicos y en los primeros vuelos al espacio. Hoy, no hay un banco de tejidos donde no se almacenen viales congelados con la inscripción HeLa o un laboratorio de cultivos donde la herencia inmortal de Henrietta no ocupe algún frasco en el incubador. Quien no las emplea para estudiar el cáncer o la fisiología celular, las utiliza como línea de control por su facilidad de cultivo y su docilidad de manejo.La docilidad que esconde una increíble furia proliferativa. Las células crecen con una robustez espectacular, doblando su número cada 24 horas, y tal es su éxito, que sobrecrecen a cualquier competidor en el medio.
Por la misma época en que los Lacks supieron de la extraña reencarnación de Henrietta, un investigador llamado Walter Nelson-Rees hizo público un estudio desolador para la comunidad científica: a lo largo de los años, alguna descuidada contaminación esporádica entre frascos de cultivo había mezclado las HeLa con otras líneas celulares de aparición posterior, pero siempre más débiles.
Con el tiempo, las HeLa habían arrasado y muchos científicos habían publicado sus resultados con células de cáncer de próstata o mama ignorando que durante años habían cultivado, sin saberlo, células HeLa.
Tal es el éxito de las HeLa, que incluso un biólogo evolucionista llamado Leigh Van Valen propuso que fueran aceptadas como una nueva especie: Helacyton gartleri. Para defender su postura, se basaba en que las células presentan un cariotipo estable de 82 cromosomas, frente a los 46 humanos, y un genoma quimérico que fusiona el humano con el del virus del papiloma 18, el causante de la enfermedad de Henrietta.
Aunque rompedora, la propuesta de Van Valen no ha encontrado excesivo predicamento, como refleja la opinión de Annie Machordom, especialista en sistemática de especies del Museo Nacional de Ciencias Naturales (del CSIC): "Como creación de polémica, es interesante, pero de ninguna manera se puede considerar que un tumor sea un proceso evolutivo".
En el tiempo necesario para leer estos párrafos, las HeLa han continuado creciendo por millones en incubadores de todo el mundo, silenciosas, sin que Henrietta Lacks reciba más visibles homenajes que el que anualmente celebra su comunidad local o el que pueda aportar algún recuerdo en la prensa. El final de su historia se cerró en 1951, con sus restos enterrados en una tumba en Lackstown, Virginia. Y aunque una historia con dos comienzos debería tener dos finales, es posible que el segundo no llegue nunca.
martes, 14 de mayo de 2013
LA VICTORIA DE ATENEA: EL ORIGEN DEL OLIVO
Allá por el siglo XVII antes de Cristo, un tal Cecrops fundó una pequeña colonia en el Atica. Eran los dichosos tiempos en los que los dioses se paseaban por la tierra y se relacionaban -a veces íntimamente, por supuesto- con los mortales. Había que dar nombre a esa colonia, y ponerla bajo la protección de algún dios. Tras varias "eliminatorias", quedaron frente a frente el irascible Poseidón, hermano de Zeus y señor de los mares, y la prudente Palas Atenea, diosa de la sabiduría. La asamblea decidió que otorgaría la ciudad a aquel de los dos que diera a sus habitantes el regalo más importante y útil.
Poseidón, según la más extendida de las versiones, hizo salir de la tierra, al golpearla con su tridente, un precioso caballo, útil en la guerra y en la paz; otros señalan que lo que hizo el dios de los océanos fue golpear con su tridente una roca de la que al punto brotó agua de mar, simbolizando así que daría a sus "protegidos" el dominio de los mares. En uno u otro caso, fue superado por Palas Atenea, que hizo brotar un olivo, advirtiendo que el fruto de ese árbol serviría a los hombres como alimento, como bálsamo para sus heridas y como luz para iluminar sus noches. Ganó, aunque según dicen por escaso margen, Palas Atenea, y aquella colonia se puso bajo su protección.
Era, ya lo habrán adivinado ustedes, Atenas. El olivo que hizo brotar la diosa fue destruido por Jerjes, pero de sus raíces brotaron nuevos retoños, y aún hoy hay olivos en la Acrópolis. Y, en efecto, los atenienses, y después todos los demás, usaron el aceite como alimento, más o menos como nosotros; lo utilizaron también para ungirse el cuerpo y para aliviar sus heridas, y, naturalmente, como combustible para sus lámparas o candiles.
El aceite de oliva es una joya, un regalo de los dioses. De toda su gama de variedades, que responden al tipo de aceituna del que procede, conviene elegir el más adecuado para cada uso, para cada paladar: la oferta es amplia, y hay que aprender a conocerlos, a distinguirlos y a usarlos. Eso sí, procuren siempre consumir aceite virgen de oliva, que no es más que puro zumo de aceitunas. Pero lo fundamental es disfrutarlos y, como en el caso de los vinos, hablar de ellos.
De otra forma corremos el riesgo de que se enfaden los dioses al menos, Palas Atenea, que era bastante vengativa, porque habremos caído en el pecado del desagradecimiento... y nos hagan recibir antes de tiempo una aplicación del aceite de oliva que, de corazón, les deseo a todos ustedes, y a mí, claro está, lejanísima: los Santos Oleos. Para ese aceite, no hay prisas.
Poseidón, según la más extendida de las versiones, hizo salir de la tierra, al golpearla con su tridente, un precioso caballo, útil en la guerra y en la paz; otros señalan que lo que hizo el dios de los océanos fue golpear con su tridente una roca de la que al punto brotó agua de mar, simbolizando así que daría a sus "protegidos" el dominio de los mares. En uno u otro caso, fue superado por Palas Atenea, que hizo brotar un olivo, advirtiendo que el fruto de ese árbol serviría a los hombres como alimento, como bálsamo para sus heridas y como luz para iluminar sus noches. Ganó, aunque según dicen por escaso margen, Palas Atenea, y aquella colonia se puso bajo su protección.
Era, ya lo habrán adivinado ustedes, Atenas. El olivo que hizo brotar la diosa fue destruido por Jerjes, pero de sus raíces brotaron nuevos retoños, y aún hoy hay olivos en la Acrópolis. Y, en efecto, los atenienses, y después todos los demás, usaron el aceite como alimento, más o menos como nosotros; lo utilizaron también para ungirse el cuerpo y para aliviar sus heridas, y, naturalmente, como combustible para sus lámparas o candiles.
El aceite de oliva es una joya, un regalo de los dioses. De toda su gama de variedades, que responden al tipo de aceituna del que procede, conviene elegir el más adecuado para cada uso, para cada paladar: la oferta es amplia, y hay que aprender a conocerlos, a distinguirlos y a usarlos. Eso sí, procuren siempre consumir aceite virgen de oliva, que no es más que puro zumo de aceitunas. Pero lo fundamental es disfrutarlos y, como en el caso de los vinos, hablar de ellos.
De otra forma corremos el riesgo de que se enfaden los dioses al menos, Palas Atenea, que era bastante vengativa, porque habremos caído en el pecado del desagradecimiento... y nos hagan recibir antes de tiempo una aplicación del aceite de oliva que, de corazón, les deseo a todos ustedes, y a mí, claro está, lejanísima: los Santos Oleos. Para ese aceite, no hay prisas.
lunes, 13 de mayo de 2013
TURQUIA: MONTE NEMRUT,EL MONTE DE LOS DIOSES.
El monte Nemrut se encuentra en Turquía, en los kilómetros finales de la península de Anatolia, pues pertenece a la cadena montañosa de Tauro, que la delimita. En este monte, el más elevado de la provincia con 2.134 metros de altitud, se encuentra un conjunto de esculturas arruinadas de dioses griegos que fueron esculpidos con elementos artísticos que mezclaban rasgos persas con rasgos griegos. Desde 1987, el monte Nemrut forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Pero las estatuas de dioses de Nemrut Dağ —como dicen los turcos— o Nemrut Dagi no pertenecen a un templo tradicional helénico, sino que se trata de un ambicioso mausoleo ideado por el rey Antíoco I del pequeño reino de Comagene, que se extendía entre el norte de Siria y el Éufrates, sobre una región montañosa pero fértil de paisajes escarpados en las cumbres y verdes en los valles. Estos reyes, sátrapas y gobernantes de las dinastías helénicas solían tener una ascendencia híbrida greco-persa, un hecho que es representado en las estatuas de los dioses del monte Nemrut a través de la fusión de rasgos de ambas culturas. Estas estatuas constituyen un buen ejemplo de la capacidad sincrética de ese Helenismo que nacería en Asia allá por el cuarto siglo antes de Cristo al calor de las conquistas de Alejandro Magno y de la cultura que traían consigo el ejército greco-macedonio.
Este conjunto de esculturas, hoy decapitadas, se encargaría de proteger el mausoleo de Antíoco I de Comagene, que rigió los destinos del modesto reino de Comagene hasta el 34 a.C. —a lo largo de 35 años—. Antíoco I hizo de la provincia un reino independiente aprovechando la disolución definitiva de los reinos de los diádocos.
El propio Antíoco I de Comagene pensaba, o al menos así lo proclamó entre sus súbditos, que era descendiente de los fundadores de las diversas dinastías alejandrinas, y que en ese sentido tenía un cierto origen divino. Por ello, y para demostrar que estaba un poco más cerca de los dioses que de las gentes, el rey ordenó construirse el mausoleo en la cima del alto monte Nemrut: Antíoco afirmaba que era descendiente de Dario III por parte de su padre Mitrídates y de Alejandro Magno por parte de su madre Laodice…
El santuario de Nemrut no deja de ser como una especie de monte Olimpo que se consideraba perfecto para representar a todos los dioses del panteón griego. Al ser un tipo de construcción conocido como hierotheseion, en él debía ser enterrado Antíoco I bajo un túmulo funerario enorme.
En torno a este túmulo hay excavadas tres terrazas: En la que da al este se encuentra una hilera de 5 estatuas entre las que destacan la de Zeus, la de Ares y la del propio Antíoco. Algunas de las estatuas son de animales, como águilas y leones. Las águilas simbolizaban a los mensajeros de los dioses, mientras que los leones representaban a los guardianes del mausoleo.
Hay varias inscripciones en griego talladas en las estatuas. Una de ellas reza: Yo, Antíoco, he mandado erigir este mausoleo para celebrar mi gloria y la de los dioses.
Y es que Antíoco, a raíz de su convicción de provenir de familias de insuperable alcurnia y de su creencia en tener algún tipo de relación parental con los dioses, promulgaba leyes que decía que emanaban directamente de un poder divino —al igual que en la Edad Media los reyes eran depositarios de poder de Dios en la Tierra—. A esto se le conoce como «ley divina de Antíoco», que, según explican en el blog «cabovolo»:
una ley «proclamada por mí, pero que proviene del poder de los dioses» y que Antíoco pretendía revelar al «pueblo de Comagene, a los extranjeros, a los reyes y gobernantes, a los hombres libres y a los esclavos, a todos los que forman parte de la Humanidad y solo se diferencian por nacimiento o destino». A modo de testamento, pide a «todas las futuras generaciones de hombres que posean esta tierra» que respeten esta «ley sagrada».
Las estatuas de los dioses han llegado hasta nuestros días en muy buen estado de conservación, aunque, probablemente a causa de los terremotos, las cabezas y los cuerpos se encuentran separados, habiendo sido estas últimas colocadas a los pies de los cuerpos sentados. Contemplándolas hoy en día, se puede comprobar el origen dual de los dioses, con un atuendo y peinado persas, pero unas facciones griegas. La terraza se completa con una plataforma de piedra y que sería usada en durante las ceremonias como altar.
La terraza oeste es casi idéntica a la este, los mismos dioses siguiendo la misma distribución (conocida como hierotesion), aunque adaptada ligeramente al terreno. Las caras se encuentran mejor conservadas, pero los cuerpos se encuentran esparcidos por el suelo, aunque se está considerando la posibilidad de volverlos a colocar en su posición original.
Sería Charles Sester en 1881 el que rescataría del olvido a Nemrut. En aquel tiempo la zona debía tener un aspecto muy diferente al que tiene ahora, pues, según el testimonio de otro alemán que visitó la zona hace unos 100 años, era un auténtico vergel con árboles que cubrían sus laderas y valles.
Después del descubrimiento de Sester, las ruinas fueron excavadas por arqueólogos alemanes y más tarde por el experto en arte turco, Hamdi Bey. Sin embargo, y pese a su espectacularidad, no fueron todo los estudiadas como debían al no despertar el suficiente interés entre los arqueólogos. Los clásicos porque las encontraban demasiado orientales y los interesados en arte oriental porque las encontraban demasiado clásicas.
La situación cambiaría con la aparición en escena de Theresa Goell, una mujer de Nueva York que había estudiado arte durante 4 años en la Universidad de Cambridge y unos años más tarde había ampliado sus estudios en arte europeo y prehistórico en la Universidad de Columbia. Fue entonces cuando uno de sus profesores le sugirió que investigara sobre el santuario de Nemrut, aprovechando esa falta de interés que había propiciado que hubiera sido poco estudiado. Theresa conseguiría visitar por primera vez el Monte Nemrut en 1947, al que volvería en 1951. Theresa quedó tan fascinada que no le importó dejar su anterior vida en Nueva York, dejando allí a su marido e hijo y marchar en 1953 a Turquía para comenzar las excavaciones con el apoyo, entre otros, de la National Geographic Society.
Theresa se convertiría junto al arqueólogo alemán Friedrich Karl Dorner en uno de los máximos estudiosos del reino de Comagene. Además de Nemrut, realizarían excavaciones en la vecina ciudad de Arsameia y en otras ciudades del reino, rescataron así del olvido a Antíoco y a su desconocido reino, de manera que los peregrinos, ahora en forma de devotos turistas, volvieron a peregrinar a su santuario.
Pero las estatuas de dioses de Nemrut Dağ —como dicen los turcos— o Nemrut Dagi no pertenecen a un templo tradicional helénico, sino que se trata de un ambicioso mausoleo ideado por el rey Antíoco I del pequeño reino de Comagene, que se extendía entre el norte de Siria y el Éufrates, sobre una región montañosa pero fértil de paisajes escarpados en las cumbres y verdes en los valles. Estos reyes, sátrapas y gobernantes de las dinastías helénicas solían tener una ascendencia híbrida greco-persa, un hecho que es representado en las estatuas de los dioses del monte Nemrut a través de la fusión de rasgos de ambas culturas. Estas estatuas constituyen un buen ejemplo de la capacidad sincrética de ese Helenismo que nacería en Asia allá por el cuarto siglo antes de Cristo al calor de las conquistas de Alejandro Magno y de la cultura que traían consigo el ejército greco-macedonio.
Este conjunto de esculturas, hoy decapitadas, se encargaría de proteger el mausoleo de Antíoco I de Comagene, que rigió los destinos del modesto reino de Comagene hasta el 34 a.C. —a lo largo de 35 años—. Antíoco I hizo de la provincia un reino independiente aprovechando la disolución definitiva de los reinos de los diádocos.
El propio Antíoco I de Comagene pensaba, o al menos así lo proclamó entre sus súbditos, que era descendiente de los fundadores de las diversas dinastías alejandrinas, y que en ese sentido tenía un cierto origen divino. Por ello, y para demostrar que estaba un poco más cerca de los dioses que de las gentes, el rey ordenó construirse el mausoleo en la cima del alto monte Nemrut: Antíoco afirmaba que era descendiente de Dario III por parte de su padre Mitrídates y de Alejandro Magno por parte de su madre Laodice…
El santuario de Nemrut no deja de ser como una especie de monte Olimpo que se consideraba perfecto para representar a todos los dioses del panteón griego. Al ser un tipo de construcción conocido como hierotheseion, en él debía ser enterrado Antíoco I bajo un túmulo funerario enorme.
En torno a este túmulo hay excavadas tres terrazas: En la que da al este se encuentra una hilera de 5 estatuas entre las que destacan la de Zeus, la de Ares y la del propio Antíoco. Algunas de las estatuas son de animales, como águilas y leones. Las águilas simbolizaban a los mensajeros de los dioses, mientras que los leones representaban a los guardianes del mausoleo.
Hay varias inscripciones en griego talladas en las estatuas. Una de ellas reza: Yo, Antíoco, he mandado erigir este mausoleo para celebrar mi gloria y la de los dioses.
Y es que Antíoco, a raíz de su convicción de provenir de familias de insuperable alcurnia y de su creencia en tener algún tipo de relación parental con los dioses, promulgaba leyes que decía que emanaban directamente de un poder divino —al igual que en la Edad Media los reyes eran depositarios de poder de Dios en la Tierra—. A esto se le conoce como «ley divina de Antíoco», que, según explican en el blog «cabovolo»:
una ley «proclamada por mí, pero que proviene del poder de los dioses» y que Antíoco pretendía revelar al «pueblo de Comagene, a los extranjeros, a los reyes y gobernantes, a los hombres libres y a los esclavos, a todos los que forman parte de la Humanidad y solo se diferencian por nacimiento o destino». A modo de testamento, pide a «todas las futuras generaciones de hombres que posean esta tierra» que respeten esta «ley sagrada».
Las estatuas de los dioses han llegado hasta nuestros días en muy buen estado de conservación, aunque, probablemente a causa de los terremotos, las cabezas y los cuerpos se encuentran separados, habiendo sido estas últimas colocadas a los pies de los cuerpos sentados. Contemplándolas hoy en día, se puede comprobar el origen dual de los dioses, con un atuendo y peinado persas, pero unas facciones griegas. La terraza se completa con una plataforma de piedra y que sería usada en durante las ceremonias como altar.
La terraza oeste es casi idéntica a la este, los mismos dioses siguiendo la misma distribución (conocida como hierotesion), aunque adaptada ligeramente al terreno. Las caras se encuentran mejor conservadas, pero los cuerpos se encuentran esparcidos por el suelo, aunque se está considerando la posibilidad de volverlos a colocar en su posición original.
Sería Charles Sester en 1881 el que rescataría del olvido a Nemrut. En aquel tiempo la zona debía tener un aspecto muy diferente al que tiene ahora, pues, según el testimonio de otro alemán que visitó la zona hace unos 100 años, era un auténtico vergel con árboles que cubrían sus laderas y valles.
Después del descubrimiento de Sester, las ruinas fueron excavadas por arqueólogos alemanes y más tarde por el experto en arte turco, Hamdi Bey. Sin embargo, y pese a su espectacularidad, no fueron todo los estudiadas como debían al no despertar el suficiente interés entre los arqueólogos. Los clásicos porque las encontraban demasiado orientales y los interesados en arte oriental porque las encontraban demasiado clásicas.
La situación cambiaría con la aparición en escena de Theresa Goell, una mujer de Nueva York que había estudiado arte durante 4 años en la Universidad de Cambridge y unos años más tarde había ampliado sus estudios en arte europeo y prehistórico en la Universidad de Columbia. Fue entonces cuando uno de sus profesores le sugirió que investigara sobre el santuario de Nemrut, aprovechando esa falta de interés que había propiciado que hubiera sido poco estudiado. Theresa conseguiría visitar por primera vez el Monte Nemrut en 1947, al que volvería en 1951. Theresa quedó tan fascinada que no le importó dejar su anterior vida en Nueva York, dejando allí a su marido e hijo y marchar en 1953 a Turquía para comenzar las excavaciones con el apoyo, entre otros, de la National Geographic Society.
Theresa se convertiría junto al arqueólogo alemán Friedrich Karl Dorner en uno de los máximos estudiosos del reino de Comagene. Además de Nemrut, realizarían excavaciones en la vecina ciudad de Arsameia y en otras ciudades del reino, rescataron así del olvido a Antíoco y a su desconocido reino, de manera que los peregrinos, ahora en forma de devotos turistas, volvieron a peregrinar a su santuario.
LAS MUJERES DE ENRIQUE VIII: ANA DE CLEVES.
Ana de Clèves (alemán: Anna von Jülich-Kleve-Berg) nació en la ciudad de Düsseldorf, el 22 de septiembre de 1515, siendo la segunda de los 4 hijos de Juan III, duque de Clèves, y de María de Julich, heredera de los ducados de Julich, Berg y Ravensberg. Como todos sabemos, pasó a la historia por haberse convertido en la 4ª esposa de Enrique VIII.
Más allá de la tristeza que embargaba a Enrique por la muerte de su esposa Juana, debió considerar celebrar un nuevo matrimonio, ya que resultaba conveniente a los fines de fortalecer sus alianzas de poder. En este sentido, necesitaba casarse con alguna candidata que lo aliara con el Sacro Imperio Romano Germánico que –liderado por el Emperador Carlos– representaba la mayor potencia de la época.
Entre las posibles esposas se encontraba la flamenca Ana de Cleves, princesa de una familia destacada de religión protestante luterana, lo que favorecería la posición de Enrique en Inglaterra como jefe de la Iglesia Anglicana que él mismo había creado.
En este sentido, a los fines de conocer el aspecto de la que sería su cuarta esposa, envió a la corte germana al pintor Hans Holbeín para que realizara un retrato de su prometida. Así lo hizo el gran pintor, sin embargo, por temor de desagradar al rey realizó un retrato retocado de la futura reina, ante el cual el rey aprobó y hasta se ilusionó con la nueva posesión conyugal. Pero cuando conoció personalmente a Ana de Cleves, no pudo menos que manifestar su desagrado. Según los cánones de la época, Ana era poco agraciada: era alta y corpulenta, y su rostro mostraba además marcas de picaduras de viruela.
Lamentablemente la educación de Ana no fue muy esmerada, María de Jülich, su madre, no permitían que se impusieran las excitantes ideas del Renacimiento en cuanto a la educación de las mujeres. Parece ser que la duquesa María era una católica estricta, que no compartía los ideales reformistas de su esposo. Se dice que Ana no sabía leer ni escribir en otro idioma que el propio, el dialecto llamado deutsch o dietsch, los ingleses lo llamaban holandés y lo encontraban extrañamente áspero al oído.
La corte de Clèves era mundo que nada tenía que ver con la Inglaterra del Renacimiento.Dicen que ella ocupaba su tiempo cosiendo, a igual que una de sus antecesoras, Catalina de Aragón. Lo que ocurría es que Enrique VIII estaba acostumbrado a esposas que podían hacer eso y mucho más. Como ya hemos nombrado en alguna ocasión, para el soberano inglés la música esra de suma importancia. El monarca necesitaba el canto y la danza como el aire que respiraba, daba por hecho que su futura consorte poseería talentos musicales.
El contraste con sus antecesoras era muy significativo: No se podía comparar con la instruída Catalina de Aragón, ni con los dotes artísticos de Ana Bolena. A la edad de veinticuatro años, era tímida, ignorante y humilde, además de estar mal preparada para enfrentarse las intrigas cortesanas.Sin duda no poseía el encanto para conquistar un marido corpulento y quisquilloso, inseguro en cuanto a su propia virilidad, casi veinticinco años mayor que ella.
Preso de esta decisión, ya que no podía negarse al casamiento por los altos intereses políticos y económicos que la novia representaba, contrajo matrimonio en 1540. De esta manera, Ana de Cleves se convertía en la cuarta esposa de Enrique VIII.
Ana había permanecido católica conservadora, aunque su familia era luterana. Entablo una relación prospera con la princesa María y se estima que su relación con el rey era buena. A pesar de esto, Enrique había puesto su atención en una dama que formaba parte del sequito de damas de honor de Ana, la bella Catalina Howard. De esta forma, el matrimonio entre Enrique y Ana estaba destinado a la ruptura. De hecho, Enrique consiguió que la fea flamenca, quizá temerosa de correr la suerte de la otra Ana (Ana Bolena), aprobara el divorcio, apenas transcurridos unos meses desde el día de la boda.Ana afirmó que no habían consumado el matrimonio. A cambio de ello, recibiría una importante renta vitalicia y el título honorable de "hermana del rey", siendo considerada una de las mujeres más ricas de Inglaterra. Como curiosidad recibió como regalo el Castillo de Hever, antaño propiedad de la familia de Ana Bolena.
Pasó el resto de su vida en el campo, siendo contadas las ocasiones que acudió a la corte. Entre sus apariciones públicas, podemos enumerar: la boda de Enrique VIII con Catalina Parr( su última esposa) y la coronación de su hijastra Maria I, cabalgando al lado de la princesa Elizabeth. Murió el 28 de julio de 1557, teniendo el previlegio de ser la ultima esposa de Enrique en fallecer. Fue sepultada con honores en la Abadía de Westminster.
La posición y fortuna de Ana de Clèves la convirtió en una mujer poderosa e independiente para su tiempo, siendo además una dama de carácter afable y amable con sus seres queridos y demás sirvientes, mostrándose siempre generosa con todos. Enrique a pesar de todo, sintió estima hacia ella, y en ocasiones le pidió consejos. Ana tuvo la inteligencia de manternerse en su lugar, ganándose el respecto y la admiración del reino.
Más allá de la tristeza que embargaba a Enrique por la muerte de su esposa Juana, debió considerar celebrar un nuevo matrimonio, ya que resultaba conveniente a los fines de fortalecer sus alianzas de poder. En este sentido, necesitaba casarse con alguna candidata que lo aliara con el Sacro Imperio Romano Germánico que –liderado por el Emperador Carlos– representaba la mayor potencia de la época.
Entre las posibles esposas se encontraba la flamenca Ana de Cleves, princesa de una familia destacada de religión protestante luterana, lo que favorecería la posición de Enrique en Inglaterra como jefe de la Iglesia Anglicana que él mismo había creado.
En este sentido, a los fines de conocer el aspecto de la que sería su cuarta esposa, envió a la corte germana al pintor Hans Holbeín para que realizara un retrato de su prometida. Así lo hizo el gran pintor, sin embargo, por temor de desagradar al rey realizó un retrato retocado de la futura reina, ante el cual el rey aprobó y hasta se ilusionó con la nueva posesión conyugal. Pero cuando conoció personalmente a Ana de Cleves, no pudo menos que manifestar su desagrado. Según los cánones de la época, Ana era poco agraciada: era alta y corpulenta, y su rostro mostraba además marcas de picaduras de viruela.
Lamentablemente la educación de Ana no fue muy esmerada, María de Jülich, su madre, no permitían que se impusieran las excitantes ideas del Renacimiento en cuanto a la educación de las mujeres. Parece ser que la duquesa María era una católica estricta, que no compartía los ideales reformistas de su esposo. Se dice que Ana no sabía leer ni escribir en otro idioma que el propio, el dialecto llamado deutsch o dietsch, los ingleses lo llamaban holandés y lo encontraban extrañamente áspero al oído.
La corte de Clèves era mundo que nada tenía que ver con la Inglaterra del Renacimiento.Dicen que ella ocupaba su tiempo cosiendo, a igual que una de sus antecesoras, Catalina de Aragón. Lo que ocurría es que Enrique VIII estaba acostumbrado a esposas que podían hacer eso y mucho más. Como ya hemos nombrado en alguna ocasión, para el soberano inglés la música esra de suma importancia. El monarca necesitaba el canto y la danza como el aire que respiraba, daba por hecho que su futura consorte poseería talentos musicales.
El contraste con sus antecesoras era muy significativo: No se podía comparar con la instruída Catalina de Aragón, ni con los dotes artísticos de Ana Bolena. A la edad de veinticuatro años, era tímida, ignorante y humilde, además de estar mal preparada para enfrentarse las intrigas cortesanas.Sin duda no poseía el encanto para conquistar un marido corpulento y quisquilloso, inseguro en cuanto a su propia virilidad, casi veinticinco años mayor que ella.
Preso de esta decisión, ya que no podía negarse al casamiento por los altos intereses políticos y económicos que la novia representaba, contrajo matrimonio en 1540. De esta manera, Ana de Cleves se convertía en la cuarta esposa de Enrique VIII.
Ana había permanecido católica conservadora, aunque su familia era luterana. Entablo una relación prospera con la princesa María y se estima que su relación con el rey era buena. A pesar de esto, Enrique había puesto su atención en una dama que formaba parte del sequito de damas de honor de Ana, la bella Catalina Howard. De esta forma, el matrimonio entre Enrique y Ana estaba destinado a la ruptura. De hecho, Enrique consiguió que la fea flamenca, quizá temerosa de correr la suerte de la otra Ana (Ana Bolena), aprobara el divorcio, apenas transcurridos unos meses desde el día de la boda.Ana afirmó que no habían consumado el matrimonio. A cambio de ello, recibiría una importante renta vitalicia y el título honorable de "hermana del rey", siendo considerada una de las mujeres más ricas de Inglaterra. Como curiosidad recibió como regalo el Castillo de Hever, antaño propiedad de la familia de Ana Bolena.
Pasó el resto de su vida en el campo, siendo contadas las ocasiones que acudió a la corte. Entre sus apariciones públicas, podemos enumerar: la boda de Enrique VIII con Catalina Parr( su última esposa) y la coronación de su hijastra Maria I, cabalgando al lado de la princesa Elizabeth. Murió el 28 de julio de 1557, teniendo el previlegio de ser la ultima esposa de Enrique en fallecer. Fue sepultada con honores en la Abadía de Westminster.
La posición y fortuna de Ana de Clèves la convirtió en una mujer poderosa e independiente para su tiempo, siendo además una dama de carácter afable y amable con sus seres queridos y demás sirvientes, mostrándose siempre generosa con todos. Enrique a pesar de todo, sintió estima hacia ella, y en ocasiones le pidió consejos. Ana tuvo la inteligencia de manternerse en su lugar, ganándose el respecto y la admiración del reino.
domingo, 12 de mayo de 2013
LA HERRADURA Y LA BUENA SUERTE
Una herradura, el calzado de Caballos, mulos y burros, colgada en algún sitio, está considerado como el más universal de todos los amuletos de la suerte.
La herradura era un talismán poderoso en todas las épocas y en todos los países en los que existía el caballo. Aunque los griegos introdujeron la herradura en la cultura occidental en el siglo IV, y la consideraban como símbolo de buena suerte, la leyenda atribuye a san Dunstan el haber otorgado a la herradura, colgada sobre la puerta de una casa, un poder especial contra el mal.
Según la tradición, Dunstan, herrero de profesión pero que llegaría a ser arzobispo de Canterbury en el año 959, recibió un día la visita de un hombre que le pidió unas herraduras para sus pies, unos pies de forma sospechosamente parecida a pezuñas.
Dunstan reconoció inmediatamente a Satanás en su cliente, y explicó que, para realizar su tarea, era forzoso encadenar al hombre a la pared. Deliberadamente, el santo procuró que su trabajo resultara tan doloroso, que el diablo encadenado le pidió repetidamente misericordia.
Dunstan se negó a soltarlo hasta que el diablo juró solemnemente no entrar nunca en una casa donde hubiera una herradura colgada sobre la puerta. Desde la aparición de esta leyenda en el siglo X, los cristianos tuvieron la herradura en alta estima, colocándola primero sobre el dintel de la puerta y trasladándola más tarde al centro de ésta, donde cumplía la doble función de talismán y picaporte.Este es el origen del picaporte en forma de herradura.
En otros tiempos, los cristianos celebraban la fiesta de san Dunstan, el 19 de mayo, con juegos en los que se empleaban herraduras. Para los griegos, los poderes mágicos de la herradura emanaban de otros factores. Las herraduras eran de hierro, un elemento que se creía que ahuyentaba el mal, y la herradura tenía la forma de una luna en cuarto creciente, que desde antiguo era considerada como símbolo de fertilidad y fortuna. Los romanos se apropiaron de este objeto, a la vez como práctico dispositivo ecuestre y como talismán, y su creencia pagana en sus poderes mágicos pasó a los cristianos, que dieron a esta superstición su versión basada en san Dunstan.
En la Edad Media, cuando cundía al máximo el temor a la brujería, la herradura adquirió un poder adicional. Se creía que las brujas se desplazaban montadas en escobas porque temían a los caballos, y que cualquier cosa que les recordara un caballo, especialmente su herradura de hierro, las ahuyentaba como un crucifijo aterrorizaba a un vampiro. La mujer acusada de brujería era enterrada con una herradura clavada en la tapa de su ataúd, para impedir su resurrección.
En Rusia, al herrero que forjaba herraduras se le consideraba dotado de capacidad para realizar «magia blanca» contra la brujería, y los juramentos solemnes relativos al matrimonio, los contratos comerciales y las compraventas de propiedades no se prestaban sobre una Biblia, sino sobre los yunques utilizados para martillear las herraduras. Una herradura no podía colgarse de cualquier forma: su disposición correcta era con los extremos hacia arriba, pues de lo contrario su reserva de suerte se vaciaba.
En las Islas británicas, la herradura se mantuvo como potente símbolo de suerte hasta bien entrado el siglo XIX. Un popular encantamiento irlandés contra el mal y la enfermedad —originado a la vez la leyenda de san Dunstan— decía: «Padre, Hijo y Espíritu Santo, clavad el diablo en un palo.» En 1805, cuando el almirante británico lord Horacio Nelson se enfrentó a los enemigos de su nación en la batalla de Trafalgar, el supersticioso inglés clavó una herradura en el mástil de su navío almirante, el Victory.
Según la tradición, Dunstan, herrero de profesión pero que llegaría a ser arzobispo de Canterbury en el año 959, recibió un día la visita de un hombre que le pidió unas herraduras para sus pies, unos pies de forma sospechosamente parecida a pezuñas.
Dunstan reconoció inmediatamente a Satanás en su cliente, y explicó que, para realizar su tarea, era forzoso encadenar al hombre a la pared. Deliberadamente, el santo procuró que su trabajo resultara tan doloroso, que el diablo encadenado le pidió repetidamente misericordia.
Dunstan se negó a soltarlo hasta que el diablo juró solemnemente no entrar nunca en una casa donde hubiera una herradura colgada sobre la puerta. Desde la aparición de esta leyenda en el siglo X, los cristianos tuvieron la herradura en alta estima, colocándola primero sobre el dintel de la puerta y trasladándola más tarde al centro de ésta, donde cumplía la doble función de talismán y picaporte.Este es el origen del picaporte en forma de herradura.
En otros tiempos, los cristianos celebraban la fiesta de san Dunstan, el 19 de mayo, con juegos en los que se empleaban herraduras. Para los griegos, los poderes mágicos de la herradura emanaban de otros factores. Las herraduras eran de hierro, un elemento que se creía que ahuyentaba el mal, y la herradura tenía la forma de una luna en cuarto creciente, que desde antiguo era considerada como símbolo de fertilidad y fortuna. Los romanos se apropiaron de este objeto, a la vez como práctico dispositivo ecuestre y como talismán, y su creencia pagana en sus poderes mágicos pasó a los cristianos, que dieron a esta superstición su versión basada en san Dunstan.
En la Edad Media, cuando cundía al máximo el temor a la brujería, la herradura adquirió un poder adicional. Se creía que las brujas se desplazaban montadas en escobas porque temían a los caballos, y que cualquier cosa que les recordara un caballo, especialmente su herradura de hierro, las ahuyentaba como un crucifijo aterrorizaba a un vampiro. La mujer acusada de brujería era enterrada con una herradura clavada en la tapa de su ataúd, para impedir su resurrección.
En Rusia, al herrero que forjaba herraduras se le consideraba dotado de capacidad para realizar «magia blanca» contra la brujería, y los juramentos solemnes relativos al matrimonio, los contratos comerciales y las compraventas de propiedades no se prestaban sobre una Biblia, sino sobre los yunques utilizados para martillear las herraduras. Una herradura no podía colgarse de cualquier forma: su disposición correcta era con los extremos hacia arriba, pues de lo contrario su reserva de suerte se vaciaba.
En las Islas británicas, la herradura se mantuvo como potente símbolo de suerte hasta bien entrado el siglo XIX. Un popular encantamiento irlandés contra el mal y la enfermedad —originado a la vez la leyenda de san Dunstan— decía: «Padre, Hijo y Espíritu Santo, clavad el diablo en un palo.» En 1805, cuando el almirante británico lord Horacio Nelson se enfrentó a los enemigos de su nación en la batalla de Trafalgar, el supersticioso inglés clavó una herradura en el mástil de su navío almirante, el Victory.
EL FESTIVAL MONGOL DEL NAADAM
Entre los días 11 y 13 de julio, se celebra el acontecimiento más importante del año para los mongoles, el Festival Naadam. Se trata de una competición deportiva cuyos origines se remontan a la época de Genghis Khan, cuando se usaba para evaluar la destreza de los soldados.
Antes de 1921 el Naadam se celebraba en las grandes ocasiones de una fiesta religiosa o fiesta de algún sitio sagrado. Aproximadamente, más de 1000 caballos, 500 luchadores, 200 arqueros participan en Fiesta de Naadam.
El festival se celebra en la localidad de Ordos, donde se encuentra el mausoleo simbólico de Gengis Khan (simbólico, ya que no se sabe donde fue enterrado su cuerpo) fundador del imperio que los mongoles extendieron por Asia y Europa.
Hasta allí se reunirán mongoles de toda la provincia para participar en las pruebas deportivas más populares entre esta etnia, divididas en tres disciplinas: carreras de caballos, tiro con arco y lucha libre.
En Ulaanbaatar más de 1800 caballos, divididos en 6 grupos de edad toman parte en las carreras. Los niños de 6-13 años montan caballos de carrera. Los dueños de los caballos dan a los niños consejos necesarios para ganar la partida. Los niños alzan sus voces en el canto tradicional, preparando sus caballos para la carrera. El caballo ganador es recompensado con el título de “campeón”. Lo más divertido en la carrera de los potros es que el potro que ha conseguido el último puesto es recompensado con el título de ”estómago lleno”. También cantan el canto que honra a los caballos que han conseguido los cinco primeros puestos.
En la competición de la lucha participan en general los más fuertes. En esta competición no hay categorías de peso ni edad, el tiempo del combate es ilimitado, el vencido es el primero que entra en contacto con el suelo, cada luchador tiene a su árbitro.
La competición consiste en las 9 fases. Desde la quinta fase a los vencedores conceden títulos - de los tres más fuertes animales: el garid – el ave mí tica, halcón, el elefante, el león y el campeón. Los vencedores de la quinta fase obtienen el título de garid, los vencedores de la séptima fase el de elefante y los vencedores de la novena fase obtienen el título de león. El que gane en la novena fase por segunda vez obtendrá el titulo de campeón.
Las competiciones del tiro con arco tenían una gran importancia militar en tiempos antiguos. Los arqueros se ponen en fila y disparan flechas sobre el blanco que son las bolas huecas de piel amontonadas en forma de pirámide. Los jueces apuntan un tiro certero o un tiro perdido. Si el arquero acierta los jueces vuelven la cara hacia el arquero levantados los brazos y cantan el canto de alabanza.
También ocupan un lugar destacado en el Naadam las tradiciones orales, las artes escénicas, la preparación de platos nacionales, la artesanía y expresiones culturales como el canto difónico khöömei, la danza bie biyelgee y el uso del violín denominado morin khuur. Durante el festival, los mongoles observan una serie de rituales y prácticas específicas, como llevar atuendos especiales y utilizar instrumentos y artículos deportivos característicos.
Los participantes en el festival sienten un gran respeto por todos los deportistas –hombres, mujeres y niños– que toman parte en las competiciones, y a los vencedores se les otorgan galardones para recompensar sus triunfos. En honor de los competidores en las pruebas se entonan plegarias rituales y se recitan poemas. Al alentar y autorizar a todas las personas a tomar parte en el Naadam, se fomenta la participación y convivencia de la comunidad. Los deportes practicados en el festival guardan relación con los modos y condiciones de vida de los mongoles, y su transmisión a las jóvenes generaciones se efectúa gracias al aprendizaje efectuado en el seno de las familias, aunque recientemente se han creado sistemas de aprendizaje formal para la lucha y el tiro al arco. Por otra parte, los rituales y las costumbres del Naadam hacen hincapié en el respeto de la naturaleza y el medio ambiente.
Antes de 1921 el Naadam se celebraba en las grandes ocasiones de una fiesta religiosa o fiesta de algún sitio sagrado. Aproximadamente, más de 1000 caballos, 500 luchadores, 200 arqueros participan en Fiesta de Naadam.
El festival se celebra en la localidad de Ordos, donde se encuentra el mausoleo simbólico de Gengis Khan (simbólico, ya que no se sabe donde fue enterrado su cuerpo) fundador del imperio que los mongoles extendieron por Asia y Europa.
Hasta allí se reunirán mongoles de toda la provincia para participar en las pruebas deportivas más populares entre esta etnia, divididas en tres disciplinas: carreras de caballos, tiro con arco y lucha libre.
En Ulaanbaatar más de 1800 caballos, divididos en 6 grupos de edad toman parte en las carreras. Los niños de 6-13 años montan caballos de carrera. Los dueños de los caballos dan a los niños consejos necesarios para ganar la partida. Los niños alzan sus voces en el canto tradicional, preparando sus caballos para la carrera. El caballo ganador es recompensado con el título de “campeón”. Lo más divertido en la carrera de los potros es que el potro que ha conseguido el último puesto es recompensado con el título de ”estómago lleno”. También cantan el canto que honra a los caballos que han conseguido los cinco primeros puestos.
En la competición de la lucha participan en general los más fuertes. En esta competición no hay categorías de peso ni edad, el tiempo del combate es ilimitado, el vencido es el primero que entra en contacto con el suelo, cada luchador tiene a su árbitro.
La competición consiste en las 9 fases. Desde la quinta fase a los vencedores conceden títulos - de los tres más fuertes animales: el garid – el ave mí tica, halcón, el elefante, el león y el campeón. Los vencedores de la quinta fase obtienen el título de garid, los vencedores de la séptima fase el de elefante y los vencedores de la novena fase obtienen el título de león. El que gane en la novena fase por segunda vez obtendrá el titulo de campeón.
Las competiciones del tiro con arco tenían una gran importancia militar en tiempos antiguos. Los arqueros se ponen en fila y disparan flechas sobre el blanco que son las bolas huecas de piel amontonadas en forma de pirámide. Los jueces apuntan un tiro certero o un tiro perdido. Si el arquero acierta los jueces vuelven la cara hacia el arquero levantados los brazos y cantan el canto de alabanza.
También ocupan un lugar destacado en el Naadam las tradiciones orales, las artes escénicas, la preparación de platos nacionales, la artesanía y expresiones culturales como el canto difónico khöömei, la danza bie biyelgee y el uso del violín denominado morin khuur. Durante el festival, los mongoles observan una serie de rituales y prácticas específicas, como llevar atuendos especiales y utilizar instrumentos y artículos deportivos característicos.
Los participantes en el festival sienten un gran respeto por todos los deportistas –hombres, mujeres y niños– que toman parte en las competiciones, y a los vencedores se les otorgan galardones para recompensar sus triunfos. En honor de los competidores en las pruebas se entonan plegarias rituales y se recitan poemas. Al alentar y autorizar a todas las personas a tomar parte en el Naadam, se fomenta la participación y convivencia de la comunidad. Los deportes practicados en el festival guardan relación con los modos y condiciones de vida de los mongoles, y su transmisión a las jóvenes generaciones se efectúa gracias al aprendizaje efectuado en el seno de las familias, aunque recientemente se han creado sistemas de aprendizaje formal para la lucha y el tiro al arco. Por otra parte, los rituales y las costumbres del Naadam hacen hincapié en el respeto de la naturaleza y el medio ambiente.
ENRIQUETA MARTI;LA VAMPIRA DE BARCELONA
Enriqueta MArtí sembró de horror la Barcelona de 1912. Secuestraba, prostituía y asesinaba a niños para extraerles la sangre, las grasas y el tuétano de los huesos y elaborar pócimas que sus clientes consideraban mágicas. El relato de las dos niñas que liberó la policía fue recogido por la prensa de la época con buena dosis de morbo.
Tras el delicado nombre de Enriqueta Martí se esconde una de las personalidades criminales más feroces de la historia negra de España. Secuestradora, prostituta, alcahueta, falsificadora, corruptora de menores, pederasta, bruja y asesina son algunas de las actividades que ejerció durante su vida esa mujer a la que el pueblo de Barcelona bautizó como "la Vampira del Carrer Ponent".
Y todo empezó de una forma bien simple, con un desmentido oficial que trataba de negar la realidad, algo que ha venido sucediendo siempre a lo largo de la historia. El gobernador civil, nada menos que Portela Valladares, trataba de convencer a todos de que era "completamente falso el rumor que se está extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición durante los últimos meses de niños y niñas de corta edad que según las habladurías populacheras habrían sido secuestrados ".
Pero el rumor, ese runrún que se extendía por calles y plazas, mercados y patios de vecinos, era completamente cierto. Eran muchos los niños que a diario desaparecían en las grandes ciudades durante aquellos años y los padres, para amedrentar a sus hijos, para hacerlos más precavidos, les contaban tétricos relatos sobre "el hombre del saco"
Por aquellos días de febrero de 1912, apenas tres años después de la Semana Trágica, la mayor parte de ciudadanos de Barcelona andaban preocupados por la desaparición de una niña de cinco años llamada Teresita Guitart sobre cuyos detalles y circunstancias se estaba extendiendo ampliamente la prensa.
Había ocurrido a la caída de la tarde del 10 de febrero en la calle de San Vicente. Ya era casi de noche cuando Ana, la madre de Teresita, se había detenido a la puerta de su domicilio a charlar con una vecina y le soltó la mano a la pequeña en la creencia de que subiría sola hasta el piso. Pero no fue así. Cuando el marido vio llegar a su esposa sin Teresita, preguntó extrañado: "¿Y la nena?". La buena mujer lanzó un grito y bajó corriendo a la calle, pero ya era demasiado tarde, no había rastro de la niña.
Lo que había ocurrido era que Teresita, en lugar de subir a su casa, se alejó un poco, curioseando, y de repente sintió que una mano cogía la suya y que una mujer extraña le decía con acento mimoso: "Ven, bonita, ven, que tengo dulces para ti". La pequeña, ilusionada, se dejó llevar un trecho, pero, al ver que se alejaba demasiado de donde estaba su madre, soltó su manita y trató de regresar. Demasiado tarde. La desconocida desplegó un trapo negro con el que cubrió por completo a la niña, la agarró en brazos para ahogar sus sollozos y protestas, y se perdió con su presa en las sombras de la noche.
Y Barcelona vivió más de dos semanas con el corazón en un puño pensando en la suerte que habría podido correr la infeliz Teresita Guitart. Todos los esfuerzos policiales resultaron, como casi siempre, nulos. Sería una vecina fisgona, una chafardera, la que descubriría el paradero de la niña desaparecida.
Se llamaba Claudina Elías, y un buen día se fijó en la carita de una niña que la miraba a través de los sucios cristales de un ventanuco y le pareció que su expresión era implorante. Era la casa de la vecina del entresuelo, en la que vivía con un niño y una niña, pero el deplorable rostro de aquella criatura de cabeza rapada no le resultaba familiar. "Mira que si se tratara de la desaparecida Teresita". Se lo comentó al colchonero que tenía la tienda en la misma calle de Poniente (hoy Joaquín Costa) y éste se lo hizo saber al municipal José Asens, quien se lo comunicó a su jefe, el brigada Ribot.
Y fue éste el que a primera hora de la mañana del 27 de febrero de 1912 llamó a la puerta del entresuelo 1ª del número 29 de la calle de Poniente. Le abrió una mujer que acababa de despertarse.
-Buenos días. Vengo a inspeccionar su domicilio, pues hemos tenido una denuncia de que tiene usted gallinas.
-¿Gallinas? ¿A quién se le ocurre? Eso es mentira.
-Si me permite
Y el brigada Ribot penetró en el piso descubriendo al fondo del pasillo a dos niñas de corta edad. La dueña de la casa reaccionó y le dijo que sin una orden del juez no podía pasar. Pero era tarde. Ribot se acercó a la pequeña, que tenía la cabeza rapada.
-¿Cómo te llamas, guapa?
-Felicidad
-¿No te llamas Teresita?
La niña vaciló y acabó diciendo: "Aquí me llaman Felicidad". Ribot preguntó a la mujer quién era aquella niña y ella respondió que no lo sabía, que se la había encontrado en la Ronda de San Pablo el día anterior y le había dicho que estaba perdida y que tenía hambre y ella se la había llevado a casa. "La otra es mi hija y se llama Angelita", añadió. No había ningún rastro del niño que la vecina decía haber visto en repetidas ocasiones.
Una vez en la Jefatura de Policía, que entonces estaba en la calle de Sepúlveda y cuyo máximo responsable era José Millán Astray, la secuestradora fue identificada como Enriqueta Martí Ripollés, de 43 años y con antecedentes por corrupción de menores.
Había sido detenida en 1909 en su domicilio de la calle de Minerva, donde descubrieron que tenía un prostíbulo de menores de ambos sexos y de edades que iban desde los cinco hasta los 16 años. Con ella había sido detenido un cliente joven que resultó ser hijo de familia distinguida. Enriqueta fue procesada, pero la causa se perdió en los archivos gracias a las influencias ejercidas por una persona muy conocida y muy poderosa de la ciudad.
La vida de Enriqueta Martí estuvo siempre muy relacionada con la prostitución. Ella misma comenzó a ejercerla antes de cumplir 20 años, el día en que se dio cuenta de que siendo criada no se llegaba a ninguna parte. Fornicó en los lupanares de más baja estofa de la zona vieja y marinera de la Puerta de Santa Madrona hasta que un día decidió probar fortuna casándose con un pintor incomprendido y fracasado, Juan Pujaló, un pobre tipo que se alimentaba de alpiste, como los pájaros, porque lo había aprendido en un manual de naturismo. Diez años duró la relación, aunque hasta seis veces se separaron en este periodo. La última y definitiva había sido cinco años antes.
Por eso la policía pudo descubrir que Angelita no era hija de Enriqueta porque así lo declaró el infeliz de Pujaló, que explicó que el fracaso de su matrimonio se debía a que "Enriqueta es muy aficionada a los hombres y acostumbra a frecuentar ciertas casas que a mí no me gustan". Posteriormente, los médicos comprobaron que efectivamente Enriqueta nunca había dado a luz.
¿Quién era, pues, Angelita y dónde estaba el niño que vivía con ella en la calle de Poniente? Enriqueta no fue nada explícita en sus declaraciones y siguió manteniendo que la niña era suya aunque semanas después reconocería que se la había quitado nada más nacer a una cuñada a la que hizo creer que lo había perdido en el parto. En cuanto al niño, explicó que se llamaba Pepito, que tenía cinco años y que se lo habían dejado para que lo cuidara. "Pero como se puso malito lo llevé fuera de Barcelona para que se cure".
Poco a poco, a base de testigos que se presentaban espontáneamente a declarar, pudo irse trazando la personalidad de la secuestradora. A pesar de que no tenía problemas económicos, solía mendigar y acudía, vestida como una pordiosera y acompañada casi siempre de un niño o una niña, a centros de acogida, conventos, parroquias y asilos pidiendo limosna y comida. Ésta era su ocupación por las mañanas, pero a media tarde salía de su casa elegantemente vestida con sedas y terciopelos y tocada la cabeza con pelucas y sombreros. ¿Qué lugares frecuentaba? ¿A quién visitaba?
Las declaraciones de las dos niñas, fundamentalmente la de Angelita, vinieron a demostrar que Enriqueta Martí era mucho más que una alcahueta secuestradora y corruptora de niños. Teresita contó al juez que aquella mujer, nada más llegar al piso, le dijo: "¿Verdad que sientes picor en la cabeza? Anda, hija mía, déjate cortar el pelito y te pondrás buena". La niña se dejó hacer mientras la mujer le decía que a partir de ahora se iba a llamar Felicidad y que ya no tenía padres y que ella era su madre y que tenía que llamarla "mamá" cuando salieran a la calle. Pero nunca salió a la calle ni le estaba permitido asomarse al balcón o a las ventanas. Le daba mal de comer -patatas y pan duro-; no le pegaba, pero solía darle fuertes pellizcos.
Su única distracción era jugar con Angelita, porque ella no llegó nunca a ver a Pepito en la casa. A veces se quedaban las dos solas y era cuando tenían más miedo y todos los ruidos las asustaban. Pero un día Angelita le dijo: "Vamos a ver qué tiene mamá en los sitios donde no nos deja entrar". Y entrelazando sus manitas penetraron casi a oscuras en las habitaciones prohibidas. Teresita tropezó con algo que resultó ser un saco. Lo abrieron y, al descubrir su contenido, lanzaron un grito de horror: había un cuchillo grande y unas ropas de niño manchadas de sangre.
La declaración de Angelita fue aún más sobrecogedora. Ella sí conoció a Pepito, un niño rubio de su misma edad con el que solía jugar hasta que un día "Mamá no se dio cuenta de que yo la vi cómo cogía a Pepito, lo ponía sobre la mesa del comedor y lo mataba con un cuchillo. Yo me fui a mi cama y me hice la dormida". Tanto impresionaron al pueblo de Barcelona las declaraciones de las dos pequeñas que se abrieron suscripciones populares para abrirles una libreta de la Caja de Ahorros y hasta fueron presentadas en público. En el teatro Tívoli, por ejemplo, se celebró una función en su honor y en los carteles se decía: "Teresita y Angelita asistirán a la representación desde un palco".
Pero lo más tremendo todavía estaba por llegar. Fue a raíz del registro que se produjo en el entresuelo de la calle de Poniente. Los del juzgado se quedaron atónitos cuando entre aquellas habitaciones sórdidas y malolientes descubrieron un suntuoso salón amueblado con gusto exquisito. El mobiliario, las lámparas, el cortinaje, las butacas y los sofás debían de haber costado una fortuna.
En un armario colgaban dos trajecitos de niño y otros dos de niña; había medias de seda y zapatitos a juego con los trajes. Y también fueron encontrados las pelucas rizadas y los finos trajes de confección que Enriqueta vestía en sus misteriosas salidas.
Un paquete de cartas llamó la atención de los funcionarios. La mayoría estaban escritas en lenguaje cifrado, y abundaban en ellas las contraseñas y las firmas con iniciales. Apareció también una lista, una relación de nombres, que daría mucho que hablar a la opinión pública. En la cocina encontraron el saco del que habían hablado las dos niñas y, efectivamente, contenía un trajecito de niño y un cuchillo ensangrentados. En otra habitación descubrieron un saco de lona, aparentemente lleno de ropa sucia y vieja, pero en cuyo fondo había huesos de reducido tamaño que posteriormente se confirmaría que eran de criaturas infantiles.
Hasta 30 se contaron entre costillas, clavículas, rótulas Todos ellos presentaban la particularidad de que tenían señales de haber sido expuestos al fuego, lo que, según los médicos, excluía que pudieran servir para estudios anatómicos y hacía suponer que más bien los pobres niños habían sido sacrificados para extraer grasa de sus cuerpecitos. Esta afirmación era en respuesta a la explicación que días más tarde daría Enriqueta justificando que tenía recogidos aquellos huesos para estudios de anatomía.
Tras un armario descubrieron la cabellera rubia de una niña de unos tres años, y la macabra expedición concluyó en una habitación cuya cerradura tuvieron que forzar y en la que aparecieron medio centenar de frascos, rellenos, unos, de sangre coagulada; otros, de grasas, y el resto, con sustancias que fueron enviadas a un laboratorio para su análisis.
Junto a las pócimas había un libro antiquísimo con tapas de pergamino que contenía fórmulas extrañas y misteriosas. Y también un cuaderno grande lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades, escritas a mano, en catalán y con letra refinada. A partir de aquel descubrimiento no se hablaba de otra cosa en la ciudad más que de Enriqueta Martí, y los principales periódicos nacionales, que por entonces se componían de unas 16 páginas, le dedicaban a diario un par de ellas para contar, como si fuera un folletín, las novedades del caso bajo titulares como: "Los misterios de Barcelona".
Entre los testimonios de personas que trataron a Enriqueta o sufrieron sus actividades se contaban historias tan dramáticas como la de una mujer de Alcañiz que acababa de llegar a Barcelona a buscar trabajo con un bebé en brazos. La buena mujer se sintió desfallecer y se sentó en el umbral de una casa. Una desconocida, de tono amable, se le acercó; era Enriqueta.
-¡Qué nena tan bonita!, ¿quiere que le dé un rato el pecho?
-A mi hija nadie le da el pecho más que yo -respondió la baturra.
-Pues a mí me gustaría dárselo. Me parece que lo que usted tiene es hambre. Vamos a esa lechería, que le pago un vaso de leche. ¡Pobre mujer! Traiga, que ya le llevaré yo a la niña. Y la mujer, que estaba desfallecida de hambre, siguió a la desconocida y entró con ella en la lechería.
Enriqueta pidió un vaso de leche y exclamó de repente:
-Pero le sentará mejor con pan. Espere, que ahora mismo lo traigo.
Salió con el bebé en brazos y nunca regresó. Seis años tuvieron que pasar hasta que la desgraciada mujer de Alcañiz volviera a ver frente a ella, para identificarla, a la que le había robado a su hijo y sabe Dios lo que habría hecho con él.
Ante las abrumadoras pruebas, Enriqueta acabó reconociendo que era curandera y que vendía filtros y ungüentos. "Confecciono remedios utilizando determinadas partes del cuerpo humano". Y, de forma repentina, vociferó: "¡Que registren el piso! ¡Que piquen bien las paredes y encontrarán algo! Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables".
No tan sólo el piso de la calle de Poniente fue registrado a fondo, sino también los otros domicilios que Enriqueta había tenido durante los diez últimos años. Y el resultado fue aterrador: en un piso de la calle de Picalqués fue descubierto un falso tabique que ocultaba un hueco en el que aparecieron más huesos, entre ellos varios de manos de niño. Dice la crónica que "con los huesos fue encontrado un calcetín de niño que debió de pertenecer a un hijo de familia muy humilde, porque está zurcido y añadido desde su mitad con hilo de otro color".
En un piso de la calle de Tallers, en un escondrijo, hallaron huesos y dos cabelleras rubias de niñas de corta edad. En una torre de Sant Feliu de Llobregat aparecieron libros de recetas y nuevos frascos con sustancias desconocidas. Y finalmente, en el patio de una casa de la calle de los Jocs Florals de Sants descubrieron el cráneo de un niño de unos tres años, que todavía presentaba adheridos a la piel algunos cabellos y una serie de huesos que los forenses reconocieron como pertenecientes a tres niños de tres, seis y ocho años.
Diez fueron las criaturas identificadas como víctimas de Enriqueta que se incluyeron en el sumario. Los periódicos escribieron frases como: "Esos huesos hablan de crímenes bárbaros, y esos emplastos y esas curas, de supercherías medievales". Y Millán Astray, jefe superior de policía, definió a la Martí como "una neurótica que se creía curandera, un caso de bruja antigua que hubiera sido quemada en Zocodover".
No cabe duda de que la Martí utilizaba a los niños que secuestraba en una explotación doble: como objetos de placer para sus degenerados clientes y como materia prima para elaborar sus potingues. Llegó a especularse, y así lo recogen el escritor Núñez de Prado y el abogado leonés Jesús Callejo, que el origen de las actividades como hechicera de Enriqueta podría estar en que "en una de esas orgías pederásticas, uno de los niños perdió la vida y a partir de aquel momento decidió extraerles la sangre y no desperdiciar ni siquiera el tuétano y los huesos de sus víctimas".
En aquella época, la tuberculosis hacía estragos, y estaba muy extendida la creencia de que el mejor remedio para detenerla era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho cataplasmas de grasas infantiles. Tan sólo dos años antes, un suceso había alarmado a España entera: el crimen de Gádor, en el que un curandero, Francisco Leona, había sacrificado a un niño de siete años, Bernardo González, para que el rico propietario Francisco Ortega curara la tisis que padecía bebiendo la sangre de la criatura y aplicándose sus "mantecas" sobre el pecho.
A nadie escapaba que tras los aberrantes crímenes de Enriqueta Martí tenía que haber personas con suficientes recursos económicos para satisfacer sus pervertidas necesidades. Y es en ese punto donde aparece la famosa lista de nombres hallada en el tugurio de la calle de Poniente, una lista de la que todo el mundo hablaba pero nadie conocía, una relación de nombres y domicilios en la que, se rumoreaba, figuraban médicos, abogados, comerciantes, algún escritor, políticos y otras personalidades.
La indignación y la furia comenzaron a apoderarse del pueblo de Barcelona, y la prensa más conservadora corrió a calmar los ánimos para evitar males mayores. Así, Abc llegó a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de las socaliñas (que significa 'engaños') de la hechicera, que las conocía por haber acudido a sus casas a pedir limosna".
Pero cuando saltó la noticia de que Enriqueta había intentado cortarse las venas con una cuchara de madera en su celda de la prisión de Reina Amalia, la irritación popular se convirtió en cólera y las autoridades temieron que si fallecía estallara un motín, pues los hechos de la Semana Trágica de 1909 estaban cercanos. Para evitar el suicidio de Enriqueta se tomaron todo tipo de precauciones. "La cama de la Martí está colocada frente por frente a las de sus tres compañeras de reclusión para que éstas no la pierdan de vista, cualquiera que sea la posición que aquélla adopte para dormir, y tienen orden de destaparle la cara si ven que se cubre la cabeza con las ropas de la cama para evitar que con sus dientes se seccione una vena de la muñeca".
Sin embargo, el interés por el tema comenzó a decaer al no producirse nuevos descubrimientos macabros y entrar toda la investigación en una fase rutinaria y farragosa. El periodista Luis Antón del Olmet concluía así la larga y espléndida serie de reportajes que dedicó al caso: "Estamos ante una de las criminales más tremendas y crueles de las que se tienen noticia. Movida por un fanatismo vesánico, ha ido matando niños durante diez años para sacarles las grasas y fabricar ungüentos. Es un caso inaudito, monstruoso, del que se hablará muchos años con estupor. Enriqueta Martí ha de tener leyenda, pero ¿será cosa de seguir glosando indefinidamente este suceso?"Y para rematar la pérdida de interés por el tema, a mediados de abril, un transatlántico se hundió tras chocar con un iceberg. Se llamaba Titanic y las noticias sobre aquel desastre apartaron definitivamente de las rotativas a la Vampira del Carrer Ponent.
Meses después se supo que Enriqueta Martí había fallecido en el patio de la cárcel linchada por sus compañeras presas. Se especuló que antes de ser golpeada ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparición. Nada se pudo probar. Lo único cierto es que nunca llegó a celebrarse el juicio, que aquellas personas que figuraban en la lista, "tan amantes de la caridad", se acostaron aquel día más tranquilas y que Enriqueta Martí Ripollés se convirtió en leyenda.
Tras el delicado nombre de Enriqueta Martí se esconde una de las personalidades criminales más feroces de la historia negra de España. Secuestradora, prostituta, alcahueta, falsificadora, corruptora de menores, pederasta, bruja y asesina son algunas de las actividades que ejerció durante su vida esa mujer a la que el pueblo de Barcelona bautizó como "la Vampira del Carrer Ponent".
Y todo empezó de una forma bien simple, con un desmentido oficial que trataba de negar la realidad, algo que ha venido sucediendo siempre a lo largo de la historia. El gobernador civil, nada menos que Portela Valladares, trataba de convencer a todos de que era "completamente falso el rumor que se está extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición durante los últimos meses de niños y niñas de corta edad que según las habladurías populacheras habrían sido secuestrados ".
Pero el rumor, ese runrún que se extendía por calles y plazas, mercados y patios de vecinos, era completamente cierto. Eran muchos los niños que a diario desaparecían en las grandes ciudades durante aquellos años y los padres, para amedrentar a sus hijos, para hacerlos más precavidos, les contaban tétricos relatos sobre "el hombre del saco"
Por aquellos días de febrero de 1912, apenas tres años después de la Semana Trágica, la mayor parte de ciudadanos de Barcelona andaban preocupados por la desaparición de una niña de cinco años llamada Teresita Guitart sobre cuyos detalles y circunstancias se estaba extendiendo ampliamente la prensa.
Había ocurrido a la caída de la tarde del 10 de febrero en la calle de San Vicente. Ya era casi de noche cuando Ana, la madre de Teresita, se había detenido a la puerta de su domicilio a charlar con una vecina y le soltó la mano a la pequeña en la creencia de que subiría sola hasta el piso. Pero no fue así. Cuando el marido vio llegar a su esposa sin Teresita, preguntó extrañado: "¿Y la nena?". La buena mujer lanzó un grito y bajó corriendo a la calle, pero ya era demasiado tarde, no había rastro de la niña.
Lo que había ocurrido era que Teresita, en lugar de subir a su casa, se alejó un poco, curioseando, y de repente sintió que una mano cogía la suya y que una mujer extraña le decía con acento mimoso: "Ven, bonita, ven, que tengo dulces para ti". La pequeña, ilusionada, se dejó llevar un trecho, pero, al ver que se alejaba demasiado de donde estaba su madre, soltó su manita y trató de regresar. Demasiado tarde. La desconocida desplegó un trapo negro con el que cubrió por completo a la niña, la agarró en brazos para ahogar sus sollozos y protestas, y se perdió con su presa en las sombras de la noche.
Y Barcelona vivió más de dos semanas con el corazón en un puño pensando en la suerte que habría podido correr la infeliz Teresita Guitart. Todos los esfuerzos policiales resultaron, como casi siempre, nulos. Sería una vecina fisgona, una chafardera, la que descubriría el paradero de la niña desaparecida.
Se llamaba Claudina Elías, y un buen día se fijó en la carita de una niña que la miraba a través de los sucios cristales de un ventanuco y le pareció que su expresión era implorante. Era la casa de la vecina del entresuelo, en la que vivía con un niño y una niña, pero el deplorable rostro de aquella criatura de cabeza rapada no le resultaba familiar. "Mira que si se tratara de la desaparecida Teresita". Se lo comentó al colchonero que tenía la tienda en la misma calle de Poniente (hoy Joaquín Costa) y éste se lo hizo saber al municipal José Asens, quien se lo comunicó a su jefe, el brigada Ribot.
Y fue éste el que a primera hora de la mañana del 27 de febrero de 1912 llamó a la puerta del entresuelo 1ª del número 29 de la calle de Poniente. Le abrió una mujer que acababa de despertarse.
-Buenos días. Vengo a inspeccionar su domicilio, pues hemos tenido una denuncia de que tiene usted gallinas.
-¿Gallinas? ¿A quién se le ocurre? Eso es mentira.
-Si me permite
Y el brigada Ribot penetró en el piso descubriendo al fondo del pasillo a dos niñas de corta edad. La dueña de la casa reaccionó y le dijo que sin una orden del juez no podía pasar. Pero era tarde. Ribot se acercó a la pequeña, que tenía la cabeza rapada.
-¿Cómo te llamas, guapa?
-Felicidad
-¿No te llamas Teresita?
La niña vaciló y acabó diciendo: "Aquí me llaman Felicidad". Ribot preguntó a la mujer quién era aquella niña y ella respondió que no lo sabía, que se la había encontrado en la Ronda de San Pablo el día anterior y le había dicho que estaba perdida y que tenía hambre y ella se la había llevado a casa. "La otra es mi hija y se llama Angelita", añadió. No había ningún rastro del niño que la vecina decía haber visto en repetidas ocasiones.
Una vez en la Jefatura de Policía, que entonces estaba en la calle de Sepúlveda y cuyo máximo responsable era José Millán Astray, la secuestradora fue identificada como Enriqueta Martí Ripollés, de 43 años y con antecedentes por corrupción de menores.
Había sido detenida en 1909 en su domicilio de la calle de Minerva, donde descubrieron que tenía un prostíbulo de menores de ambos sexos y de edades que iban desde los cinco hasta los 16 años. Con ella había sido detenido un cliente joven que resultó ser hijo de familia distinguida. Enriqueta fue procesada, pero la causa se perdió en los archivos gracias a las influencias ejercidas por una persona muy conocida y muy poderosa de la ciudad.
La vida de Enriqueta Martí estuvo siempre muy relacionada con la prostitución. Ella misma comenzó a ejercerla antes de cumplir 20 años, el día en que se dio cuenta de que siendo criada no se llegaba a ninguna parte. Fornicó en los lupanares de más baja estofa de la zona vieja y marinera de la Puerta de Santa Madrona hasta que un día decidió probar fortuna casándose con un pintor incomprendido y fracasado, Juan Pujaló, un pobre tipo que se alimentaba de alpiste, como los pájaros, porque lo había aprendido en un manual de naturismo. Diez años duró la relación, aunque hasta seis veces se separaron en este periodo. La última y definitiva había sido cinco años antes.
Por eso la policía pudo descubrir que Angelita no era hija de Enriqueta porque así lo declaró el infeliz de Pujaló, que explicó que el fracaso de su matrimonio se debía a que "Enriqueta es muy aficionada a los hombres y acostumbra a frecuentar ciertas casas que a mí no me gustan". Posteriormente, los médicos comprobaron que efectivamente Enriqueta nunca había dado a luz.
¿Quién era, pues, Angelita y dónde estaba el niño que vivía con ella en la calle de Poniente? Enriqueta no fue nada explícita en sus declaraciones y siguió manteniendo que la niña era suya aunque semanas después reconocería que se la había quitado nada más nacer a una cuñada a la que hizo creer que lo había perdido en el parto. En cuanto al niño, explicó que se llamaba Pepito, que tenía cinco años y que se lo habían dejado para que lo cuidara. "Pero como se puso malito lo llevé fuera de Barcelona para que se cure".
Poco a poco, a base de testigos que se presentaban espontáneamente a declarar, pudo irse trazando la personalidad de la secuestradora. A pesar de que no tenía problemas económicos, solía mendigar y acudía, vestida como una pordiosera y acompañada casi siempre de un niño o una niña, a centros de acogida, conventos, parroquias y asilos pidiendo limosna y comida. Ésta era su ocupación por las mañanas, pero a media tarde salía de su casa elegantemente vestida con sedas y terciopelos y tocada la cabeza con pelucas y sombreros. ¿Qué lugares frecuentaba? ¿A quién visitaba?
Las declaraciones de las dos niñas, fundamentalmente la de Angelita, vinieron a demostrar que Enriqueta Martí era mucho más que una alcahueta secuestradora y corruptora de niños. Teresita contó al juez que aquella mujer, nada más llegar al piso, le dijo: "¿Verdad que sientes picor en la cabeza? Anda, hija mía, déjate cortar el pelito y te pondrás buena". La niña se dejó hacer mientras la mujer le decía que a partir de ahora se iba a llamar Felicidad y que ya no tenía padres y que ella era su madre y que tenía que llamarla "mamá" cuando salieran a la calle. Pero nunca salió a la calle ni le estaba permitido asomarse al balcón o a las ventanas. Le daba mal de comer -patatas y pan duro-; no le pegaba, pero solía darle fuertes pellizcos.
Su única distracción era jugar con Angelita, porque ella no llegó nunca a ver a Pepito en la casa. A veces se quedaban las dos solas y era cuando tenían más miedo y todos los ruidos las asustaban. Pero un día Angelita le dijo: "Vamos a ver qué tiene mamá en los sitios donde no nos deja entrar". Y entrelazando sus manitas penetraron casi a oscuras en las habitaciones prohibidas. Teresita tropezó con algo que resultó ser un saco. Lo abrieron y, al descubrir su contenido, lanzaron un grito de horror: había un cuchillo grande y unas ropas de niño manchadas de sangre.
La declaración de Angelita fue aún más sobrecogedora. Ella sí conoció a Pepito, un niño rubio de su misma edad con el que solía jugar hasta que un día "Mamá no se dio cuenta de que yo la vi cómo cogía a Pepito, lo ponía sobre la mesa del comedor y lo mataba con un cuchillo. Yo me fui a mi cama y me hice la dormida". Tanto impresionaron al pueblo de Barcelona las declaraciones de las dos pequeñas que se abrieron suscripciones populares para abrirles una libreta de la Caja de Ahorros y hasta fueron presentadas en público. En el teatro Tívoli, por ejemplo, se celebró una función en su honor y en los carteles se decía: "Teresita y Angelita asistirán a la representación desde un palco".
Pero lo más tremendo todavía estaba por llegar. Fue a raíz del registro que se produjo en el entresuelo de la calle de Poniente. Los del juzgado se quedaron atónitos cuando entre aquellas habitaciones sórdidas y malolientes descubrieron un suntuoso salón amueblado con gusto exquisito. El mobiliario, las lámparas, el cortinaje, las butacas y los sofás debían de haber costado una fortuna.
En un armario colgaban dos trajecitos de niño y otros dos de niña; había medias de seda y zapatitos a juego con los trajes. Y también fueron encontrados las pelucas rizadas y los finos trajes de confección que Enriqueta vestía en sus misteriosas salidas.
Un paquete de cartas llamó la atención de los funcionarios. La mayoría estaban escritas en lenguaje cifrado, y abundaban en ellas las contraseñas y las firmas con iniciales. Apareció también una lista, una relación de nombres, que daría mucho que hablar a la opinión pública. En la cocina encontraron el saco del que habían hablado las dos niñas y, efectivamente, contenía un trajecito de niño y un cuchillo ensangrentados. En otra habitación descubrieron un saco de lona, aparentemente lleno de ropa sucia y vieja, pero en cuyo fondo había huesos de reducido tamaño que posteriormente se confirmaría que eran de criaturas infantiles.
Hasta 30 se contaron entre costillas, clavículas, rótulas Todos ellos presentaban la particularidad de que tenían señales de haber sido expuestos al fuego, lo que, según los médicos, excluía que pudieran servir para estudios anatómicos y hacía suponer que más bien los pobres niños habían sido sacrificados para extraer grasa de sus cuerpecitos. Esta afirmación era en respuesta a la explicación que días más tarde daría Enriqueta justificando que tenía recogidos aquellos huesos para estudios de anatomía.
Tras un armario descubrieron la cabellera rubia de una niña de unos tres años, y la macabra expedición concluyó en una habitación cuya cerradura tuvieron que forzar y en la que aparecieron medio centenar de frascos, rellenos, unos, de sangre coagulada; otros, de grasas, y el resto, con sustancias que fueron enviadas a un laboratorio para su análisis.
Junto a las pócimas había un libro antiquísimo con tapas de pergamino que contenía fórmulas extrañas y misteriosas. Y también un cuaderno grande lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades, escritas a mano, en catalán y con letra refinada. A partir de aquel descubrimiento no se hablaba de otra cosa en la ciudad más que de Enriqueta Martí, y los principales periódicos nacionales, que por entonces se componían de unas 16 páginas, le dedicaban a diario un par de ellas para contar, como si fuera un folletín, las novedades del caso bajo titulares como: "Los misterios de Barcelona".
Entre los testimonios de personas que trataron a Enriqueta o sufrieron sus actividades se contaban historias tan dramáticas como la de una mujer de Alcañiz que acababa de llegar a Barcelona a buscar trabajo con un bebé en brazos. La buena mujer se sintió desfallecer y se sentó en el umbral de una casa. Una desconocida, de tono amable, se le acercó; era Enriqueta.
-¡Qué nena tan bonita!, ¿quiere que le dé un rato el pecho?
-A mi hija nadie le da el pecho más que yo -respondió la baturra.
-Pues a mí me gustaría dárselo. Me parece que lo que usted tiene es hambre. Vamos a esa lechería, que le pago un vaso de leche. ¡Pobre mujer! Traiga, que ya le llevaré yo a la niña. Y la mujer, que estaba desfallecida de hambre, siguió a la desconocida y entró con ella en la lechería.
Enriqueta pidió un vaso de leche y exclamó de repente:
-Pero le sentará mejor con pan. Espere, que ahora mismo lo traigo.
Salió con el bebé en brazos y nunca regresó. Seis años tuvieron que pasar hasta que la desgraciada mujer de Alcañiz volviera a ver frente a ella, para identificarla, a la que le había robado a su hijo y sabe Dios lo que habría hecho con él.
Ante las abrumadoras pruebas, Enriqueta acabó reconociendo que era curandera y que vendía filtros y ungüentos. "Confecciono remedios utilizando determinadas partes del cuerpo humano". Y, de forma repentina, vociferó: "¡Que registren el piso! ¡Que piquen bien las paredes y encontrarán algo! Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables".
No tan sólo el piso de la calle de Poniente fue registrado a fondo, sino también los otros domicilios que Enriqueta había tenido durante los diez últimos años. Y el resultado fue aterrador: en un piso de la calle de Picalqués fue descubierto un falso tabique que ocultaba un hueco en el que aparecieron más huesos, entre ellos varios de manos de niño. Dice la crónica que "con los huesos fue encontrado un calcetín de niño que debió de pertenecer a un hijo de familia muy humilde, porque está zurcido y añadido desde su mitad con hilo de otro color".
En un piso de la calle de Tallers, en un escondrijo, hallaron huesos y dos cabelleras rubias de niñas de corta edad. En una torre de Sant Feliu de Llobregat aparecieron libros de recetas y nuevos frascos con sustancias desconocidas. Y finalmente, en el patio de una casa de la calle de los Jocs Florals de Sants descubrieron el cráneo de un niño de unos tres años, que todavía presentaba adheridos a la piel algunos cabellos y una serie de huesos que los forenses reconocieron como pertenecientes a tres niños de tres, seis y ocho años.
Diez fueron las criaturas identificadas como víctimas de Enriqueta que se incluyeron en el sumario. Los periódicos escribieron frases como: "Esos huesos hablan de crímenes bárbaros, y esos emplastos y esas curas, de supercherías medievales". Y Millán Astray, jefe superior de policía, definió a la Martí como "una neurótica que se creía curandera, un caso de bruja antigua que hubiera sido quemada en Zocodover".
No cabe duda de que la Martí utilizaba a los niños que secuestraba en una explotación doble: como objetos de placer para sus degenerados clientes y como materia prima para elaborar sus potingues. Llegó a especularse, y así lo recogen el escritor Núñez de Prado y el abogado leonés Jesús Callejo, que el origen de las actividades como hechicera de Enriqueta podría estar en que "en una de esas orgías pederásticas, uno de los niños perdió la vida y a partir de aquel momento decidió extraerles la sangre y no desperdiciar ni siquiera el tuétano y los huesos de sus víctimas".
En aquella época, la tuberculosis hacía estragos, y estaba muy extendida la creencia de que el mejor remedio para detenerla era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho cataplasmas de grasas infantiles. Tan sólo dos años antes, un suceso había alarmado a España entera: el crimen de Gádor, en el que un curandero, Francisco Leona, había sacrificado a un niño de siete años, Bernardo González, para que el rico propietario Francisco Ortega curara la tisis que padecía bebiendo la sangre de la criatura y aplicándose sus "mantecas" sobre el pecho.
A nadie escapaba que tras los aberrantes crímenes de Enriqueta Martí tenía que haber personas con suficientes recursos económicos para satisfacer sus pervertidas necesidades. Y es en ese punto donde aparece la famosa lista de nombres hallada en el tugurio de la calle de Poniente, una lista de la que todo el mundo hablaba pero nadie conocía, una relación de nombres y domicilios en la que, se rumoreaba, figuraban médicos, abogados, comerciantes, algún escritor, políticos y otras personalidades.
La indignación y la furia comenzaron a apoderarse del pueblo de Barcelona, y la prensa más conservadora corrió a calmar los ánimos para evitar males mayores. Así, Abc llegó a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de las socaliñas (que significa 'engaños') de la hechicera, que las conocía por haber acudido a sus casas a pedir limosna".
Pero cuando saltó la noticia de que Enriqueta había intentado cortarse las venas con una cuchara de madera en su celda de la prisión de Reina Amalia, la irritación popular se convirtió en cólera y las autoridades temieron que si fallecía estallara un motín, pues los hechos de la Semana Trágica de 1909 estaban cercanos. Para evitar el suicidio de Enriqueta se tomaron todo tipo de precauciones. "La cama de la Martí está colocada frente por frente a las de sus tres compañeras de reclusión para que éstas no la pierdan de vista, cualquiera que sea la posición que aquélla adopte para dormir, y tienen orden de destaparle la cara si ven que se cubre la cabeza con las ropas de la cama para evitar que con sus dientes se seccione una vena de la muñeca".
Sin embargo, el interés por el tema comenzó a decaer al no producirse nuevos descubrimientos macabros y entrar toda la investigación en una fase rutinaria y farragosa. El periodista Luis Antón del Olmet concluía así la larga y espléndida serie de reportajes que dedicó al caso: "Estamos ante una de las criminales más tremendas y crueles de las que se tienen noticia. Movida por un fanatismo vesánico, ha ido matando niños durante diez años para sacarles las grasas y fabricar ungüentos. Es un caso inaudito, monstruoso, del que se hablará muchos años con estupor. Enriqueta Martí ha de tener leyenda, pero ¿será cosa de seguir glosando indefinidamente este suceso?"Y para rematar la pérdida de interés por el tema, a mediados de abril, un transatlántico se hundió tras chocar con un iceberg. Se llamaba Titanic y las noticias sobre aquel desastre apartaron definitivamente de las rotativas a la Vampira del Carrer Ponent.
Meses después se supo que Enriqueta Martí había fallecido en el patio de la cárcel linchada por sus compañeras presas. Se especuló que antes de ser golpeada ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparición. Nada se pudo probar. Lo único cierto es que nunca llegó a celebrarse el juicio, que aquellas personas que figuraban en la lista, "tan amantes de la caridad", se acostaron aquel día más tranquilas y que Enriqueta Martí Ripollés se convirtió en leyenda.
BERENGUELA DE NAVARRA,EL OLVIDO DE UNA REINA.
Vivió rodeada de figuras históricas destacadas que tal vez la eclipsaron más que ensalzarla sobre el anonimato al que estamos condenados la mayoría de mortales. Probablemente no fue ésta circunstancia la que hizo que la Historia del pueblo que la vio nacer se olvidara literalmente de ella, sino el hecho de ser mujer y de haberlo sido en plena Edad Media, época en la que, como veremos, aun siendo reina, las condiciones de vida del género femenino eran durísimas y del todo incomprensibles desde nuestro actual punto de vista.
Berenguela de Navarra, reina de Inglaterra, duquesa de Normandía y condesa de Anjou. Nació en el 1165 fruto de la unión entre el rey navarro Sancho VI el Sabio y Sancha de Castilla. Hermana del que llegaría a ser sucesor de su padre, Sancho VII el Fuerte, contrajo matrimonio en 1191 con el conocido rey inglés Ricardo Corazón de León. Hija, hermana y esposa de grandes monarcas, su persona, sin embargo es absolutamente desconocida para la Historia, tanto de Navarra como de Inglaterra y, en consecuencia, los datos que sobre su vida y obra se guardan son bien escasos dando lugar a biografías y estudios de tipo especulativo.
Lo que se conoce sobre su vida bien podría servir como base para una novela de aventuras, histórica quizás, pero básicamente ficticia. El argumento giraría en torno a un matrimonio concertado entre ella y el rey inglés en el que los intereses políticos y económicos primarían sobre cualquier otra circunstancia de carácter personal o sentimental, dejando a las claras que Berenguela no fue más que un medio para establecer alianzas entre los dos monarcas implicados.
La joven Berenguela rondaría los 20 años cuando fue entregada como futura esposa a un Rey demasiado ocupado en guerrear, conquistar y participar en la que posteriormente se denominaría Tercera Cruzada a Tierra Santa. Sobra decir que el fervor religioso fue lo que movió a todos aquellos que lucharon y mataron en nombre de Dios y su fe en la religión católica a lo largo de más de 200 años, pero como en otras muchas ocasiones de la Historia de la Humanidad aquellas batallas tuvieron un importante trasfondo político y comercial relacionado con los intereses de reyes y eclesiásticos que suele pasar, demasiado a menudo, desapercibido.
Acompañada por la madre del rey Ricardo, Leonor de Aquitania, Berenguela acudió a Chipre, lugar previsto para la celebración de la boda. Tras encallar el navío en el que viajaba y ser tomada como rehén, Ricardo consigue no solo su libertad, sino también ser coronado rey de Chipre.
Tras la boda y una breve convivencia de apenas un año, el matrimonio no estuvo junto en ningún momento. De hecho, Berenguela, en su condición de reina de Inglaterra, parece ser que nunca llegó a estar en este país, pasando más de 30 años en la ciudad francesa de Le Mans, tras breves estancias previas en Poitiers y Acre (Palestina).
Ricardo murió en 1199 sin haber dejado descendencia y sin apenas conocer a la que fue su esposa y reina por interés, Berenguela de Navarra. Aún así, el rey tomó buena cuenta de aquello que dejaría en herencia a su mujer cuando él falleciera y que incluía el usufructo de numerosas ciudades, aldeas y castillos de Gascuña, Normandia y la población de Jaunay, además de otros señoríos. No deja de resultar curioso el hecho de que todo este patrimonio quedara, por decisión expresa del rey, en manos de su viuda, teniendo en cuenta la escasa relación personal que debió de tener con ella. Las razones que le impulsaron a obrar así nos son incomprensibles hoy en día, pero lo que sí estuvo claro fue la dificultad inicial que Berenguela tuvo para recibir su legítima herencia, hecho que le enfrentó a Juan Sin Tierra, hermano del fallecido Ricardo Corazón de León y sucesor del mismo.
A tenor de los pocos datos que sobre su vida se tienen y dando por sentado que el hecho de haber sido reina y esposa de Ricardo Corazón de León le hubiera proporcionado una forma de vida bastante aceptable para un periodo histórico oscuro y desconocido como lo fue el medieval, podríamos suponer una existencia apacible, llena de lujo, intrigas palaciegas y vivencias históricamente memorables. Pero el desconocimiento que recae sobre su persona solo nos permite comprobar que Berenguela no debió ser más que otro elemento de un contrato establecido entre los monarcas navarro e inglés, siendo esta una práctica muy habitual entre nobles y reyes durante siglos.
Lamentablemente desconocemos su preparación académica, si es que la tuvo; sus intereses e inquietudes, en definitiva algo que nos acercara a su forma de ser y de ver la realidad que la rodeaba y que no sería del todo ajena a otras tantas mujeres entregadas en matrimonio por interés. En la actualidad nos es prácticamente incomprensible que una mujer aceptara (y más siendo hija del memorable Sancho VI el Sabio) este tipo de contrato matrimonial de forma sumisa y abnegada, aún incluso teniendo a nuestro alcance información a cerca de cómo se vivía entonces, cuales eran los motivos que movían a reyes y reinos enteros, qué era lo que realmente importaba y lo que hizo avanzar la Historia de la mujer y de toda la Humanidad por un camino determinado. Solo es entendible si tenemos en cuenta que Berenguela vivió en una sociedad, la feudal, y en un siglo, el XII, que nada tenían que ver con la actualidad, a pesar de los avances que ya se estaban produciendo en el ámbito político y cultural.
Por aquel entonces, en Navarra reinaba Sancho VI el Sabio, fundador de numerosas villas y ciudades, tales como Donostia y Vitoria-Gasteiz. El rey navarro intentaba fortalecer su reino aumentando el número de habitantes de dichas poblaciones, fomentando el comercio y favoreciendo, gracias a su conocida religiosidad, a monasterios y conventos.
Por el contrario, las alianzas beneficiosas para con su reino eran del todo necesarias: Castillas y Aragón se fortalecían por momentos y ansiaban hacerse con el reino de Navarra. Así, el matrimonio concertado entre su hija y el rey inglés adquirió un claro carácter político y estratégico, desembocando en el auxilio mutuo (Navarra acudió en más de una ocasión en ayuda de Ricardo para sofocar las sublevaciones surgidas en algunos de sus territorios) y en un hecho histórico que podría constatar el valor real de dicha unión: poco después de morir Ricardo y reinando Sancho VII el Fuerte, Castilla se apodera de Gipuzkoa, Araba y el Duranguesado, entonces pertenecientes al reino de Navarra. Quizás la relación entre los reyes navarro e inglés suponía una traba para los intereses territoriales de Castilla, traba que pudo verse disipada con la muerte de Ricardo.Sin embargo, ésta circunstancia y supuesta colaboración monárquica no está del todo demostrada, aunque por sus características y consecuencias, sería bastante probable que hubiera sucedido así.
Berenguela de Navarra no solo fue el medio por el cual afianzar dicho enlace, sino que fue hija de un siglo, una época en la que a la mujer se la consideraba, desde el punto de vista humano, como un ser inferior, débil y sujeto a los designios de un padre, hermano o marido.
Estamos en plena Edad Media y, aunque se vislumbran algunos cambios sociales, la situación distará mucho de verse mejorada al menos para las mujeres. Comienza a despuntar una nueva clase social, la formada por la burguesía mercantil y artesanal que traerá consigo importantes transformaciones sociales y una nueva concepción de la realidad social hasta entonces inamovible. Son los años del fervor religioso y las Cruzadas a Tierra Santa, de la revitalización intelectual y académica, del auge comercial y la desaparición del Califato de Córdoba. Pero va a ser también el momento de las malas cosechas, la hambruna, las guerras constantes, la peste... Años, siglos de oscuridad, fanatismo religioso, herejías y miedos. Y todo ello no afectó de igual manera a hombres y mujeres.
“Ser bella, de buen linaje, de buenas costumbres y buena salud”, esas eran las cualidades necesarias para una reina del medioevo, según dejó escrito el rey Alfonso X el Sabio en “Las Partidas” Desconocemos si Berenguela cumplía con todas y cada una de esas cualidades, lo que sí está claro es que como mujer y reina tenía unas obligaciones que no se diferenciarían mucho con respecto a otras féminas de su siglo. Es bastante probable que no recibiera educación académica, pues estaba restringida al género masculino y al ámbito religioso; que sus bienes, fruto del matrimonio contraído, fueran administrados exclusivamente por su marido y que recayera sobre ella la obligación innata de toda mujer de convertirse en obediente esposa y madre entregada a unos hijos que deberían asegurar la continuidad del linaje y el poder del rey. En este caso, la descendencia nunca llegó.
Mención a parte merecen tanto el papel que la iglesia jugó a la hora de crear una imagen social de la mujer medieval, totalmente desfavorable a la misma, como a lo que cuestiones legislativas correspondía. El Derecho Público consideraba a las mujeres como seres sin derechos ni deberes en lo público, discriminándolas claramente frente al hombre y relegándolas al ámbito de lo privado, es decir, a su labor de esposas y madres.
Afortunadamente existen casos de reinas medievales que tomaron parte de forma activa en los asuntos políticos de su reino, mujeres que accedieron a una valiosa formación académica que les permitió hacerse un pequeño hueco entre los hombres y destacar históricamente. Pero aquellas fueron las menos, las que pudieron eludir el olvido y ser recordadas, puesto que todas las demás vivieron y sufrieron las consecuencias de una sociedad sumamente religiosa, temerosa, cerrada de mente que veía en la mujer a un ser impuro, inferior cuya única función en el mundo terrenal era la de procrear y mantener el hogar.
La falta de información biográfica no debería admitirse como justificación para el olvido en el que ha recaído Berenguela de Navarra. Su figura, del todo desconocida como las de otras mujeres notables, no debería ceñirse a una mera mención sobre su verdadera función dentro de un matrimonio concertado y con finalidades político-económicas, sino que debería de servirnos de hilo conductor para conocer más de cerca las condiciones de vida, no solo de reinas y nobles, sino también del conjunto de mujeres que sobrevivieron a aquellos principios y creencias sociales medievales.
Berenguela de Navarra, reina de Inglaterra, duquesa de Normandía y condesa de Anjou. Nació en el 1165 fruto de la unión entre el rey navarro Sancho VI el Sabio y Sancha de Castilla. Hermana del que llegaría a ser sucesor de su padre, Sancho VII el Fuerte, contrajo matrimonio en 1191 con el conocido rey inglés Ricardo Corazón de León. Hija, hermana y esposa de grandes monarcas, su persona, sin embargo es absolutamente desconocida para la Historia, tanto de Navarra como de Inglaterra y, en consecuencia, los datos que sobre su vida y obra se guardan son bien escasos dando lugar a biografías y estudios de tipo especulativo.
Lo que se conoce sobre su vida bien podría servir como base para una novela de aventuras, histórica quizás, pero básicamente ficticia. El argumento giraría en torno a un matrimonio concertado entre ella y el rey inglés en el que los intereses políticos y económicos primarían sobre cualquier otra circunstancia de carácter personal o sentimental, dejando a las claras que Berenguela no fue más que un medio para establecer alianzas entre los dos monarcas implicados.
La joven Berenguela rondaría los 20 años cuando fue entregada como futura esposa a un Rey demasiado ocupado en guerrear, conquistar y participar en la que posteriormente se denominaría Tercera Cruzada a Tierra Santa. Sobra decir que el fervor religioso fue lo que movió a todos aquellos que lucharon y mataron en nombre de Dios y su fe en la religión católica a lo largo de más de 200 años, pero como en otras muchas ocasiones de la Historia de la Humanidad aquellas batallas tuvieron un importante trasfondo político y comercial relacionado con los intereses de reyes y eclesiásticos que suele pasar, demasiado a menudo, desapercibido.
Acompañada por la madre del rey Ricardo, Leonor de Aquitania, Berenguela acudió a Chipre, lugar previsto para la celebración de la boda. Tras encallar el navío en el que viajaba y ser tomada como rehén, Ricardo consigue no solo su libertad, sino también ser coronado rey de Chipre.
Tras la boda y una breve convivencia de apenas un año, el matrimonio no estuvo junto en ningún momento. De hecho, Berenguela, en su condición de reina de Inglaterra, parece ser que nunca llegó a estar en este país, pasando más de 30 años en la ciudad francesa de Le Mans, tras breves estancias previas en Poitiers y Acre (Palestina).
Ricardo murió en 1199 sin haber dejado descendencia y sin apenas conocer a la que fue su esposa y reina por interés, Berenguela de Navarra. Aún así, el rey tomó buena cuenta de aquello que dejaría en herencia a su mujer cuando él falleciera y que incluía el usufructo de numerosas ciudades, aldeas y castillos de Gascuña, Normandia y la población de Jaunay, además de otros señoríos. No deja de resultar curioso el hecho de que todo este patrimonio quedara, por decisión expresa del rey, en manos de su viuda, teniendo en cuenta la escasa relación personal que debió de tener con ella. Las razones que le impulsaron a obrar así nos son incomprensibles hoy en día, pero lo que sí estuvo claro fue la dificultad inicial que Berenguela tuvo para recibir su legítima herencia, hecho que le enfrentó a Juan Sin Tierra, hermano del fallecido Ricardo Corazón de León y sucesor del mismo.
A tenor de los pocos datos que sobre su vida se tienen y dando por sentado que el hecho de haber sido reina y esposa de Ricardo Corazón de León le hubiera proporcionado una forma de vida bastante aceptable para un periodo histórico oscuro y desconocido como lo fue el medieval, podríamos suponer una existencia apacible, llena de lujo, intrigas palaciegas y vivencias históricamente memorables. Pero el desconocimiento que recae sobre su persona solo nos permite comprobar que Berenguela no debió ser más que otro elemento de un contrato establecido entre los monarcas navarro e inglés, siendo esta una práctica muy habitual entre nobles y reyes durante siglos.
Lamentablemente desconocemos su preparación académica, si es que la tuvo; sus intereses e inquietudes, en definitiva algo que nos acercara a su forma de ser y de ver la realidad que la rodeaba y que no sería del todo ajena a otras tantas mujeres entregadas en matrimonio por interés. En la actualidad nos es prácticamente incomprensible que una mujer aceptara (y más siendo hija del memorable Sancho VI el Sabio) este tipo de contrato matrimonial de forma sumisa y abnegada, aún incluso teniendo a nuestro alcance información a cerca de cómo se vivía entonces, cuales eran los motivos que movían a reyes y reinos enteros, qué era lo que realmente importaba y lo que hizo avanzar la Historia de la mujer y de toda la Humanidad por un camino determinado. Solo es entendible si tenemos en cuenta que Berenguela vivió en una sociedad, la feudal, y en un siglo, el XII, que nada tenían que ver con la actualidad, a pesar de los avances que ya se estaban produciendo en el ámbito político y cultural.
Por aquel entonces, en Navarra reinaba Sancho VI el Sabio, fundador de numerosas villas y ciudades, tales como Donostia y Vitoria-Gasteiz. El rey navarro intentaba fortalecer su reino aumentando el número de habitantes de dichas poblaciones, fomentando el comercio y favoreciendo, gracias a su conocida religiosidad, a monasterios y conventos.
Por el contrario, las alianzas beneficiosas para con su reino eran del todo necesarias: Castillas y Aragón se fortalecían por momentos y ansiaban hacerse con el reino de Navarra. Así, el matrimonio concertado entre su hija y el rey inglés adquirió un claro carácter político y estratégico, desembocando en el auxilio mutuo (Navarra acudió en más de una ocasión en ayuda de Ricardo para sofocar las sublevaciones surgidas en algunos de sus territorios) y en un hecho histórico que podría constatar el valor real de dicha unión: poco después de morir Ricardo y reinando Sancho VII el Fuerte, Castilla se apodera de Gipuzkoa, Araba y el Duranguesado, entonces pertenecientes al reino de Navarra. Quizás la relación entre los reyes navarro e inglés suponía una traba para los intereses territoriales de Castilla, traba que pudo verse disipada con la muerte de Ricardo.Sin embargo, ésta circunstancia y supuesta colaboración monárquica no está del todo demostrada, aunque por sus características y consecuencias, sería bastante probable que hubiera sucedido así.
Berenguela de Navarra no solo fue el medio por el cual afianzar dicho enlace, sino que fue hija de un siglo, una época en la que a la mujer se la consideraba, desde el punto de vista humano, como un ser inferior, débil y sujeto a los designios de un padre, hermano o marido.
Estamos en plena Edad Media y, aunque se vislumbran algunos cambios sociales, la situación distará mucho de verse mejorada al menos para las mujeres. Comienza a despuntar una nueva clase social, la formada por la burguesía mercantil y artesanal que traerá consigo importantes transformaciones sociales y una nueva concepción de la realidad social hasta entonces inamovible. Son los años del fervor religioso y las Cruzadas a Tierra Santa, de la revitalización intelectual y académica, del auge comercial y la desaparición del Califato de Córdoba. Pero va a ser también el momento de las malas cosechas, la hambruna, las guerras constantes, la peste... Años, siglos de oscuridad, fanatismo religioso, herejías y miedos. Y todo ello no afectó de igual manera a hombres y mujeres.
“Ser bella, de buen linaje, de buenas costumbres y buena salud”, esas eran las cualidades necesarias para una reina del medioevo, según dejó escrito el rey Alfonso X el Sabio en “Las Partidas” Desconocemos si Berenguela cumplía con todas y cada una de esas cualidades, lo que sí está claro es que como mujer y reina tenía unas obligaciones que no se diferenciarían mucho con respecto a otras féminas de su siglo. Es bastante probable que no recibiera educación académica, pues estaba restringida al género masculino y al ámbito religioso; que sus bienes, fruto del matrimonio contraído, fueran administrados exclusivamente por su marido y que recayera sobre ella la obligación innata de toda mujer de convertirse en obediente esposa y madre entregada a unos hijos que deberían asegurar la continuidad del linaje y el poder del rey. En este caso, la descendencia nunca llegó.
Mención a parte merecen tanto el papel que la iglesia jugó a la hora de crear una imagen social de la mujer medieval, totalmente desfavorable a la misma, como a lo que cuestiones legislativas correspondía. El Derecho Público consideraba a las mujeres como seres sin derechos ni deberes en lo público, discriminándolas claramente frente al hombre y relegándolas al ámbito de lo privado, es decir, a su labor de esposas y madres.
Afortunadamente existen casos de reinas medievales que tomaron parte de forma activa en los asuntos políticos de su reino, mujeres que accedieron a una valiosa formación académica que les permitió hacerse un pequeño hueco entre los hombres y destacar históricamente. Pero aquellas fueron las menos, las que pudieron eludir el olvido y ser recordadas, puesto que todas las demás vivieron y sufrieron las consecuencias de una sociedad sumamente religiosa, temerosa, cerrada de mente que veía en la mujer a un ser impuro, inferior cuya única función en el mundo terrenal era la de procrear y mantener el hogar.
La falta de información biográfica no debería admitirse como justificación para el olvido en el que ha recaído Berenguela de Navarra. Su figura, del todo desconocida como las de otras mujeres notables, no debería ceñirse a una mera mención sobre su verdadera función dentro de un matrimonio concertado y con finalidades político-económicas, sino que debería de servirnos de hilo conductor para conocer más de cerca las condiciones de vida, no solo de reinas y nobles, sino también del conjunto de mujeres que sobrevivieron a aquellos principios y creencias sociales medievales.