martes, 9 de abril de 2013

EL BOSTEZO

Cuando nos invade el sopor llegan los bostezos. Son signo inequívoco de que pronto caeremos en dormidos. Abrimos la boca de forma involuntaria y respiramos con intensidad durante cinco o seis segundos. Lo hacemos desde que estamos en el útero materno. Lo hacen los gatos, los perros, los chimpancés y otros muchos animales. Sin embargo, la ciencia aún no ha descubierto por qué sucede.
Varias son las teorías sobre la razón de ser de los bostezos. La más popular los relaciona directamente con el aburrimiento. Otra dice que es un gesto heredado de nuestros ancestros y que sirve para enseñar la dentadura a nuestros congéneres con el propósito de intimidarles.
Otra, de las más modernas, señala que la labor de los bostezos es proporcionar una ración extra de oxígeno al cerebro. Esto es necesario cuando en el ambiente hay demasiado dióxido de carbono. Por eso, es más frecuente bostezar cuando estamos en grupo, es decir, cuando el entorno está más 'cargado'.
La última investigación científica sobre los bostezos apunta en otra dirección. La han realizado psicólogos de la Universidad de Albany en Nueva York y la ha publicado la revista Evolutionary Psychology.
De acuerdo con sus conclusiones, el bostezo no sirve ni mucho menos para inducir al plácido descanso, sino todo lo contrario. Es un mecanismo del cuerpo para mantener alerta al individuo y que evitar caer dormidos.
Los bostezos refrescan la sangre del cerebro. Las bocanadas frescas que respiramos enfrían los vasos sanguíneos de la cavidad nasal que envían sangre al encéfalo. Esto ayuda al cerebro a funcionar mejor y aumenta el nivel de alerta...
Así que a partir de ahora, si alguien bosteza en su presencia, mientras está explicando algo, no se ofenda, pues lo que en realidad intentan hacer es no quedarse dormidos y continuar prestando atención.
Una fuerza irrefrenable nos hace abrir la boca cuando presenciamos el bostezo de los demás. Los investigadores de la Universidad de Albany creen que los bostezos se contagian por razones de seguridad. Si los miembros del grupo están decayendo y el sueño les invade, el bostezo les mantendrá despiertos. El fenómeno se expande como la pólvora entre la mayoría de los miembros y, de esta manera, la vigilancia ante posibles peligros será más eficaz.
De hecho, para conseguir que los cuarenta y cuatro estudiantes que participaron en el estudio bostezaran, los científicos mostraron vídeos de otras personas bostezando. El contagio se produce gracias a las neuronas espejo, encargadas de 'ponernos en el lugar del otro'.

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