Albuñol es uno de los 6 municipios de la alpujarra Granadina que tienen literal costero. Se encuentra localizado entre las ramblas de Ahijón y Aldayar, que forman un amplio anfiteatro al pie del cerro de las yeseras, derivación secundaria y de poca altitud de la Sierra de la Contraviesa. Construida sobre una superficie ligeramente inclinada, la ciudad de Albuñol se haya conformada escalonadamente por sus casas blancas, estando redeadea tiempo atrás por almendros, los cuales han dejado su lugar a la expansión de los invernadoros. El núcleo se desarrolló condicionado por el medio físico así como a la explotación agrícola del territorio circundante. Albuñol presenta una estructura urbana caracterizada por calles estrechas y empinadas, así como una morfología en la que predominan las casas blancas construidas en mampostería con enfoscado y enlucido.
Llegar hasta Albuñol por carretera no representa ninguna dificiltad. Se accede por la nacional 340 y en las proximidades de La Rábita se toma la A-345 que comunica la costa granadina con la Alpujarra. Desde este nodo de comunicaciones se puede ir gracias a las cercanas autovías del levante, al cdentro y sur de España.
Albuñol es el municipio más poblado de la Alpujarra de Granada, tierra de frontera entre el mar y Sierra Nevada, en el cual se conservan las mejores tradiciones de la Contraviesa, el alma de la Alpujarra. Un pueblo al que las distintas civilizaciones que llegaron a nuestras costas y los nuevos pobladores del magreb o del este y norte europeo, aportan un presente singular en el que destacan los esfuerzos y logros para ser un municipio acogedor, solidario, en el que la integración social y la multiculturalidad, son objetivos de la ciudadanía.
El ayuntamiento albuñolense está formado por los núcleos de Albuñol, La Rábita, El Pozuelo, Los Castillas, La Ermita y Los Chaulines. También cabe destacar las aldeas de La Balsilla, El Cañuelo, El Castillo de Huarea, Los Chilches, Los Coliches, El Cortijo Bajo, Haza Llana, El Maurel, Los Morenos, Los Rivas y El Saltadero.
La Cueva de los murcielagos, situada en la sierra litoral de la Contraviesa junto a la localidad de Albuñol, fue descubierta en 1831 por un vecino del lugar que aprovechaba la capa de guano depositado por los murcielagos en la entrada de la cueva, sustancia que pudo ser la causante de la buena conservación de los objetos de materia orgánica depositados en su interior.
En 1857, una compañia minera inicio la explotación de la cueva debido a la aparición de material de plomo. Se abrireron varias salas en su interior, donde se localizaron y destruyeron objeto sde gran interés arqueológico, según refiere Manuel de Gongora en su obra de 1868. Éste recupero algunos de manos de los expoliadores, con cuyos informes reconstruiría las circunstancias del descubrimiento.
En el repertorio de materiales recuperados por Góngora destacan, por su expecional conservacion, los objetos realizados en esparto: distintos tipos de cestillos, tapaderas, esteras y sandalias. Entre los objetos recuperados están también presentes los realizados en madera de roble, como medio cuenco y dos punzones que forman parte del Museo Arqueológico de Granada. El yacimiento de la cueva de los murcielagos es excepcional debido a los escasos restos orgánicos prehistóricos conservados en la Península.
El municipio de Albuñol se encuentra al abrigo de la Sierra de la Contraviesa bañado por el Mar Mediterraneoy es la puerta de entrada de las Alpujarras Granadinas para aquellos viajeros procedentes de la costa. Con dos ramblas, la de Ahijón y la de Aldayar, y que al llegar a su punto de unión forman la Rambla del Tranco, que históricamente marco el devenir de muchos alpujarreños.
Albuñol es un municipio marítimo y agrícola, alpujarreño y costero, que conforme llegamos a su interior se hace más abrupto y escalonado, y muestra de ello son sus famosos cerros como los del Gato, Los Galvez, la Ermita, famosos por su producción de viñedos y almendras, así como también la conocida garganta de Las Angosturas, que cuenta con una ruta señalizada para recorrer el sendero.
Su fundación data de los árabes. La formación del municipio esta estrechamente ligada a la división geopolítica de Las Alpujarras, ya que los musulmanes dividieron la Alpujarra en una docena de distritos denominados "Tahas" formando Albuñol y La Rábita parte de la "Taha de Cehel".
Por aquellos entonces Albuñol se denominaba "Hins Al-Bonyul", lo que se puede traducir al castellano como "Castillo del Viñedo".
La Rábita sigue manteniendo su topónimo. Después de la expulsión de los moriscos, en el año 1505 D Luis Zapata adquirió el Señorío de Albuñol a Dña. Juana de Castilla y en 1508 adquirió la Rábita.
Tras la conquista cristiana, estas tierras fueron adquiridas a la Corono por Don Luis Zapata Portocarrero, recibiendo Albuñol el título de Ciudad. La Expulsión de los moriscos en los primeros años del siglo XVII, supuso el despoblamiento casi generalizado del territorio, que se colonizaría de nuevo con castellanos, gallegos y leoneses.
En el año 1696 los pobladores obtivieron el permiso Real de roturar y usar las tierras que en su mayoría estaban cubiertas de encinas, por lo que se comenzaron a utilizar las tierras para la labor y nacieron múltiples cortijadas con los apellidos de los nuevos pobladores que, aún hoy, conservan su nombre tales como Los Rivas, Los Gálvez, Los Morenos, etc. Así pues, Albuñol fue creciendo como un pueblo agrícola de tradiciones y costumbres alpujarreñas, que se complementaba con su cercanía marítima.
Albuñol, a finales del siglo XVII, comenzó a vivir su época de esplendor demográfico, agrícola y comercial, ya que las tierras estaban cultivadas de viñedos, higueras y almendros, cuyos frutos eran conocidos por toda la geografía española, y parte del extranjero, ya que se transportaban desde el puerto de La Rábita a distintos mercados nacionales e internacionales.
En 1834 se convierte en cabeza del partido judicial del mismo nombre. A medidados del siglo XIX Albuñol conoció un considerable auge económico, gracias a la producción de vino y pasas que se exportaban al extranjero desde los puertos de La Rábita y La Mamola.
La agricultura costera proviene del periodo árabe, que se caracterizó por una serie de cultivos en las zonas altas, se conformaron en huertas aterrazadas para el mayor aprovechamiento del terreno, bancales que rozaban a veces las leyes de la gravedad, trazaron una red de acequias para los cultivos de regadio y por encima de éstas se hacían las de secano. Los árabes introdujeron en la agricultura de secano el cultivo de cereales, dejando los campos en barbecho durante uno o dos años. Cultivaron el trigo, la avena, el sorgo, la cebada y en las tierras frias el centeno.
Las hortilizas fueron traídas en buena medida por los árabes, que perfeccionaron otras verduras autóctonas como las habas y las lechugas. Realizaron en mayor medida el cultivo de la huerta.
Las gentes de Albuñol son ante todo gentes trabajadoras, orgullosas de su tierra. Su empeño ha conseguido a lo largo de los años arrancar a la tierra, a golpes de arado y azadón, balate a balate, lugares donde preservar una agricultura tradicional mediterranea de vid, almendro e higuera, con explotaciones agrícolas modernas y competitivas en los invernaderos de la costa y las ramblas.
Albuñol mantiene una de las agriculturas más competitivas de Europa, a la vez que preserva los laboreos tradicionales en las estribaciones de la contraviesa.
Fueron gente de Albuñol y La Rábita las que inventaron a mediados de siglo pasado el sistema de "enarenados" que permitió la eclosión de la horticultura más competitiva de Europa en el litoral oriental andaluz. Fueron ellos los que extendieron esta técnica de superponer una capa de abono orgánico y otra de arena sobre la tierra -enarenado- con lo que se evita la evaporación excesiva en una tierra con agua escasa, se mantiene el calor en la arena, ante los frios nocturnos, y se favorece la labranza de las plantas.
En la Actualidad los invernaderos, pese a su impacto visual, sostienen la economía de muchas familias, cientos de ellas venidas de tierras de Marruecos, de Rumanía, de Lituanía... Invernaderos en los que se dan todas las garantías sanitarias de producción, se aprovecha el agua de riego mediante sistemas computerizados de riego localizado, se cuida la "salud" de las plantas y la nuestra, mediante sistemas de producción integrada y, finalmente, se pueden llevar a los mercados frutas y hortalizas de excepcional calidad.
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