A lo largo de la Historia, el hombre ha prestado a la dentadura una atención mayor de lo que a primera vista pueda parecernos hoy. Aunque la dentadura postiza ya era fabricada por los etruscos, en el siglo VII antes de Cristo, sirviéndose para ello de piezas de marfil, o sustituyendo los dientes perdidos por otros de animal (primer transplante conocido en la Historia), a pesar de eso -decimos- el hombre antiguo prestaba atención a sus dientes. Era asunto de importancia, tanto que en la antigua civilización egipcia una de las especialidades médicas más prestigiosas era la de dentista, hace 4000 años. Los odontólogos de la refinada cultura del Nilo conocían los efectos nocivos de una mala dentadura, y sugerían a menudo curiosos y pintorescos remedios para conservarla en buen estado.
Entre estos remedios estaba el "clister, o lavatiba" dental tras cada una de las comidas. Entre las civilizaciones del Mediterráneo, los griegos desarrollaron buenas técnicas dentales. Se fabricaban dentaduras postizas para los casos perdidos, y conocieron la figura del dentista antes que la del médico general. En el siglo VI antes de Cristo, los dentistas griegos eran muy solicitados por el pueblo etrusco, que como es sabido, sobresalió en la Historia por la blancura de su sonrisa enigmática. Fue el pueblo etrusco el primero en crear una especie de Facultad de Odontología hace más de 2300 años, donde se hacía transplantes de muelas y sustitución de piezas dentarias perdidas por otras de oro. También en Roma era habitual el cuidado de la dentadura.Evidentemente, tan importante parte del cuerpo requería cuidados. El médico latino Escribonius Largus inventó la pasta de dientes con ese fin, hace dos mil años. Su fórmula magistral (secreta a la sazón) era una mezcla de vinagre, miel, sal y cristal muy machacado. Pero antes que él, los griegos utilizaban la orina humana como dentífrico, y Plinio, el famoso naturalista del siglo I, aseguraba que no había mejor remedio contra la caries..., creencia que curiosamente era sostenida hasta el siglo pasado.
En cuanto al cepillo de dientes. como hoy lo conocemos, fue idea de los dentistas chinos de hace 1500 años. Con anterioridad a esa fecha, los árabes usaban ramitas de areca, planta de palma cuya nuez era a su vez un excelente dentífrico, teniendo así, en un mismo producto, cepillo y dentífrico juntos. La areca fue también aprovechada por los habitantes del lejano Oriente con el mismo fin, aunque la mezclaban con la hoja del betel y con la cal resultante del molido de las conchas de ciertos moluscos. Con aquel útil mejunje se obtenía lo que ellos llamaban "buyo", especie de chicle masticable que mantenía los dientes limpios, blancos y relucientes, y alejaba el mal aliento. También las tribus negras del Alto Nilo emplearon y emplean hoy un peculiar dentífrico: las cenizas resultantes de la quema del excremento de vaca, con lo que obtienen la reluciente blancura de sus dientes. El cepillo de dientes que hoy conocemos fue invento del siglo XVII, y desde esa fecha ha conocido pocas modificaciones.
En la Corte francesa se utilizaba un cepillo de dientes elaborado con crines de caballo o de otros animales, con muy buenos resultados. En nuestro siglo, una de las innovaciones del cepillo de dientes, el llamado "cepillo milagro", del Dr. West, de 1938, estaba elaborado con púas de seda que permitían una perfecta higiene bucal, y que daría lugar, tras subsiguientes innovaciones, al producto que hoy tenemos todos en nuestros cuartos de baño.
El primer cepillo dental utilizado por los antiguos fue una ramita del tamaño de un lápiz, uno de cuyos extremos se trataba para conferirle un tacto blando y fibroso. Estos palitos se frotaban inicialmente contra los dientes sin ningún abrasivo adicional como nuestra pasta dentífrica, y han sido hallados en tumbas egipcias que datan de 3000 a.C. Los palitos masticables todavía se utilizan en ciertos lugares. Varias tribus africanas daban este uso a las ramitas de un árbol, Salvadoree pérsica o “árbol cepillo dental”.
El primer cepillo dental provisto de cerdas, similar al actual, tuvo su origen en China hacia el año 1498. Las cerdas, extraídas manualmente, del cuello de cerdos que vivían en los climas más fríos de Siberia y China (el frío hace que las cerdas de estos animales crezcan con mayor consistencia), eran cosidas a unos mangos de bambú o de hueso. Los mercaderes que visitaban Oriente introdujeron el cepillo dental chino entre los europeos, quienes consideraron que estas cerdas tenían una dureza excesivamente irritante.
En aquellos tiempos, los europeos que se cepillaban los dientes (práctica nada corriente) preferían unos cepillos más blandos, confeccionados con pelo de caballo. El padre de la odontología moderna, el doctor Pierre Fauchard, ofrece la primera explicación detallada del cepillo dental en Europa en 1723. Se muestra critico acerca de la escasa efectividad de los cepillos de pelo de caballo (eran demasiado blandos), y todavía más crítico con respecto al gran sector de la población que nunca, o rara vez, realizaba alguna práctica de higiene dental. Fauchard recomienda frotarse vigorosamente cada día los dientes y las encías con un trozo de esponja natural.Los cepillos dentales fabricados con otros pelos animales, por ejemplo el de tejón, experimentaron efímeros períodos de popularidad, pero muchas personas preferían limpiarse después de las comidas con una pluma rígida de ave (como habían hecho los romanos) o bien utilizar mondadientes especialmente fabricados en bronce o plata. En muchos casos, los mondadientes metálicos eran menos peligrosos para la salud que los cepillos de pelo animal duro, y cuando el bacteriólogo francés Louís Pasteur expuso en el siglo XIX su teoría sobre los gérmenes, los dentistas comprobaron que todos los cepillos de pelo animal (que conservan la humedad) acaban por acumular bacterias y hongos microscópicos, y que la perforación de una encía por las agudas puntas de las cerdas puede ser causa de numerosas infecciones en la boca. Esterilizar cepillos de pelo animal con agua hirviendo presentaba el inconveniente de ablandarlos excesivamente para siempre, e incluso destruirlos por completo, y los cepillos de calidad fabricados con pelo animal eran demasiado caros para permitir su frecuente sustitución. La solución para este problema no se presentó hasta la tercera década de nuestro siglo.
El descubrimiento del nailon en la década de 1930 por los químicos de la Du Pont, inició una revolución en la industria de los cepillos dentales. El nailon era duro y rígido a la vez que flexible, resistía la deformación y era también inatacable por la humedad, puesto que se secaba por completo y con ello atajaba el desarrollo bacterial.
El primer cepillo de cerdas de nailon fue vendido en Estados Unidos en el año 1938, bajo el nombre de Dr. West's Miracle Tuft Toothbrush. Du Pont dio a las fibras artificiales el nombre de Exton Bristies, y, a través de una amplia campaña publicitaria, la compañía informó a su público de que “El material utilizado en la fabricación del Exton se llama nylon, una palabra acuñada tan recientemente que nadie la encontrará en el diccionario”. Y la empresa destacaba las numerosas ventajas del nailon sobre las cerdas, recalcando también que, en tanto que las cerdas de pelo animal a menudo se desprendían del mango para alojarse desagradablemente entre la dentadura, las de nailon quedaban sujetas con firmeza al mango del cepillo.
Sin embargo, estas primeras cerdas de nailon eran tan rígidas que actuaban con suma dureza sobre las encías. De hecho, el tejido de éstas se resentía tanto, que al principio los dentistas se negaron a recomendar los cepillos de nailon. A principios de la década de 1950, la Du Pont había perfeccionado ya un nailon “blando” que fue presentado al público con el nombre de cepillo dental Park Avenue. Se pagaban entonces diez centavos por un cepillo de cerdas duras, y cuarenta y nueve por el modelo Park Avenue, más perfeccionado y, sobre todo, más blando.
No sólo los cepillos de nailon mejoraron la higiene dental, sino que contribuyeron, y no poco, a ahorrar serias molestias al ganado porcino. En 1937, por ejemplo, el año de la aparición de los cepillos de nailon, sólo en Estados Unidos se importaban 600.000 kilos de cerdas porcinas para cepillos dentales.
El siguiente avance tecnológico tuvo lugar en 1961, cuando la Squibb Company presentó el primer cepillo dental eléctrico, con el nombre de Broxodent. Tenia la acción limpiadora de arriba abajo, y fue recomendada por la American Dental Associarion.
Un año más tarde, la General Electric creó un cepillo dental eléctrico sin toma de corriente, accionado por pila y recargable. Los técnicos de esta compañía habían probado los cepillos en docenas de perros y aseguraron a los accionistas que “los perros disfrutaban de veras cuando se les cepillaban los dientes”.
Hoy en día, en todo el mundo el público se muestra partidario del cepillo dental accionado manualmente. Sin embargo, por baratos y fácilmente sustituibles que sean estos cepillos, la American Dental Association asegura que cuatro de cada cinco americanos hacen durar tanto sus cepillos que las cerdas retorcidas no sirven ya para limpiar los dientes y más bien tiende a lesionar las encías,
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