lunes, 15 de abril de 2013

PAULINA BONAPARTE,LA PROMISCUA HERMANA DE NAPOLEON.

La historia de Paulina, la unica hermana de Napoleón que estuvo con él en las buenas y en las malas, a pesar de haberle provocado a su augusto hermano, numerosos dolores de cabeza por su promiscuidad y modo de vida.
PAULINA BONAPORTE (1780-1825): Paoletta(Paulina) nació en Ajjacio, Córcega, el 20 de Octubre del año 1780. Sería la undécima de los trece hijos de Carlo María Bonaparte, abogado perteneciente a la pequeña nobleza corsa, y María Letizia Ramolino, siendo la segunda niña de la familia. Cinco de los trece pequeños Bonaparte morirían durante la niñez. Durante su infancia su madre fue quien hizo las veces de papá y mamá ante las largas ausencias de Carlo en la corte francesa como representante de Córcega. Letizia era rígida, autoritaria que educó a sus hijos sin diferenciar si eran mujeres o varones, algo muy adelantado para su época, por no decir más. Entre dichas costumbres estaba la de bañarse a diario.
Tras la derrota de los insurgentes corsos, la familia se establece en Marsella en 1793, situación que se dio con la complicidad del gobernador francés quien buscaba congraciarse y proteger algunas de las familias importantes locales. En dicha ciudad la situación económica no fue muy propicia, hasta que la figura de su joven hermano Napoleón comenzó a emerger en el panorama turbio francés.
Aún antes de sus 16 años su belleza ya impactaba y entre los primeros admiradores se encontraban los compañeros de armas de sus dos hermanos mayores. Se afirma que entre uno de sus iniciales admiradores estaba el futuro general Junot, ya que se registran visitas de éste en compañía de Napoleón al castillo de Sallé donde residía la familia. El amorío con Junot no llegó lejos y la muy joven Paulina puso sus ojos en un revolucionario veterano que estuvo metido en el régimen del terror de la revolución, Louis Stanislas Fréron, de 40 años de edad y sifilítico con una reputación de mujeriego que le precedía. Por supuesto su madre, quien ya se sentía de la alcurnia francesa, se escandalizó y con el apoyo de Napoleón, se opuso radicalmente a cualquier relación de su hija con semejante tipejo. Paulina se sintió ofendida y en carta a su hermano afirma que aunque no pueda estar con su amado, su corazón siempre estará con él y le escribirá tantas veces como desee.
Para olvidar su pena, su hermano ya instalado en Milán, la hace llevar a la ciudad, sin embargo una joven de gran belleza, a quienes los hombres deseaban con verla, comienza a flirtear y mantener relaciones sexuales con varios de los conocidos de su hermano, hasta que Napoleón toma la decisión drástica de casarla con Víctor Emmanuel Leclerc, uno de sus hombres de confianza. Claro está que el mismo Napoleón los había pillado haciendo el amor en el palacio de Mombello unas semanas antes de la boda. La ceremonia tuvo lugar en Junio de 1794, unión de la cual nace un único hijo que moriría siendo aún un niño.
Durante un tiempo, mientras su marido tomaba parte en campañas en Irlanda y el Rin, Paulina se divertía de lo lindo, brillaba en sociedad y por supuesto se destacaba por su promiscuidad con el gran número de amantes que tenía. Esta situación no molestaba en demasía al joven general, ya que era el esposo de la hermana del primer cónsul.
En 1801 la situación en Haití, donde una rebelión socavaba el poder francés, hace que Napoleón envíe a su cuñado a dominar la situación al frente de un ejército. A Paulina, reina de la sociedad parisina, la idea no le hizo gracia y se negó rotundamente a viajar, sin embargo el primer cónsul envía a la residencia de Leclerc una silla de manos con 6 granaderos quienes suben y aseguran a Paulina y la embarcan en el navío rumbo a Haití.
Al mal tiempo buena cara diría Paulina y en Puerto Príncipe organiza fiestas y por supuesto se involucra en devaneos con nativos y oficiales de su marido. El general Leclerc en dificultades por el terreno, la vegetación y la fiebre amarilla, busca una tregua con el líder rebelde Toussaint Louverture, el cual acude a parlamentar, con tan mala suerte que es engañado y capturado por Leclerc y es enviado a Francia donde morirá después en prisión. Pacificada la isla y por orden de Napoleón, Leclerc recibe el encargo de hacer una expedición en Luisiana (Territorio francés en ese entonces), pero en medio de los preparativos se levantó una nueva insurrección, sumada a una nueva epidemia de fiebre amarilla, la cual atacó al general y lo llevó a la tumba en Noviembre de 1802. Lo cierto es que durante la epidemia, el comportamiento de Paulina cambió totalmente, organizando en su residencia un hospital, atendiendo personalmente a los enfermos. Sin embargo al morir su marido, hizo embalsamar su cadáver, lo depositó en un lujoso ataúd, donde depositó sus cabellos cortados y se embarcó rumbo a Tolón. Una vez en París, en enero de 1803 organizó un funeral de los más rimbombantes de su tiempo.
Una vez de regreso en París, y tras otra serie de fiestas y amantes, contrae nuevas nupcias en Agosto de 1803, sólo 9 meses después de quedar viuda. En este intervalo se destacaba por sus escándalos y caprichos, como el bañarse todos los días en leche mezclada con agua, e improvisar una ducha en donde residiera, además, solía recibir a su visita cubierta por un velo ligero acompañada de sus criados negros. Napoleón ve de nuevo la necesidad de casar a su hermana para aplacarla un poco y elige a uno de los más ricos de Italia, el príncipe Camilo Borghese,miembro de una familia poderosa con antepasados papales. Su hermano le escribe: "Ama a tu marido, haz que tu hogar sea feliz y, sobre todo, no seas frívola o caprichosa. Tienes veinticuatro años y deberías comportarte de forma madura y sensata».
Paulina lo toma bien ya que sabe que será tratada como princesa y tendrá a su disposición joyas, carruajes, criados, es decir volver a la frivolidad y el lujo. Sin embargo, el enterarse de que debía vivir en Roma una ciudad poco alegre le aterró, al punto de que su hermano debe ordenarle por escrito que se traslade hacia la ciudad milenaria. Su hermano le concede entonces el ducado de Guastalla, un estado de tan sólo 10 km2, por lo que poco tiempo después ella lo vende al duque de Parma y con el dinero obtenido adquiere un sinfín de joyas, trajes y objetos suntuosos, por lo que Napoleón la bautiza como “Nuestra Señora de los Perifollos”.
Como se esperaba la vida aburrida la llevó a reiniciar su carrera de diversión y promiscuidad, al punto que terminó abandonando a su marido porque no le daba la satisfacción que ella requería. El príncipe tenía un miembro diminuto que no saciaba en absoluto las necesidades amatorias y carnales de su bella mujercita, a pesar de que se dice ella intentó por varios medios “arreglar” la situación, entre ellas la de hacer esculpir por Antonio Canova, la famosa escultura Venus Borghese, en la que aparecía semidesnuda. Aseguraba que como su esposo no podía poseerla, al menos la escultura le permitiría admirarla en toda su espléndida desnudez.
No obstante Paulina entiende que no hay compatibilidad, escribe a un miembro de su familia: «Preferiría haber seguido siendo la viuda de Leclerc, con unos ingresos de tan sólo 20.000 francos, que estar casada con un eunuco». Se traslada a París donde conoce en 1806 a Louis Auguste Forbin, un pintor y poeta de sociedad, hombre alto, fornido de 30 años muy dotado con quien se muda a las propiedades del mismo en la Provenza pese a la voluntad del emperador Napoleón. La paciencia del príncipe, el esposo de Paulina, llega a su fin y se presenta en la residencia de los enamorados de improviso. Según testigos la naturalidad con la que reconoce su idilio hace que Borghese le diga que si no fuera porque es hermana de un emperador la castigaría de tal manera que no lo olvidaría jamás.
Pero el sexo todos los días con su potente amante, sumada a la vida disoluta, hace que su salud se resienta. Entonces su madre y su poderoso hermano deciden intervenir y hacen que Forbin sea alistado en el ejército francés, donde es nombrado capitán y luego otros galardones. Napoleón le ayudó a consolarse otorgándole un estipendio de 130.000 francos al mes de por vida
Paulina se queda sin juguete sexual, sin embargo, sus necesidades sexuales hacen que a pesar de las recomendaciones hechas por sus doctores, continúe con el ritmo frenético de vida en el transcurso de los quince años posteriores. En Niza conoció a un director de orquesta, Félix Blangini; luego sigue un comandante de húsares, Armand de Canouville; un capitán de dragones, Achile Torteua; un artillero, el mayor Dachaud y otros.
Tras la abdicación de Napoleón, Paulina deja su palacio en Roma y se trasladó a la isla de Elba con dinero para ayudar a su hermano, siendo la única de los hermanos en visitarlo. Lo demanda a que retorne al poder y lo apoya con la entrega de sus más valiosos diamantes para costear la campaña. Tras la derrota de Waterloo, Paulina se traslada a Roma con su madre, se divorcia de su marido y por ende compran una propiedad cerca a la ciudad.
Se presenta ante Metternich, de quien se rumoreaba también había sucumbido a sus encantos, para que le permitiera compartir el exilio con su hermano en Santa Elena, pero el canciller le niega el permiso, ya que en consonancia con el gobernador de la isla piensa que la presencia de la Bonaparte acabaría por corromper a la guarnición y el prisionero podría escapar por segunda vez.
A comienzos de 1825 gracias a la mediación del Papa, consigue el perdón de su exesposo Borghese, pero su ya frágil salud le pasa factura y muere de cáncer a los 44 años en Roma. Se cuenta que fiel a su carácter al sentir que no viviría más días, toma su baño de leche matinal, se peina y perfuma, se viste con sus mejores galas y joyas, se recuesta en su cama y fallece mirándose al espejo. Su voluntad fue ser enterrada en el panteón familiar de los Borghese, entre papas, en la basílica de Santa María Maggiore.

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